Met(amor)fosis
Lucía Pedraza//
“Cuando en secundaria todas mis amigas empezaron a hablar de actores y modelos que les gustaban yo no entendía a qué se referían, no comprendía cómo podían ver atractivas a aquellas personas a las que no conocían en persona y me hacía sentir como si estuviera rota”. Rota. Averiada. Estropeada. Pero nada de eso era así. Inés, que no utiliza su verdadero nombre, tiene veinte años, pero, aunque siempre se había “sentido rara en cuanto al tema de las relaciones”, no fue hasta hace dos años cuando ha descubierto que es demisexual o, como suelen llamarse de forma cariñosa, “ace”.
Estos términos, que pueden resultar desconocidos, todavía no se han incluido en el diccionario de la RAE pero representan la realidad de muchas personas. La demisexualidad se encuentra dentro de la asexualidad, una orientación que engloba a aquellas personas que no sienten deseo sexual. En el caso de Inés, ella solo puede llegar a sentir ese deseo si establece un fuerte vínculo con la otra persona.
Según un estudio que realizó el Dr. Anthony Bogaert de la Universidad de Brock en Canadá, el 1% de la población es asexual. En su libro Comprendiendo la asexualidad, Bogaert afirma que si una persona siente poco o nada de deseo sexual puede llegar a estresarse por ello y acudir a un médico o a un psicólogo. En el caso de Inés esto no ocurrió y ella descubrió su orientación gracias a que un amigo le “habló de un conocido que acababa de contarle que era asexual e incluso yo misma me sorprendí y empecé a indagar hasta que encontré que existía todo un espectro de orientaciones sexuales y, definitivamente, yo pertenecía a él”. La falta de educación sexual y de información, según Inés, fue lo que hizo que no hubiera identificado antes que era asexual: “Me habría ahorrado años de ‘ay, que inocente eres’, ‘¿pero en serio que no te gusta nadie’ y de sentirme como una mierda”.
Pero ella dice que ha tenido suerte porque “hay gente asexual que ni siquiera sabe lo que es y se pegan toda la vida sintiéndose rotos e, incluso, cediendo a tener relaciones sexuales”. Desde hace unos años, diferentes colectivos que abogan por la igualdad están promoviendo desechar las etiquetas sexuales para evitar clasificar a las personas. Sin embargo, hay opiniones dispares. La asesoría sexológica de la Universidad de Zaragoza ofrece un servicio personalizado y gratuito a jóvenes de 12 a 30 años. La psicóloga especializada Victoria Tomás afirma que estas etiquetas te pueden ayudar a darte cuenta de una realidad. Sin embargo, ella también confirma que es complicado englobar a todas las personas en un mismo grupo porque “cuando hablamos de diversidad sexual insistimos que es diversidad de verdad, que no se trata de ampliar las siglas ni de hacer más cajones en los que meter a la gente, sino de entender que las personas somos diversas respecto a otras y respecto a sí mismas en el tiempo”.
La asexualidad no afecta en la forma de amar ni la modifica, sino que incide en los deseos sexuales que pueda o no tener una persona. Sin embargo, aunque los sentimientos no varíen por esta condición, ser asexual sí que presenta una gran condición para Inés: “Cuando alguien me empieza a atraer estética o de forma romántica siempre está esa vocecita en mi cabeza que dice: ‘Olvídate, seguro que es alosexual’, y siempre siento que si empezara a salir con alguien tendría que decirle: ‘Mira, puede que hagamos el amor mañana, dentro de un año, dentro de treinta o nunca, pero ni yo misma lo sé’. Así que simplemente me guardo mis sentimientos y me resigno a estar sola…”. Comunicar esta orientación a posibles futuras parejas no es una obligación, pero Inés la siente como tal, sobre todo si es a una persona alosexual (que sí siente deseo sexual): “El problema es que al haber tan poca información, los asexuales sentimos la necesidad de informar sobre nuestra condición ya que siempre existe una parte pequeña de nosotros con miedo a que nos presionen, a que la otra persona quiera más”. Esa presión, según Victoria Tomás, puede llegar a que las personas asexuales acaben cediendo a los deseos de sus parejas a pesar de que muchas veces “se puede hacer por complacer y obtener un placer de ello”.
