Chata Flores: rap femenino con denominación de origen

Daniela Maella Botero //

Chata Flores es el nombre artístico de Raquel Vallejo Flores, representante femenina del rap zaragozano con una prometedora carrera musical por delante. Bajo una apariencia ruda, se encuentra una joven menuda y sensible que desata un huracán con su voz cada vez que canta. Su marcado estilo se inspira en el underground, sus letras emanan rabia y protesta al fusionar rap, reggae y hardcore. A sus 25 va a lanzar su primer disco. La constancia y el sacrificio han dado sus frutos.

Septiembre de 2019 fue un mes decisivo en la carrera de la Chata Flores; al contrario que Green Day en su canción Wake me up when September ends, a la Chata le hubiese gustado vivir en un septiembre eterno y no despertarse de ese sueño. Como una gestación, el noveno mes fue la culminación del arranque de su andadura profesional, un año lleno de cambios y primeras veces, de triunfo que sabe a gloria después de muchas caídas. El domingo 15, pisaba por primera vez Asturias, tras más de 12 horas de viaje, un trayecto que según Google iba a durar 6 horas y que terminó por duplicarse, como sus ganas. Es lo que tiene la vida del cantante, además de que las cosas no siempre transcurren como se desea (ya que te puedes perder por el camino), todo sirve para alcanzar el propósito. El fin justifica los medios. 

Este es el precio que pagaron la Chata y su crew que siempre la acompaña: su mánager, su corista More, el dj, el fotógrafo STK Audiovisual y la ilusión. El viaje se alargó por el extravío que evitaba pagar el peaje de la autopista del Cantábrico. La Chata está acostumbrada a intentar y fallar, a caerse y a levantarse con más fuerza, a disfrutar del proceso, aunque sea duro, y esa resiliencia es uno de sus puntos fuertes. Esta joven se caracteriza por convertir el estiércol en la planta más fértil que pueda crecer y por hacer magia del desastre. Ni siquiera pasar medio día en carretera le hizo restar un ápice a su deseo de conquistar a un público que llevaba mucho tiempo pidiendo un concierto por esas latitudes. Por fin olía a verde, mar y, sobre todo, a cambio. Xixón aguardaba.

Aunque en cada bolo da su total, el mimo que puso en este concierto fue especial al ser el primer festival fuera de Aragón. Por primera vez su nombre aparecía en un cartel junto a otros referentes, como Rapsusklei o Shotta, y además la revista HipHopLife Mag se hacía eco de ello. 

Chata Flores concierto Gijón
Foto al finalizar el concierto del Weekend en Gijón // STK AUDIOVISUAL

El festival de la alianza Asturias-Aragón, enarbolado por la Chata Flores, es el Weekend, una feria que promociona a Asturias como una comunidad ecológica y sostenible basada en la agricultura. Su bolo fue superlativo y la respuesta del público gijonés inmejorable. Al mismo tiempo que el concierto, separados por el río Piles, se disputaba un partido entre el Sporting de Gijón y el Deportivo de La Coruña. Los nervios a flor de piel inundaban las orillas por los forofos del Sporting y los amantes del rap que a unos metros cumplían su deseo de ver a la Chata. El fútbol terminó en empate al igual que Zaragoza y Gijón, un partido decisivo entre la Chata y el público, ya que sendas ciudades se hermanaron a través del rap aragonés más crudo. Fue una victoria bidireccional que se formalizó con el estreno de Mi Foco; un tema sobre la precariedad laboral del artista, la antítesis del deseo de cantar y la necesidad de comer, las ganas de perseguir tus sueños y el arduo camino hasta ellos. Una canción que, a pesar de hablar de la cruda realidad musical, es un himno esperanzador que invita a saltar, a bailar y sobre todo a no rendirse.

// “No quiero volver al trabajo, prefiero mi foco”//

Este concierto destacó por la energía del público y porque marcó el principio del cambio, el “road-trip” de su vida estaba a punto de empezar. La Chata volvió a Zaragoza con las pilas cargadas, una bandera asturiana que le lanzaron y sin remuneración económica por aquel concierto; sin embargo, enriquecida con el cariño norteño. El foco se apagaba y había que volver al trabajo al día siguiente. El reparto a domicilio no sería de ritmo sino de pizzas y había que compaginar la jornada con los ensayos para los siguientes asaltos: en menos de dos semanas jugaría de local en su querida ciudad natal, la capital del rap.

Recuerda tus raíces

Tras ese concierto apoteósico, el listón estaba muy alto, según la Chata y otros artistas consagrados en el medio Buenas Noticias que el público zaragozano es muy exigente. Incluso en ocasiones ha sido lugar de inicio de giras para usar la respuesta zaragozana como barómetro del éxito de un espectáculo. 

