Carmen Boza, fiera melancólica
Salvaje y vitalista en ocasiones; autodestructiva y amarga en otras: Carmen Boza. Esta cantautora gaditana publicó el año pasado su primer disco, La Mansión de los Espejos, con notable éxito y ahora ha decidido reeditarlo con el apoyo de Warner. Sostiene que la vida son extremos, así que quedamos con ella para que nos explique la forma de encontrar placer en el dolor.
Una cabaretera con delirios de éxtasis, una sombra escondida tras una vieja gloria, una amante religiosa despechada, una fiera hambrienta que merodea suelta, una voz apagada que te susurra una nana oscura… y una sola artista que lo encarna todo: Carmen Boza. Todas esas imágenes se forman y deforman en los espejos de su particular mansión como si de una atracción de feria se tratase. Esa es la idea que encierra el disco y que estuvo clara desde que compuso el tema que le da título. Cada canción refleja un sentimiento diferente y parecen hablar de personas distintas, pero al final todo trata de lo mismo: de amor, que según la cantautora es lo único sobre lo que merece la pena escribir.
Son las cinco de la tarde cuando Boza y su banda llegan al Teatro de la Estación en Zaragoza. Comienzan los preparativos para el que horas después será un concierto intenso y catártico. Pero de momento la artista todavía no ha sufrido la mutación que la convierte en una fiera escénica. Carmen supervisa la colocación de los instrumentos y no se separa de su guitarra. Parece pequeña, frágil. Introvertida, solitaria y joven, sobre todo joven. Ha soplado las velas veintiocho veces pero parecen menos. Su aspecto −engañosamente inocente− sin maquillar, envuelta en una amplia bufanda y con una sudadera ancha se antoja casi antitético a la madurez que demuestra en su forma de pensar y de enfrentarse al mundo. Nos conducen a los camerinos del teatro para realizar la entrevista. Carmen responde con marcado acento andaluz y ritmo pausado y mientras aprovecha para afinar su guitarra: en el indie no estamos para perder el tiempo.
− ¿Cuándo te planteaste reeditar La Mansión de los Espejos?
− Había pasado un año desde que lo autoedité con el crowdfunding y ya habíamos vendido la primera tirada. Yo sentía que el disco necesitaba un poco más de tiempo de vida, surgió la oportunidad de reeditarlo con Warner Music y fuimos a por ello. Con el apoyo de una multinacional estamos consiguiendo muchas más promoción y llegamos a sitios donde antes no habíamos llegado. Eso esta permitiéndonos también girar durante un poco más tiempo. Y me parece interesante porque hemos incluido dos temas inéditos, Salpicaduras y Fin, y dentro del disco podemos encontrar la imagen de lo que fue cuando se grabó y lo que es ahora; se puede ver cómo suena el proyecto después de haberlo girado durante un año. Además hemos incluido un libreto con las letras, porque cuando lo saqué la primera vez para mí primaba incluir más canciones antes que un libreto.
Sus seguidores agradecen que le haya dado una prórroga al disco, ya que fueron quienes financiaron el proyecto. En la campaña de crowdfunding, Boza pedía 10.000€. Los consiguió en ocho horas; cuando terminó el plazo, había reunido casi 26.000€. La única garantía de su talento eran los vídeos que subía a Youtube. Tocaba el piano, la guitarra y cantaba pero solo enfocaba las manos o medio cuerpo. Tardó varios años en dar −literalmente− la cara. Quién le iba a decir que poco después grabaría un videoclip oscuro y brillante presumiendo de ropa interior. La vida son extremos, polos opuestos.
−¿Por qué decidiste que Culpa y castigo fuese tu primer videoclip?
−Porque esa canción me transmite muchas cosas, me gusta mucho lo que conseguimos en el estudio, con un ambiente y un ritmo que se acercan mucho a algunas de mis influencias. Además el texto presenta una escena un poco oscura: me parecía una mezcla de algo muy musical pero también muy personal. Y en el estribillo hay algunos textos que se superponen, se cantan a la vez y eso me daba una idea muy visual para el vídeo: me gustaba la imagen de salir cantando muchas veces en el mismo plano las diferentes frases. Me pareció todo muy cinematográfico. Y ya que cuando autoedité el disco decidí que Octubre fuese el single porque me parecía la más comercial, la más fácil de acceso para el público, ahora que lo hemos reeditado decidí apostar por algo con lo que me sintiese más identificada aunque no fuese tan comercial.
He reducido todo mi catalogo de letras a las de tu nombre para que cuando se me trabe la lengua sepa pronunciarte.
