Los consumidores de desamor

Cine, música y redes sociales se inundan de referencias a rupturas y amores terminados. En Croacia, en el Museo de las Relaciones Rotas, los retazos de esos corazones cuelgan de las paredes, en una galería que ha convertido los adioses y el desamor en arte.

Estamos rodeados de desamor. Los muros de nuestras redes sociales rebosan suspiros virtuales por esa historia que no puede ser. Todos hemos tomado un café en el que una amiga se agarra al vaso y te cuenta que todo ha terminado mientras le dices que todo irá bien y que era un imposible. “Para estar mal es mejor no estar”. “Salimos este sábado”. “Ponnos otra”. Escuchamos canciones de corazones rotos y de chicas de sonrisas increíbles. Las rupturas se convierten en himnos y se graban a fuego en nuestra memoria. Tarareamos finales. Lloramos con nuestro MP3 y nos identificamos con ese verso. “Parece que esté hablando de mí”.

El cine lo ha convertido en tema principal y aunque Hollywood esté lleno de finales felices no faltan relaciones que quedan atrás antes del sempiterno comieron perdices. En la pequeña pantalla, los desamores han empezado a cobrarse en euros y medirse en shares, mientras desde el sofá se toma partido en la historia gris del último famoso de turno.

Todos, alguna vez, hemos vivido un adiós.

En Croacia, decidieron colgar esos adioses de las paredes de un museo y convertir el desamor en arte.

Una de las salas del museo
Una de las salas del museo

Localizado en el palacio barroco de Kulmer, en la parte alta de la ciudad la zona más histórica de Zagreb y rodeado de galerías más tradicionales, se encuentra El Museo de las de Relaciones Rotas. En sus paredes cuelgan objetos que simbolizan el final de historias que no pudieron ser. Sus tres salas, de composición sencilla y paredes blancas, son el refugio de decenas de puntos y final que llegan al visitante en forma de objetos y de explicaciones elaboradas por sus antiguos dueños. Pequeñas piezas de la vida diaria que se han convertido en un símbolo y en una suerte de ceremonia que permite superar el adiós.

Un vestido para un adiós
Un vestido para un adiós

Cuando visité el museo había una cola que serpenteaba, bebiendo explicaciones de esos puntos y final. Gente joven, en su mayoría. Grupos de amigos y parejas atraídas por el nombre del museo, por su idea o por su reconocimiento internacional. Desfilaban entre rupturas, etiquetadas con sus países y la fecha en la que todo pasó. Comentaban los objetos, empatizaban con sus poseedores. Consumían desamor.

Hay quien confesaba en el texto, en forma de pequeña purgación, que la culpa fue suya. Como ese chico que le regaló un bajo a su novia para intentar arreglar las cosas. Ella nunca lo aceptó porque él se había portado muy mal. La culpa de todo fue mía reconocía él. Hasta ese momento el bajo- el instrumento que ella siempre quiso tocar- cogía polvo en su casa, recordándole que fue él quien le obligó a marcharse. Otro chico exponía la carta que le escribió a una niña de 14 años cuando ambos huían del conflicto Yugoslavo. Las familias de ambos viajaron un tiempo juntas, pero se separaron antes de que aquel adolescente enamorado entregase su mensaje. Ahora, solo esperaba que ella hubiera llegado a un lugar seguro. Y que hubiera tenido una vida feliz.

Una de las salas exhibía un zapato de tacón. Enviado por una prostituta de Amsterdam, la mujer contaba en el texto que era el tacón que llevaba puesto cuando, en una sesión de dominación, reconoció al cliente tendido en el suelo como ese amor de hace más de quince años atrás. De otro país, otro momento y otra situación muy diferentes.

Hacha con la que la berlinesa destruyó las posesiones de su novio
Hacha con la que la berlinesa destruyó las posesiones de su novio

Algunas historias eran más cotidianas. Junto a una bolsa de palomitas, en un texto conciso, un hombre explicaba que echaba de menos las muestras de aquella vendedora de la que estuvo enamorado. “La echo de menos a ella, a las muestras y a su perro”. Otras ,en cambio, parecían sacadas de una película de amores tormentosos, como el hacha con el que una mujer berlinesa destrozó los muebles y posesiones de su novio cuando este le abandonó por otra. Cuando él volvió a casa a buscarlas, los pedazos estaban empaquetados en cajas.

Decenas de historias se suman cada año a estas paredes y a la exposición itinerante que recorre el mundo y que comenzó cuando los creadores del museo, Olinka Vištica y Dražen Grubišić, decidieron exponer los retazos de su relación y animar a sus amigos a hacerlo. Enriquecido con desamores de todas las regiones se convirtió en museo permanente en el año 2010 y anima a aquellos con el corazón roto a dejar testimonio. Además de la exposición, en el museo de la capital croata podemos encontrar también una tienda que nos ofrece camisetas, postales de ruptura y gomas para borrar las malas relaciones con el objetivo de poner una sonrisa en las historias tristes.

Probablemente, una de las historias más llamativas era la que acompañaba al corcho de una botella de champán. El corcho de la botella que sus amigas compraron para brindar cuando, semanas antes de la boda, descubrió que su futuro marido le era infiel. Para ella, el símbolo de haber esquivado una mala historia.

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Un par de semanas después coincidí en Osijek con una pareja croata. Ella estudiaba en la Academia de Bellas Artes. Él tenía una cresta sin peinar y un skate destrozado sobre el que llevaba un mes de caídas, tocaba el bajo doble y pasaba maría en el centro de Zagreb. Ambos habían estado en el Museo y les había parecido una idea increíble. Me comentaron que en Osijek se estaba hablando de abrir uno de las relaciones felices, al que solo parejas que hubieran estado más de cincuenta años juntas podrían enviar sus objetos.

No creo que nunca se haga- dijo él.

Autora:

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Estudié periodismo porque creía, y aún creo, que la información puede cambiar el mundo. Devoro libros y series, vivo con los cascos y la sonrisa puestos y consumo los podcast más extravagantes. También discuto sobre política y tengo un cuaderno lleno de notas sobre todas las cosas de las que quiero escribir.

Twitter Blanca Uson


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