Capturada en «FaceTime»

Ainhoa Bacaicoa Cristóbal//

Creían que enfundarían sus objetivos y que no volverían a sacarlos en una buena temporada, pero ahora se han dado cuenta de que no tiene por qué ser así. Los fotógrafos viven del contacto con las personas a través de sus cámaras, y una vez decretado el confinamiento, pensaron que se verían obligados a cesar su actividad. Pero una vez más, la pandemia nos ha enseñado a buscarle alternativas a todo, también a la fotografía.

Esta disciplina, como tantas otras formas artísticas, está en constante evolución. Y tan pronto como surge una nueva tendencia, otra muere. Actualmente nos encontramos ante el nacimiento de la fotografía del FaceTime y la desaparición del más que manido estilo de Woelfel.

Brandon Woelfel es un fotógrafo estadounidense de 25 años afincado en Nueva York, y que desde hace un par de años, se encuentra en el pódium de los fotógrafos más populares en Instagram, con más de tres millones de seguidores.

Cualquiera que dedique apenas unos minutos a ojear la obra Woelfel, reparará pronto en una serie de características y elementos comunes en todas sus instantáneas: acentuación de los colores, explotación de las luces artificiales, importancia del proceso de edición de las imágenes, preparación de los posados y similitudes en las modelos retratadas, más que acostumbradas a colocarse ante el objetivo.  En resumen, la combinación perfecta para que al espectador le dé la sensación de estar viendo un catálogo publicitario.

Pero a mi parecer, su fotografía peca de un error fundamental: la falta de evolución. A esto se podría contestar, “pero, si le funciona y tiene éxito, ¿por qué debería cambiarlo?” Sencillo, las tendencias acaban aburriendo. Como el jersey que compraste hace unas temporadas y que tanto adorabas entonces, que ahora ha quedado olvidado en la balda superior del armario. Todos sabemos que no vas a volver a ponértelo.

Una de las tendencias principales en los últimos años es la de retomar lo analógico: su colorido, su juego de luces y sombras, y el tan característico grano en la película. Pero este deseo por recuperar esta estética, va más allá de los elementos técnicos – como los mencionados anteriormente – y afecta directamente a la forma de concebir la fotografía. La sensación de tener una única oportunidad para disparar, y la búsqueda de la naturalidad, tratar de plasmar escenas cercanas a la cotidianeidad.

Y es entonces cuando se hace un hueco la fotografía hecha en FaceTime. ¿Qué hay más natural y cotidiano que la sencillez del hogar propio? Es cierto que los fotógrafos se han visto obligados a recurrir a esta técnica para continuar trabajando, pero no podría haber llegado en mejor momento. Que la imagen no esté en la más alta definición posible es algo que ya no importa. De hecho, esa falta de calidad tiene su encanto para muchos.  El objetivo de esta fotografía es lograr plasmar la estética de lo cotidiano con la luz y una edición muy natural como aliados principales.

Este concepto entra en conflicto con la fotografía de Woelfel, que aboga por unos posados excesivamente preparados y antinaturales, y en la que como he mencionado ya, la posproducción en la edición juega un papel fundamental, pudiendo llegar a agobiar visualmente al espectador.

Además, es una obra que se aleja mucho del fotógrafo amateur, ya que no todos aquellos que se consideran aficionados a este arte disponen del material necesario o de amigas modelo dispuestas a ser fotografiadas asiduamente. No vivimos en ciudades en las que abunden los letreros de neón visualmente estéticos, y lo más similar que podemos encontrar en nuestros barrios son los clásicos con la silueta de una hamburguesa o aquellos en los que se lee “sex shop”.

Por el contrario, con esta nueva tendencia no necesitas más que un dispositivo que pueda hacer videollamadas, conexión de Internet decente y una persona a la que llamar. Con la ventaja añadida de que esta persona puede residir en el otro extremo del planeta.

Pese a que el estilo de Woelfel siempre conservará a un porcentaje de adeptos, es cuestión de tiempo que al resto le acaben cansando las guirnaldas de luces, las sonrisas de plástico y las poses de contorsionista. Ante esta situación, se vislumbran dos opciones en el futuro del fotógrafo: la de reinventarse, y por ejemplo probar con el FaceTime, o morir  y quedar relegado al final del armario junto al jersey.

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