Con ese verso comienza Culpa y castigo, una canción que revela el dolor como parte intrínseca del amor. La composición es uno de los puntos fuertes de Boza: reflexiones profundas sobre la naturaleza humana, poesía camuflada en obviedades que a veces cuesta reconocer o incitaciones al sexo salvaje -no todo va a ser filosofar…-. La cantautora acostumbra a hacer terapia de tinta y papel, así plasma sus reflexiones en letras y sus emociones en acordes. Quizá por eso logra que gente que la escucha por primera vez llore de emoción.
− ¿Realmente utilizas las «canciones como lastre»? ¿Componer es para ti una vía de salvación?
− Sí, totalmente. Las canciones para mí son salvavidas y me agarro fuerte a ellas, aunque a veces no entienda bien de lo que estoy hablando. El proceso de composición es algo irracional, casi de exorcismo: sacar las cosas que me generan malestar o bienestar. Las utilizo como lastre, para poner los pies en la tierra o incluso para intentar parar, mirar hacia dentro y ver qué está pasando. Muchas veces al terminar de escribir las canciones descubro cosas mías que no sabía. Es una cosa curiosa pero estoy bastante contenta de que me pase, sin las canciones no sé si sería capaz de entenderme bien.
Mientras reflexiona sobre esto, continúa tensando cuidadosamente las cuerdas de su guitarra. Responde con voz apagada pero firme, con atisbos quizá de una melancolía que amenaza con invadirla. “Yo creo que las cosas las cambia uno mismo, pero para cambiarlas tienes que tener energía y no se tiene siempre, a veces hay que buscarla, recargarse con otras cosas −musita Carmen-. Soy muy de dejarme vapulear por los momentos: a veces estoy bien pero después de mucho tiempo de estar mal. Y así voy oscilando…”, prosigue ella dejando la frase en el aire. Conjuga el carácter sombrío de un poeta romántico con la melancolía de una composición de jazz.
Caminar con pies de plomo sorteando tu destino,
recuerda que el mayordomo no siempre es el asesino.
− En una ocasión al presentar El Mayordomo dijiste que a veces las personas te decepcionan porque no son lo que pensabas, aunque sea para bien, ¿cómo te decepciona alguien para bien?
− Pensar que el mayordomo es siempre el asesino es la zona de confort, es lo más fácil, es pensar que las cosas son como todo el mundo dice que son. Así evitas tener que hacer tu propio análisis de las cosas y tener que analizar si el mayordomo era el asesino, por qué lo era… Cuando hablé de que las cosas nos decepcionan a veces para bien es porque pienso que aunque las cosas duelan en la primera lectura, hay que intentar no quedarse en la superficie, en el dolor que te genera, sino en lo que ese dolor va a suponer en el proceso de purificación. Hay que pensar en lo que implica ese momento de catarsis o de daño, en lo que eso te puede enseñar y en lo que va a aportar a tu yo futuro. En el caso del mayordomo analizaba una situación que me dolía −y que a veces me duele todavía− pero si lo comparo con todo lo que ha enseñado, ese dolor es un trámite, algo necesario e inherente.
Junto al dolor, el sexo es otro de los temas estrella de la gaditana. Carmen cree fielmente en la máxima de que “Todo trata de sexo, menos el sexo que trata de poder”. Lo que no se manifiesta con tanta claridad es la influencia que esta fórmula tiene en la industria musical.
−¿Crees que en la industria musical la imagen hipersexualizada prima sobre la calidad?
−Bueno, en según qué contexto sí. A veces veo a artistas en los que no hay nada de música, pero es totalmente lícito siempre que no se pretenda vender otra cosa… Quiero decir, hay artistas que son fenómenos fan, mueven masas y venden colonia. Y hacen cosas así porque son productos, son un reclamo publicitario que usa la música como gancho. Yo quiero creer que en el ámbito en el que me muevo todavía hay gente a la que le apasiona la música y que esa gente siempre va a estar ahí. Los músicos que luchamos por reivindicar el peso que tiene una canción tenemos que aguantar, aunque cada vez haya más proyectos que no tienen sentido más allá de una cara o de una campaña de marketing. Creo que la música de verdad y las canciones nunca morirán, aunque sea cada vez para menos gente.
−¿Tú no aceptarías vender colonia?
−¡Hombre, no lo sé! Creo que no, ya tengo bastante con hacer canciones. Pero vamos, creo que los químicos se encargan de hacer unas colonias y te dirán: “Oye Carmen, ¿Te encanta esta colonia? A ver si le ponemos tu nombre y tal”. Pues mira, oiga, no lo sé. Algún día a lo mejor me veo vendiendo helados Kalise, yo que sé… (risas)
Parece ser que de momento no tendremos algo como Eau de Fieras o Nana Noir le parfum. Fragancias aparte, el futuro de la música en España parece garantizado gracias a cantantes como Boza. O como su admirada Maria Rozalén, otra joven cantautora que ha reunido en una canción −Somos− todas las críticas contradictorias que le han hecho y ha demostrado que la música va más allá de poses y lentejuelas.
