La sintonía de la lucha LGTB+

Javier Aranda//

La música proporciona sensaciones placenteras, pero va más allá. Sirve como identificador social y símbolo de lucha. El movimiento LGTB+ siempre ha estado ligado a este arte. Desde Stonewall hasta hoy celebra y muestra su “orgullo” a través de canciones. Con hits como A quién le importa de Alaska o Sobreviviré de Mónica Naranjo se ha hecho un hueco en la sociedad y ha conseguido avanzar como grupo visible y unido en la causa de alcanzar la igualdad.

Cada persona tiene su propia banda sonora. ¿Quién no recuerda un momento y se le viene a la cabeza aquello que sonaba en ese instante? Esa balada que ambientaba el local donde conociste a tu pareja, y que, desde entonces, es “vuestra”, o esa melodía que amenizó tus viajes de verano con amigos. Todos los momentos importantes de la vida esconden una canción. La música nos acompaña día a día. Es un arte, un lenguaje universal presente en todas las culturas que facilita la comunicación sensorial.

De esta forma, personas con gustos parecidos, que se sienten identificados con los mensajes que esconden las letras o que sienten euforia con la instrumental de su banda favorita, se unen para celebrar su fanatismo. Así, la música permite compartir nuestros sentimientos y genera lazos sociales que crean comunidad. J. Hormigos en su ensayo Análisis sociológico de la cultural musical de la posmodernidad concluyó que:

No hay vida cotidiana sin música. Las diferentes culturas han logrado ordenar el ruido y crear melodías, ritmos y canciones que han desempeñado un papel trascendental en el desarrollo de la humanidad, desde los cantos de los pueblos primitivos hasta los ritmos más urbanos como el rock, el jazz o el blues han tenido una repercusión muy importante en el desarrollo de la sociedad.

“Somewhere over the rainbow»

Las canciones forman una comunidad entre un sector de la población que estuvo en la sombra durante mucho tiempo: el colectivo LGTB+. Ellos se unen en torno a la música para reivindicar sus derechos y, como dice la cantante Alaska en el programa Canciones que cambiaron el mundo de Movistar +, “es el colectivo que más la celebra”.

A finales de los años sesenta, cuando el sexo entre personas del mismo género era ilegal y la homosexualidad se consideraba un desorden mental, el barrio del West Village, en Nueva York, se cansó de ser invisible y generó la chispa que prendió el movimiento gay.

En la madrugada del 28 de junio de 1969 el pub frecuentado por homosexuales The Stonewall Inn se convirtió en el escenario de una revuelta por los derechos de las personas “invertidas”. Acababa de celebrarse el funeral por la actriz Judy Garland, un icono de la cultura gay, y muchos de los asistentes se desplazaron después a este famoso bar de ambiente donde se realizaban constantes redadas y registros.

Aquella noche los habituales del local no soportaron más lo que consideraban una humillación sistemática. A medianoche, seis agentes de la policía entraron para desalojarlos, pero se vieron rodeados por doscientas personas que les arrojaban cualquier objeto que tuvieran a mano. Bajo el grito de “Gay Power”, los clientes del Stonewall encerraron a los policías en el local en un conflicto que se extendió a lo largo de tres días y tres noches.

Aquí encontramos la primera conexión del colectivo con la música con Judy Garland como protagonista. Esta relación comienza porque “en los bares gays de Nueva York y San Francisco en los setenta la contraseña para entrar era ‘amigos de Dorothy’”, explicó Alberto Jiménez, vocalista de Miss Caffeína, en el show de Movistar+.

Las protestas de Stonewall comenzaron la lucha del colectivo. Fotografía de Leonard Fink
Las protestas de Stonewall comenzaron la lucha del colectivo. Fotografía de Leonard Fink

Desde ese momento, la actriz, cuya vida estuvo enturbiada por sus problemas psicológicos, adicciones y disturbios financieros, se convirtió en un espejo en el que mirarse para las personas LGTB+. Todos imaginaban aquella ciudad soñada a la que había hecho referencia en la canción Somewhere over the rainbow en El mago de Oz (1939):

En algún lugar, sobre el arco iris,

allá en lo alto,

hay una tierra de la que oí hablar

una vez en una canción de cuna.

En algún lugar sobre el arco iris,

el cielo es azul,

y los sueños que te atreviste a soñar,

se hacen realidad.

Al año siguiente se convocó una manifestación para rememorar esos actos y se convirtió en el Orgullo. Así, nace un movimiento en un ambiente de ocio nocturno con gente considerada “apestada” que reivindica una canción cantada 30 años atrás. A raíz de ese momento se establece el arco iris como seña de identidad del colectivo.

