Metidos en harina
Miguel Yuste Villalba y Juan Sánchez Alconada//
Repaso de la historia de la Harinera de Casetas desde su venta a una inmobiliaria en 2006 hasta el proyecto de restauración que comenzará próximamente y dotará al barrio de los servicios que carece.
Casetas fue un barrio obrero. Y sigue siendo un barrio obrero. Aunque cada vez lo parezca menos. Antes, había que pasear por sus calles para darse cuenta. Ahora hay que recurrir a los datos, como el que indica que Casetas es el barrio de Zaragoza con menos ingresos por habitante. Las fábricas, poco a poco, han ido cerrando y siendo derribadas. Y los vestigios de ese pasado obrero, paulatinamente, se han ido perdiendo. Por desinterés o por olvido. Y, con el pasado, se pierde el recuerdo. El recuerdo de los trabajadores que, con su labor, permite ahora decir que la esencia de Casetas se sustenta en fábricas, máquinas y obreros.
En la época de esplendor industrial del barrio, Casetas contaba con una harinera, una azucarera, una lechera, una cerámica y una de las principales vías de comunicación de los alrededores: su estación ferroviaria. Estación que en su momento fue lugar de trasbordo para los pasajeros que llegaban a Zaragoza procedentes del norte y se dirigían a Madrid. Se dice que Hemingway, tras uno de sus viajes a Pamplona, se bajó en Casetas para coger un tren que le llevara a la capital española. Durante la espera, escribió un cuento: ‘Colinas como elefantes blancos’, inspirado por las montañas del Castellar. Del lugar por el que transitaban miles de personas, incluido el escritor estadounidense, sólo se mantiene un pequeño edificio ahora en completo desuso.
De la azucarera, la lechera o la cerámica no se ha conservado nada. Ni siquiera las chimeneas con las que contaban. La Harinera corrió mejor suerte. O, mejor dicho, el edificio principal, que es lo único que sigue en pie en la actualidad. Gracias a que, en 2001, la fachada fue catalogada como Interés Arquitectónico de Tipo B, según el Plan General de Ordenación Urbana de Zaragoza. Esta catalogación obliga a su conservación e impide su derribo. Durante años, sin embargo, la Harinera ha estado abandonada y el estado de la fachada y del edificio era deplorable e, incluso, amenazaba ruina.

Cierre de la Harinera y primeros intentos de conservación
La Harinera de Casetas cierra sus puertas en 2006. En aquel entonces, la fábrica todavía estaba en uso y la harina que producía era competitiva en cuanto a calidad -aunque no tanto en cuanto a precio-. Sin embargo, como afirma Roberto Polo, alcalde del barrio en el instante del cierre, “hay que fijarse siempre en los momentos históricos”. Y el momento histórico no era otro que la cresta de la especulación inmobiliaria, que desembocaría poco después en la crisis de 2008. Dos años antes, no obstante, nadie (o casi nadie) podía prever que la burbuja fuese a explotar. Así, Metrópoli Moderna, una inmobiliaria, adquiere el solar completo de la Harinera con la intención de derribar la fábrica -manteniendo la fachada- y construir bloques de pisos. La inmobiliaria ofrece tal cantidad de dinero que ni siquiera la familia Soláns, propietaria de la Harinera, puede rechazarla.
Roberto, cuando descubre la venta de la Harinera, trata de intervenir desde la Alcaldía y contacta con la empresa: “Yo lo que quiero es retrasar el momento de la compra para ver si les podemos hacer una contraoferta desde el Ayuntamiento de Zaragoza. Pero es difícil”. Es difícil porque en 2006 la concejalía de Urbanismo tiene “demasiados frentes abiertos”: la construcción de la EXPO, la expansión de Valdespartera… y, además, el Ayuntamiento ya había adquirido Patrimonio similar con la Harinera de San José. Y, por tanto, “Casetas no les interesa. Seguramente porque no hay disponibilidad de dinero para comprar la Harinera. El caso es que el Ayuntamiento no está por la labor de adquirirla”.