Inés afirma sin duda que hoy en día el sexo es demasiado importante en la sociedad “sobre todo con tanta sexualidad en los medios y redes sociales que son el centro de la existencia en la sociedad actual”. Pero dentro de ese abanico de personajes que siguen la norma establecida también encontramos algunos que se identifican como asexuales. Este es el caso de “Sherlock Holmes que en los libros es asexual y demisexual si nos referimos a la serie, y muy poca gente lo sabe o Sheldon Cooper de The Big Bang Theory, que es demisexual tal y como los guionistas de la serie nos lo presentan”. A pesar de estas referencias tan conocidas, aunque desconocidas al mismo tiempo, Inés ha tenido que luchar para que su círculo más cercano lo aceptase: “Con mi hermana fue algo como: ‘¿Demisexual? No sabía que eso existía, pero vale’, y ahora me manda memes y cosas de vez en cuando, es genial. Con mis amigos fue más como tener que dar una conferencia sobre lo que era, la verdad es que lo pasé un poco mal pero la mayoría están entusiasmados con que me haya encontrado a mí misma”. Pero la reacción de sus padres no fue tan agradable como Inés esperaba: “Un día a mi hermana se le escapó un comentario sobre mi asexualidad y tuve que explicarle a mi madre lo que soy y bueno… su reacción fue negar que existiera. Me dijo: ‘pero eso le pasa a todo el mundo, qué tontería’. Sinceramente me rompe el corazón”.
En la asexualidad, la insuficiencia de información ha impedido que se rompan barreras y se difundan nuevas ideas sobre esta orientación sexual. Para poder consultar referencias sobre este tema, Inés tiene que visitar páginas webs escritas en inglés o hablar con otras personas en este mismo idioma porque en español apenas hay información disponible. A estas dificultades se suma que en la cultura española no está bien vista esta forma de mantener una relación y muchas veces se insiste en que si algo no se ha probado no se sabe si te gusta. Pero Inés lo tiene muy claro: “Si eres virgen y sabes que eres asexual no tienes que probarlo para estar seguro. Creo que deberíamos querernos un poquito más a nosotros mismos y escuchar a nuestro verdadero yo para saber qué necesita de verdad”. Es por eso que ella no se cierra a lo que pueda suceder y a que en algún momento le “atraiga románticamente una persona como para tener una relación de amistad y de repente un día comience a sentir atracción sexual”. Es por eso que ella suele decir que es “demisexual hasta que el corazón de alguien me demuestre lo contrario”.
Hasta que se demuestre lo contrario. Eso es lo que critica Melisa, que “todos somos cisheteronormados hasta que se demuestre lo contrario”. Melisa comenzó en el poliamor hace más de seis años y ahora gestiona la página de Facebook Poliamor Zaragoza que ella misma creó en 2016. “Cuando conocemos a una persona, o te dice lo que es o la encasillamos en que es de una manera, no pensamos que sea gay o lesbiana. Igual pasa en el poliamor, nosotras tenemos que contarlo”. Cuando estás en poliamor, como dice Melisa, además de contarlo también tienes que demostrarlo para que lo crean: “En monogamia no está esa presión, no tienes que tener una pareja. Imagínate una persona soltera poliamorosa, ¡qué presión!, el cuestionamiento es brutal porque te dicen que no estás en poliamor”. Pero Melisa sí estaba -y está- en poliamor a pesar de que durante mucho tiempo afirmaba “que estaba en una aparente monogamia porque tengo una pareja estable de muchos años y entonces parezco heteronormada. Esto hace que la vida sea mucho más fácil”. Esta situación le parece un privilegio para ella: “Tú me ves a mí y dices: «una chica bien que tiene su pareja», es la normalización. Pero si dices que tienes dos parejas les puede romper la cabeza y no les va a gustar. Lo que propone el poliamor es:
¿Y si nos lo han contado mal y sí que se puede?
Del mismo modo que ocurre con la asexualidad, la palabra poliamor tampoco aparece en el diccionario de la RAE, una muestra más del escaso interés que hay por dar a conocer estos términos. Sin embargo, Melisa lo define como “un modelo relacional no normativo en donde tiene cabida que una persona pueda mantener varias relaciones simultáneas con otras personas y que, a la vez, esas otras personas puedan mantener otras relaciones”. Esta definición dista mucho de la idónea para Melisa quién querría que su significado se acercase más al de “sistema familiar donde tenga cabida que existan varios miembros”.
