Losers

Texto: Tim Stark. Traducción: Marta Sofía Ruiz//

La voz de un norteamericano en España

Más allá del mundo de los deportes, ¿tiene el concepto de perdedores y ganadores algún significado para ti? En Estados Unidos es probablemente la metáfora más importante, la que permite mantener las condiciones de vida actuales del país. Nos permite justificar por qué no nos hacemos cargo de las personas. Que yo tolerase que mi sociedad permita que la gente duerma en las aceras junto al rascacielos de lujo en el que vivía en San Diego, que dejara pasar sin protestar los comentarios de mis relativamente acomodados colegas del Sur de California que decían que algunas personas no se habían ganado la comida, que estuviera demasiado ocupado para ayudar a las personas con graves problemas mentales que vagabundeaban por mi vecindario, sin ayuda y de camino al siguiente arresto, es lo que me convierte en americano. Casi tanto como cualquier otra faceta de mi existencia.

Que mi mujer española no lo pudiera tolerar, que no pudiera ignorar a estas personas de la misma forma en la que yo lo hacía todos los días es el motivo por el que ahora vivimos en España.

La Guerra de Secesión americana terminó en 1865 y hace unas semanas, 152 años después, hubo un debate público sobre lo apropiado de una estatua (Silent Sam) situada en los terrenos de la Universidad de Carolina del Norte que conmemora la paliza que recibió una mujer negra que insultó a una dama blanca del sur. La estatua no fue erigida hasta 1913, casi cincuenta años después de la guerra, cuando ya se podía ver la llegada del liberalismo y el fracaso de la edad de oro del capitalismo del Laissez Faire de los Estados Unidos. La mayoría de los monumentos confederados de los Estados Unidos fueron erigidos en el siglo XX por razones políticas y no históricas -durante el movimiento por los derechos civiles, 100 años después de la guerra, hubo 45 inauguraciones-. Cuando el presidente Franklin Roosevelt creó la Administración del Seguro Social de los Estados Unidos en 1935 fue obligado a incluir medidas que excluyeran a los granjeros negros pobres del sistema para conseguir el apoyo de los estados del sur. El presidente Nixon, en 1970, despidió a su Secretario de Vivienda y Desarrollo Urbano porque sus esfuerzos para integrar y conseguir una vivienda igualitaria para blancos y negros estaban alienando a demasiados votantes. La base histórica de la idea moderna de las clases de personas, ganadores y perdedores, los que se lo merecen y los que no, es una continuación del dominio de la cultura esclavista -originalmente británica- de los Estados Unidos. Los políticos continúan explotando esto en su beneficio y a costa de los demás -incluso de los ganadores-.

Silent

Para mí, la cultura es un revestimiento que puede mejorar  –o mimar y aprovecharse de– la naturaleza humana. Numerosos escritores afirman que la gente votó a Trump porque habían sido apartados por el neoliberalismo y estaban sufriendo: Todo está bien y puedes tolerar a tus vecinos si tienes suficiente dinero, “pero cuando te toca”… Aún así, hasta la fecha, ningún estudio serio y disciplinado sobre las elecciones han establecido una correlación entre votar a Trump y  un determinado estatus económico. El único factor fiable parece haber sido el racismo y parece que todo lo que hizo Trump fue darle a la gente la oportunidad de actuar con tanto odio como siempre habían querido actuar. Y nuestra cultura no parece oponerse a ello.

Ahora en los Estados Unidos estamos preocupados sobre la pérdida de libertad que podría derivarse de garantizar una sanidad universal y otras cosas tontas como esa. La libertad es tratada como el mayor de nuestros tesoros culturales y su asociación con la idea de que, por supuesto, no querríamos que nuestro gobierno se implicase en nuestro sistema de salud (¡o que pusiera sus sucias manos en cualquier otra cosa!), y que en estos tiempos duros que corren no hay suficiente dinero para mantener a todos, es lo que hace necesario que haya ‘perdedores’ en los Estados Unidos. Justifica su existencia (y nuestra riqueza).

Homeless in SD

Pero esto nos matará por dentro -o quizás ya lo haya hecho-. En una entrevista reciente con la filósofa Adela Cortina sobre su idea de ‘Aporofobia,’ el reportero de El Mundo, Pedro Simón, nos recordaba que en todos los modelos sociales, al final, “solo vale el que tiene éxito”. Si esta idea enraíza en España, algunos, incluido yo mismo, diremos que está moralmente perdida.

Mis nuevos amigos son lo suficientemente amables como para asegurarme que aquí estoy más en casa, que la crueldad americana también me estaba afectando y espero que tengan razón. Pero no puedo decir que sea mejor que mi cultura. Cuando mi mujer pasaba un semestre conmigo en California, a veces le dejaba dinero para gastos en una taza de café en su despacho. Ni una vez le vi utilizarlo para comprarse nada, pero todo desapareció. Solo espero que resulte ser verdad que, como ella, prefiero la dignidad a la riqueza.

La cultura americana parece defender que algunos pueden tener dignidad mientras que otros, a su lado, no tienen ese derecho. Esto, por supuesto, no tiene ningún sentido –la dignidad no tolera convivir con su opuesto en una sociedad– y esta paradoja es la que, entre otras cosas, ha convertido a los Estados Unidos en un estado acuartelado que usa la brutalidad económica, legislativa y policial en contra de los negros, los pobres, los extranjeros y las mujeres para intentar probar lo indemostrable, esta idea de que hay ganadores dignificados y justificados perdedores en la carrera por los derechos humanos básicos. Hablemos más de ello pronto.

Versión original

Does the concept of winners and losers, outside of sports, have any meaning for you? It is easily the most important metaphor to maintaining current conditions in the United States. It enables us to justify not taking care of people.  That I tolerated that my society allows people to sleep on the sidewalk outside of my luxury San Diego high-rise, that I let it go unchallenged when my relatively wealthy Southern California colleagues casually stated that some people haven’t earned food, that I was too busy to help the severely mentally ill that wonder around in my neighborhood, unassisted and on their way to their next arrest, is what makes me an American as much as any other facet of my existence.

That my Spanish wife cannot tolerate this, that she cannot walk past these people like I did every day, is why we now live in Spain.

The American Civil War ended in 1865, and, a few weeks back and some 152 years later, there was public debate (?!) on the appropriateness of a statue (Silent Sam) on the grounds of the University of North Carolina commemorating the whipping of a black woman for insulting a (white) “Southern lady”.  This statue was not erected until 1913, almost 50 years after the war, when one could see the coming dawn of liberalism and the failure of the Golden Age of Lassez Faire capitalism in the United States. Most of the confederate monuments in US were erected for political, not historical, purposes, and in the 20th century (45 dedications during the civil rights movement, 100 years after the war).  When President Franklin Roosevelt created the Social Security Administration in 1935, he was forced to include a means to exclude poor black farmers from the system in order to get the support of the southern states.  President Nixon, in 1970, fired his Secretary of Housing and Urban Development, George Romney, because his efforts to integrate and make equal black and white housing were alienating too many voters.  The historical basis of the modern idea of classes of people, winners and losers, those that deserve and those that do not deserve, is the continued dominance of the (originally British) slave culture in the US.  Politicians continue to exploit this to their benefit and at the expense of everyone else (even the “winners”).

To me, culture is an overlay that can improve, or pander to and exploit, human nature.  Humans are selfish and racist.  Countless writers claim that people voted for Trump because they were cast aside by neoliberalism and were suffering: Everything is fine and you can tolerate your neighbors if you have enough money, “pero cuando te toca” (but when you are suffering).  Yet no serious and disciplined study of the election to date has correlated voting for Trump with economic status.  The single reliable factor seems to be racism, and it appears that Trump simply gave people the opportunity to act as hateful as they had always wanted to act.  Our culture does not seem to be opposing that.

So of course now we have this concern in the US about the loss of freedom that would come with having all people guaranteed the availability of medicine and other silly things like that.  Freedom is held as the greatest of our cultural treasures, and its association with the idea that we of course would not want the government involved in our health care (or put its filthy hands on anything!), and that we of course in these hard times don’t have enough money to sustain everyone, is what requires that there be some losers in the US.  It justifies their existence (and our wealth).  

This will kill us inside (or perhaps already has).  In his recent interview with the philosopher Adela Cortina on her idea of ‘Aporofobia’, El Mundo reporter Pedro Simón reminds us that all social models eventually “sólo vale el que tiene éxito.”  If it takes hold in Spain, some, myself included, will say that Spain is morally lost.

My new friends are kind enough to assure me that I am more at home here, that the cruelty was getting to me too, and I hope they are right.  But I can’t claim to be better than my culture.  When my wife would spend a semester with me in California, I would leave her some ‘walking around money’ in a coffee cup on her desk.  I never once saw her use it to buy anything, yet it all disappeared.  I can only hope it will turn out to be true for me that I too prefer dignity to wealth.  

American culture seems say that some can have dignity while others, at their side, do not.  This of course does not make any sense – dignity does not tolerate its opposite within a society –  and this paradox has among other things turned the US into a garrison state that uses force, in the form of economic, legislative, and police brutality against blacks, the poor, “foreigners”, and women, to try and prove this unprovable thing, this idea that there are dignified winners and justified losers in the race for basic human rights.  Let’s talk more about that soon.

2 comentarios en “Losers

  • el 4 octubre, 2017 a las 11:17
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    Estas líneas me han hecho pensar si en nuestro país no está comenzando a tener importancia el horrible concepto de ‘loser’… Ojalá no sea así. Tendremos cientos de defectos como cultura, pero esta etiqueta malvada, creo que no. Todavía…

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    • el 20 octubre, 2017 a las 17:39
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      En EEUU, es facile identificar de donde viene este concepto (British Barbadian slave culture , cfe Colin Woodard’s «American Nations») y las fuerzas que lo sostienen. ¿Pero aquí, que será el fuente? Cultura popular llegando de EEUU? Capitalismo? Politicos oportunistas?
      Hay culturas y sub-culturas bien orgullosas y con razón (vivo en una) que también tienen miedo de perder etiquetas buenas a pesar de compartir con otra gente. Quizás te interesaría este articulo, que trata de democracia, pero, al final, habla de nativismo, lo cual es servidora de este cambio de cultura de Losers:
      (en inglés) – http://www.nybooks.com/daily/2017/10/16/is-democracy-in-europe-doomed/

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