Líneas de deseo: el placer desobediente

Marina Tarragual//

Las líneas de deseo son caminos que aparecen de forma espontánea por la erosión que provocamos al transitar por espacios no habilitados. Líneas imaginarias que traza nuestra mente cuando cruzamos la acera por donde no existe un paso de cebra. Algunos artistas han visto en este fenómeno un vestigio de la sociedad, mientras que muchos arquitectos y urbanistas estudian cómo integrar estas líneas en nuevos proyectos para mejorar la circulación de las ciudades.
Duquesa Villahermosa
Línea de deseo en Duquesa Villahermosa (Zaragoza)

Están en todas partes: zonas residenciales, parques, universidades, centros urbanos y también en las afueras. Pasan desapercibidas, pero todos las aprovechan. Nadie sabe quién fue el primero en cruzarlas, pero todos le siguen. Son grietas que se abren entre la hierba por la erosión que provoca el constante ir y venir de personas. Al igual que el mar desgasta la superficie rocosa de la costa y forma acantilados, el incesante paso de peatones genera estos caminos donde antes solo había césped. Son las llamadas líneas de deseo.

El origen de la expresión “línea de deseo” no está clara, pero es probable que proceda del desarrollo de la Ingeniería Civil en el siglo XX. Muchos sitios web otorgan al filósofo francés Gaston Bachelard el mérito de acuñar el término en su obra La Poética del Espacio (1957). Si bien es cierto que Bachelard habla en ella de usos alternativos del espacio, no emplea en ningún momento la expresión chemins du désire. Estas rutas no oficiales también son conocidas como “sendas de elefantes” y no resulta extraño. Un paso firme tras otro convierte estas marcas deseantes de pocos centímetros en un trazado en el que podrían encajar las patas de uno de estos imponentes animales.

Algunos lo llamarán instinto; otros, mera estupidez. Pero elegir una línea de deseo en lugar de la senda trazada responde a una pulsión y va mucho más allá de lo que entendemos por la palabra atajo. A simple vista, puede parecer una representación terrenal de la lógica humana: escoger el camino más corto entre dos puntos. Y claro que hay líneas que tienen como única función acortar el trayecto. Las de este tipo son muy frecuentes en universidades, donde la tónica general consiste en llegar antes o huir apresuradamente.

Campus Universidad Zaragoza
Líneas de deseo en la Facultad de Medicina de la Universidad de Zaragoza

Sin embargo, no siempre el camino deseado es el más corto. Claudina de Gyves, coordinadora de la Liga Peatonal de México, explica que a veces la gente prefiere un camino no pavimentado por el simple hecho de no estar alterado por el hombre. Es decir, por desear» el contacto con lo natural.

Otro motivo más visceral de salirse del recorrido oficial se encuentra en una pulsión vital de llevar la contraria y romper con lo establecido. Prohibición y deseo van muchas veces ligados. Cuanto más se nos niega algo, más lo anhelamos. Viktor Frankl se ha ocupado desde la denominada logoterapia de estudiar este controvertido interés por llevar la contraria, por salirse del camino marcado. Hay miles de ejemplos cotidianos, pero los más claros se ven en la adolescencia: desde la satisfacción de entrar a la sesión de una película para mayores de dieciocho hasta el regocijo de burlar al portero de una discoteca.

Las líneas de deseo no son solo los caminos horadados en la hierba, también se llama así a los trazos imaginarios entre dos aceras por donde es común cruzar, pero donde no existe un paso de peatones. De niños, se nos educa para que siempre crucemos con el semáforo en verde. De adultos, movidos por un instinto pulsional, ni siquiera esperamos a llegar al semáforo y arriesgamos nuestra vida por ganar unos pocos segundos en nuestro trayecto (y por el subidón de adrenalina que la irresponsabilidad nos provoca, quizá porque este sea el único riesgo que corremos).

calle sadaba
Línea de deseo entre dos aceras en la calle Sádaba, Zaragoza

Arte espontáneo
Desire Lines mapa
Caminos de Central Park. Fotografía de Gagosian

Centenares de caminos cruzan Central Park. No hay una forma correcta de llegar a un punto cualquiera del parque, sino que hay infinitas posibilidades. Más que el destino en sí, lo que de verdad merece la pena es el camino que se va creando según los deseos de cada visitante. La artista Tatiana Trouvé identificó 212 vías oficiales en Central Park a partir de un plano del parque y después los representó en una escultura de bobinas gigantes de colores que se extendía a lo largo y ancho de una de sus entradas principales. Cada carrete representaba una ruta y cada hilo era equivalente a su longitud. Los únicos senderos que no aparecen son las líneas de deseo. Estos recorridos imprevisibles no se encuentran en el mapa y resultan imposibles de medir porque están en constante cambio. Sin embargo, la idea de caminos no construidos –diseñados de forma arbitraria y espontánea– cautivó de tal manera a Trouvé que decidió llamar a su obra “Desire Lines.

 

Tatiana Trouve, Desire Lines
Tatiana Trouvé, Desire Lines

Judy Greenway también es creadora y también se siente atraída por estas pulsionales líneas. Ha participado de forma activa en un foro de Flickr.com en el que se comparten fotografías de senderos situados por todo el mundo. En el imaginario de Greenway, una acera pavimentada y pulida es símbolo de alta cultura, un camino fácil y apto para todos (aunque aburrido). En cambio, compara la línea de deseo con la cultura que, aun con baches e imperfecciones, logra escapar de lo mainstream.

Jan-Dirk van der Burg, fotógrafo holandés, es autor del libro Olifantenpaadjes (Sendas de elefantes) y en este volumen describe estas sendas como atisbos de contracultura. Para él, son movimientos de rebelión silenciosa, evidencia de desobediencia civil. “Estos caminos requieren una cantidad colosal de pasos para erosionar el suelo de modo que la hierba admita la derrota”, concluye.

Ciudades para la gente

Cuenta la leyenda que estaba una vez Walt Disney en uno de sus parques a punto de abrir cuando vio a un trabajador colocando una valla alrededor de una zona con hierba. El productor y empresario se acercó al empleado y le pidió que retirara la cerca porque los visitantes del parque debían caminar por donde deseasen. El magnate de la diversión se aseguró de que no se vallara ninguna zona de hierba y de que, marcadas las líneas de deseo tras el tránsito de los turistas, se pavimentaran los atajos preferidos.

Hoy que nos preocupa más la huella digital que la física, no somos de todo conscientes de que ni la tecnología Big Data ni Google Maps pueden adivinar nuestras verdaderas líneas de deseo. A lo largo de todo el siglo XX, muchos sociólogos como Robert E. Park y la conocida como Escuela de Chicago han intentado adaptar los núcleos urbanos a los gustos humanos para construir así ciudades más humanas.

Plano Brasilia
Plano de Brasilia

Que algo sea estético no quiere decir que resulte atractivo para las personas. En los años 50, el arquitecto Oscar Niemeyer intentó convertir la ciudad de Brasilia en una obra de arte. Una obra de arte que desespera diariamente a sus habitantes. El plano de la capital de Brasil simula la forma de un avión –era la época dorada de este medio de transporte–. Los edificios gubernamentales coinciden de hecho con la cabina de control. Pero esto que parece tan original no es nada funcional. Brasilia está preparada para el tráfico de automóviles, pero mal diseñada para los peatones. Por esta razón, la ciudad es conocida por sus numerosas líneas de deseo y por su alta tasa de accidentes (cinco veces mayor que en cualquier ciudad estadounidense).

 

 

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Brasilia. Fotografía de City Parks Blog

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Brasilia. Fotografía de City Parks Blog

 

 

 

 

 

 

 

 

Por el contrario, muchos arquitectos sí han sabido leer las líneas de deseo y han adaptado los anhelos de los ciudadanos al diseño urbano. Copenhague, por ejemplo, ha puesto en marcha nuevas políticas de planificación que tienen en cuenta las rutas más populares para mejorar la movilidad de los ciclistas. Y en Japón son los transeúntes los que deciden por donde marcharán los caminos en los parques. El urbanista Tom Hulme defiende que las administraciones públicas deben empezar a tener más en cuenta las opiniones de los ciudadanos en la construcción de nuevos espacios y es tan fácil como mirar al suelo. El futuro está en convertir las “ciudades con gente” en “ciudades para la gente” y las líneas de deseo, al final, no son más que verdaderas encuestas a pie de calle. Se podrán poner barreras, tapias o sembrar el césped de nuevo para impedir el paso; pero prohibir algo solo sirve para despertar el deseo.

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