A pesar de ello, el entonces alcalde de Casetas trata de conservar lo máximo posible. Se pone en contacto con APUDEPA. Contacta también con María Pilar Biel y con Eugenio Monesma, que tiene una productora de vídeo: “Lo que quiero es que se grabe la Harinera antes de que cierre. El sistema de producción y todo esto, porque las harineras también se están perdiendo. Lo que quiero es que, por lo menos, la memoria no se pierda, porque la memoria también es parte del Patrimonio”.
Pero su labor no se queda ahí. María Pilar Biel es profesora de la Universidad de Zaragoza y experta en Patrimonio Industrial. Roberto contacta con ella para la realización de un informe que solicite al Ayuntamiento el aumento de catalogación y de protección de la Harinera: “El informe que hace Pilar Biel es súpergeneroso con nosotros. Lo que dice el informe es que hay que mantener todo el conjunto incluida la maquinaria. Denuncio también la situación a Patrimonio del Gobierno de Aragón, que también fueron muy receptivos. Y fueron ellos los que frenaron en un par de ocasiones tanto el proceso de compra como el derribo de las naves. En cualquier caso, al final, el Gobierno de Aragón no catalogó la maquinaria ni el conjunto de toda la manzana. Por tanto, se perdieron estos elementos. Cuando hablé con la empresa compradora para saber qué habían hecho con la maquinaria, me dijeron que la habían donado a África. Yo creo que la venderían a una chatarrería”.
No consiguen el aumento de catalogación. Y Roberto lo lamenta, pues no era la primera vez que una fábrica del barrio se derribaba como si nada: “Queríamos que se mantuviese ese equipamiento en Casetas, porque no tenemos otro Patrimonio en el barrio. Dejamos perder un conjunto de Patrimonio Industrial muy chulo, que era la antigua Azucarera. Ahora se protegen. Nosotros la derribamos. Porque en aquel momento no había sensibilidad por el mantenimiento. Yo entiendo que no podemos mantener absolutamente todo. Las cosas tienen que renovarse, y tienen que morir. Pero, a veces, hay elementos singulares que sí que son interesantes de mantener. […] En Casetas, tampoco existía esa sensibilidad. Por eso, una de las líneas de trabajo que teníamos desde la Alcaldía era alimentar y educar. Y para que la gente valorase el trabajo y para que valorase que el Patrimonio no son sólo los palacios aristócratas o las obras de arte. El Patrimonio es todo. Y el Patrimonio es historia del trabajo también. La Harinera ya no es sólo un edificio bonito, sino que es también historia del barrio, historia de los trabajadores, de un sistema de producción… Al margen de ser un edificio espectacular -posiblemente, el más interesante que tengamos en Casetas-, significa nuestro pasado, pero -sobre todo- nuestra esencia y nuestra identidad. Porque lo que somos en este barrio es trabajadores. Somos una sociedad de trabajadores. Y lo que tenemos que defender y de lo que tenemos que estar orgullosos es de serlo. Que nuestro edificio más singular sea una fábrica, yo creo, es algo de lo que debemos sentirnos muy orgullosos. En otros sitios tendrán palacios. Nosotros, lo que tenemos son fábricas”.
La falta de apoyo en el barrio termina haciendo mella y los intentos de mantener la fábrica en pie cesan: “Con la asociación de vecinos hicimos una concentración en la que había más policías que concentrados. Y hasta ahí llegamos. En 2007, la presión se acaba, y ya está”. No obstante, aunque Roberto y Pilar no lograran en su momento la catalogación necesaria para que la Harinera no fuera derribada, sí logran, involuntariamente, retrasar lo suficiente la construcción de los bloques de pisos como para que la crisis se le eche encima a la inmobiliaria: “Al final, tampoco se construyen pisos, porque estamos en la cresta de la ola de la especulación inmobiliaria, y Metrópoli Moderna la ha comprado, ha derribado las naves, están a punto de empezar… y se cae el mercado. Y se quedan sin vender. El dinero que han invertido, lo han perdido. Y Metrópoli Moderna desaparece. Me echan la culpa, porque les había retrasado el desarrollo de la manzana. Y yo creo que les salvé de haberles metido en una embolada más gorda porque hubieran invertido aún más, hubieran construido, y se lo hubieran comido con patatas”, sostiene Roberto.
