La crónica transgresora de Robert Juan-Cantavella
Albert Alexandre//
Una de las editoriales más interesantes del panorama literario actual, Malpaso, publica La Realidad. Crónicas canallas, recopilación de crónicas de Robert Juan-Cantavella, uno de los autores más transgresores del momento. En este libro realidad y literatura se confunden y el humor se reivindica como herramienta necesaria para la crónica.
Ya que La Realidad. Crónicas canallas de Robert Juan-Cantavella es un libro que se quiere y es transgresor, vamos a empezar este artículo de un modo distinto y poco usual en el periodismo cultural. Vamos a hablar del aspecto material del libro; vamos a hacer “marxismo cultural”.
La Realidad. Crónicas canallas de Robert Juan-Cantavella es un espléndido objeto manufacturado por la editorial Malpaso. Es posible adquirirlo por el precio de 18,50 euros e incluye una faja rosa en la que se explica cómo hacerse con la versión digital del libro. En su mismo diseño de portada –negro con letras blancas– ya es posible entender cuál es el objetivo de la recopilación de crónicas elaborada por el escritor Juan-Cantavella: reflexionar sobre “los límites” con ciertas notas de humor. La caricatura de la portada muestra a un Mariano Rajoy con labios de Angry Bird que expresa perfectamente esa voluntad transgresora del volumen y cabría reflexionar si expresa, además, qué tipo de gestión política ha llevado a cabo el notario durante sus años de mandato.
La forma es sintomática del fondo y en este caso que nos ocupa, aún más. Juan-Cantavella nos ofrece una recopilación de crónicas en la que, alterando el tópico, todo está mezclado y bien mezclado. La Realidad recoge textos que aparecieron en portales de internet, que lo hicieron en revistas de literatura, que son algo parecido a prólogos, que estaban aún inéditos, que son reelaboraciones de su obra literaria… encontramos crónicas de conciertos, críticas literarias, entrevistas, entrevistas ficticias, perfiles, relatos de viajes… todo ello forma parte del mismo género: la crónica (canalla).
Mucho se ha debatido en los últimos tiempos sobre qué es la llamada crónica (en Latinoamérica) o el llamado Periodismo narrativo o literario (en España). Se ha establecido una definición más o menos prolija con la que los cronistas parecen estar más o menos de acuerdo: la crónica es el periodismo que acentúa lo narrativo. Es un periodismo preocupado por el estilo, por adquirir –casi podría decirse– un estatuto literario en el sentido de no ser producto caduco de consumo diario, sino que trata de buscar la forma narrativa que mejor se acerque a dar cuenta de la realidad. Las definiciones son por norma atentados a la libertad, sin embargo, en este caso resultan de lo más edificantes para entender qué significa el concepto «crónica canalla».
Robert Juan-Cantavella con su libro demuestra que en realidad la palabra crónica es un cajón de sastre que utilizamos para hablar de un artefacto narrativo que se halla entre el periodismo y la literatura sin ser una cosa u otra. Como diría el escritor Juan Villoro en una expresión que ha hecho fortuna en el mundillo: el ornitorrinco de la prosa. En La Realidad podemos apreciar que hay crónicas que resultan de lo más ficcionales (lo que el mismo autor por boca de Trebor Escargot en su libro El Dorado definió como Punk Journalism o aportaje) y otras que intentan ser un reflejo fehaciente de lo ocurrido.

De este modo, en La Realidad encontramos por ejemplo crónicas como la que relata los días que Cantavella pasó con Bret Easton Ellis y en los que descubrió que el autor de American Psycho es adicto al juego de iPad, Angry Birds, y otros textos como la entrevista ficticia con Mariano Rajoy, en la que se reproduce lo que el actual presidente del gobierno en funciones diría tras haber ingerido el suero de la verdad. En el primer caso asistimos a la desmitificación de uno de los escritores considerados más controvertidos del siglo XX, y a la propia desmitificación del concepto «rompedor» en nuestros días, mientras que en el segundo caso, topamos con la verdad a través de la ficción, es decir, lo que algunos pensamos que contaría Rajoy si algún día fuese sincero.
Si volvemos a las definiciones, nos topamos con Martín Caparrós, escritor que se ha convertido en una autoridad para todo cronista; la crónica debe hablar de lo que nadie habla. En un tiempo en que esta forma de narrar el mundo ha caído en la autocomplacencia dando por bueno todo texto siempre y cuando sea formalmente bello y tenga como sustrato primigenio la realidad, la recopilación de crónicas de Juan-Cantavella conecta con el espíritu combativo y limítrofe defendido por Caparrós. De hecho, y como ya hiciese el autor en su libro El Dorado, La Realidad es una recuperación del periodismo gonzo creado por Hunter S. Thompson. En contraposición con el New Journalism dandy, metropolitano y desclasado, el practicado por el escritor de Miedo y asco en Las Vegas y por Juan-Cantavella es proletario y follonero; canalla.
No es extraño entonces que el autor haya incluido en su recopilación dos crónicas referidas a aquellas muestras culturales que en los medios de este ámbito tienen menos acogida. En primer lugar nos referimos al texto que narra el último concierto de la banda de punk rock Barricada y en segundo lugar a la nota biográfica sobre Juan Gallardo Muñoz, un escritor hoy día olvidado que según algunos especialistas en su obra, llegó a escribir más de 2.000 de las llamadas novelas populares y que Juan- Cantavella utilizó a modo de inspiración en su libro El asesino cósmico.
Volvamos a citar a Caparrós en otra definición: la crónica es el periodismo que sí dice yo, porque la objetividad es estructuralmente imposible. Robert Juan-Cantavella da una vuelta de tuerca a esa idea y nos plantea que si bien es cierta la afirmación, también lo es el hecho de que el sujeto, a diferencia de lo que piensan algunos de las patrias, no es uno e indivisible. Resulta de lo más sugestiva la última crónica del libro y también la más extensa, en la que el escritor publica un relato inédito sobre su experiencia en Chiapas con los zapatistas. Más allá de ser una puesta al día del diario de viajes que Juan-Cantavella escribió cuando tenía 20 años, el ejercicio llevado a cabo por el narrador es un juego entre el presente y el pasado, entre el joven y el adulto. Según nos cuenta, lo que leemos es exactamente lo que escribió entonces, con las luces y las sombras que la escritura de un veinteañero puede arrojar. Apuntalando esa crónica de viajes con pasajes escritos desde el presente, Robert Juan-Cantavella presenta lo dicho, pero añade información relevante para darle mayor profundidad al texto. El escritor reflexiona sobre el yo cronista dando voz por igual al yo presente y al yo pasado.
Si hubiera que definir qué son las Crónicas Canallas, diría que son artefactos periodístico-literarios, transgresores y en los que el punto de vista narrador es mutante. Sin embargo, esta definición además de un atentado más a la libertad lectora, me parece un ataque a la comprensión lingüística y al buen gusto. En definitiva, si leen La Realidad, con la sonrisa puesta y la carcajada asomando frecuentemente, entenderán una nueva forma de mirar la realidad (sea eso lo que sea).
Autor:
![]() |
![]() Licenciado en Historia por la Universidad Autónoma de Barcelona, tiene un Máster en Creación Literaria y otro en Literatura, Arte y Pensamiento de la Universidad Pompeu Fabra. Ha colaborado en medios como Cultura Colectiva, Culturamas, Código Nuevo, Vice, Arainfo o El Cotidiano. También coordinó durante 2 años la revista de literatura Acrocorinto y actualmente trata de terminar su primera novela mientras aprende el oficio del periodismo.
|