Los héroes que vinieron a salvarnos

Paz Pérez//

Cuando me siento frente a una película comercial, en un escenario apocalíptico que parafrasea un sistema injusto y dogmático siempre surge el mismo pensamiento: con el héroe hemos topado.Representación del héroe en el cine para Zero Grados

La idea de Umberto Eco en su libro Apocalípticos e integrados sobre que Superman nació indestructible no se refería al origen y mitología en torno al kriptoniano. Es decir, no era por la condición del alienígena superpoderoso como personaje, sino a la creación de un producto de entretenimiento de consumo infinito. El héroe volador, al igual que todos los héroes, podrá morir pero siempre revivirá.

El cine, como vehículo de comunicación y entretenimiento, comenzó a adoptar a personajes heroicos que protagonizaban películas tautológicas aferradas a una misma estructura: primero, una atmósfera futurista y oprimida por un villano; segundo, un héroe estándar que aparece para salvarnos.

No entran aquí las grandes películas del cine revolucionario dirigidas por Eisenstein o Tarkovski, ni los héroes que lo son como personaje que blande una amplia bandera de valores como el protagonista de El hombre que mató a Liberty Balance. Sino de aquellos que combaten su propia lucha frente a un escenario revolucionario, pero ajenos a él y a la lucha social. De aquellos inmersos en acciones realizadas únicamente en favor de sí mismos. Son las películas comerciales que expresan vagamente, y sin mucho afán, una crítica sencilla y plana, que hace pensar pero no lo suficiente. Un relato ajeno a un guion ideológico que, en el fondo, no va a ninguna parte.

Hagamos héroes

En estas películas el argumento es claro: seguimos necesitando héroes que despierten a una sociedad que no siente, ni vive, pero padece. Un salvador que no deviene en otra cosa, que no trasciende ni como ideólogo, ni como líder, ni como dictador. Un héroe.

máscara de V de Vendetta para Zero Grados
Máscara de V de Vendetta

El héroe es retratado como una figura inspiradora, vehículo de los valores de la comunidad que lo alumbra y encargado de su mantenimiento. No es un hombre, es una ficción que desempeña una labor grupal. El ejemplo más claro de esto es V de Vendetta. V no es un superhéroe como Superman, es algo distinto. Se podría decir que Superman es un símbolo de lo que el pueblo quiere ser, pero, aun así, es un justiciero. Tiene una misión que cumplir. Busca en todo momento el bien común y para lograrlo hará uso de sus poderes sobrehumanos. No es el caso de V. V es un vengador y es la venganza en sí misma. Surge del propio pueblo, no tiene rostro, no tiene ojos, no tiene memoria y se niega, en todo momento, a quitarse la máscara. Su falta de identidad tiene un propósito: soterrar, sin mucho esfuerzo, el paternalismo que se respira en el argumento de la película.

La última escena de la película pone énfasis en esta idea. Los londinenses salen a las calles disfrazados de V para apoyar su revolución y, ante la explosión del edificio del Parlamento, se quitan las máscaras, descubriendo los rostros de todos los personajes de la película. Tanto los vivos, como los muertos. Una forma de mostrar que el pueblo despierta cuando el héroe muere.

-¿Quién era él?- le pregunta el detective Finch a Evey

-Era Edmon Dantes –contesta- él era mi padre, y mi madre, mi hermano, mi amigo. Él era usted y yo, él era todos nosotros.

Aunque esta escena resulte esclarecedora e, incluso, inspiradora, el héroe queda retratado como una simple brújula. El resto del relato no acompaña a la idea final de que él era todos nosotros, sino a la de que un personaje se apodera del cambio social motivado únicamente por su venganza personal. Se convierte así en un ente ficticio que necesita un pueblo para cumplir su propia ambición, en un destello de luz que adivina un camino diferente a lo establecido, que sacude la conciencia del resto.

Esta construcción del héroe define -por contraposición- a la sociedad como un ente pasivo que se deja llevar sin reflexionar sobre si el camino es conveniente, sin decidir hacia dónde se quieren mover. Primero es arrastrada por el líder tiránico y malvado hasta que finalmente el héroe surge para decirles que eso no está bien. Esta película termina dejando un sabor de boca amargo:la idea de masas sin coincidencia, ciega y heterogénea, sobrevive. Un vicentismo almidonado que despoja de identidad a la sociedad.

El héroe ya no se preocupa de nosotros

En la lucha del héroe se manifiestan los anhelos de la sociedad. Sin embargo, en este tipo de películas donde el héroe se forma de una manera demasiado casual, la revolución parece una consecuencia más de todos los actos de un solo personaje. La cultura popular y su búsqueda constante de héroes se suman a una industria que engulle toda realidad que pueda reportarle dinero.

El héroe parece inmortal como idea, porque siempre lo buscamos, tanto en la ficción como en la realidad. Sin embargo, no puede sobrevivir vacío, carente de valores, sin la búsqueda de un bien mayor que esté por encima de sí mismo. Estas películas reflejan únicamente la lucha de un solo personaje que se mueve sobre un clima revolucionario pero que no atiende al mismo. Sus motivaciones son únicamente personales.

