Burton 9/5: 9 motivos y medio para seguir confiando en Tim Burton
Daniel Calavera//
Hace apenas un mes desde que se estrenó el teaser de la nueva versión en acción real de Dumbo, a cargo de Disney en su ya conocida empresa de llevar a carne y hueso sus cuentos clásicos.
El elegido para dar vida al entrañable elefante volador de nuestra infancia ha sido Tim Burton, responsable también de la primera incursión de este universo “Real Disney” con aquella tontería desaprovechada -aunque entretenida- que fue Alicia en el país de las maravillas.
Burton, antaño genio capaz de trasladarnos a su imaginario lleno de anarquía narrativa y esteticismo gótico visual, gracias a este pequeño adelanto de su nuevo film con la factoría de ficción más grande que existe en el mundo, ha sido capaz de evocar, al menos en mi caso, lo que siempre me suele suceder con cada nuevo proyecto del californiano despeinado: esperanza. Al menos, antes de su visionado y durante su promoción. La música, su colorido -aunque digital- tan de ensueño, sus planos… Quizá -y de momento solo quizá, como siempre esperamos sus fans- Burton haya sido capaz de aprovechar la ingente cantidad de millones invertida por ese monstruo dominador de la taquilla en que se ha convertido Disney y no haya prostituido su arte en pos de la moda, opinión pública y de algunos sectores críticos y comerciales como ha hecho en tantas ocasiones. Ojalá.
Sigo encaprichado del arte de un creador como Tim Burton al que sigo desde niño, desde muy niño. Mi pérdida de la virginidad cinéfila, la película con la que aluciné de niño y con la que me invadió un sentimiento abrumador de admiración -y aún lo hace- fue el Batman de Burton, con apenas cinco o seis años. Era un mocoso y admiré el ácido en el que se derretía Jack Nicholson, la cámara loca que recorría edificios de forma vertical y la música acompañando a los chistes más negros que rodeaban al murciélago, ese héroe solitario tan oscuro y abrumador.
Por eso, vayamos con los motivos para creer en este artista. La fe nunca se pierde. Y en el cine, menos.
Medio motivo. El teaser de Dumbo
¿Y por qué medio? Porque aún no la hemos visto. Este rayo de esperanza del que hemos hablado está presente sobre todo en la versión de la canción del clásico, tan lenta, tan preciosista, acompañando a un elenco de actores de lo más prometedor -personalmente, me chifla que Keaton vuelva a ser dirigido por Burton y más siendo un villano en esta ocasión- y un ambiente circense que se aleja de los criminales de Batman Vuelve y arropa más a las sombras llenas de luces de Big Fish.
¿Os suena el primer teaser, antes del tráiler oficial, que se lanzó del film A.I. Inteligencia Artificial de Spielberg? Fue mágico, superlativo. Un 1 minuto y medio de preludio a una narrativa audiovisual de la grande, de la buena. Este teaser de Dumbo me ha recordado infinitamente a aquel. Veremos…
Noveno motivo. La vieja camionera de La gran aventura de Pee Wee
Corría el año 1985 cuando los espectadores americanos admiradores de un excéntrico personaje llamado Pee-Wee Herman vieron en cines una comedia totalmente inocente y ochentera sobre un niño repelente y pelín coñazo -todo hay que decirlo- atrapado en el cuerpo de un humorista adulto que respondía al nombre del ahora envuelto en escándalos sexuales Paul Reubens. Ya empezaron a vislumbrar el genio visual de muñecos de plastilina y locas criaturas, heredero del espíritu de la hammer y los efectos de Ray Harryhausen, que iba a ser Tim Burton con esta su primera película, tras los maravillosos cortometrajes Frankenweenie y Vincent.
El grito de la camionera era sólo el principio de lo que tres años más tarde veríamos en una de las películas más libres y perfectamente acordes a su espíritu e historia que se ha hecho: la anárquica y divertidísima, aún hoy, Bitelchus. Espectacular en todos los sentidos, desde la interpretación de Michael Keaton hasta su derroche de imaginación en cada escena, narrativa y visualmente. Esa vieja camionera que grita con cara de fantasma de plastilina no se equivocaba.
Octavo motivo. La escena de la iglesia de Sleepy Hollow
Antes de su gran primer tropiezo, al cambio de milenio, con su desilusionante El planeta de los simios, Burton nos propinó un relato sangriento, violento, romántico y sobresaliente con su versión de la leyenda del jinete sin cabeza. La escena en la que todo el pueblo se refugia en la iglesia del ataque del jinete, tan poderoso en su figura como en cada ensordecedor trote de su caballo acercándose espada desenvainada en mano, es superlativa.
