El Efecto 21

Daniel Calavera//

Debería hacer un esfuerzo por hablar de la pandemia como algo extraordinario, anormal. Sin embargo, estamos llegando a un punto muy peligroso, ese en el que la «nueva normalidad», alienante apelativo a una situación que puede solucionarse, sea algo permisible, algo… normal.

No son estas palabras de negacionismo. Hay un virus, hay una crisis y hay miles de personas esforzándose en todos los campos por ayudar al resto, eso es un hecho. Pero lo que no lo es, ni mucho menos, es la sensación de comodidad que parece, muchos han adoptado ante el actual estado y sus doctrinas. Hemos de luchar todos por recuperar lo que teníamos antes. Y con el cine pasa lo mismo.

Hay muchos que se han acomodado, alienado e incluso atontado, alimentada esa estupidez por algunas grandes productoras como Disney, dejándose llevar por la comodidad y por el miedo a no salir de sus casas. ¿Para qué voy a salir si puedo quedarme seguro entre mis cuatro paredes? El alto contenido en plataformas está haciendo un daño severo a las salas de cine, a las distribuidoras y al sector de la cultura, esto también es un hecho, y del mismo modo que debemos luchar por recuperar la auténtica normalidad, hemos de luchar también por apoyar y recuperar de nuevo nuestra cultura. En este caso, cultura plasmada en pantallas de salas de entretenimiento cinematográfico.

Texto de la cuenta de relatos y fotografía de instagram @isla_mayen:

«Pseudo en todo caso.
– Tiene gracia, siempre pensé que en un apocalipsis, los medios serían lo primero en caer.
– Pues ya ves que no, la gente quiere ver cómo todo se va a la mierda.»

efecto 21
Fotografía @isla_mayen

Cuando todo esto comenzó, un filme como Madre Oscura (2019) estrenado en marzo de 2020 en Estados Unidos y unos meses después en nuestro país, jamás habría llegado a la recaudación a la que llegó, posicionándose durante varias semanas en lo alto de la taquilla. Se abría así un camino, aunque marcado por la circunstancia, esperanzador para muchos títulos que aprovecharon la ausencia de Blockbusters en las salas para abrirse un hueco entre todo tipo de público, ese que sabe que no hace falta que le digan que el cine es un lugar seguro, porque lo saben desde el principio.

La citada Madre Oscura no deja de ser un híbrido de varios films de corte similar, pero poseía una valentía y formalidad en su relato que la hacía destacar, convirtiéndola en una agradecida oda oscura a la
nostalgia y al slasher sobrenatural. Sin embargo, lo mejor fue verla en una sala de cine. Tuvo que llegar desde México, Nuevo Orden (2020) para tener un primer gran estreno que copase un mínimo titular que rezase «N1 en cines en nuestro país» cuando creíamos que todo esto estaba pasando para formar parte de nuestro pasado.

efecto 21
Portada Nuevo Orden

Un filme crudo, bruto, sin filigranas, que daba un sonoro golpe al público, advirtiendo de que lo que relataba no sólo podría llegar a pasar, si no que también es lo que ocurre en muchos lugares del
mundo. Y de nuevo, lo mejor no fue la sensación de un thriller bien contado, tampoco de una dirección realista ni unas interpretaciones esforzadas y veraces, no. Lo mejor fue verla en una sala de cine, y esta vez, además, una sala llena.

Ejemplos bien recientes son las oscarizadas Nomadland (2020) u Otra Ronda (2020), ambas buen cine que ha gozado de esta situación, atrayendo a varios espectadores a las salas. Quizá en otra época, una época normal, estos filmes no habrían tenido la repercusión popular que han tenido estos primeros cuatro meses del año XXI del siglo XXI. Además, en el caso del filme de Chloé Zhao, su temática nos hace soñar con poder movernos como lo hace su protagonista encarnada por Frances McDormand, tan libre como atrapada por su propia vida. Aunque eso sí, las ganas irrefrenables de fiesta, de beber y de juerga que contagia el maravilloso final del filme de Thomas Vinterberg nos hizo sufrir a todos. ¿Ganas de bailar con Mads Mikkelsen? Ni lo dude un segundo, lector.

