Traducir el mundo: Repensar el mundo en los tiempos del coronavirus puede ser un antídoto para el futuro

Carmen Velasco Rengel//

Traducir a Hannah Arendt con mi alumnado en estos días de confinamiento es un desafío y una oportunidad. Me ha tocado impartir una de mis asignaturas en estas fechas. La retitulo y añado una coletilla sacada en parte de un contemporáneo de nuestra literatura: «Traducción editorial: Textos filosóficos y sociopolíticos en los tiempos del coronavirus». No es mi obsesión, es que no se piensa en otra cosa. Así que no me queda otra que sentarme frente al ordenador, pelearme con el micro y ver cómo puntualmente aparecen en la pantalla ciclópea los nombres de veintinueve jóvenes entusiastas anhelando trasladar muchas ideas a su lengua materna.

Materna. Qué bien suena esa palabra. Lo acoge todo, lo trastoca. Desde el claustro materno que es nuestra casa, estamos en contacto sin tacto. Y, créanme, ojalá fuera un chiste fácil. Nos estamos volviendo sentimentales. Estamos aprendiendo a ser mentales sin los otros, sin los cuerpos de otros; estamos aprendiendo a vivir de otra manera. Convertimos nuestro hogar en un potente sentido que nos engrandece, hacemos un hueco para desarrollar nuestro sistema inmunológico. Hay que entender otras voces, no solo oírlas.

La condición humana es uno de los libros del temario que he adaptado para el momento. Añado el año de publicación, 1958; faltaba más. Somos contexto, somos la lengua y su literatura, somos cultura, somos la palabra frente a lo invisible. El misterio de la palabra es formidable, nos permite unir lo político con lo social, la literatura con la filosofía. Hannah Arendt sostenía que todas las actividades humanas están condicionadas por el hecho de que los humanos viven juntos, que la acción no puede ser imaginada fuera de la sociedad de las personas. Lo siento, impongo personas con neutralidad humana frente al masculino man (hombre) del texto original. Traducir, digo a mis estudiantes, también es imponer y no solo la lengua de llegada. Debemos luchar siempre contra lo invisible. Chatean que están de acuerdo.

Coronavirus
Ciborg. Donna Haraway.

 

Lo invisible forma parte de la condición del virus y por tanto de este coronavirus de contagio brutal. No forma parte de nuestra condición. Él es toxina, veneno oculto. Los virus son a veces virófagos, caníbales que devoran a sus iguales. Son «los otros», esos parásitos nómadas que llegaron a la Tierra sin envoltura dispuestos a expandirse. Desconocemos bastante de estos enemigos, pero es seguro que son muy antiguos y que los tenemos en casa para siempre. Hemos compartido nuestra intimidad con este adversario invisible sin querer darnos cuenta.

Traducir es transcribir. La transcripción inversa es la esencia de la enzima. Cada reacción química necesita una para que se realice, todo lo que se transforma lo hace gracias a ellas. Cada enzima actúa sobre una sustancia concreta, como la llave y su cerradura. La traducción es la enzima del pensamiento de otros a través de su lengua, y la política debería ser la enzima del bienestar y la libertad del ser humano. Hannah Arednt explica en La promesa de la política que esta no posee un fin, debe ser un modo por el que los seres humanos aprendan a compartir la Tierra bajo una libertad recíprocamente protegida. Los políticos deben asegurar la posibilidad de una vida mejor, dejando fuera apostolados interesados para mantenerse en el poder. Diálogo, empatía y libertad de palabra para contener lo invisible reprimido que nunca nos deja. 

Traducir es pensar, mudar, cambiar de lugar, transferir a otra lengua, mantener el diálogo con los tiempos. Es el momento por tanto de repensar la obra de Mary Shelley, el mito creado en Frankenstein, un texto sociopolítico de ficción, una metáfora extraordinaria de la ciencia que describe a una criatura de laboratorio creada con restos humanos muertos. Hay quien se pregunta si el coronavirus es un experimento de laboratorio. Hay quien afirma que es un ensayo híbrido de la naturaleza. Es la oportunidad de retraducir a Mary Shelley, olvidando los prejuicios hacia la autora «muerta» —como con crueldad se la ha denominado—. Repensar la máscara de ciencia y de ficción que es El último hombre, libro denostado cuando se publicó en 1826, un texto político tremendamente actual sobre el aislamiento.

Coronavirus
Buffy

 

Como las novelas de Mary, La condición humana fue escrita en inglés, a pesar de que Hannah Arendt era alemana. Sin embargo, no escribió su libro en este idioma por ninguna imposición académica o normativa. Judía y apátrida, consiguió nacionalizarse estadounidense en 1951 después de muchas dificultades, pues el régimen nacionalsocialista le había retirado la nacionalidad en 1937. Se podría decir que su figura excepcional pone al día el presente, la tormenta que se gestaba en la Europa de entreguerras es tan actual como la crisis que el mundo está afrontando.

La condición humana es política, esto es más que nunca, responsabilidad. Y ahora nuestra responsabilidad consiste en no infectar a otros humanos. Humana, muy humana, la joven Greta Thunberg se ha contagiado. Greta ha escrito uno de los textos políticos más fascinantes del momento. Traduzcamos a Greta, entendamos su preocupación por la justicia climática, por nuestra relación despiadada con los animales y con el planeta. Desde el chat, mis estudiantes aplauden la propuesta. Porque Greta Thunberg ha sido la representante de esas voces cuya frecuencia ha usurpado ahora la tecnología, pero no por eso menos intensas y necesarias. Ella ha sido portavoz de muchos jóvenes, la Buffy cazavampiros de carne y hueso que tomó la palabra y se negó a asistir a clase para convencer al mundo. Greta llamaba a actuar como si nuestra casa estuviera en llamas, percibió que la Boca del Infierno estaba debajo de un instituto de secundaria llamado Tierra. 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *