Ingredientes para una ficción made in Spain

Laura Hevia//

Se trata del género televisivo con más presencia en España. Las series españolas arrasan durante el prime time, congregan a millones de personas frente al televisor y dan a las cadenas los mejores datos de audiencia. ¿Cuál es la fórmula de su éxito? Dosis de amor, humor y drama, con personajes fáciles de identificar; la ficción nacional es fiel a las tendencias que le han hecho alcanzar incluso el 30% de cuota de pantalla.  

Hasta cuatro horas al día. Un individuo, de media, puede llegar a invertir más de un cuarto de su rutina diaria en ver televisión descontando las horas de sueño, claro. Pero para hilar más fino, es la ficción española la que copa la mayor parte de este tiempo.  Las series nacionales, pese a su mala fama y las duras comparaciones con sus homólogas extranjeras, generan grandes porcentajes de audiencia, se cuelan en los rankings de emisiones más seguidas y provocan ruido en las redes sociales.

Parece que a lo largo de los años la ficción española ha buscado crear su propia fórmula del éxito, aplicable a cualquier producción. La diferencia argumental, la diversidad de personajes y escenarios o la contextualización en viejas y nuevas épocas no la exime de pretender seguir un patrón, un guion establecido que asegura que millones de espectadores esperen ansiosos una nueva entrega de su historia preferida.

Tendencias de ayer y hoy

Hay una premisa principal en torno a la que se articulan las demás: lo nuestro llega más. Los escenarios de la ficción nacional son ahora lugares reconocibles. La tendencia por el localismo es cada vez más frecuente; series como Mar de  Plástico, Doctor Mateo o El Chiringuito de Pepe tratan a la escenografía casi como si fuera un personaje más. De hecho, en los dos últimos casos, el espacio en el que se desarrollan la trama se ha convertido en un atractivo turístico que aglutina en temporada alta gran cantidad de curiosos.

Spain is different, pero eso ya se sabía. El equipo de investigación Visual ha establecido las que serían las rarezas más significativas de la ficción española. Básicamente, explican que el éxito prima sobre cualquier otro factor. Se alargan las series hasta límites insospechados, así como se varían los capítulos por temporada sin demasiada lógica. Además, frente al asentado formato americano de 40 minutos por capítulo, las nacionales buscan exprimir al máximo el prime time, dando lugar a capítulos de hasta hora y veinte publicidad aparte.

Pero volviendo al principio: si la proximidad atrae, que los personajes sean como nosotros es un must. La audiencia busca reconocerse en la pantalla, ver que las situaciones y las acciones que allí se desarrollan podrían darse en su círculo más cercano. Gil Grissom (CSI Las Vegas) u Horatio Caine (CSI Miami) son los dos inspectores de homicidios más famosos del mundo, pero apenas han reunido un 10 % de la cuota de pantalla en sus últimas entregas; sin embargo, Víctor Cepeda Yon González en Bajo Sospecha o Héctor Aguirre Rodolfo Sancho en Mar de Plástico—, con algo menos de caché, superaron el 20% de share.

La ficción española es familiar, tiene que saber reunir en el sofá desde el niño al abuelo. Cubrir todo el espectro generacional es algo que se viene haciendo desde las afamadas Farmacia de Guardia (1991) o Médico de familia (1995). Y que se repite a veces sin demasiado sentido en la actualidad. Sin ir más lejos, El Barco (2011) o El Internado (2007) compartieron la misma fórmula y a ambos les surtió efecto: drama y misterio con grandes dosis de amor lleno de obstáculos. Pero si hemos recurrido a ellos es para ejemplificar cómo una historia que podía haber depositado fácilmente el peso sobre la trama principal joven/adulto, se las ingenia para incluir una subtrama protagonizada por niños para llegar a los más pequeños de la casa.