María Pilar Biel, por su parte, también mostró interés por la situación de la Harinera como amante del Patrimonio Industrial, desde el momento en que Roberto le hizo llegar la historia: “La Harinera tenía de especial varias cosas. Primero, que era una de las pocas harineras que quedaban enteras. Que quedaba tanto todo el edificio principal, como las diferentes partes de la Harinera, como la maquinaria. Por tanto, desde ese punto de vista, era un ejemplo muy bueno para entender cómo es la molienda del cereal. Además, tenía una tecnología de finales del siglo XIX. […] No era una Harinera muy grande, pero era una Harinera que cubría las demandas de una zona que eran los alrededores y las cercanías de Zaragoza. Hoy en día, en Zaragoza, de todo nuestro pasado harinero, no nos queda ninguna harinera entera con toda la maquinaria y edificio. Entonces, cuando algo que era habitual, desaparece y solamente queda un elemento… solamente por eso es importante”.
Para Pilar, la conservación del Patrimonio Industrial es fundamental para entender nuestro presente: “El Patrimonio Industrial debe pervivir porque es nuestro pasado más reciente. No podemos entender lo que nos está pasando en el siglo XXI sin entender lo que pasó en el siglo XIX. Todo este miedo que tenemos ahora a la inteligencia artificial y a que los trabajos sean sustituidos por máquinas -estas vivencias, que las tenemos- ya las vivieron en el siglo XIX. En el siglo XIX hay toda una corriente antimaquinista, de destrucción de fábricas por parte de los trabajadores artesanos porque veían peligrar sus trabajos. Por otro lado, también creo que es importante que el Patrimonio perviva porque es la memoria del obrero. Si vamos a los siglos pasados, las iglesias son la memoria de una jerarquía eclesiástica; los palacios son la memoria de una jerarquía administrativa y noble… y el Patrimonio Industrial es la memoria de la gente que trabaja en las fábricas. Por tanto, es la memoria de gran parte de nuestra sociedad. No podemos entender todo el movimiento obrero, las luchas que ha habido y el momento en el que nos encontramos, sin entender que los lugares de trabajos fueron esos espacios de lucha, de confrontación, de los que salieron todas estas ideas, toda esta lucha y, también, modos de vida. A través del Patrimonio Industrial, lo que hacemos es conservar todas esas memorias”.
Comprende, sin embargo, que descubrir el valor que posee ese Patrimonio Industrial requiere tiempo: “Socialmente, -aunque el Patrimonio Industrial es el sitio donde la mayoría de la población trabajaba- todavía falta mucho por recorrer. Porque, al fin y al cabo, esos sitios de trabajo no eran sitios de trabajo amables. Eran lugares donde el trabajador sufría: había largas horas de trabajo, las condiciones laborales no eran las que tenemos ahora… era un espacio, en definitiva, de sufrimiento. Y, por tanto, cuando una fábrica cierra, el trabajador siente una especie de deseo de desconexión y de olvido de ese lugar. Cuesta un tiempo que esa persona sea consciente de que, realmente, por mucho que hayas sufrido ahí, eso forma parte de tu vida. Y tiene un valor, aunque sólo sea sentimental y de reconocerte en él. Yo creo que, en este aspecto, los primeros que se dieron cuenta fueron los mineros. ¡Con lo duro que es el trabajo minero! Porque llega un momento de su vida en el que se dan cuenta de que, si desaparece la mina, ellos están desapareciendo con ella. Esa sería una de las razones: la falta, todavía, de aprecio social hacia este patrimonio, que cada vez es menos, pero que todavía cuesta que la gente lo entienda”.