Gracias en gran medida a la mano en el guión de Andrew Kevin Walker -autor del libreto de Seven, ojo- en esta escena no solo todos los personajes se descubren tal y como son, sino que el relato de aventuras terroríficas se torna en intriga de las buenas con trágico final cuando el reverendo, el doctor y el patriarca del lugar se ensalzan en una discusión que saca todos los paños sucios a relucir en medio del caos. Porque es el siglo XIX de fantasmas, brujas y jinetes sin cabeza venidos del infierno. Y esto es un complot lleno de sangre tan roja como el más rojo infierno. Es maravilloso. ¿Habría tenido esta escena el mismo impacto si otro director hubiese estado detrás? ¿Habría tenido esta historia, ésta tan acertadísima adaptación de un cuento clásico americano, la misma magia? Por supuesto que no. Cada asesinato del jinete es puro arte. Elegid vuestra decapitación favorita. Yo me quedo con esta, acompañada con el grito de Christina Ricci y el asombro de Johnny Depp.
Séptimo motivo. El número Epiphany de Sweeney Todd
Ciertamente, por muy buena que sea esta adaptación del musical de Brodway, se perdió mucho por el camino. De hecho, resulta algo incomprensible que un director tan fanático de la comedia más negra la eliminase por un mayor calado dramático en la historia del barbero vengador y la repostera caníbal. Por otra parte, hay que reconocer que el relato le venía como anillo al dedo a Burton y pese a sus carencias con respecto al montaje teatral, gracias al talento cinematográfico, el film supera el notable.
El pico más alto se alcanza cuando Sweeney, alias de Benjamin Barker, tan furioso como el más furioso de los psicópatas, canta con sus cuchillas de afeitar a todos los hombres que va a degollar recorriendo las calles de un Londres lleno de insectos a los que debe pisotear para salvar su alma del mayor pesar.
«Ni un hombre ni cien podrán saciarme». La cámara, el arte -incluso digital- y hasta la pobre para este personaje voz de Johnny Depp quedan tan bien que se comprende el afán tanto de los productores como del propio director de que esta ópera gótica llena de violencia fuese la joya académica en la filmografía de un director al que los premios nunca han tratado bien. ¿Qué habría pasado sin esta presión? El dinero y el negocio mandan, pero el resultado es más que satisfactorio. Es buen cine y esta escena es la prueba.
Sexto motivo. El abuelo que abraza a su nieto en La novia cadáver
Los muertos que antes hemos visto divirtiéndose en el colorido más allá invaden el lúgubre y frío mundo de los vivos. Estos, aterrados, se alejan de ellos. De repente, un niño se acerca a uno de los muertos porque lo ha reconocido. «¿¡Abuelo!?». El muerto, su abuelito, lo abraza. Pues claro. En ese preciso instante recordamos que esta terrorífica historia de animación nos está llevando de un extremo a otro como quiere, del terror a la comedia, dejándonos fascinados ahora con un toque de ternura que hace que todos nos volvamos tan niños como ese niño que abraza a su abuelo.
Tan tierno como la novia cadáver convirtiéndose en mariposas para ser, por fin, libre. Tan conmovedor como el dueto que Víctor y ella se marcan a piano, tan deslumbrante como lo es esta Novia cadáver, uno de las películas más redondas de su filmografía.
Quinto motivo. Batman acudiendo a la llamada de la batseñal en lo alto de Gotham
Su díptico del caballero oscuro es una deliciosa comedia negra que da paso a un drama cómico circense lleno de locos. Eso es así. El cariño por los villanos se pierde en muchas ocasiones, más hoy en día y desde hace tiempo, pero Burton los cuida hasta el punto en que conocemos cada una de sus obsesiones y locuras, desde el querer envenenar a una ciudad entera, hasta matar a todos los primogénitos de la alta sociedad de la urbe. O hasta presentarnos a la femme fatale a la que yo al menos más recuerdo interpretada por Michelle Pfeiffer comiéndose a sus compañeros de reparto con patatas.
Pero en lo alto está el más traumado y loco de todos. Un millonario que se disfraza de murciélago. El minuto final de la primera Batman es de un clímax difícilmente superable, incluso por la trilogía de Nolan. La cámara elevándose, la batseñal en el cielo y el héroe solitario vigilándola. Y la música, sobre todo la música. Esta escena rivaliza -y encadena la primera parte de la segunda- en calidad con el comienzo de Batman Vuelve. Los tres primeros minutos, seguramente, sea el fragmento más oscuro que se haya visto en el cine de Burton y de los más lúgubres de los 90. Daos cuenta de que estamos viendo cómo unos padres tiran a su bebé deforme por una alcantarilla en Navidad ¡Y lo estamos viendo en una superproducción taquillera! Y con esa música, sobre todo la música. Cuanto más libre es Burton, mejor es.
Cuarto motivo. Los títulos de crédito iniciales de Mars Atracks!
Sencillamente, dadle al play. Y tened presente que la mayoría de los grandes nombres que vais a ver van a morir de una forma horripilante y genial en esta orgía de color sesentero de serie B. Mars Attacks! Es una de las patadas en los huevos más sonoras, valientes, brutales y buenísimas que se ha dado jamás a la cultura, sociedad y sobre todo política occidental estadounidense. Y los acordes de Danny Elfman…. qué buen tema para letras tan verdes y fantásticas. ¿Qué más da que fuese un fracaso? Esta parodia tan bien hecha es una joya del caos. Una oda a la diversión y la libertad más gamberra.