Cuando Stonewall sucede, España carece de la opción de sumarse a la lucha por la igualdad. El país sufre una represión absoluta. El colectivo se consideraba un peligro social y unos corruptores de menores. Armand de Fluviá, presidente de FELGTB entre 1995-1997, comenta en el documental  emitido en #0 que “la medicina nos consideraba unos enfermos mentales con el instinto invertido; la Iglesia pensaba que éramos los peores pecadores y, por ende la sociedad nos veía como lo peor de lo peor”.

No es hasta 1977 cuando ocurre algo similar -aunque más pequeño- a las movilizaciones en Estados Unidos. Se muestra la existencia de un movimiento LGTB+ en España más o menos estructurado con una manifestación de 5000 personas por Las Ramblas de Barcelona que termina siendo reprimida por la policía. Al día siguiente toda la prensa recogía este escándalo.

“Joven no estés triste, hay un lugar al que puedes ir”

Ese mismo año el grupo estadounidense Village People, cuyo nombre hace referencia al famoso barrio gay de Nueva York, irrumpe con fuerza en España. Eran cinco integrantes y cada uno de ellos representaba un prototipo homo-erótico que estaba en el imaginario gay de Estados Unidos en ese momento: el policía, el indio americano, el constructor, el militar y el motorista.

Hoy en día es muy común escuchar y bailar por la noche su canción más conocida: YMCA (1978). Su ritmo y su particular coreografía que lleva a la gente a formar las siglas con los brazos tiene un mensaje detrás desconocido para muchos de los que corean la canción a las tantas de la madrugada tratando de no derramar un sorbo de su copa. Tal y como comenta Armand de Fluviá, “YMCA hace referencia a la ‘Young Men Christian Association’, un centro de citas homosexuales donde podías dormir, ducharte, etc.” Estos centro siguen existiendo. Ellos tenían esa visión de ellos, pero destacar que no eran específicamente para personas homosexuales ni lo son hoy en día.

Este grupo estadounidense también lanzó Go west (1979) en referencia al ambiente homosexual neoyorkino que se ha desvirtualizado. La “gran broma final” es su actual vinculación con el mundo deportivo. Lo mismo sucedió con una de las canciones más famosas de Queen.

“We are the champions”

Nadie se imagina la Champions League sin la canción We are the champions (1977) de fondo. Es una canción que parece diseñada para el mercado deportivo, y es cierto, pero este canción tiene otra interpretación detrás. El periodista musical Diego Manrique señala que este single tiene una doble lectura. La letra oculta la idea de que los gais son brillantes, tienen más tiempo, más energía y más creatividad que los heterosexuales y, por eso, hay que celebrar su “superioridad”.

Freddie Mercury, cantante de Queen. Fotografía recuperada de 20 minutos
Freddie Mercury, cantante de Queen. Fotografía recuperada de 20 minutos

Freddie Mercury, vocalista de la banda, se ha convertido en una figura vital para el colectivo LGTB+. Entre los episodios que marcaron la vida del cantante y la de muchas otras personas gais cuando el movimiento despegaba destaca el horror que supuso la pandemia del VIH en todo el mundo. En ese momento el colectivo lucha por la supervivencia. Mercury, junto a su banda, lanzó un mensaje de positividad con su canción The show must go on (1991):

El espectáculo debe continuar.

El espectáculo debe continuar.

Mi corazón se está rompiendo por dentro,

puede que mi maquillaje se desmorone,

pero mi sonrisa permanece.

“Quién detiene palomas al vuelo, volando a ras de suelo”

Poco a poco empezaron a distinguirse más referentes -dentro de la minoría que representaban-, pero igual que otros campos este también ha invisibilizado a la mujer. La cantante argentina Javiera Mena opina en el documental que esto se debe a que “un hombre gay tiene más poder y opinión que una mujer homosexual que ya está silenciada por el simple hecho de ser mujer”.

Ellas no eran dueñas de su sexualidad. En España, dos mujeres viviendo juntas o andando agarradas por la calle no tenían ningún tipo de relevancia. En cambio, si lo hacían dos hombres era curioso cuanto menos. Mucha gente abrió los ojos cuando Mecano, que se encontraba en lo más alto de su carrera, mencionó explícitamente la historia de amor entre dos féminas en Mujer contra mujer (1988). Hoy es un himno lésbico.

Nada tienen de especial,

dos mujeres que se dan la mano.

El matiz viene después,

cuando lo hacen por debajo del mantel.

Luego a solas sin nada que perder.

Tras las manos el resto de la piel.

Un amor por ocultar,

aunque en cueros no hay dónde esconderlo.

En el panorama internacional resalta la figura de Gloria Gaynor. Su canción I will survive (1978) tiene diversas interpretaciones, pero el colectivo la ve como una forma de decir hemos sido nosotros mismos en un momento de caos y hemos sobrevivido. Por otro lado, destaca I am what I am (1984), en la que la artista hace referencia a “salir del armario”.

Es una vida y no hay devolución ni depósito.

Una vida así que es hora de abrir tu armario.