Comprende también que, muchas veces, se priorizan los fines económicos, pues se aprovecha el espacio privilegiado que ocupan las antiguas fábricas -ubicadas en lugares céntricos de la ciudad- como viviendas: “La segunda razón es la especulación urbana. Si pensamos dónde está la ubicación de las antiguas industrias y pensamos cómo crece la ciudad, vemos que realmente la ciudad está creciendo ocupando esos espacios. Y, ¿qué es más importante: conservar el pasado o la especulación urbana? En esta ciudad (Zaragoza), evidentemente, es más importante la especulación urbana que el pasado más reciente. Se ha perdido mucho Patrimonio Industrial urbano, fundamentalmente, porque, desde la Administración, no ha habido un interés especial por ser capaces de que conviva el crecimiento de la ciudad con la conservación de la memoria industrial de la ciudad”.
En 2007 se abandona la lucha por parte de Roberto y de Pilar. Poco después se abandona también la idea de construir pisos en el solar, debido a la quiebra de la inmobiliaria. Y durante casi diez años, la Harinera -o más bien, lo que quedaba de ella-, simplemente, se abandona. Es embargada por un banco, pasa por manos de un fondo buitre y, al final, termina siendo propiedad de Anida Operaciones Singulares, una inmobiliaria perteneciente a BBVA. Durante el proceso, no parece importarle a ninguno de sus poseedores, pues la estructura va debilitándose hasta el punto de tener que colocar una malla en la fachada por riesgo a que el edificio se venga abajo.

Aparición de Métete en Harina
Habrá que esperar unos años, concretamente hasta 2016, para que se retome la reivindicación por el mantenimiento y rehabilitación de la Harinera. Mariano Pinos, presidente de ´Métete en Harina’ narra cómo surge de nuevo esta idea: “En una reunión, se comentó que Casetas era un desierto cultural, que qué se podía hacer en este barrio para fomentar la cultura y completar la falta de servicios que teníamos en el barrio. Y alguien sugirió que había que recuperar la Harinera. Lo habíamos intentado ya cuando se vendió para hacer bloques de pisos, pero eran muchos millones. Cuando lo retomamos esta vez, algunos plantearon que el escenario había cambiado drásticamente, que ese local ahora lo habían embargado y era de un banco, que el precio de los solares en construcción había caído de manera tremenda, y que -entonces, ahora- se podría plantear la idea de que el Ayuntamiento de Zaragoza se hiciera cargo de la Harinera”.
Poco después, un grupo de amigos del barrio, deciden crear la plataforma -primero- y la asociación -después- Métete en Harina. La asociación comienza a funcionar en 2017, aunque las primeras reuniones se celebran el año anterior. Para Mariano, el motivo de crear Métete en Harina y de reivindicar la Harinera es que “al igual que en algunos pueblos están orgullosos de sus fachadas neoclásicas, su puente medieval o sus paisajes maravillosos con montañas nevadas, los vecinos de Casetas -los nacidos aquí- nos consideramos orgullosos de nuestro pasado industrial. Nuestro paisaje son las fábricas. Son, quizás, menos fabulosas que un puente medieval, pero son nuestra seña de identidad. Somos hijos de gente de clase trabajadora y estamos orgullosos de que, por el esfuerzo de nuestros padres y abuelos, funcionaran las fábricas”.
Para lograr un mayor cuidado del edificio y la estructura de la Harinera -en ese momento, ya en pésimas condiciones-, Métete en Harina recurre a la misma táctica que Roberto y Pilar años atrás. Desde la asociación, plantean la necesidad de un grado de calificación más alto que impidiese la modificación de la estructura del edificio (tanto de la fachada como del interior de la Harinera), y lo logran: “Una vez que conseguimos esto, estábamos más tranquilos porque sabíamos que nadie iba a comprar eso. Porque no les salía rentable. Era tirar el dinero. Y, entonces, insistimos para que el Ayuntamiento de Zaragoza comprara el solar. También quiero decir que nosotros hemos sabido -o quizás porque el proyecto merece la pena e ilusiona- ilusionar tanto a la Junta Vecinal de Casetas como a todos los grupos políticos y alcaldes del Ayuntamiento de Zaragoza. Hemos tenido el apoyo de PSOE, PP, Podemos, IU, Ciudadanos… todos nos han apoyado y todos han hecho lo que han podido”.

