Los criterios del (des)amor
Carla Muñoz //
Ayer quedé con unas amigas. Hacía mucho tiempo que no nos veíamos y queríamos ponernos al día con nuestras vidas. Susana había encontrado un nuevo trabajo y Laura estaba inmersa en su último año de universidad. Pregunté por Sara, que no había podido asistir. “Estará de resaca, salió ayer”, fue la respuesta que obtuve. Desde que Sara lo dejó con Pablo sus fiestas son frecuentes. Fue una ruptura un poco drástica, pero ahora ella parece más feliz. Después de casi cuatro años de relación, y a pesar de quererlo mucho, no se veía preparada para estar toda su vida atada a una persona. “Tanto no lo querría si no tardó ni dos semanas en acostarse con otro”. Esa afirmación solemne, que salió de boca de Laura, cae sobre la mesa como plomo. ¿Cuál es el problema si Sara decide aprovechar su recién estrenada soltería?
Muchos dirán que esta recriminación está justificada, puesto que es necesario “un periodo de luto” al terminar una relación. No obstante, la actualidad nos demuestra que, al hablar de amor, nada está escrito. John Allan Lee clasifica el amor en seis categorías, entre las que podemos encontrar tanto el amor pasional como el amor casual, y ninguno de ellos es más o menos válido. Existen tantas formas de amar como personas, y, por tanto, no tenemos derecho a catalogar un comportamiento como inadecuado cuando hablamos de sentimientos. Además, a Pablo no se le está pidiendo el mismo luto. Sus amigos y él son muy activos en redes sociales, y no han mostrado recato alguno a la hora de mostrar sus fiestas. En más de un video podemos ver a Pablo acompañado de una o varias chicas, y de boca de sus amigos sólo salen halagos. Nadie nunca ha comentado una falta de empatía con la que fue su pareja por tanto tiempo. Para la gente, Pablo “lo ha superado”; Sara, “nunca lo ha querido”. La censura recae, como en otras muchas situaciones, en la mujer.
Me extraña sobre todo que el reproche haya salido de boca de Laura. Ella se autoproclama feminista y es muy activa en cuanto a este tema se refiere. No se calla ante las injusticias y sus acciones son sinónimo de “sororidad”. Sin embargo, su comentario es claro ejemplo de cómo el machismo está arraigado en nuestra sociedad hasta el punto de resultar casi imperceptible. ¿Y es menos feminista Laura por presentar en ocasiones una actitud machista? Para mí, no. Todos tenemos este tipo de actitudes porque nos han criado con ellas, lo importante es darse cuenta y cambiarlas. Además, el terreno sentimental sigue siendo un tema controvertido a la hora de hablar de diferencias entre hombres y mujeres. La mujer siempre ha sido asociada con los sentimientos; los hombres, con la razón. Esto se ha manifestado de diferentes formas: a las mujeres se les ha otorgado la tarea de la crianza y el mantenimiento del hogar; al hombre se le ha atribuido la responsabilidad de trabajar y de defender a su familia.
La forma de pensar ha cambiado, pero ha dejado posos. La gente se lleva las manos a la cabeza al escuchar que las mujeres no pueden trabajar, pero el hombre sigue “ayudando con los niños”. Podemos trasladar esto al terreno del amor, y también cuando este se acaba. La mujer debería sufrir más en una ruptura porque “está en su naturaleza ser sentimental”; la racionalidad y fortaleza del hombre no le permite llorar por amor. No obstante, un estudio realizado por las universidades de Plymouth y Wolverhampton, en Reino Unido, demuestra que no existen diferencias evidentes entre hombres y mujeres a la hora de enfrentar una ruptura, puesto que esto depende del individuo y no de su sexo. Qué sorpresa, lo próximo será descubrir que los peces nadan.
La teoría la llevamos muy bien, lo complicado es trasladarla a la práctica. Es por tanto nuestra tarea conseguir que este concepto cambie. Un primer paso sería comenzar a cuestionar nuestras propias acciones y entender la raíz de nuestro comportamiento. Otro, alzar la voz al ser testigos de conductas injustas que atenten contra la libertad del resto. Que el comportamiento sexual de una mujer o su manera de afrontar una ruptura no sea orden del día en una reunión entre amigas. Porque como afirma Simone de Beauvoir, “Que nada nos defina, que nada nos sujete. Que sea la libertad nuestra propia sustancia”.