El actor y el personaje histórico
Rubén López//
En series recientes y exitosas como Isabel, El Ministerio del Tiempo, o futuras como Carlos, Rey Emperador, el intérprete se enfrenta al reto de poner su cuerpo y su voz a individuos que tienen su lugar en la memoria y en los libros.
Está escondido en las profundidades subterráneas. Es secreto. Solo unos cuantos conocen su existencia. Entraña riesgo. Y, sobre todo, seduce y desata la curiosidad. Tiene unas puertas que te permiten viajar al pasado, a cualquier época. Ahora bien, ese paseo en el tiempo requiere una misión. Es El Ministerio del Tiempo, el lugar ficticio creado por Pablo y Javier Olivares para la serie de televisión del mismo nombre. Los hermanos también participaron en el guion de los capítulos de la primera temporada de la serie Isabel, basada en la historia de Isabel la Católica, su llegada al poder y su reinado junto a Fernando de Aragón. También se ha empezado a rodar, a principios de febrero, Carlos, Rey Emperador, sobre Carlos de Augsburgo, Rey de España como Carlos I y Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico como Carlos V. Así, este género va cobrando protagonismo en la televisión pública.
Las series de época se ambientan en un momento histórico concreto y cuentan con tramas y personajes inventados por los guionistas. Otras, como Isabel y Carlos, Rey Emperador pertenecen al género de la ficción histórica, ya que relatan periodos verídicos del pasado. Los personajes han existido y las acciones tienen su base en los libros de historia. Pero no siempre es exacto: El Ministerio del Tiempo es difícil definir a qué género pertenece. En esta serie, hay tanto ciencia ficción como elementos históricos. Javier Olivares, uno de sus creadores, explica que han fabulado a partir de elementos reales. Esta creación nos remite a otra serie, Hispania, la leyenda. Se construyó a partir de Viriato, el pastor lusitano que desafía a Roma junto con su ejército de rebeldes, después de que el pretor Galba los traicionara. La serie comienza con la insurrección de Viriato y acaba con su muerte, siendo fieles a la historia real. Sin embargo, los guionistas se permitieron algunas licencias históricas como nombres o anacronismos en los escenarios, armamento, costumbres e incluso en el carácter de los lusitanos, tal y como recoge la web arquehistoria.
La creación actoral del personaje histórico
Cuando el guion incluye a un personaje que realmente existió y a unas circunstancias de carácter histórico, el actor se enfrenta a un reto porque la libertad interpretativadebe contenerse en un punto. Se trate de un personaje inventado o no, antes de poner a trabajar la creatividad, el intérprete se basa en el guion y habla con el director para moldearlo. Por ejemplo, para meterse en la piel de un personaje real, será necesario saber en qué entorno le tocó vivir y cuál era el contexto en que lo hizo. Es un trabajo laborioso: el intérprete ha de retomar los libros de historia y leer las crónicas de la época para empezar a descubrir y profundizar. “Hay que documentarse más cuando el personaje es histórico aunque siempre el actor aporte su imaginación. Los personajes creados por un guionista dan más posibilidad de inventar”, resume Pedro Casablanc, quien interpreta al arzobispo Carrillo en Isabel.
En esa etapa de documentación, el actor puede estar en desacuerdo con el estereotipo de su personaje y pretender así darle otra dimensión que refleje cómo era y el porqué de su comportamiento. Es lo que le ocurrió a Bárbara Lennie para su papel de la reina Juana de Avis, esposa del rey Enrique IV de Castilla, en Isabel. La actriz, reciente ganadora del premio Goya, creía que sobre Juana había una idea preconcebida de “mala”, idea que ella no compartía. Así, comprendió que parte de su misión era intentar que se entendiera al personaje, por qué es como es y hace lo que hace.
En el territorio donde la historia se mezcla con la imaginación, los acontecimientos del pasado pueden dar cabida a diversas interpretaciones, ya que los escritos que se conservan no sondel todo claros en algunos aspectos. Cuando esto ocurre, los actores prefieren decantarse por lo que, a su juicio, da más juego y es más interesante. Pongamos el caso, en Isabel, de la controversia alrededor de la figura del noble Beltrán de la Cueva, mano derecha de Enrique IV. A la hija de los reyes Enrique IV y Juana de Avis, se la reconoce como Juana “la Beltraneja”, a raíz de los rumores propagados por aquella época que aseguraban que la niña no era hija del Rey, sino de Beltrán de la Cueva. Los propios historiadores no dan un veredicto común y los guionistas de la serie dejan en el aire la respuesta. Eso sí, los gestos de los personajes hablan por sí mismos: el propio Beltrán, de pie al lado de Enrique IV, escucha cómo los nobles rivales están difundiendo su paternidad ilegítima, se queda pensativo con la mirada aturdida, mientras que el Rey se levanta del trono con brusquedad, dedicándole un insulto a Juan Pacheco (marqués de Villena, asiduo a la Corte y uno de los nobles que rodean al rey), autor del rumor.
