La coartada artística

Alba Romero//

El arte, en muchas ocasiones, representa situaciones de violencia y maltrato. La forma de plasmar esa crueldad con la que convivimos suele tomar formas poco o nada dañinas a través de la pintura o la escultura. Pero la nueva exposición del Museo Guggenheim de Bilbao juega con la vida de unos animales que sufren un maltrato inadmisible en nombre del arte.

Hay una performance que circula mucho por internet. Es un vídeo en el que un cirujano plástico marca con un rotulador las partes del cuerpo de la artista Regina Galindo, que deberían operarse para conseguir un cuerpo perfecto. Galindo, desnuda en un parque, acaba pintada de la cabeza a los pies. Otra artista que utiliza su cuerpo para desarrollar su arte es Marina Abramović. En uno de sus trabajos más conocidos, Ritmo 0, investigó los límites en la relación del artista con el público. Para ello, Abramović dispuso encima de una mesa 74 objetos muy diferentes, desde una pluma hasta una pistola y una bala. Se colocó frente a ella en actitud pasiva, sin hablar, y permitió que el público utilizara esos objetos con ella.

Lo que comenzó casi como un juego entre los espectadores, acabó con un abuso hacia la artista: la desnudaron, le clavaron espinas en el estómago e incluso le apuntaron con la pistola a la cabeza. Todo ello para mostrar hasta dónde puedes llegar cuando entras en una vorágine de libertad y violencia. Algo así como los niños protagonistas de Nada, de Janne Teller, obsesionados por demostrar que la vida tiene sentido. Comienzan juntando libros y prendas de ropa y acaban por arrancarle a una niña su virginidad y desenterrar a un familiar.

En la ficción casi todo está permitido. Es común que la violación, la agresión, el maltrato o la violencia formen parte de la trama. Y, si está justificado en la historia, los lectores no suelen tener ningún problema. Porque los únicos que sufren son ellos. Al igual que en el arte. Te puede parecer más agradable o menos pero nadie pediría que se retirase el cuadro Saturno devorando a sus hijos, de Goya, o la escultura de Cellini, Perseo con la cabeza de Medusa —aunque últimamente se cuestione si debería censurarse el cuadro El origen del mundo, de Gustave Courbet, por ser demasiado explícito—. Es arte, ficción. Nadie sufre para que esas obras existan. En el caso de las performances sí puede haber maltrato real pero son las propias artistas quienes deciden poner su cuerpo a disposición del arte. El problema viene cuando el objeto de la performance no puede manifestarse por sí mismo. Como los cerdos protagonistas del vídeo más polémico de la nueva exposición del Museo Guggenheim de Bilbao. O los lagartos e insectos de esa misma muestra, encerrados en un terrario todo el día sin comida ni agua.

Ambos ejemplos son trabajos del chino Huang Yong Ping, uno de los 60 artistas que participan en la exposición Arte y China después de 1989: El teatro del mundo. De las 120 obras que componen la muestra, solo las suyas han suscitado polémica. Y no es para menos. Como una metáfora de la globalización, Ping presenta una instalación con forma de serpiente y de tortuga que da nombre a la muestra. En ella hay reptiles e insectos vivos, obligados a convivir. Y a comerse unos a otros. Así es como funciona la naturaleza, ¿no? La diferencia es que en su hábitat natural no estarían encerrados unos con otros. Desagradable como poco es también el trabajo Un caso de estudio de transferencia, de Xu Bing, que también puede verse en la exposición. Un vídeo que muestra a dos cerdos encerrados a los que se les obliga a copular para deleite de un grupo de espectadores. Uno de los cerdos tiene grabadas letras del alfabeto latino en su piel y el otro del alfabeto chino. Una metáfora que podía expresarse de infinidad de formas –mucho más originales, si nos ponemos– que no implicasen el uso de animales.

Tenemos que parar de utilizar animales para nuestro disfrute personal. Está mal matarlos en una plaza de toros pero es inadmisible también forzarlos para plasmar nuestra creatividad. No son nuestros. No nos pertenecen. No podemos sacarlos de su hábitat y hacer con ellos lo que nos plazca. Querer que estas obras no formen parte de la exposición no es coartar la libertad de expresión o la libertad artística. Eso es lo que se hizo en ARCO en su pasada edición. No. Querer que no se abuse de animales es pedir respeto y coherencia. Lo de Huang Yong Ping y Xu Bing es violencia. El arte es su coartada.

Un comentario en “La coartada artística

  • el 19 junio, 2018 a las 16:40
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    Muy bien escrito y mejor explicado

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