Otra Ronda
Otra Ronda

Yo, usted y todos. Y por la calle, botella en mano y sin mascarilla y hasta el amanecer, sin toque de queda que valga. Tristeza, de nuevo, latente en la realidad tras asistir al relato. ¡Y qué pena, espectadores! Porque hemos de luchar por lo que teníamos antes, tanto dentro del cine como fuera de él.

«-…Te veré en el camino.»
Nomadland

Pero en ambos casos, ganadoras ambas películas de los premios a mejor película y mejor película internacional, lo mejor no fueron los viajes, la empatía, la emoción, la contagiosa información de humanidad y ni siquiera tampoco el baile final. Lo mejor fue verlas en una sala de cine.

¿Cómo queréis que llamemos a este efecto? Algo así como «El efecto 21» no estaría mal, ¿no? Algo bueno tenían que llevarse las salas dada esta situación, como la afluencia de público a los ciclos de reestrenos que se han marcado el grupo Palafox en nuestra ciudad y tantos y tantos otros cines en nuestro país y en el mundo. Emociona encontrarte con colegas, amigos y compañeros que siguen los pasos de la cultura y el arte con el que han crecido, aprovechando cualquier mínima oportunidad para dejarse llevar por la emoción de saber que como el cine, ningún sitio para ver por primera vez una película.

Aunque desgraciadamente, el efecto de las plataformas ya estaba bien arraigado antes de que todo esto sucediese. Ocurrió un milagro hace un par de años: una película nacional, El Hoyo (2019) dirigida por Galder Gaztelu-Urrutia, se hacía con el premio gordo en el Festival de Sitges. Idolatrada por crítica y público, no era para menos. Desde el cine de Bong Joon-Ho anterior a su magna Parásitos (2019), ningún otro filme retrataba la lucha de clases tan acertadamente, y menos con una puesta en escena tan fantástica, elegante y bien hecha. Este filme es una proeza, extraordinario, pero no como la «nueva normalidad», sino bueno de verdad. ¿Qué sucedió? Que nadie fue al cine a verla. No daba crédito el día que hice la VídeoCrítica para Heraldo de Aragón, como tampoco la semana posterior, cuando desapareció de las salas. Al poco la estrenaron en Netflix y… Todo el mundo quedó cautivado, en todos los rincones del mundo.

El Hoyo
El Hoyo

¿Algo bueno? Que estas plataformas conecten el arte en cualquier parte del globo. ¿Algo malo? Sin duda, la ya citada alienación. Caso bien parecido al que ocurrió hace poco con uno de los títulos del año pasado, la maravillosa joya escondida Akelarre (2020), absoluto talento de guion, fotografía e interpretaciones dirigidas por un creador presente en cada plano. ¿Vamos al cine? No, no, ni siquiera molestémonos en averiguar si la han estrenado, esperemos a verla en casa, seguros… Encerrados y sin miedo.

Akelarre
Akelarre

Mank (2020) de David Fincher, es seguramente el título que más me escamó en este sentido. Los cines Palafox tuvieron a bien el detalle de estrenarla como es debido, como está haciendo Netflix realmente cuando apuesta fuerte por uno de sus títulos estrella: primero, dos semanas en los cines, después, en su plataforma. ¿Correcto? A medio camino. Es de agradecer que un gigante como la gran «N roja» tenga esa consideración por el arte con el que se está haciendo tan vorazmente.

Y el resto, cientos de «instagramers» y «youtubers» que buscan followers, likes y comentarios positivos a sus opiniones sobre la cultura del streaming. En algunos casos, guardando algo de respeto por el medio primario. En otros… la mayoría, sin ningún atisbo de humildad o educación en pos de los ya citados followers y likes.

«El efecto 21» señoras y señores. Está aquí y ha llegado para quedarse. Y hemos de luchar contra él,
cueste lo que cueste. No significa este texto que esté en contra de las plataformas, porque como ya he dicho, todas ellas cumplen una función irrepetible y muy loable: Conectar arte con el mundo, facilitar la cultura entre comunidades y, sobre todo, dar alas a los creadores que apuesten por ellas. Sin embargo, qué bien estaría, aunque suene a utopía, que en este futuro cercano que nos aguarda expectante, ambos formatos, cine y plataformas, conviviesen en paz y armonía, sin meterse en el terreno el uno del otro, colaborando y dejando al público elegir sin miedo, sin alineación alguna. Dejando al arte y a la cultura ser lo que es y debe ser siempre: emocionante y libre.

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