Al actor William Miller, quien dio vida a Beltrán de la Cueva, le resulta más interesante recrear la idea de que su personaje fuera el padre de la Beltraneja. Además, algunos historiadores coinciden en que Enrique IV era homosexual y Beltrán de la Cueva podría ser su amante. Por supuesto, este aspecto fue una de las preguntas para los protagonistas: Pablo Derqui, quien da vida al Rey de Castilla y William Miller. Este no desveló la opción que escogieron, pero Derqui avisó de que lo dejan entrever en la serie.

Jugar con un personaje de la historia conlleva una lealtad hacia él. La creatividad actoral parte de unas referencias a las que se debe ser fiel, lo que para el intérprete supone una responsabilidad añadida. “Se siente bastante presión cuando tienes que interpretar a alguien que existió, y más siendo Isabel la Católica”, confiesa Michelle Jenner. Según Roberto Enríquez, Viriato en Hispania, la leyenda, “la existencia histórica del personaje es una ventaja porque cuentas con una información previa valiosa, pero al mismo tiempo es un inconveniente, ya que permite que todos comparen entre la interpretación del actor y las referencias existentes del personaje”. El pastor lusitano supuso para Enríquez un reto mayúsculo que le llegó a asustar al principio, al ser “una persona capaz de aglutinar durante nueve años a todas las tribus de la Península Ibérica para aliarse y luchar contra los romanos, un tipo que siempre vencía en las guerrillas, ya que tenía un verbo que convencía, y una forma de pelear y de comportase con sus hombres digna de recordar”. Ante personajes históricos de tales dimensiones, el actor puede ser invadido por el vértigo de no estar a la altura.
El actor se debe adaptar a la cotidianidad del personaje. Ahora la gente utiliza el coche o la bicicleta para recorrer distancias considerables, pero en el siglo XV, época de Isabel la Católica, el medio de transporte para los pudientes era el caballo. Así, como explica Derqui, el intérprete ha de saber montar a caballo. Y si se trata de interpretar el papel de rey, hay que habituarse a las ropas, quehaceres, a la pleitesía que se les rendía a los reyes, según el actor. Pablo Derqui contaba que le había resultado bastante divertido ver cómo cada vez que entraba en una sala todo el mundo se postraba a sus pies, una sensación “nueva e inquietante”. Eso sí, este intérprete barcelonés no estaba demasiado a gusto con algunos elementos monárquicos: la corona, “un suplicio”; y el trono, “incómodo”. Rodolfo Sancho, quien interpreta a Fernando de Aragón, bromeaba diciendo que uno de los retos era el tiempo que tarda en vestirse un rey. Pero no solo eso, también hay que familiarizarse con el lenguaje. Es un habla más compleja, que necesita ser interiorizada por el actor y arraigarse para que salga de forma natural y transmita credibilidad.
Al fin y al cabo, un ser humano
Sea un personaje de la historia o sea inventado, se trata de una persona. El contexto determina el comportamiento del individuo, pero hayan transcurrido multitud de años o nos encontremos en el presente, los intereses, los sentires y las pasiones no tienen por qué ser muy distintos a los de otras épocas. A todos nos une algo, tenemos naturalezas e instintos semejantes. A Roberto Enríquez no le parece que hayamos cambiado demasiado con respecto a la Hispania romana. “La esencia del ser humano no ha cambiado nada, porque 170 años antes de Cristo se estaban pegando todo el día y ahora, nos sigue costando mucho entendernos”, asegura Enríquez.
Cada actor tiene su manera de acercarse al personaje que va a representar. En la ficción histórica, se intuye un proceso, a grandes rasgos, compartido: documentarse sobre la persona, conocerla y, a partir de ahí, poner en marcha la imaginación y el talento para acabar construyendo el personaje. Así lo resume Rodolfo Sancho: “Me preparo documentándome mucho, leyendo, y, sobre todo, entendiendo el personaje como un ser humano. Para mí, lo importante es saber que estás interpretando a un ser humano. Ya pueden haber pasado 500 años o lo que sea, que tenían corazón, tenían estómago, tenían cerebro y tenían sentimientos”.