Lo que el embalse se llevó y Virginia Mendoza
Andrea García Cubilla //
Virginia Mendoza es una periodista con vocación de escritora o una escritora con vocación de periodista, ella prefiere llamarse “perioantropodista”. Es una mujer que, en su día, no pudo elegir qué prefería y decidió quedarse con ambas facetas. Ha escrito para medios como Papel, Verne, Altaïr Magazine, Viajes de National Geographic o Píkara y ha publicado libros como Heridas del viento. Crónicas armenias o Quién te cerrará los ojos. Historias de arraigo y soledad en la España rural.
Siempre ha sentido una fuerte conexión con los habitantes de pueblos, especialmente con aquellos condenados a ver cómo su hogar se vacía poco a poco. Con los que quedan cuando todos se van. Pero en Detendrán mi río. Desarraigo y memoria en un rincón de la España sumergida, sus protagonistas no tienen la opción de quedarse. Son los que tuvieron que perder para que el resto pudiera ganar.
Es la historia del embalse de Mequinenza que, en realidad, son tres historias. Es la historia del viaje frustrado del trasatlántico británico Lusitania, cuyo hundimiento provocó la entrada de Estados Unidos en la guerra y cambió los planes hidráulicos de España. Es la historia del proyecto del embalse zaragozano, que tardó años en salir adelante. Pero, sobre todo, es la historia del pueblo de Cauvaca.
De Cauvaca y de Mercedes. Intrínsecamente ligada al pueblo y a su río desde el día que nació. Una vida que inspiró a la autora a cambiar todo lo escrito hasta ese momento para poder centrarse en ella. A través de sus ojos, Virginia Mendoza nos guía por tierras ya destruidas. Nos muestra sus habitantes, sus casas, sus huertos, sus animales, su vida. Desde la boda de los padres de Mercedes hasta la pérdida de su tierra natal. Siempre con el río presente, amigo y enemigo al mismo tiempo.
Es un libro que huele, sabe y se oye como el mar. Que suena a ritmo de bachata y de La Ronda de Boltaña. Con esta masa de agua siempre presente, desde el primer capítulo hasta el último. Un mar de agua dulce que era infinito para las gentes que vivían a su vera y al que rezaban cada día para que no los inundara. El lugar que, más adelante, fue apropiadamente apodado como “el Mar de Aragón”.
Con sus detalladas descripciones y la narración fluida tan característica de su autora, Detendrán mi río busca sacar del olvido historias y paisajes tan reales como enterrados, darles su merecido reconocimiento. La página web www.detendranmirio.es, creada por Mendoza, incluye un mapa-reportaje con todos los pueblos españoles que quedaron fuera, mientras el libro se centra en la tragedia de Cauvaca y sus alrededores sin demonizar al propio embalse ni a sus trabajadores. Logra la empatía hacia ese pequeño rincón de Aragón y el eterno desarraigo de sus gentes.
Desde hace años, en Zero Grados hemos seguido la trayectoria periodístico-literaria de Virginia Mendoza, por lo que no hemos podido resistirnos a una entrevista con ella.
Llevas años dedicada a retratar y a recoger las experiencias de los pueblos españoles. Ahora, en Detendrán mi río, te ocupas en concreto de los enterrados bajo un pantano. ¿De dónde nace ese interés tuyo por los pueblos?
Soy de pueblo y me tuve que ir. Me fui a los 12 o 13 años, en ese momento en el que tu mejor amiga es el centro del mundo, empiezas a definir tu personalidad y comienzas a salir con los amigos; tuve que irme de repente y ser la nueva en otro lugar, me sentí desarraigada. Creo que eso es lo que ha hecho que, años después, tenga esa conexión no solo mi pueblo, sino con la España rural en general. Empezó un poco por ver cómo vivían aquellos que sí que se habían quedado en pueblos que se habían ido deshabitando y en los que eran últimos vecinos, no era el caso de mi pueblo, pero sí que recuerdo sentir esa intriga en mi adolescencia por los que se habían quedado.
Cuando me empecé a dedicar al periodismo y la antropología, me llamaba mucho la atención cómo seguía la gente viviendo en el pueblo hasta el último momento. Al principio lo que buscaba eran historias de arraigo y luego quería ver la otra cara de la moneda: el desarraigo, que fue lo que me llevó de esos pueblos en los que sí podía resistir una persona o dos a esos otros pueblos que ya no existen porque se expropiaron e inundaron.
¿Qué referencias literarias y periodísticas tenías a la hora de escribir el libro?
Ha ido muy variado. Para mí, desde el principio, sobre todo cuando empecé a escribir algo más periodístico y antropológico, que fue en Armenia, mi mayor referente era Richard Kapucinski y luego, cada vez más, Leila Guerriero. Pero luego he ido encontrando, a medida que me centraba en una historia más específica, otros referentes por el camino. Si me centro en una historia más personal, está Susan Orlean y, de nuevo, Leila Guerriero para centrarme en una historia más sencilla. Para contar el drama que supone un pueblo sumergido con su antes, su durante y su después, me he basado también en Hiroshima de John Hersey.