La diferencia con respecto a 2006, por tanto, es que esta vez sí se consigue el aumento de catalogación. En un principio, sólo se logra catalogar el edificio principal al completo -y no sólo la fachada-, pero desde la asociación se dijeron: “Una vez que hemos conseguido esto, ¡joder!, ¿por qué no todo?”. Al final, lograron la catalogación de todo el solar. A la respuesta por qué ahora sí y en 2006 no, hay opiniones diversas. María Pilar Biel sostiene que depende del partido político que esté en el Ayuntamiento en ese momento. Zaragoza en Común -formación que gobernaba en Zaragoza en el momento de la catalogación- era más sensible a este tipo de iniciativas sociales, afirma Pilar.
Roberto Polo, quien también forma parte ahora de ‘Métete en Harina’, defiende, en cambio, una postura diferente: “Esta segunda fase de reivindicación de la Harinera ocurre en 2016. ¿Qué ha pasado en 2016? El caso de Averly. La fundición de Averly. Que no se protege, que se derriba, que se protege una parte mínima -ínfima- para lo que era aquello, que el Ayuntamiento no protege nada, ni Patrimonio del Gobierno de Aragón… Todos miran para otro lado. Porque, claro, esos son suelos que están en el centro de Zaragoza. Valen un pastizal. Un Patrimonio Industrial no es solamente un edificio y el sistema de producción. Son muchas cosas. Son los archivos, la memoria de los trabajadores… A Averly se le deja caer. Y, en ese momento, la presión de APUDEPA es muy fuerte, la presión de la prensa también… Y, entonces, aparecemos nosotros. ‘A nosotros no nos vais a dejar caer también, ¿verdad? Habéis visto lo que ha pasado’. Aparecemos en el momento perfecto. Ahora el Ayuntamiento es mucho más receptivo a compensar. Para no dejar que, lo que ha pasado en Averly, pase en Casetas”.
En definitiva, se consigue el aumento de catalogación. Y no sólo eso, sino que, en octubre de 2019, Métete en Harina logra que el Ayuntamiento de Zaragoza compre el solar. Una vez conseguido esto, la propuesta de rehabilitación es mucho más sencilla, pues -como dice Carlota Arenas, miembro de Métete en Harina- “una vez que has comprado el terreno, tienes que hacer algo allí”. El primer paso de la reforma se consigue hace dos meses, cuando se termina la recuperación del exterior del edificio principal. Aunque, por dentro, la estructura está únicamente reforzada para evitar el desplome, la fachada ha retomado el aspecto original de la Harinera -característico de los años 20, cuando se construyó-.

Tras lograr la catalogación de todo el conjunto harinero, la compra del solar por parte del Ayuntamiento y la recuperación de la fachada exterior en apenas tres años, Mariano se enorgullece de todo lo que ha conseguido la asociación: “Podemos entender que, en un primer momento, la gente no nos hiciera caso porque pensaban que estábamos locos pidiendo aquello. ¡Porque cómo cojones el Ayuntamiento de Zaragoza iba a comprar aquello y lo iba a restaurar!… Que se van de cabeza… Que es mejor hacer unos pisos de protección oficial, que es mejor para el barrio… Bueno, respetable. Pero nosotros tuvimos la osadía de pedir lo imposible y lo hemos conseguido”.