El héroe de In Time es un ser humano que se encuentra en una situación extraordinaria. La mayoría del tiempo no sabe ni cómo manejarse. La lucha como necesidad social es solo una capa superficial que envuelve sus intereses, que aunque cuestionen el sistema, lo hacen desde una perspectiva individual que no consulta con el resto. La revolución se mimetiza con el apocalipsis, como si no pudieran existir la una sin la otra, y no responde a la idea natural de desobediencia colectiva sino a la dinámica centrípeta de un héroe. Hegel habla de esto explicando que el héroe es conocedor de la verdad última del mundo pero, en el fondo,  solo responde a la búsqueda de la satisfacción de su ambición personal.  Los motivos para enfrentarse al poder son siempre individuales.

Para crear al héroe, es necesario un escenario futuro -que claramente hace concesiones a las situaciones sociales actuales- donde un tirano se haya apoderado de la sociedad. Un villano que justifica la presencia de un héroe. En la película, podemos ver cómo el héroe se convierte en héroe como fruto de la casualidad porque, tras un hecho que le sacude la conciencia, conoce a un millonario que le cede todo su tiempo. Se crea un mito que transcurre de la ideación a la concreción: lo impensable hace unos instantes es logrado por una figura anónima que cobra valor con ello. Otro ejemplo, V de Vendetta  se embadurna de los tintes revolucionarios, pero mantiene como causa su venganza y como único revolucionario a este héroe, dando la sensación de que la revolución es una consecuencia más, intrínseca en su vendetta y que se debe llevar a cabo a través de un líder y no a través de fuerzas colectivas.

En In Time el héroe se dibuja como un individuo que, ante la misma realidad de impotencia y carencia de fuerza a la que se podría enfrentar cualquier otro, logra vencer todas las barreras. Por eso, el héroe se proyecta como una compensación. Por eso, el héroe no puede morir, porque el héroe somos nosotros o la anulación de nuestros miedos. Somos nosotros siempre y cuando el héroe se mueva sobre una capa ideológica y social que lo convierta, en cierta medida, en un líder social que absorba nuestras necesidades y las resuelva. Esta condición sine qua non no se lleva a cabo en este tipo de películas.  Donde las consecuencias, el aquí y ahora, importan más que las causas.

Escena de In Time para Zero GRados
Escena de In Time

El héroe parece surgir ante una necesidad específica social, sin embargo, al ahondar en las historias de nuestros héroes más comerciales,nos damos cuenta de que son un producto banal que aparece por generación espontánea. La razón en V de Vendetta es la tortura que sufre el protagonista por ser diferente, en In Time porque su madre muere al quedarse sin tiempo y en los Juegos del Hambre porque el nombre de la protagonista sale de una urna que marca su destino.  En cualquier caso, son los hechos concretos que golpean al héroe los que ponen sobre la mesa la injusticia del sistema. De ninguna manera, esta es planteada desde un clima de indignación social que mueva a grupos hacia un cambio. Es el nacimiento de un héroe que por azar cobra conciencia del mundo antes que el resto de la sociedad y les muestra cuál es el siguiente paso.

El héroe agoniza, pero no puede morir

El héroe como producto comercial – aquel carente de valores morales o sociales- desplaza al héroe como constructo simbólico –la representación de nosotros mismos a través de la figura de hombre ideal-. Sin embargo, tanto el primero como el segundo son irremediablemente paternalistas. Podríamos decir que el héroe es un padre que guía a un hijo que aún no ha adquirido la madurez necesaria para enfrentarse a las decisiones que acarrea una vida, una situación, una sociedad. Así, las películas nos retratan como un niño que no sabe cruzar la calle solo, que busca una mano que le guíe: el héroe. Incluso cuando este no responde tanto a nuestras necesidades como a sus propios intereses, sigue siendo la única respuesta en estas películas que nos susurran que, como colectivo, somos incapaces de reaccionar.

En tiempos de crisis estamos más perdidos que nunca y por tanto se acrecienta esta necesidad de guías. Es una época gris de seres repetidos en la que la gente suspira resignada por la uniformidad que nos dibuja. El filósofo francés Jean Paul Sartre argumentaba que el hombre es un punto en el Universo: un punto que está solo, una entidad minúscula que se mueve en el vacío, en el amplio vacío universal y en el propio vacío de su existencia. Esto parece reafirmarse en plena crisis económica y de valores, y en este contexto el héroe brota con más fuerza, como la imagen de un individuo glorioso, una vía escapatoria ante la impotencia del individuo en el sistema, una proyección a modo de esperanza.

Estos héroes fílmicos ya no tienen valores, no tienen conciencia social. No en las películas comerciales. Son meros sujetos que sin explicación, sin características especialmente superiores al resto, logran terminar con un sistema que oprime a toda una sociedad. Y todo, sin propósito. ¿Por qué nos siguen gustando? Porque ante ese panorama que dibuja Sartre, parece que somos menos insignificantes si tenemos héroes. O si podemos aspirar a serlo.

El héroe es un copy paste que ha ido perdiendo forma a medida que se ha reproducido. Se le ha despojado de todos sus significantes, y ello nos aleja de la idea de una rebelión natural aumentando más el paternalismo al que esta figura ha respondido siempre. Una forma sutil de perpetuar una idea que ya parecía superada.

Feuerbach afirmaba que Dios estaba creado a imagen y semejanza de los hombres, luego llegó Nietzsche y lo mató, y nos mató. Asesinó a esa parte de la cultura popular que veneraba la necesidad de un dios como forma de identificarnos como masa. Liquidó al que establecía los límites entre el bien y el mal. Los héroes eran hijos de los dioses, los héroes están creados a imagen y semejanza de los hombres, y solo falta que alguien diga: los héroes han muerto. Y entonces naceremos nosotros.

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