Personajes estereotipados

Elena Galán, doctora en Comunicación Audiovisual, afirma que la creación de estereotipos es necesaria puesto que el televidente dispone de un tiempo muy reducido para reconocer a los personajes. Se trata de categorizar y abstraer los datos más relevantes de las personas para así otorgarles rasgos de personalidad y que el público pueda identificarse con ellos.

La telecomedia es el género que lleva por bandera esta práctica. Los personajes de las sitcom o comedias de situación son planos y estereotipados, y tienen como único objetivo sacarle una carcajada al telespectador. Es por eso que las situaciones que viven los protagonistas están la mayoría de las veces ligadas a la cotidianeidad y a la exageración.

La que se avecina. Fuente: FormulaTV
La que se avecina. Fuente: FormulaTV

La que se avecina. Fuente: FormulaTV

En ocasiones, el humor se conjuga con la crítica social. Al televidente español le gusta poder reírse de lo que en realidad le preocupa; de este modo, la ficción se convierte en una vía de desahogo. Aquí no hay quien viva (2003), su sucesora La que se avecina (2007) o Con el culo al aire (2012) son ejemplos clave. Ya sea en una comunidad de vecinos o en un camping los protagonistas viven situaciones disparatadas pero con una base real, y propiciadas por problemas comunes a la sociedad en la que hoy vivimos: el paro, los desahucios, el crimen o los recortes han sido temas recurrentes. El vecindario de Desengaño 21 llegó hasta un 30% de cuota de audiencia, mientras que desde Mirador de Montepinar superaron el 22%.

El líder, la chica mona, el macarra que puede ser o no también el gracioso y el bonachón. Son cinco figuras que se repiten en la mayoría de las series nacionales. Hay otras muchas, como la voz de la razón o el que adopta el papel de malo. Los matices son infinitos, pero la base es clara. Al contraponer dos series aparentemente diferentes tanto en género ciencia ficción vs. drama como en público juvenil vs. adulto observamos que el patrón se repite. En Los Protegidos (2010) y Velvet (2014) contamos con la chica mona –Sandra, interpretada por Ana Férnandez, y Ana Ribera, por Paula Echevarría, con el bonachón Mario, el padre de familia a quien da vida Antonio Garrido y Pedro Infantes, Adrián Lastra en la vida real y con el macarra –Culebra, llevado a la pequeña pantalla por Luis Fernández, y Mateo, por Javier Rey, entre otros muchos.  

Y como los personajes y sus personalidades sustentan la historia, la ficción nacional no puede permitirse el lujo de desprenderse de uno de sus pilares. Un ejemplo de ello es cómo El Ministerio del Tiempo (2015) tuvo que recurrir a Hugo Silva como el nuevo líder-gracioso, ya que Rodolfo Sancho dejó la serie para grabar Mar de Plástico. Mantener los rasgos identificadores es esencial.

También se estereotipan las relaciones. No hay serie española que haya reunido grandes masas sin entrañar una historia de amor. Prohibido, imposible, incluso incestuoso, así es el amor de la ficción. A los espectadores les gusta ver sufrir a sus personajes por su ser amado. El Príncipe o Velvet se colaron en las clasificaciones de productos televisivos más vistos de 2015, y casualmente su trama principal gira en torno a dos personas que, pese a su deseo imperioso, parece que nunca van a poder estar juntos.

Velvet. Fuente: Antena3
Velvet. Fuente: Antena3

Sin ninguna duda, se trata del ingrediente más fructífero. El drama y el misterio también gustan, pero no hay éxito sin amor. Incluso en las series más temáticas como las profesionales las dosis de cuento de hadas nunca han faltado. De hecho, cuando se ha dado un paso al frente y se ha intentado salir del esquema, la audiencia se ha resentido. Refugiados (2015) fue una de las grandes apuestas en materia de ciencia ficción que se produjo en España en colaboración con la BBC. Apenas llegó al 6% de la cuota de pantalla, cuando Velvet o El Príncipe rozan el 20%.