La teoría suena muy bonita y sencilla, aunque “en principio ya sabes si te va a gustar o no compartir a tu pareja o estar con otras personas y que tengan otras relaciones”, pero el poliamor es una decisión que puede funcionar si se prueba, “hay gente que cuando ha probado con otra persona y ha dado tiempo a que la relación fragüe ya no quiere otra cosa porque tiene libertad de hacer y deshacer y construyen algo que es muy difícil construir en monogamia”. La base de todo es la persona con la que compartes esta experiencia, según Melisa “es más importante que tengas una buena relación y que vayas construyendo según vayáis viendo y que el diálogo sea bueno”. Para Melisa esa es la clave: la comunicación. “Hablar, hablar y pasar horas hablando. Una vez que te metes en poliamor estas todo el rato hablando de eso. Tiene que haber mucha comunicación y generosidad de dejarle tiempo de sobra para que la otra persona tenga su tiempo libre y decida cuánto tiempo quiere pasar contigo”.
Aunque, como ya sabemos, la teoría suena muy bonita pero luego “si tu pareja está contigo todos los días y ahora solo cada quince porque tiene a otra persona te da pena, te trastoca la vida porque te dejan un poco de lado y eso se lleva fatal”. Ese es el lado negativo del poliamor. Victoria Tomás apunta que “los celos están presentes tanto en las relaciones monógamas como en las poliamorosas por la razón de que los celos no dependen de la otra persona, sino de uno mismo”. El secreto, según Melisa, para controlarlos es buscar de dónde vienen esos celos y “saber con exactitud lo que te ocurre: si es envidia, enfado, tristeza, miedo, rabia idealización…” Así se pueden controlar e impedir que dominen una relación. La escritora estadounidense Dossie Easton en su libro Ética promiscua habla sobre los celos y escribía que “para mucha gente el mayor obstáculo para el amor libre es la emoción que llamamos celos”. Este pensamiento es compartido por Victoria, que recomienda que “es un error abrir la relación pensando que así los celos desaparecerán”.
Ese no fue el motivo por el que Melisa y su pareja decidieron iniciar una relación poliamorosa. “Fue una decisión premeditada, yo lo miraba y decía: «Este chico ahora está conmigo y no va a estar con nadie más», porque yo tengo integrada la idea de durabilidad, me gusta que las relaciones duren. ‘¿Cómo vamos a pasar de aquí a los ochenta años sin ponernos los cuernos? Y si nos gusta alguien…
¿Cuántas cosas nos vamos a perder por tener una relación así?’ Le decía: ‘Yo quiero ser una persona que te acompañe en la vida y no que te ponga trabas’. Vino un poco desde la generosidad y es un poco tablas de salvación de no querer romper la relación por que aparezca otra persona, porque en realidad es amor, y eso no es malo. Quería que si apareciese otra persona eso no fuera un motivo de ruptura”. Melisa tuvo suerte y su pareja la acompañó en esa decisión de abrir la relación. En otros muchos casos eso no es así y “te arriesgas a que tu pareja te deje si le planteas esto”. Para Melisa el poliamor no es para todo el mundo y es consecuencia de nuestra cultura: “Para que todo el mundo fuera poliamoroso la cultura tendría que ser no monógama, tendríamos que tener la conciencia de libertad relacional y no una conciencia de pareja”. Victoria también opina que el componente cultural es muy fuerte, pero “en realidad todos tenemos capacidad de enamorarnos de más personas porque todos tenemos más de un amigo, y eso es amor; la familia también es una estructura poliamorosa”.
Existe riesgo en las relaciones poliamorosas, pero Melisa dice que es menor que en las monógamas: “Es más arriesgado en mi opinión estar en una monogamia porque no hablas de todas estas cosas con tu pareja y te puede dejar si encuentra a otra persona mejor. De ahí viene que me pareciese más seguro hablar con él y plantearle esta opción”. Pero dentro de una relación como la de Melisa tampoco se está tan a salvo de que tu pareja prefiera a la otra persona: “Te viene miedo de que te desbanque de ser la favorita. Pero también va por la seguridad que tiene uno en sí mismo y con la pareja y de la línea de los cuidados, si uno cuida del otro no se va a sentir abandonada”. Esa inseguridad no es unidireccional, también hay que saber cómo actuar y cómo tratar a la otra persona cuando eres tú quien comienza a pasar más tiempo con alguien nuevo: “Lo ideal es que tu pareja te quite ese peso y te diga que te vayas con la otra, esto yo lo he vivido porque mi pareja me lo ha hecho. Es lo ideal”.