La vida ni vale la pena hasta que puedas gritar,

soy lo que soy

 “A quién le importa”

Así llegamos a una figura muy querida por el universo homosexual: la diva. Una diva no tiene porqué ser una mujer, en muchos casos son travestis, transexuales e incluso hombres. El psicólogo Boby Andika explicó en su artículo Why are gay men so obsessed with divas? publicado en Medium la obsesión por este estereotipo: “Inspiran, dan fuerza, actúan como modelos a seguir y simplemente hacen sonreír mientras afrontas tribulaciones y dificultades personales”.

Andika señala también que las divas tienen en común la canalización de su dolor y sufrimiento a través de las canciones. En ellas se muestran vulnerables pero a la vez con la fuerza necesaria para alzarse y enfrentarse a sus problemas.

Alaska en concierto. Foto de Publispain.com
Alaska en concierto. Foto de Publispain.com

Cuando reflexionamos sobre figuras que cumplan estas características en nuestro país resulta imposible no pensar en Alaska o Mónica Naranjo. Nadie imagina un Orgullo sin la música de ambas artistas. La primera, referente durante la movida madrileña, fue un icono gay por su estética, por su pasotismo ante las críticas y por ser una misma. Su canción A quién le importa (1986) es un clásico para el colectivo, tanto que fue el himno del Word Pride Madrid 2017. La cantante ha dicho en diversas entrevistas que esta canción “nace sin vocación de himno que es lo más sano y más natural. En su momento lo entendió quién debía entenderlo y ya”.

Por otro lado, Naranjo apunta en el programa de Movistar +: “No sabría decirte por qué el público me tomó como un referente o una diva gay. Yo solo he hecho lo que he sentido y voy a seguir haciéndolo así”. A estas artistas se suman otras como Madonna, Lady Gaga, Beyoncé o Cher, que tienen tan asumido al colectivo como parte de su familia que muchas veces hablan con ellos directamente.

“Algún día creceré y seré una bella mujer”

Desde hace unos años se ha empezado a hablar de la realidad transexual. La música no se ha quedado atrás y también lo ha hecho en sus letras. Un ejemplo es Anthony and the Johnsons en For today I’m a boy (2005):

Algún día creceré, seré una bella mujer.

Pero de momento soy un niño, de momento soy un chico.

La actual revolución pop generada ha conseguido que muchas travestis se hayan convertido en portavoces a través de la música y reivindican su sitio. Uno de los mayores hits en este aspecto es Baloncesto (2015) de La Prohibida. Aún así ella misma dijo en una entrevista en el programa Vodafone Yu en 2017: “Echo de menos que me tomen un poco enserio. Aún soy la travesti”.

La cultura juega un papel principal en la evolución. Alaska apunta en el documental que “las canciones, las películas o la literatura son las que consiguen que luego se consigan ciertos derechos  involucrando a las personas que se preocupan por lograr estas mejoras”.

España ha sido pionera en el matrimonio igualitario y otras medidas. Se ha mandado un mensaje positivo al colectivo, una forma de decir “sí, se puede”, pero aún queda un largo camino por recorrer. Alberto Jiménez de Miss Caffeína reivindicó en el Día Mundial Contra la Fobia LGTB+ en 2018: “Reiteramos nuestra exigencia que, al igual que en 1990 se despatologizó la homosexualidad, la ONU haga lo mismo con la transexualidad”.

Él, junto a su banda, ha lanzado una canción que habla sobre este tema: Oh, Sana! (2016). Su mensaje va dirigido hacia la Iglesia. “Nació de la necesidad de contar una historia cercana a mí. Mi familia ha entendido mi orientación sexual, pero hay gente a mi alrededor con diferentes experiencias en este aspecto. Ser niño en los noventa en una ciudad pequeña y gay es muy jodido. Quería recalcar que parte de la culpa de rechazar lo diferente la tiene la educación católica que hemos recibido”, afirma el cantante.

Así, aunque todo ha cambiado desde Stonewall, las manifestaciones siguen llevándose a cabo cada 28 de Junio. El Orgullo se ha asentado en todos los países -donde se puede celebrar- del mundo. Se ha mostrado como una forma de reivindicar abrazando el orgullo en contraposición a la vergüenza que les habían hecho sentir en el pasado.

El colectivo sale a la calle con alegría, sonriendo, en la acera de enfrente, pero empoderada.  Lucha por sus derechos a través de una fiesta en la que la música tiene un papel protagonista: une a cada uno de los individuos que acuden ese día. Juntos entonan las canciones insignia que les definen. Sobreviviré de Mónica Naranjo, A quién le importa de Alaska, Girls just wanna have fun de Cyndi Lauper, Believe de Cher…Una lista interminable de éxitos musicales sin los que el colectivo no sería lo mismo. Mientras haya música con la que identificarse la lucha continuará.

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