Carlota coincide con María Pilar Biel en la importancia de mantener el único Patrimonio Industrial que, todavía, persiste en su barrio: “Soy sensible al Patrimonio y a la belleza. Casetas no es un sitio muy bonito. Entonces, que haya algo ahí… que es un edificio simbólico. Además, lo único que queda de ese pasado y lo único que queda relevante arquitectónicamente. A mí me daba mucha pena que ese edificio se cayera así sin más. Siendo que podía utilizarse para algo. Con una buena ubicación. También había un vacío de espacios para la gente joven. Entonces, queremos que la Harinera sea un lugar que no se pierda y, a la vez, que fomente la cultura entre los jóvenes”.
Propuesta de proyecto: mantener el Patrimonio y dar a la Harinera una segunda vida
Porque la intención de Métete en Harina no sólo es rehabilitar el edificio para evitar su deterioro y su derrumbe, sino que, además, han propuesto un proyecto, ejecutado por la arquitecta Naira Gallardo, para convertir ese solar en un centro social para el barrio. Se pretende mantener, en la medida de lo posible, la estructura original -y, por supuesto, la fachada- y, al mismo tiempo, construir espacios capaces de mejorar los servicios existentes en el barrio y albergar aquellos de los que Casetas, actualmente, carece.
Así, se ha propuesto crear en el edificio principal un Museo del Pasado Industrial basado en fotografías -en la planta baja-, una Biblioteca más amplia y moderna -en la planta primera-, y una sala polivalente -en la planta segunda-. Asimismo, anexo al edificio principal, se pretende construir una nueva Casa de Juventud con mejores instalaciones que las actuales y una nueva Escuela de Música. Para Mariano, la Escuela de Música es uno de los principales baluartes del barrio: “La Escuela de Música es el elemento diferencial que tiene Casetas con respecto a otros barrios. En Casetas hay más gente aprendiendo a tocar un instrumento que jugando a fútbol. Eso no se da en ningún otro sitio. Y está en un sitio que no reúne las condiciones porque está en un bajo, y arriba vive gente. Además, no es una Escuela de Música en horario escolar. La gente va a aprender a las 19 u 20 de la tarde. Por muy insonorizada que esté, no es el mejor lugar donde aprender música”.
La Escuela de Música se quiere construir encima de una bodega, que hacía la función de almacén, y que ahora servirá como sala de conciertos o como escenario para ensayos del grupo teatral. Aún quedaría espacio para una plaza, que sirva como punto de reunión para los vecinos de Casetas. Así lo cuenta Naira Gallardo, arquitecta del proyecto: “La parte de atrás queremos que se quede como una especie de plaza, que además venía muy bien porque recogía la zona que viene de la parte central de Casetas. Que la gente entrara por esa plaza y que se distribuyera por el resto de puntos. Cuando nos reunimos con los de la Harinera de Zaragoza, nos decían que echaban en falta tener un espacio público donde hacer actividades al aire libre. Nosotros teníamos eso desde el principio. Era un plus”.
Mariano aclara que todo el proyecto se realizó en colaboración con las partes interesadas, es decir, trabajadores de la Biblioteca, Casa de Juventud o Escuela de Música. Así, todos pudieron aportar sus ideas: “Nosotros hemos encargado a los músicos que diseñaran su Escuela de Música ideal. Tantos metros para el piano, tantos para el coro… Hemos hablado también con la Casa de Juventud y nos han dicho cómo lo quieren: con un patio central, cocina… La idea que nosotros aportamos de la Casa de Juventud viene de la Casa de Juventud. La idea que aportamos de la Escuela de Música viene de la Escuela de Música. Más sabrán ellos que yo”.

Pilar Biel, como experta en Patrimonio Industrial, opina que la propuesta de Métete en Harina se adecúa a lo que Casetas necesita: “Cuando se piensa en un segundo uso para los edificios industriales, hay que cimentarlo sobre dos bases: el respeto al propio edificio (hay que conservar su idiosincrasia, su manera de ser; hay que conservarlo como un edificio industrial) y, por otro lado, debemos ser capaces de entender qué es lo que necesita el barrio. Porque no tiene sentido, como hemos visto en otras ocasiones, que se meta infraestructura que los barrios no necesitan. Por eso, yo creo que el proyecto que se plantea para la Harinera de Casetas tiene mucho sentido: porque hay una carencia de esos servicios en el propio casco urbano. Y lo que se está haciendo es llenar ese vacío”.
