Desnúdate
Texto: Madalina Turcescu//
Mientras me estrujaba el cerebro para saber sobre qué escribir, una amiga me dijo que hablara de algo que me tocara el corazón. Que dejara que la gente me conociera. Automáticamente, no solo me removí incómoda por el hecho de pensar que cualquier persona podría leer algo tan íntimo como mis pensamientos, sino que también recordé una conversación que tuve hace muchos años. Mi mejor amiga y yo estábamos haciendo nada en mi habitación como de costumbre, pero se puso a rebuscar entre mis viejos cuadernos de escritura.
– Joder, ¿Tú sientes todo esto que escribes? ¿Cómo es que nunca me lo has dicho?
– Qué va. Me lo invento. Me imagino que podría sentir otra persona en esta situación o me baso en cosas que escucho a mi alrededor, la verdad.
A raíz de esa conversación, me di cuenta de tres cosas: que mi escritura hasta ese momento había estado plagada de palabras carentes de emoción y humanidad alguna; que tengo que tener algún tipo de bloqueo emocional -aunque eso dejaré que lo decida mi futura psicóloga- y que, en general me cuesta mucho desnudarme ante una persona. Y no, no hablo físicamente, porque eso es lo que menos me cuesta. Es más, yo tengo claro que, si tuviera que elegir entre un desfile de hombres o mujeres desnudas en mi cuarto y abrirme en canal con respecto a lo que siento, elegiría lo primero. Sé de muchas personas que harían lo mismo. Solo hace falta mirar Instagram, los nudes (también conocidas como fotos en ropa interior o incluso sin ella) y las fotos sin camiseta en el gimnasio.
Pensándolo en frío, en redes sociales practicamos voyeurismo y exhibicionismo por igual. Exponemos nuestra extimidad (es decir, exhibir lo íntimo) ante extraños y no tan extraños. Y es sorprendente lo poco que nos cuesta. Creo que esto sucede porque el concepto de intimidad abarca muchos campos. Personalmente tuve una revelación en uno de los muchos maravillosos libros de Taylor Jenkins Reid. En Los Siete Maridos de Evelyn Hugo explican la intimidad de la siguiente manera: “La gente piensa que la intimidad tiene que ver con el sexo. Pero tiene que ver con la verdad. Cuando te das cuenta de que puedes contarle tu verdad a alguien, cuando puedes mostrarte ante alguien, cuando te desnudas delante de alguien y su respuesta es «Conmigo estás a salvo»”. En ese instante entendí por qué tener sexo oral era más fácil que entablar una conversación real. ¿¡Cómo vamos a dejar que alguien nos vea al completo con todos nuestros horribles defectos, manías y pensamientos más oscuros?! ¡Qué horror! Es más fácil publicarlo en Tiktok, así por lo menos no le veo la cara a la otra persona cuando lo lee.
Quizá en pregonar nuestras intimidades en redes sociales encontramos una especie de liberación. Una pequeña salida a todo aquello que retenemos dentro. Una sensación de control. En la pantalla de nuestro móvil, podemos ser todo lo que queramos. Pero, si lo pensamos, ver lo que una persona publica en Instagram es parecido a ver a tus personajes favoritos en una serie de Netflix. Puro espectáculo. Ni los conoces ni tienes la menor idea de cómo son en su vida real. Más bien ves lo que ellos quieren representar. Y siento que esto, en parte, se acaba trasladando también a la vida real. Es como si estuviéramos constantemente encima de un escenario con un papel que interpretar. Conteniéndonos y manteniendo conversaciones superficiales. Y claro, teniendo en cuenta que el público tiene unas expectativas establecidas de cómo va a ser la obra, ¿Cómo vamos a pararnos ante ellos y cambiar el final? ¿Cómo vamos a desnudarnos ante ellos? ¿Cómo voy yo a escribir lo que siento en un papel si ni siquiera puedo hacerlo ante mi propio reflejo? ¿Tiene todo que ver con sentirnos juzgados? ¿O es que hemos interiorizado demasiado que calladitos estamos más guapas?
Crecimos creyendo que las personas que hablan abiertamente de lo que sienten son intensas y pesadas. Que más nos vale salir huyendo cuando nos topemos con una de ellas. Y, sin embargo, siento fascinación por los valientes que son capaces de plantarse encima del escenario y abrirse en canal ante otra persona. Ante un papel, un cuadro o un piano. Por los que se quedan completamente desnudos y dicen: “me siento así, y es lo que hay”.