Así, como en España gusta lo que gusta, el género más explotado y que mejores resultados da es el dramedia. La mezcla perfecta entre drama y comedia que sirve para llenar esos 40 minutos de más con una gran variedad de tramas que hacen llorar al espectador, ya sea de tristeza o de risa.

La sombra americana

Los norteamericanos siempre han marcado el camino a seguir en la ficción. Tienen más presencia y ejercen influencias en muchas de las producciones fuera de sus fronteras. Curioso es el caso de Vis a Vis y de su homóloga americana Orange is the New Black. Ambas con una cárcel de mujeres por escenario, narran los acontecimientos a los que una recién ingresada en prisión debe hacer frente Macarena o Pipper. Y pese a compartir ciertos rasgos esenciales, la trama y el tono distan mucho de parecerse. Mientras que Atresmedia ha optado por explotar el drama, la que se emite vía Netflix hace uso del humor negro para contar las peripecias de la protagonista.

Orange is the new Black (arriba) Vis a Vis (abajo). Fuente: Netflix y Antena3
Orange is the new Black (arriba) Vis a Vis (abajo). Fuente: Netflix y Antena3

Algo parecido ocurría con Gran Hotel y las comparaciones con la británica Downton Abbey. Pese a tener ciertas similitudes en el tratamiento y la fotografía, las tramas diferían de forma acentuada.

Si algo no ha triunfado en España han sido las adaptaciones y remakes. Tanto El Don de Alba Entre Fantasmas como Cheers —mismo nombre que la serie española– no duraron más de una temporada en pantalla, mientras que las originales alcanzaron cinco y once respectivamente.

Cabe hablar del spin-off de Hospital Central: MIR nació como un intento de Anatomía de Grey que fue cancelado en la segunda temporada. La audiencia española optó por contemplar las andanzas de Meredith Grey y el resto de residentes, así como por centrarse en Hospital Central, que llegó a alcanzar el 30% de share y estuvo doce años en pantalla, despidiéndose en la vigésima temporada.

La ficción española les ha dado mucho a nuestros actores nacionales. Jordi Rebellón pasó a ser el afamado Dr. Vilches, Tito Valverde será siempre el Comisario y a Antonio Resines le costará mucho dejar de ser aquel tabernero que despertó de un sueño. De hecho, muchos de ellos afirman no entender el menosprecio que existe por la televisión: a través de la gran pantalla se puede llegar a cinco millones de personas mientras se está en cartelera; la pequeña sintoniza 300.000 hogares en tan solo una noche, lo que al final de temporada hace que la cifra supere con creces la cinematográfica. Al fin y al cabo, la televisión ha estado ahí siempre, y ¿quién no ha pedido nunca algo con un poquito de por favor?

Un comentario en “Ingredientes para una ficción made in Spain

  • el 13 abril, 2016 a las 15:24
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    No podría estar más en desacuerdo con la dra. Elena Galán. El proceso español cuñado de esteriotipar/tipizar a los personajes responde más a la mediocridad artística y a la falta de ambición que a ningún componente formal.

    ¿O es que series como True Detective, con personajes infinitamente más complejos, disponen de menos tiempo de metraje? Al contrario: los 10 capítulos de esa serie, (20 si contamos ambas temporadas, que son independientes), resultan ridículos comparados con los 125 monstruosos excrementos de LQSA.

    La realidad, tristemente, resulta apuntar hacia conclusiones bastante más simples. La creación absurda y la sobreactuación comunes en el territorio patrio responden a dos razones, a saber: una, las escasísimas expectativas tanto de los productores como de los espectadores, acostumbrados a un flujo de basura constante; y dos, al bajo nivel de competencia, (que no capacidad), desplegados por el actor español medio, que encuentra como referencias gente de la talla de… Dani Rovira.

    Todas estas, son, claro está, mis conclusiones personales. No esperaría que nadie se las tragase, sin tener ningún tipo de apoyo académico como los que, (supongo), tendrá la dra. Galán. Pero bueno, vistas las mierdas que se traga la peña, me espero cualquier cosa.

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