Cuando el proyecto llegó a manos del Ayuntamiento, Naira, como autora del mismo, temía que se desvirtuara lo que Métete en Harina y ella habían propuesto. No hubiera sido la primera vez que el Ayuntamiento modifica y trastoca una idea de este tipo: “Mi preocupación como arquitecta era que no quería que, de repente, se propusiera un uso en el edificio de la harinera que lo desvirtuara. Que el proyecto que se propusiera permitiera que todo eso se mantuviera como estaba, una vez rehabilitado. Cuando empiezan a interesarse por el proyecto las administraciones, te da miedo que se convierta de repente en algo que tú no quieres. Lo más bonito, al final, es que el proyecto que se va a realizar y el proyecto que se ha propuesto es bastante parecido a lo que se pensó al principio. Yo creo que ese es el éxito más grande. […] Estos proyectos no es habitual que salgan adelante, cuando empiezan desde abajo, desde la iniciativa social. Yo creo que es difícil que estos proyectos fructifiquen, porque se tiene que dar muchas condiciones. Y son proyectos a largo plazo. Es complicado que exista un grupo de personas involucradas -altruistamente, además- y que estén dispuestas a trabajar, y a luchar, y a visibilizarse a largo plazo”.
Y también es complicado que un bien como la Harinera sea catalogado como Interés Arquitectónico: “Es difícil que una Arquitectura Industrial se catalogue. Tuvimos suerte de que se protegiera. Nosotros escribíamos al Ayuntamiento y le solicitábamos que protegiera aquello porque, además, era un lugar insalubre. Aquello se estaba cayendo a cachos. Cuesta un poco convencer a las personas para que entiendan por qué hay que mantener este tipo de edificios. Para mí, lo más especial es que, realmente, es una forma productiva que ya no existe. O sea, son edificios en los que se producía de una manera que ya no se produce. Formas productivas que se dieron durante un tiempo, pero ya no están. Las industrias son de otra manera. La producción industrial ahora la sacamos fuera de las ciudades. Pero estos edificios no. Este tipo de industrias dejan de funcionar y se quedan metidos dentro de lo urbano. Y ahí es donde protegiéndolas les puedes dar una segunda vida, y puedas hacer que formen parte de lo urbano de otra manera y a nosotros nos sirve para recordar esa etapa productiva. La Harinera de Casetas quizás no tanto, porque, desgraciadamente, las máquinas fueron desmanteladas y no tenemos eso. Pero quizás el hecho -los protectores más puristas del Patrimonio me van a matar por decir esto- de que fuera desmantelada y casi totalmente destruida también ha permitido que se haga un tipo de proyecto con un uso cultural. Con las máquinas dentro, igual tendríamos que haber tenido que hacer un proyecto diferente porque las máquinas lo ocupaban todo”.
Naira, al igual que Roberto, equipara la situación de la Harinera de Casetas con la fundición Averly. Ambas fábricas se encontraban en el medio de la ciudad -o barrio, en el caso de Casetas- y ambas estuvieron durante muchos años abandonadas. Pero la Harinera, a diferencia de Averly, fue adquirida por el Ayuntamiento y va a tener un segundo uso: “Yo solía comparar esto con Averly. Un bien como Averly puede ser perfectamente un Bien de Interés Cultural (BIC) porque era una fundición completa y, por la envergadura y la importancia que había tenido, era un ejemplar único. Pero se desestimó también, y se tiró parte del edificio. Porque como la arquitectura industrial, estéticamente, no la relacionamos en nuestro imaginario con algo protegible o de valor, como puede ser un palacio o una iglesia, entonces se desprecia. Y en Averly pasó lo mismo. Las naves de fundición se tiraron y se mantuvo la vivienda. Y, para mí, era todo lo contrario: lo más interesante eran las naves de fundición porque eran unos espacios espectaculares y altísimos. Tenían el horno, entendías cómo se fabricaba todo…”.
