Sí, es lo que parece: veo «telebasura»
Sofía Villa//
Hace unas semanas viví una situación que muchos considerarían vergonzosa. No me caí en mitad de una gran multitud de gente; no se me escapó una flatulencia delante de mi pareja; tampoco pisé un excremento de perro y lo llevé en el zapato todo el día sin darme cuenta. Mucho peor que eso: me pillaron viendo “telebasura”. Sí, a mí, como lo leen. A una persona cultivada, estudiosa e instruida. “Qué hace una persona como tú viendo un programa como ese”, me dijo mi padre. “Sí, papá, es lo que parece”, le contesté. Desde aquí te pido perdón por ser humana.
Numerosos estudios sociológicos y antropológicos respaldan la idea de que el ser humano es curioso y cotilla por naturaleza. Que las personas se interesan por conocer y enterarse de los asuntos de vidas ajenas es un hecho. Las razones pueden ser múltiples: establecer contacto con otra gente y así socializar, enterarse de la vida de una persona porque le interesa especialmente o, simplemente, y la que menos aceptada está, distraerse y evadirse. En momentos de estrés o agobio, unos juegan al pádel y otros ven La isla de las tentaciones. No creo que una opción sea más válida que la otra, pues el objetivo es el mismo. Por ello, no entiendo la superioridad moral de quienes se jactan de no ver “telebasura”. Ni la entiendo ni la soporto.
Por otra parte, ¿qué entendemos por “telebasura”? Estoy segura de que, ante esta pregunta, casi el 100% de las respuestas incluiría programas como el ya nombrado La isla de las tentaciones, Sálvame, Mujeres y Hombres y Viceversa o Gran Hermano. Qué fácil es caer en los tópicos, ¿eh? Quizás muchos no han caído en la cuenta (o sí, pero no lo quieren admitir) de que series como Aída, La que se avecina o Aquí no hay quien viva también pueden añadirse a esta lista. Estos programas tratan sobre la vida de personas, sus deseos y frustraciones. Además, frecuentemente tratan temas triviales y superfluos como el sexo o las relaciones amorosas, utilizando, como norma general, un lenguaje vulgar y ordinario. ¿No entra esto también dentro de las características comúnmente asociadas con la “telebasura”?
Tampoco quiero criticar a quien no consuma este contenido, pues me parece totalmente loable. Lo que sí me gustaría es que, si usted es uno de ellos, se parase a pensar en otras actitudes o comportamientos que tenga que puedan denotar esta inclinación hacia el “salseo”. ¿Puede negar haber agudizado el oído en un autobús o en un bar para enterarse de una conversación? ¿Y haber sentido curiosidad al escuchar un “no sabes de lo que acabo de enterar”? Si es así, enhorabuena, es usted perfecto para futuros experimentos de la humanidad. Si, por el contrario, reconoce haber vivido este tipo de situaciones, no se preocupe, es completamente normal. Seguramente, los que mantengan esa conversación, cuando acaben y empiece usted a hablar con su interlocutor (si es que este existe), afinarán también su oído para escuchar la suya.
No creo que sea justo criticar la decisión de ser espectador de estos programas. ¿Eres menos digno por ello? Si es así, yo perdí la decencia hace mucho tiempo. Lo admito, papá; os lo admito a ustedes, lectores: veo “telebasura”. Me gusta escapar durante un tiempo de la cotidianidad e insulsez del día a día. Me gusta conocer la vida de otras personas, reírme de chistes fáciles y manidos y escuchar palabras y frases chabacanas. No creo que eso desvalorice mi inteligencia. Soy educada y simple a veces; soy culta y basta otras; soy erudita y ordinaria cuando quiero; soy capaz y estúpida si me lo propongo. Soy humana. Veo “telebasura”. Y a mucha honra.