-Cuentas que te encanta Somos de Rozalén, ¿te ha pasado, como canta ella, lo de leer algo sobre ti con lo que no te identificas?
−Me ha pasado pero no tanto como a María. Me gusta mucho su disco, estoy muy orgullosa de lo que está consiguiendo y de su sonido. A menor escala sí que me ha pasado: ya hay gente que dice que echa de menos a la Carmen del principio, la de los vídeos. Pero es que se supone que el arte es evolucionar. Si siguieras haciendo siempre lo mismo al final esa gente que dice que le gusta más lo de antes se cansaría porque sería el mismo rollo. Además me encanta Somos porque María es muy positiva y tiene una energía muy especial; me encanta la manera en que lo aborda, con ironía y con sentido del humor. Me parece la forma más coherente y sensata de tomarte ese tipo de comentarios que van más allá de la música que uno hace. Todo el mundo opina de todo pero lo importante es que uno sea honesto con su propio arte e intente seguir evolucionando.
Boza disfruta esa evolución a cada paso. No echa de menos una vida más estable y considera que no tiene derecho a quejarse porque su éxito es poder trabajar en lo que le gusta: “Estoy teniendo la suerte de poder girar muchísimo por España y que venga gente a verme y me descubran nuevas personas. Me canso físicamente pero luego toco y me recargo”. Para ella lo importante es tener un rumbo bien marcado y lo ha logrado.
−A pesar de estar de gira, ¿has empezado a componer para un futuro segundo disco?
−Sí, sí, sí. He compuesto y tengo ideas… trozos, al final todo son trozos, ¡madre mía! tengo un síndrome de Diógenes con las canciones… Compuse mucho más en el primer año de gira, ahora casi no tengo tiempo porque ha sido muy intenso desde que en septiembre salió la reedición. Y para escribir no solo hay que tener el tiempo, hay que tener la cordura y la estabilidad para hacerlo. A veces me entra ansia porque me encanta escribir, me encanta el momento que eso genera en mi cabeza y cuando tengo un día en casa me quiero sentar y pasarme ocho horas escribiendo canciones, pero muchas veces tu mente te pide que te relajes y estés unos días tranquila. Pero estoy contenta porque esta etapa me está dando muchísima experiencia y creo que seré capaz de transformarla en un segundo disco muy interesante.
−Claro, además tú le das mucha importancia a las letras, porque hay artistas que son buenos, pero a las letras no les dan… -me interrumpe-
−Porque venden colonia (risas)
−Pero no solo los que venden colonia…
−Ya. Yo le doy un montón de peso a las letras. Me parece que una melodía es súper importante y en mis canciones escribo la música antes que la letra, pero si no estás contando algo interesante la música pierde muchísimo. A mí lo que más me interesa es emocionar a alguien: eso se puede conseguir con un timbre bonito de voz, cantando bien y haciendo música muy bonita, pero si además tienes un texto que está diciendo cosas interesantes, ya es otro cantar. Es ponerle palabras a algo abstracto que es la música y eso es lo que me parece más difícil. La última pieza del puzle, la última carta que pones en el castillo de naipes: si lo haces bien, es maravilloso y si no, se va a derrumbar. Y si ya consigues hacer llorar a la gente es como “¡Droga gratis!”.
Con este ofrecimiento de “droga gratis” concluye la entrevista con la gaditana. Casi simultáneamente termina de afinar la guitarra y comienza a tentar los primeros acordes. Nos despedimos de la joven de aspecto inocente y voz pausada. Tres horas después, durante el concierto, aparece en escena una rockera con voz apabullante que transmite rabia, pasión y el más descarnado dolor. Toca la guitarra de una forma muy personal: en unos temas es dulce e hipnótica y en otros te arrastra hacia el lado más salvaje. Es desgarrador, es magia. Es simplemente complicidad y muchas horas de trabajo de una artista y su banda. Es un nuevo espejo que cuelga ya en una mansión melancólicamente feroz.
Autora:
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![]() Estudié periodismo porque quería ser Oriana Fallaci o Carrie Bradshaw. El oxímoron es mi figura favorita y la ironía me parece fundamental para dar vida a cualquier texto. Me encanta narrar el mundo del espectáculo entre bambalinas y escribir sobre cualquier cosa que aporte una pizca de brillo a un mundo demasiado prosaico.
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