Porque, para Naira, la importancia del Patrimonio Industrial no radica en su atractivo, sino en su utilidad y en la historia que encierran sus paredes: “La arquitectura industrial no la puedes proteger por la belleza. Son espacios funcionales que no tienen por qué ser bellos. No están ahí para impactar, están ahí para producir. Y, en eso, ya tienen un valor suficiente. En general, la arquitectura industrial tiene ese problema: las personas no la aprecian. No se le da valor. No se relaciona que esos edificios tengan que ser protegidos. Y creo que ahí estamos perdiendo mucho Patrimonio interesante. Y creo que deberíamos hacer un esfuerzo por protegerlo. Porque, aunque no parezca interesante arquitectónicamente, en el fondo, sí que lo es. Te explica cómo se configuraba el territorio y cómo se configuraba la vida en los medios rurales”.
Aunque comprende por qué muchas veces no se le da a la arquitectura industrial el valor que merece. El paso de los años, la suciedad, las malas condiciones del edificio o incluso el riesgo de derrumbe no permiten visualizar el partido que se podría sacar a este tipo de construcciones: “Yo muchas veces pedía que no se enseñaran imágenes de la fábrica, porque la gente no iba a entender el por qué tiene valor. Yo, por mi profesión tenía capacidad para ver el potencial de la Harinera, pero verlo desde fuera… es que aquello tenía que ser un shock. Y entiendo que mucha gente dijera: ¡¿pero vamos a mantener esto?! Por eso, yo al principio hice una especie de fotomontajes para que la gente viera cómo podía quedar la Harinera. Por dentro, estaban todas las ventanas tapiadas, el suelo con una capa de caca de paloma, las humedades, las telarañas… Bueno, las telas de araña que había ahí… Me choqué con una y casi me rompo la cabeza. Parecían lianas de Tarzán. Entonces, claro, era un espacio difícil de entender. Pero si eres capaz de imaginarlo y verlo limpio y con luz, cambia. Por eso yo decía que había que mantenerlo como sea. Porque una vez que esté limpio, va a ser un espacio maravilloso, diáfano… que es algo bueno que tiene la arquitectura industrial. Tiene esa cualidad: como son espacios muy amplios -porque son naves que albergaban máquinas grandes- cuando entras y ese espacio está rehabilitado -para mí- la sensación es como si fuera una iglesia”.


Subvención de la UE: El proyecto consigue financiación.
En el momento de la entrevista con Mariano y Carlota, la asociación estaba a la espera de la resolución de una subvención de la Unión Europea, solicitada por el Ayuntamiento de Zaragoza, para poder llevar a cabo su proyecto de rehabilitación y segundo uso de la Harinera. Mariano dijo entonces: “Estamos esperando a que llegue una dotación. Sería maravilloso porque la UE te da pasta y te da una fecha para la que tiene que estar acabado. Si no se consiguiera, habría que negociar con cada corporación municipal para que uno rehabilitara el edificio, otro hiciera la Escuela de Música… Se nos iría a unos 8 o 10 años”.
Tenían dudas de que finalmente llegara, pues habían pasado demasiados meses sin ninguna novedad. Sin embargo, pocos días después, El Periódico de Aragón y Heraldo de Aragón informaban de que la Harinera recibirá una subvención total de 2’5 millones de euros, dividida en dos partidas. La primera de ellas, con efecto inmediato, será de más de 1’4 millones de euros (el 58’5% del total). Cuando se le pregunta a Mariano si el total es suficiente para la realización del proyecto, él contesta que “con las dos partidas, creo que se podrá hacer todo o casi todo”. La fecha límite para la finalización de la primera parte del proyecto data de marzo de 2026.
“Yo creo que se es feliz luchando por algo que merece la pena” Mariano Pinos.