El cine de Hollywood y la realidad representada de todo un país
Víctor Ibáñez//
Como cualquier arte, el cine tiene la capacidad de influir en las personas, y eso la industria cinematográfica lo sabe. La gran pantalla ha conseguido que generaciones enteras vistan como sus ídolos, que marcas tras una discreta aparición multipliquen sus ventas y que lugares desconocidos se conviertan en destinos turísticos. Los ejemplos más claros y extremos son la propaganda nazi, la propaganda soviética y la propaganda bélica americana durante la Segunda Guerra Mundial. Pero si alguien sabe realmente de esa capacidad de influir en la gente, ese alguien sin duda alguna es Hollywood.
En la costa oeste de Estados Unidos se ha fraguado el imaginario colectivo de todo un país. Durante los años 40 y 50 el western establece como relato colectivo de Estados Unidos la conquista del Oeste. Este género basado en hechos históricos los convierte en mito, realzando la propiedad privada a través de la conquista de la tierra para poder sobrevivir, con casas separadas por verjas con sus respectivos jardines; la ley del más fuerte a través de la “ley del rifle”; la propiedad de coches y armas como sinónimo del caballo y del revólver del siglo XXI; y valores como la justicia, la lealtad y la valentía, personificados en la figura del cowboy, que van a ser tomados como propios por parte del pueblo americano. La sociedad americana bebe del western y el americano medio se ve reflejado en él. La conquista del Oeste, y otros sucesos históricos que se dan en esos años, proyecta a Estados Unidos en las pantallas de todo el planeta y lo posicionan como primera potencia mundial. La idea del mito queda ya ligada a la historia del país y Hollywood intenta ampliar ese imaginario de la mejor forma que sabe: hacer más cine sobre acontecimientos históricos. Así pues, se lanza en conocidísimas producciones sobre distintos conflictos, como la Segunda Guerra Mundial, la Guerra Fría o la Guerra de Vietnam, que conforman y conformarán el imaginario colectivo de numerosas generaciones de todo el mundo durante mucho tiempo. Junto al western, el cine bélico es el mayor ejemplo de ello. En concreto, destaca dentro de este género la representación por parte de Hollywood del mayor conflicto en la historia de la humanidad.
El ganador de la Segunda Guerra Mundial
Salvar al soldado Ryan (1998), de Steven Spielberg, es una de esas obras que se consagró como un éxito dentro del cine bélico, consiguiendo cinco Óscars y con una espectacular primera media hora que recreaba el Desembarco de Normandía. La película marcó un antes y un después en las producciones posteriores y en el mundo del videojuego, que comenzaba a desarrollarse y que girarían siempre en torno al mismo tema: el papel de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial y en la caída del nazismo. Una especie de publicidad en la cultura popular que se había dado ya durante décadas y que se vería renovado a partir de entonces.

Este conflicto retratado tantas veces en la historia del cine tuvo lugar principalmente en dos frentes: el oriental, en el que luchó la Unión Soviética, y el occidental, en el que lucharon los aliados y Estados Unidos (quién se sumó a la guerra en 1941 tras el ataque a Pearl Harbor). Conocemos muchas películas que tienen lugar en el frente occidental como Dunkerque, Corazones de Acero o Malditos Bastardos, y eso que estas son solo recientes. También conocemos muchas obras que retratan el Holocausto como La vida es Bella, El Pianista o La Lista de Schindler.
¿Cuántas películas conocemos que tengan lugar en el frente oriental? Pocas o ninguna. Eso no quiere decir que no las haya, pero las que hay son mayoritariamente soviéticas y su escasez, como recoge un artículo de El Orden Mundial, habla por sí sola: “Leningrado, Moscú, Járkov, Sebastopol, Kursk, el avance sobre Europa oriental o la batalla por Berlín -aquí aparece El Hundimiento– son logros soviéticos no correspondidos en la cinematografía, por lo que no es extraño que esta tendencia continuada haya favorecido la invisibilización de la labor soviética”. Tras el fin del conflicto, algunos países se lanzaron a retratarlo para fortalecer su sentimiento nacional, como es el caso de Italia con Roma, Città Aperta de Rosselini. Esta tendencia de retratar el conflicto sería breve y solo unos pocos países como el americano continuaron haciendo este tipo de películas. Ya sea por menos recursos, menor empeño o menos talento la Unión Soviética no consiguió hacer frente a Estados Unidos en este ámbito durante la Guerra Fría, por lo que se fue forjando poco a poco la asociación de los americanos con la victoria del conflicto.
Un testimonio basado en hechos reales
“El poder de una película consiste en que da al espectador la sensación de que está siendo testigo ocular de los acontecimientos”, afirma el historiador inglés Peter Burke en su libro Visto y no visto. El uso de la imagen como documento histórico. Este tipo de películas son una lectura de un acontecimiento histórico que se quiere narrar desde una perspectiva específica. En este caso, la perspectiva americana otorgada por Hollywood que va formando poco a poco la memoria colectiva sobre esos hechos. Estas producciones están destinadas a un público masivo al que hay que complacer para conseguir rentabilidad. Por ello, muchos de estos elementos históricos se modifican para hacerlos más atractivos, menos aburridos o más comprensibles.
Este es el caso de la ya nombrada Salvar al soldado Ryan. En la película un pelotón americano arriesga su vida para salvar al soldado James Ryan, tras enterarse de que sus tres hermanos han muerto en combate. La trama está basada en la historia de Frederick Niland, el verdadero soldado Ryan. En realidad, Frederick fue enviado a casa tras conocerse que dos de sus hermanos habían caído en combate y otro se encontraba desaparecido. En el momento que recibió la noticia Frederick se encontraba en Inglaterra descansando junto a su unidad y de ahí volvió a Estados Unidos. Así pues, no hubo que mandar a un pelotón de propio a buscarlo arriesgando su vida de forma épica entre las líneas enemigas como se muestra en la cinta. Además, Edward Niland, el hermano desaparecido, regresó a su hogar una vez acabado el conflicto tras superar numerosas dificultades. La película es un ejemplo claro de la bilateralidad entre la lectura del acontecimiento y la forma de narrar que busca el éxito en taquilla.