El siguiente concierto fue en un festival bautizado como ella tantas veces se ha sentido: Al Margen. Tuvo lugar el 28 de septiembre en el parque tío Jorge para celebrar su duodécima edición y Chata Flores volvía a ser cabeza de cartel para los suyos, compartiendo tablas con otros artistas urbanos del panorama aragonés, como la trapera GasyLo. Después de 25 años situada al margen de las críticas, aquel día se sintió plena y parte de un conjunto, el público más exigente abrazaba a su paisana en una de las últimas noches veraniegas.

Chata Flores concierto Al Margen Zaragoza
Final de concierto del festival zaragozano Al Margen // STK AUDIOVISUAL

El foco estaba encendido de nuevo, el parque retumbaba y sus rastas se meneaban al ritmo, mientras sus amigos y el auditorio coreaban cada palabra. En primera fila, los niños del barrio sentados sobre los altavoces bailaban y cantaban incluso las canciones más explícitas. La Chata ve en esos niños sus propios anhelos juveniles, cuando deseaba tener un altavoz al mundo y le hacía gracia el rap por las palabrotas. En ese momento estaba allí, encima del escenario y consagrando su sueño. Da fe de que quién la sigue la consigue. Vislumbraba a través de “su foco”, a su gente y a su ciudad aplaudiendo, y en aquella actuación a corazón abierto se reafirmó de que como en casa en ningún sitio. El tercer round del mes resulta ser un éxito y se siente orgullosa del progreso, septiembre acababa con sobresaliente, ojalá en las recuperaciones del instituto unos años antes hubiese salido tan bien parada.

En Al Margen anunció que iba a tardar mucho tiempo en repetir, ya que estaba a punto de comenzar su primera gira por la geografía española y agradeció con la mano en el pecho el apoyo recibido. Ese mismo pecho que está presidido por un tatuaje que reza: “Remember your roots”; un tatuaje que se hizo con 16 años y que surgió de la ilusión de creer que algún día, cuando su vida fuese carretera y cantar, no quería olvidar el camino de vuelta a casa. Con la humildad por bandera, Chata Flores quiso plasmar en su piel su filosofía de vida: honrar y recordar sus raíces. No quería, ni quiere, creerse más que nadie, tras ver a muchos de sus ídolos endiosarse. En un momento como la eclosión de su carrera y su primera gira, el tatuaje cumple su función de mantenerla con los pies (o las raíces) en la tierra. Esas “roots” del tatuaje también son un guiño a su otra pasión, el reggae; el subgénero roots-reggae se desarrolla en Jamaica, fusiona reggae, ska y rocksteady, las raíces se manifiestan mediante las rastas. La Chata se sintió siempre atraída por la cultura rastafari, a los 19 años se hizo este peinado y planea llevarlas hasta el día que muera. Su pelo es su seña de identidad y sus raíces son fuertes como las de una sequoia, aunque ella solo mida 1.57cm. 

Ciudad de Leonas
Chata Flores
Chata Flores en una foto promocional // DANIELA MAELLA

En la actualidad, Chata Flores se constituye como un referente femenino de rap aragonés, pero el camino hasta este reconocimiento ha sido largo y pedregoso. Detrás de la Chata, se encuentra Raquel Vallejo Flores. Esta maña nace en enero de 1995 a la vez que el grupo Violadores del Verso, tan solo tres años después del cierre de la base americana en Zaragoza y en los últimos años de la época en la que se contextualiza La movida que te salvó. Un libro del aragonés Mariano Pinos que narra la llegada del hip-hop a la capital aragonesa a través de la base militar y el impacto contracultural que tuvo en una Zaragoza que comenzaba a tener distintas tribus urbanas. 

Raquel Vallejo se cría entre San José y Santa Isabel, los cuales nombra en sus canciones.  En 1998, mientras la pequeña Raquel bebe leche, un joven Kase.o ya canta Ballantines en Zaravisión (ahora Aragón Televisión) y la capital aragonesa se empieza a posicionar como la ciudad de los Mc’s. La expresión autóctona “co” se viraliza, aunque el término viralizar aún no existiese con la connotación actual. Raquel crece junto a su hermano Daniel, cinco años mayor, quien es un apasionado del rap y del rock, y es ahí cuando comienza a nutrirse de las rimas que este escucha. Otros referentes del gremio que empiezan a surgir en esos días son Xhelazz o Rapsusklei, quienes mencionan a Zaragoza en sus letras como //“Ciudad de leones, por cierto, en calles, en puentes y en el logo del ayuntamiento”//. Raquel recuerda cómo su madre pone en el coche cintas de Doble V o Manolo Kabezabolo y su interés musical va en aumento. 

