Dos Erasmus enamoradas de Roma

Clara Marín y Silvia Rived//

Roma es mágica. Cada uno de sus rincones esconde una historia y es capaz de conquistarte en unas simples horas. Pero, ¿imaginas lo que puede llegar a hacer en cinco meses? Si enamorarse de una ciudad es posible, Roma es el más claro ejemplo de ello. Con sus pros y sus contras, con su auge y destrucción, su día y su noche. La Roma vista por dos Erasmus que han encontrado en sus calles un lugar donde quedarse para siempre, incluso al haberse ya marchado.

Hace un par de días que dejamos de despertarnos con tus rayos de sol, esos que tanto nos gustaban observar a última hora de la tarde. Miradores como el del Popolo, Jardín de los Naranjos, Castel Sant’Angelo, Monumento a Vittorio Emanuele II… aunque nada comparado con la paz de los atardeceres desde nuestra azotea. Sin Peroni en mano y con lágrimas en los ojos, te encontramos hoy en cada atardecer. Porque desde ese 14 de septiembre que nos recibiste con uno de ellos de camino al que sería nuestro nuevo hogar no hemos podido dejar de mirar al cielo cuando cae el sol.

Un cielo rosado que va tornando a negro, no por el anochecer, sino por los cientos de pájaros que inundan Roma con la puesta del sol y que parecen bailar al ritmo de las campanas. Un momento mágico que refleja ese punto intermedio entre la caída de la luz con la que admirar la incesante belleza de la ciudad y la oscuridad que desatará la decadencia hasta la madrugada. 

Nosotras, enamoradas de cada una de tus versiones y sin poder aún decidirnos por nuestra favorita, nos turnamos entre la Roma de los catálogos de viaje y la Roma nocturna que pocos turistas conocen. 

La ironía de la falsa riqueza

Una ciudad de contrastes, de ideas y de valores encontrados que chocan con la cruel realidad. De la ostentación de los Museos Vaticanos, con joyas y monumentos de valor incalculable, a las cercanas tiendas de campaña donde las columnas de la Plaza de San Pedro hospedan a cientos de indigentes que se asean en la fuente más cercana. Monumentos de patrimonio histórico que necesitan de un cartel para que no se arroje en ellos basura o Maseratis que luchan por no rayar sus valiosas carrocerías en la loca y dudosamente legal conducción romana. La cultura del más es más, pero la incultura de no saber apreciar el valor de sus posesiones. No vamos a juzgarles, porque de primeras puede abrumar tanta belleza, pero te acabas acostumbrando a ella. 

Es un tópico, sí, pero no aprendes a valorar lo que tienes hasta que lo pierdes. 5:00 am de vuelta a casa tras una noche de fiesta en un autobús que posiblemente irá a una velocidad de 120 km/h con adoquines incluidos, ves cómo te acercas al Coliseo por la ventanilla izquierda, sin embargo, apenas prestas atención. ¿Qué importa, si lo veo todos los días?

coliseo

Vivir en Roma significa ser consciente de que vives en la ciudad más bonita del mundo, que nunca te cansarás de ver la Fontana de Trevi (la mejor hora para verla es en la madrugada cuando está vacía de turistas y sientes que es tuya) y que vas a engordar porque fuera de casa solo vas a comer pasta, pizza y gelato. Pero también es asumir que no existe suficiente tiempo para ver todo lo que te ofrece, que te va a atrapar con su caos y su aire a otra época, que vas a sentirte cada vez más romana con cada paso de cebra al que te lances mirando fijamente al conductor (muy importante si quieres que pare y no te atropelle). Y que es obligatorio aprender a hacer Carbonara, pero de verdad, no con nata (no le digas a ningún italiano que eso es Carbonara porque se enfadará). 

Hablando del italiano… Tanto el idioma como el hombre podemos decir que no se parecen tanto al español como pensábamos, pero que para ambos casos se puede sobrevivir con tres sencillas palabras: Ciao, grazie y prego. Lo demás… es ya actitud. 

Y sí, es cierto, hemos hablado más español que otro idioma porque los españoles cundimos demasiado, especialmente por la noche. Por todos es sabido que los martes son de Charro y los jueves de Alibi Club. Que no hay mejor recena que un Kebab en Ostiense y que la resaca se cura mejor con un paseo al día siguiente por Piazza Spagna. Sentadas en las escaleras mientras la gente pasea por la lujosa Via Condotti o la Via del Corso con bolsas de las marcas más prestigiosas y caras del mundo. Gente tan pobre que no sabe que la verdadera riqueza es poder pisar esas calles y sentarse en esas escaleras todos los días. Esa es la Spagna de la que más cerca queremos estar, cruzando los dedos porque el Erasmus no se acabe nunca. 

Nada es para siempre, excepto Roma

Ojalá esta experiencia fuera tan eterna como Roma, pero seguro, eterna será en nuestra memoria. Y en nuestra piel, porque no cometimos la locura de cortarnos el pelo como en la película Vacaciones en Roma, pero sí la de tatuarnos su nombre en nuestro brazo.

tatuaje

Nos marchamos con mil y una experiencias y anécdotas que contar y con la lista de tareas llena de ticks verdes. Porque no puedes abandonar la capital de Italia sin tirar una moneda en la Fontana, sin probar la carbonara de la Osteria da Fortunata o sin ir al restaurante más famoso de Trastevere, Tonarello. Tampoco sin comer un gelato de Giolitti, sin tomar un Aperol o sin probar las crepes del Michelangelo después de ir a ver una audiencia del Papa.

carbonara

Qué increíble la fugacidad del tiempo… Pasando, en un solo chasquido, del miedo de empezar una nueva etapa a la tristeza de no querer regresar a Zaragoza. Entre septiembre y febrero, un sinfín de sentimientos encontrados: Felicidad, emoción, alegría, sorpresa, amor… 5 meses de vivir la vida al 100%, sin arrepentimientos, sin preocupaciones, sin mirar al pasado ni al futuro y disfrutar del presente. De mirar la vida de otra manera, de decir que sí a cualquier plan, aunque sea bajar de madrugada a comprar a nuestro supermercado de confianza, el “Todis”, o coger un vuelo a Sofía el próximo fin de semana. Meses de arriesgarse como cuando montábamos 10 personas en un coche o cuando venía el revisor en el tren y no llevábamos billete, con la filosofía de que “aquí nadie paga”. 

Irse de Erasmus es irse lejos de tu hogar, de tus seres queridos, pero también es encontrar una familia nueva. Siempre que quieras tendrás compañía, pero también momentos de soledad. Sobre todo, esos días (muchos) en los que Roma se ahoga en su propia lluvia. Esos días de melancolía y nostalgia en los que deseas que cese la tormenta y puedas salir a dar un paseo a la Piazza Venecia o al mercadillo de Campo di Fiori. Sin embargo, tienes que quedarte en la cama escuchando una playlist de música italiana, porque sí, hay canciones muy buenas. ‘Dove e quando’ es ya nuestra sintonía y Blanco nuestro nuevo cantante favorito. 

Ahora que todo ha llegado a su fin nos aferramos a que la famosa frase “Todos los caminos llevan a Roma” sea cierta, y más pronto que tarde, estemos de nuevo, en la ciudad en la que tan felices hemos sido. 

Millones de turistas llegan a ti cada año y, tras una visita algo superficial, se van hablando de la magnitud de tus monumentos y de tus hermosas ruinas… Pero, ¿quién habla de las ruinas que dejas en el corazón de la gente que ha vivido en ti?

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