Muchas veces esa libertad se confunde, como dice Melisa, con el consumo de cuerpos, “hay mucha gente que se plantea abrir la relación al sexo, pero muy pocas se plantean abrirla a los afectos, a cuidarle”. Es en eso en lo que recae la diferencia entre poliamor y una relación abierta. “En principio en una relación abierta son encuentros de sexo puntuales, porque si son continuados la gente se enamora. Hay relaciones que podrían derivar en relaciones muy bonitas y se quedan ahí, en nada, igual que cuando estás en monogamia y conoces a otra persona que te encanta, pero no puedes…”. Victoria afirma que estos encuentros que no van más allá del sexo pueden ser buenos para la pareja, pero siempre “respetando lo que se ha pactado. Hay que tener confianza en que la otra persona va a respetar ese acuerdo. No significa contarlo todo, pero saber que se puede confiar en que lo va a cumplir”.
Victoria plantea que otro modo de mantener relaciones sexuales con otras personas, pero compartiendo la experiencia con tu pareja son los intercambios: “la gente nueva y diferente te da una adrenalina que no te da el que conoces desde hace tiempo, te da esa posibilidad de explorar, pero mantienes esa confianza de estar con tu pareja. Hay gente que va a estos locales y al final termina con su propia pareja porque solo la cosa de que sea un lugar diferente ya les pone un montón”. Esto mismo opina Alejandro, que desde el año 2000 regenta el Pub Liberal Dúos en Zaragoza: “Las parejas buscan salir de la monotonía pero poder actuar con tu pareja al lado. No hay ese tipo de infidelidad que había antes porque se pueden compartir las fantasías que tenga cada uno”. Este tipo de locales está inclinado a personas “de mente abierta, sino no es recomendable venir. Puedes tomar copas, jugar al billar, echar un baile… pero siempre la educación y el respeto es lo que predomina”. Cada vez más parejas se apuntan a probar estos locales, “la gente lo va difundiendo porque esto, al fin y al cabo, ayuda a las parejas. No tiene por qué estar mal visto, al final es una parte más de la vida cotidiana de las personas”. Las redes sociales también han potenciado que este tipo de locales sean cada vez más populares porque “te permiten comunicarte y quedar con otras parejas. Funciona como cualquier sitio, como cualquier pub, pero con unas normas especiales”.
Sin embargo, cuando los sentimientos aparecen con una nueva persona y esperas que sean consentidos por tu pareja, estos métodos tan fugaces no son válidos para consolidar esa reciente relación. Entonces es el poliamor el que propone que “no hay que echar una red y atrapar a la gente para que pierdan movilidad” sino que, como propone Melisa, “hay que incidir en ser más generosos con quien nos crucemos en la vida”. Pero esa idoneidad se puede romper, como ocurre con cualquier pareja, en el momento que uno no quiere lo mismo que el otro y entonces “nadie te llama o te pregunta cuando tienes una ruptura, no lo entienden o te dicen que cómo iba a funcionar eso”. La propia ruptura de Melisa con una de sus parejas hizo que decidiera abrir entonces la página Poliamor Zaragoza en Facebook. “Me parecía muy cruel que una persona estuviese sufriendo por querer a dos personas a la vez. Necesitan sentirse apoyadas porque sino tenemos gente no monógama suelta, pasándolo mal y enfrentándose con su entorno”. Sin embargo, para Melisa no sirven las asambleas ya que “no se profundiza en la persona, eso solo se hace si es tu amiga”. Por eso su principal intención es “que formen amistad entre ellas para que se desarrollen, generen contenidos y den un aporte al mundo”. Melisa también tiene un interés propio, a pesar de que ella ya no busca “una relación con alguien y solo quiero hacer activismo” sí que tiene interés en seguir aprendiendo y en encontrar gente para hablar de poliamor ya que “no existe ningún sitio donde se pueda hablar de esto porque con este tema no hay especialistas que te ayuden y no hay pautas que debamos seguir, entonces se tambalea todo”.
Poco a poco Melisa está creando una pequeña comunidad que crece cada día más. Su objetivo es dar visibilidad a los que no limitan su amor a una sola persona y de ponerlos en contacto porque, de este modo, podrán crear una unión que choque con la idea de pareja establecida. Porque, al final, solo hablamos de amor y de formas de amar.