Tercer motivo. Lo que Edward Bloom vio en el ojo de la bruja en Big Fish
“Cuéntame cómo ocurre; cuéntame cómo me marcho”. Es un hecho que quien no se emociona con esta revelación final de la historia de Edward Bloom, sencillamente, no tiene corazón. Pocas veces el cine de Burton ha conseguido conectar tanto y tan ampliamente con todo tipo de público como en estos minutos finales de Big Fish. Un conjunto de secuencias de ensueño que el viejo Edward narra, como la visión del amor de su vida en mitad del circo, la sirena de la inundación o la bruja del pantano, que nos llevan hasta esta maravillosa conclusión donde el clímax está en descubrir, como espectadores, que la vida puede ser un cuento maravilloso hasta el final, suceda lo que suceda en realidad.
La mejor crítica que he leído hacia este film la escribió, de forma sencilla, directa y preciosa, un crítico americano: “Es una película preciosa… Y ahora, discúlpenme; tengo que llamar a mi padre”
Segundo motivo. La entrada de Ed Wood en el estreno de su Plan 9 del Espacio Exterior
La forma de abordar la historia del peor director de cine de todos los tiempos en esta, seguramente, mejor película de Burton, fue memorable. El extraordinario guión de Scott Alexander y Larry Karazewsky cobró vida en el blanco y negro más años 50, decadente y mágico, y fue azucarado por un maquillaje y una fotografía de Oscar. Cada tentáculo de goma y ovni de cartón mal enfocado; cada ataúd abierto y cada «Corten ¡A positivar!», hacen que la ilusión del espectador crezca del mismo modo que crece el entusiasmo de Ed Wood al rodar. Magnífico Johnny Depp en la mejor interpretación de su carrera.
Y el culmen de ese entusiasmo está en el recorrido final, cuando Ed por fin recorre el patio de butacas para presentar la película que, como bien vaticina, es única y le hará pasar a la historia. El peor director del cine, que nunca juzga a nadie porque se quedaría sin amigos; un niño entusiasmado que quiere contar historias de ciencia ficción sin tener en cuenta nada más que la sonrisa que provoca y le provocan. ¿Sabíais que Burton renunció a su sueldo a cambio de que esta obra maestra de 1994 se rodase en blanco y negro? Pues eso, que quede bien claro. No sé vosotros pero yo estoy deseando que vuelva el tipo capaz de este gesto, el tipo que nos contó esta historia de cine poblada por alcohólicos, estrellas decadentes y drogadictas y monstruos fabulosos capaces de infundar la mayor de las ilusiones al público. Es cine.
Primer motivo. El cuento de nieve con corazón de galleta
Extracto del artículo Cuento de nieve, corazón de galleta que escribí para Zero Grados. Me gustaría señalar que fue el primero que escribí para vosotros.
Una niña está acostada en su inmensa cama. Su abuela la arropa y fuera está cayendo nieve desde un cielo azul apagado que nos recuerda al Londres de Mary Poppins y nos evoca las historias que leíamos de pequeños. La niña, con la inocencia y la curiosidad que caracteriza a los más pequeños, hace una pregunta a su abuela: ¿Por qué nieva? La anciana, recostada sobre su vieja silla, comienza la historia del origen de la nieve en ese pueblecito, en ese pequeño escenario de juguete lleno de casas unifamiliares en cuya cima más alta se yergue un caserón oscuro rodeado de jardines. Y de repente, ya estamos metidos de lleno en el cuento de Eduardo Manostijeras. Nos acomodamos y la extraordinaria banda sonora nos transporta a ese terreno de nuestro subconsciente, ese en el que vive un niño al que le atrae el terror que provoca ese caserón oscuro y encantado, pero que a la vez nos avisa de que no debemos tener miedo. El piano, la voz y los coros nos abrazan susurrándonos que nos van a contar el cuento más maravilloso de la historia del cine.
Mientras nieve, él sigue vivo. Y mientras él siga vivo, seguirá nevando hasta que ella ya no esté. Las flores y el miedo se evaporan entre los copos de nieve, y nosotros volvemos a la realidad un poquito más niños, más conmovidos, y menos enfadados con el mundo. Un mundo en el que el cine nos cuenta historias como esta, la de Eduardo Manostijeras, que vive en la lágrima de la imaginación de un gran autor que quizás no siempre cumpla, pero que escribió su corazón y el nuestro en el gran libro de los cuentos.
Y ya está… ¿Os parecen estos suficientes motivos? Ahora, a esperar a marzo de 2019.
Autor:
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![]() ![]() Crítico de cine en ZTV y Heraldo.es. Creador, presentador y realizador del programa más extra-elegante de cine: «Unas cuantas Pelis». ¿Lo único que importa? Cine, música, escribir, mucho café, cine y música. Apasionado de la música y el cine tanto escrito como realizado, rodado y proyectado. Emocional y moralmente incapaz de escoger un género ¡Todos son buenos mientras sea buen cine!
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