Necesidades efímeras

Alicia Cabello//

He decidido borrarme la aplicación de Instagram del móvil. En la primera semana de mayo– y no quiero justificarme por el confinamiento que sufríamos en aquel momento– perdí un total de 7 horas y 32 minutos dedicadas sólo a redes sociales. Teniendo en cuenta que uso mi smartphone alrededor de tres horas diarias, las cifras dan para reflexionar.

Quiero resaltar que antes he utilizado el verbo ‘perder’. No he escrito “consulto mis redes sociales tanto tiempo” o “me entretengo durante equis horas mirando Instagram”. He utilizado ‘perder’ porque es lo que he hecho. Un tiempo que podría haber aprovechado ha acabado convirtiéndose en stories que no recuerdo y publicaciones con mi «me gusta» que no me interesan.

pantallas

Suena el despertador y, antes de subir la persiana, Facebook te recuerda que es el cumpleaños de uno de tus compañeros de instituto, ves las imágenes de la cena que tuvieron tus colegas de la universidad anoche a través de Instagram y lees cuáles son los temas del momento en Twitter. Es probable que hayas gastado tus primeros treinta minutos del día con los ojos frente a la pantalla del teléfono.  Extendemos este proceso durante toda la jornada, y es que desde que aparecieron, las redes sociales han conseguido que el uso de la pantalla vertical se convierta en el “aquí te pillo, aquí te mato” de cada día.

Esta forma de consumir contenido digital es un símil de la realidad social en la que vivimos. Hoy en día tenemos unas necesidades que serían inimaginables hace unas décadas. Estas son tan urgentes como efímeras.  “Tengo que saber de dónde es la falda que lleva esta influencer en la foto que acaba de subir” o “si le mando un mensaje a esta persona, seguro que me ayuda en la receta de la carbonara”. Hemos dejado que problemas que no son demasiado relevantes tengan que ser resueltos en el mismo instante en el que surgen. Ya no necesitamos llamar por teléfono o encender el ordenador para solucionarlos: la respuesta está siempre en la palma de la mano.

De esta manera, el consumo en formato horizontal se ha visto reducido a un marco específico: lo profesional y lo cultural. Si quiero ver una serie o un programa de televisión necesito una pantalla horizontal. Sentarme en el sofá con algo de picar y ponerme una película es algo que requiere más tiempo y dedicación que dar «me gusta» en una publicación aleatoria. Lo mismo sucede si me siento delante del ordenador para realizar cualquier trabajo. Son dos ejercicios mentales para nada semejantes. Ponerme al día en Instagram es un impulso, es decir, una actividad que se realiza, según la RAE, “de manera súbita, sin reflexionar”. Sin embargo, escribir un ensayo requiere voluntad y concentración: si dispersas tu punto de atención, es probable que pierdas el hilo y se te escapen algunos argumentos. Además, se precisa de un ambiente y una posición adecuada ya que esa tarea requiere tiempo. Es un quehacer difícil de completar con eficacia desde el móvil.

¿Es necesario el término medio o uno de los formatos va a imponerse sobre el otro? A mí siempre me han dicho que los extremos son malos en todos los ámbitos, por eso me decanto por el término medio. No vamos a poder huir del consumo online en formato vertical, igual que no podemos escapar de los tiempos frenéticos que nos exige la sociedad actual. Por ello, es necesario mantener el formato horizontal: nos ayuda a evadirnos, aunque sea por un breve espacio de tiempo. Sé que hallar la bisectriz es una tarea complicada, pero hay que buscar un equilibrio. Mientras tanto, seguiré perdiendo mi tiempo a diario consultando las redes sociales en vertical y desconectando de la agilidad cotidiana en horizontal.

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