Hay que añadir el típico “basado en hechos reales” que aparece en estas cintas y que les otorga casi automáticamente el calificativo de documento histórico para el espectador. Son cuatro palabras que se suman a ese poder nombrado antes y que igualan verosimilitud y veracidad, dejando de lado la capacidad crítica del que observa desde la butaca. Burke plantea que “el argumento fundamental es que una historia filmada, lo mismo que una historia pintada o escrita, constituye un acto de interpretación”. Y no solo por parte del director, sino que se trata de una obra conjunta que depende de actores, equipo de rodaje, guionistas y muchos otros, en el que cada uno le otorga su toque personal. Hay que tener en cuenta también que muchas de estas historias provienen de una novela, por lo que la película es en realidad una adaptación y el filtro por el que pasa el producto hasta llegar al público es en consecuencia doble: literario y cinematográfico.
Muchas son las películas que han pasado ese doble filtro. Volviendo al western podemos hablar nada más y nada menos que de La diligencia (1939) de John Ford. El hombre que inventó América se basó en el cuento Diligencia hacia Lordsburg (1937) de Ernest Haycox, quien a su vez se basó en el cuento Bola de sebo (1880) de Maupassant. La historia original transcurre durante 1870 en la guerra franco-prusiana y Haycox la trasladaría de Francia al Nuevo México de 1885. Estamos hablando ya no de un doble, sino de un triple filtro al que luego se sumarían los toques personales ya mencionados. De la misma forma, Centauros del Desierto (1957) de Ford, The Searchers en inglés, está basada en el libro homónimo de Alan Mey escrito tres años antes. Otros ejemplos de películas basadas en libros que vienen a reflejar aspectos de la sociedad americana o su historia son El padrino (gansterismo), Apocalypsis Now (Guerra de Vietnam y Guerra Fría) y El Gran Gatsby (grandes fortunas americanas).
Implantar una idea
¿Tiene realmente el cine tanta influencia? Una encuesta del Instituto Francés de Opinión Pública realizada en distintos años refleja el cambio de percepción de los ciudadanos acerca de qué país fue el responsable de su liberación. En 1945 el 57% de los franceses consideraban a la Unión Soviética la responsable de la derrota alemana, por un 20% para Estados Unidos. En 1994 la idea de Hollywood ya había germinado en la mente de todo un país y en 2004 los papeles habían cambiado literalmente.

He aquí una muestra del poder del cine como instrumento de difusión en todo el mundo. Para hacernos una idea, la película Salvar al Soldado Ryan tuvo una recaudación a nivel mundial de 482 millones de dólares según IMDb, de los que 217 millones se recaudaron sólo en Estados Unidos. Se trata de un alcance y una capacidad de difusión brutal que no es exclusiva del cine bélico ni del cine americano en general. La hegemonía cultural de Estados Unidos se ha conseguido poco a poco también gracias a otros medios como la literatura, la música o el cómic. Sin embargo, sí que es cierto que el cine ha jugado un papel fundamental en esa construcción. La Doctora en Historia Coro Rubio Pobes afirma en su libro La Historia a través del cine. Estados Unidos: una mirada a su imaginario colectivo que “el cine norteamericano ha inundado las salas de exhibición de todo el mundo, convirtiéndose en un extraordinario vehículo para la penetración de la cultura estadounidense en otros países y para la consagración de Estados Unidos como primera potencia cultural del mundo”.
El cine ha hecho que todos tengamos una imagen preconcebida de Estados Unidos y de la sociedad americana. Conocemos sus estereotipos, su cultura y sus traumas. Conocemos su historia y su participación en todos los conflictos bélicos habidos y por haber. Conocemos el jazz, el béisbol y el American way of life. Sabemos qué comen los ciudadanos americanos y los supermercados en los que compran porque lo hemos visto mil veces en las pantallas. Conocemos Las Vegas, Manhattan y el desierto de Arizona porque el cine nos ha transportado hasta esos lugares a veces incluso sin salir de casa. Conocemos todo esto hasta el punto de que no sabemos si son las películas las que se parecen a la realidad o es la realidad la que se parece a las películas. Conocemos, en definitiva, lo que nos han mostrado, lo que quieren que conozcamos: una representación de la realidad, a veces alejada de sí misma, que solo nos muestra una de sus múltiples caras. Y todo ello con la excusa de entretenernos.
¿Quién dijo que el cine solo era eso, cine?