Asegura que ha roto muchos mp3 por sobreuso y algún walkman que también tuvo, consume muchos géneros. Su contacto con la música continúa en el colegio Marianistas donde empieza a tocar percusión. Sus allegados aseguran que siempre tuvo “mucho oído”. Tras siete años en los Scouts, comienza a improvisar en el parque y a jugar al fútbol, incluso la echan de un equipo por ser chica. La Chata lleva superando obstáculos desde niña, con la misión de eludir los estereotipos sexistas, como que el rap y el fútbol son para chicos.

El breakdance llama a su puerta y surge su primer nombre artístico: Rakel-B Girl. El término b-girl es el que identifica a las bailarinas de break (b-boy para chicos). Así empieza a escribir a los 12 años sus primeras canciones y agota innumerables bolígrafos y cuadernos. Su primera letra la escribió a lápiz en un pupitre y cuando la quiso transcribir, su propio sudor la había borrado. Una premonición de lo que sería su futuro: sudor, sonrisas y lágrimas por un sueño musical

Comienza a cantar con sus amigos e incluso el Heraldo de Aragón le hace una entrevista a los 15 años como futura promesa del rap femenino aragonés, predicción que termina por cumplirse. Tras hacer sus primeras intervenciones, se lo toma enserio y renace como Chata Flores, al unir “chata”, uno de los motes que más le han dicho por su pequeña nariz, y su apellido materno, ya que no quiere tener nada que ver con su padre. Sus fuentes de inspiración son su madre, su tía y sus abuelas, a las que alude en Demasiado Violenta. El repertorio de la Chata es un vendaval de ira, sueños y crudas realidades, por lo que presta su voz a las mujeres para colaborar en el empoderamiento femenino. Zaragoza es también una ciudad de leonas. Por todos es sabido, que más vale maña que fuerza y esta joven es un ejemplo de ello, el trabajo duro tiene recompensa; un león tatuado en su antebrazo se lo recuerda cada vez que agarra un micrófono.

Chata o plomo
Portada disco Chata o plomo de Chata Flores
Portada del disco Chata o Plomo, realizada por el artista aragonés Caras Raras

Empieza a compaginar sus trabajos como charcutera, dependienta o repartidora (según la época) con su pasión y finalidad en la vida, vivir de su arte. Tras muchos bolos en garitos como la Zeta o el Crápula, Chata Flores se empieza a hacer hueco en el panorama aragonés e incluso se lanza a las Jam Sessions del Zorro. Su primera canción, Solo me queda flotar, comienza a dotarla de relevancia y las propuestas de conciertos empiezan a surgir. En un año realiza más de 10 conciertos y telonea a otras raperas de la talla de Sara Hebe o Rebeca Lane, máximas exponentes del rap femenino latinoamericano, y sus cifras suben. Sus letras son su vía de escape, su forma de canalizar la ira y las desdichas, su manera de transmitir un mensaje feminista basado en el amor propio y a los suyos.

Tras una relación tóxica con su ex-pareja sentimental y musical, resurge de las cenizas y toma el timón de su vida para no dejarse hundir nunca más. El destino la recompensa y su vida empieza a ponerse en orden. Acaban de establecer un vínculo de por vida. No es ni un matrimonio, ni una hipoteca, sino un contrato musical. Chata Flores, o “Pinchi” para los amigos (por sus rastas), está a punto de lanzar su primer disco Chata o Plomo, un LP que no va a dejar indiferente a nadie. Casi 12 canciones que fusionan rap, reggae, y dancehall de distinta temática, pero con la mujer fuerte como eje central. Tiene dos tatuajes en el cuello en árabe, en un lado “mujer bendecida”, en el otro “mujer guerrera”.

Su vida ha cambiado de forma considerable, huele a flores frescas y a futuro. A veces la pizza aparece en sus canciones, pero ya no la reparte. Ahora la reconocen en el autobús y siempre está preparada para abrazar o invitar a fumar a todo aquel que la saluda. Los que en el colegio le hacían bullying, ahora pagan para verla.

La gira de 2020 queda aplazada, durante la cuarentena cultiva su jardín, su mente y sobre todo amor propio. Mientras tanto piensa en su próximo tatuaje, un “Parental Advisory” en el culo. No sabe cuándo podrá volver a pisar un escenario, pero ella sigue desde su casa lanzando su arsenal en directos de Instagram y “con ganas de compartir el botín a partes iguales con sus compadres cuando se pueda”. Dice que su éxito se lo debe a cada ser que se ha cruzado en su camino para bien o para mal porque todo son enseñanzas y sólo tiene agradecimiento además de mucha guerra que dar. Mientras se acostumbra a la idea de que se le escucha desde la otra punta del mundo, ella sigue escribiendo y acaba de alcanzar las 200.000 reproducciones en su canal de Youtube.

Quédense con su nombre, porque hay Chata Flores para rato, la estela del rap zaragozano está más viva que nunca.

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