Al principio no iba a ser una historia de una huerta, ni de una persona, ni de una familia. Iba a ser una serie de historias sobre pueblos pequeños que han sido sumergidos en el resto de España. Ha ido cambiando un poco, aunque los referentes, en cierto modo, siempre han sido los mismos.
Me ha sorprendido que en el libro mencionas canciones como Iberia sumergida o Extremaydura, ¿cómo te inspiraron?
La música es muy importante para mí, mi madre siempre dice que soy fruto de un concierto. Es algo que siempre está conmigo y que, a la hora de escribir, es muy importante. Soy incapaz de escribir sin escuchar música. Para este libro me creé una playlist que empezó con canciones que me recordaban al mar, lo que quería era que ese primer capítulo en el que está María conociendo el mar se impregnase de alguna manera de esa cadencia que te recuerda al mar. Así que me ponía música que yo relacionaba con el agua: la bachata, el merengue, música con una influencia innegable del Caribe. Me fijo mucho en la musicalidad de la escritura, por lo que este libro no podía ser menos.
Tanto Iberia sumergida como Extremaydura fueron lo que me hicieron querer saber más sobre este tema. Llevo desde la adolescencia escuchando Extremoduro y me llamaba la atención el verso que dice “tenemos el agua al cuello por un puto pantano”. Yo quería saber cómo condiciona el ser extremeño al hecho de que te expulsen de tu casa para construir un pantano. Me empezó a llamar la atención con esa canción y luego, con Iberia sumergida, igual. Es una canción que no habla de pueblos sumergidos exactamente, pero a mí me hacía recordar eso. Podría decirse que la semilla del libro está en esas dos canciones, que me han seguido acompañando mientras lo escribía porque la playlist del libro incluye un poco de todo. No solo tiene esa bachata que me ha ayudado a conseguir esa cadencia del mar en el primer capítulo, sino que tienes también canciones más reivindicativas: canciones de Labordeta, de IXO RAI, de La Ronda de Boltaña; aragoneses que, a través de la música, han denunciado esa forma tan injusta y violenta con la que se expulsó a la gente para que nos beneficiemos todos.
Este libro se ha publicado a través de la editorial Libros del K.O., ¿cómo es trabajar de nuevo con sus editores?
Es un aprendizaje constante. Yo trabajo siempre con Emilio Sánchez y nos entendemos muy bien, tan bien que lo que yo le vendo es una idea aún por desarrollar. Nuestros respectivos entusiasmos se retroalimentan. A lo mejor yo un día pienso algo y digo: “esto es inviable, esto no lo va a querer nadie” o “¿dónde me he metido? No voy a encontrar la manera de contar esto”. Pero Emilio se entusiasma con esto, por lo que yo también me entusiasmo y creo que me va a ir bien.
Cuando decidí que no quería que este libro fuera una serie de historias sueltas de pueblos sumergidos sino algo mucho más narrativo que se iba a cruzar con el último viaje del Lusitania, pensé que se me estaba yendo la cabeza completamente y no iba a encontrar la manera de hilarlo. Yo esto lo hago desde el lado del periodismo y la antropología, para cualquier cosa iba a tener que contactar con los protagonistas para que me dieran todos los detalles. Sabía que me estaba metiendo en algo que me podía destruir mentalmente. Pero, al mismo tiempo, estaba muy motivada y, al contárselo a Emilio, este también se emocionó.
Esto hace que me ilusioné y me complique cada vez más. Trabajar con él es genial por esto y porque aprendo muchísimo. Realmente, yo no hacía un periodismo tan narrativo hasta que empecé a trabajar con él en el anterior libro. Recuerdo cuando me empezó a proponer cambios en los primeros capítulos, era un reto constante porque me pedía que convirtiera una frase en un arranque para una novela de espías; es un desafío tremendo porque no puedo inventarme nada, pero al final uno siempre encuentra los recursos. Me gusta cómo me impone estos retos, cómo aprendo y cómo acabo viendo películas para conseguir inspiración para reportajes. Me resulta muy enriquecedor. La edición de Detendrán mi río ha sido más liviana porque yo ya sabía el nivel que me exigían, no ha requerido tantos cambios. La influencia se nota mucho en la parte de María; cuando cuento sus sensaciones con el mar o cómo tiende la ropa, antes no dedicaba tanto tiempo a estos detalles. Me limitaba a contar la historia y presentar a la persona, cosas inmediatas. Ahora me acerco más a lo audiovisual.
Virginia nos cuenta que tiene y quiere continuar con el mapa-reportaje y seguir contando historias de la España sumergida. Sin embargo, sus pasos por ahora la alejan de Caspe y de Zaragoza, donde ha vivido estos últimos años, la encaminan hacia otros rincones del país.