La sombra del miedo
María Gregorio González//
Todos los seres humanos a lo largo de nuestra vida experimentamos emociones que nos hacen evolucionar. Las más habituales aparecen a diario: la alegría, la tristeza, la ira, la sorpresa o la esperanza. No obstante, hay un sentimiento inmerso en la amígdala cerebral del cerebro que aflora de vez en cuando y que es capaz de modificar nuestro estado de ánimo de forma radical: el miedo.
Cada persona experimenta el miedo de forma diferente, puesto que cohabitamos en una sociedad heterogénea y todos somos distintos a los demás. A veces, el miedo se manifiesta de forma espontánea al experimentar un proceso fuera de lo normal; otras, a largo plazo, lo que se conoce como fobia. Este último término, ya relacionado con la rama de la psicología emocional, está latente en muchos de nosotros: agorafobia o miedo a los espacios abiertos; claustrofobia o miedo a los espacios cerrados; aracnofobia o miedo a las arañas; y coulrofobia o miedo a los payasos, entre otras muchas. Son temores con los que conviven los fóbicos y que permanecen a lo largo de su vida, ya que es poco habitual enfrentarse a ellos para evitar una situación de peligro que pueda dañar nuestra integridad moral.
Pero… ¿qué es el miedo en sí mismo? ¿Por qué se origina? ¿Cuáles son las fobias más comunes? Las respuestas a estas cuestiones ofrecerán una visión más certera de cómo el miedo afecta a la sociedad.
¿Qué es el miedo? Significado y características
La Real Academia de la Lengua Española define el miedo como la “angustia por un riesgo o daño real o imaginario. Recelo o aprensión que alguien tiene de que le suceda algo contrario a lo que desea”.
Todas las sensaciones que experimentamos de forma cotidiana se consideran primarias porque provocan reacciones concretas. No obstante, el periodista César Hermida afirma en El Telégrafo que en cada cultura existen otras emociones de mayor o menor relevancia, en relación con las innumerables tradiciones.
El miedo, por tanto, es una emoción básica y primaria, ya que se encuentra en todas las culturas, y sentirla produce un cambio brusco en el organismo y el subconsciente. Es una emoción desagradable, aunque no es del todo negativa como se puede llegar a pensar. Si bien es cierto que nos hace sentir mal, también produce efectos positivos, ya que es necesario exteriorizar los temores para restablecer la tranquilidad de nuestro cuerpo y mente.
En caso de poder elegir, es probable que la mayoría de personas prefirieran excluir el miedo de sus vidas. Sin embargo, con el miedo aprendemos a sobrevivir. Se trata de un mecanismo de adaptación a un entorno en el que aparecen peligros de forma constante. En relación con lo anterior, la revista National Geographic afirma que el temor nos ayuda a reaccionar de forma rápida ante situaciones de amenaza, y lo hace en función de nuestra capacidad mental, creencias y pensamientos individuales.
Orígenes del miedo
El miedo puede ser un arma para la supervivencia, pero cuando se vuelve una reacción incontrolable e irracional, se convierte en una fobia que afecta a la vida cotidiana del individuo.
Woody Allen, por ejemplo, tiene fobia a las arañas, a los niños, al sol, a los cuartos de hotel y a las alturas. Alfred Hitchcock tenía miedo a los huevos. Walt Disney, a los ratones. Erasmo de Rotterdam, al olor a pescado. Y Jorge Manrique, como tantos, a la muerte.
El origen del miedo se pone de manifiesto cuando somos incapaces de realizar actos que en condiciones normales cualquiera sería capaz de llevar a cabo. María Isabel Esteva, psicóloga y profesora catalana, afirma que si se ha experimentado un miedo intenso o trauma, éste queda fijado en la memoria con gran intensidad: lo que nos hace daño se fija en el cerebro con más fuerza que aquello que da placer, por lo que resulta más adaptativo y permanece en el recuerdo más tiempo.
Karl Albrecht, doctor en Psicología, afirma en su revista Psychology Today que “algunos de nuestros miedos tienen un valor de supervivencia básica. Otros, sin embargo, son reflejos que pueden ser debilitados o reaprendidos.”
Hay fobias bastante características y desconocidas. Sin embargo, los seres humanos compartimos cinco tipos de miedos:
1. Miedo a la muerte: Esta emoción surge de la sensación primaria de supervivencia que comparten todos los seres humanos. En este ámbito podría incluirse otro temor, el de ser aniquilados.
2. Pérdida de autonomía: Existe un miedo global, como es el temor a ser atrapados, controlados o inmovilizados por eventos o circunstancias que se escapan de nuestro control. Según Albrecht, esta emoción está muy ligada a la claustrofobia, que sería su reacción física, aunque también puede estar relacionada con comportamientos colectivos e interacciones en la sociedad.
3. La soledad: El pánico al rechazo, al sentimiento de desprecio o la idea de abandono es otro de los miedos más comunes. Este aislamiento social origina angustia en la persona que lo sufre, lo que le induce a pensar que no es valorada o respetada por ningún individuo.
4. Miedo a la mutilación: Se interpreta como el temor a perder cualquier parte de nuestro ser, limitando la movilidad, o la pérdida de cualquier órgano que cambie la función natural del cuerpo humano. Esta emoción suele aparecer ante el peligro de animales venenosos o peligrosos, ya sean insectos o reptiles. También surge ante una situación que pueda derivar en un daño físico a través de elementos materiales, como sierras o hachas. La fobia de morir ahogado también se incluye en esta rama.
5. Daños y perjuicios al ego: Pasar vergüenza, ser humillados o atravesar cualquier situación que dificulte o ponga en peligro la integridad del ser humano, también es un miedo global, sufrido por la mayor parte de la población.
Reacciones biológicas y fisiológicas del ser humano frente al miedo
El miedo se produce a raíz de un mecanismo que se encuentra en el cerebro reptiliano. Este es el encargado de dirigir las acciones más cotidianas, como comer, beber o respirar. También forma parte de este mecanismo el sistema límbico, que se ocupa de regular los sentimientos y emociones de cada individuo. En dicho sistema se encuentra una amígdala que tiene como función cotejar la información recibida a través de los sentidos. Cuando se detecta una amenaza, es cuando se desencadena la ansiedad y el miedo, recoge la periodista especializada en ciencia Rocío Pérez Benavente en El Confidencial.
Durante la brevedad de este proceso, el hipotálamo y la glándula pituitaria segregan una hormona conocida como adrenocoticotropa. Esta sustancia, junto con otra llamada epinefrina, generan el cortisol; una hormona que aumenta el azúcar, la presión sanguínea y el nivel de energía, en caso de tener que reaccionar ante amenazas externas, nos comenta Esteva.
Estas hormonas segregadas en nuestro cerebro producen, a su vez, respuestas fisiológicas: la presión cardíaca se acelera para repartir el oxígeno a todos los músculos, los vasos sanguíneos se contraen, se produce menos saliva y se dilatan las pupilas.
Ahora bien, si el miedo está asociado a la ansiedad, pánico y dolor, ¿por qué hay personas que disfrutan pasando miedo? La respuesta es simple: el cerebro produce las mismas sustancias cuando nos asustamos y cuando algo nos produce placer.
La diferencia está en el contexto en el que nos encontremos, y el grado de pánico que se puede sentir.
Trucos para gestionar el miedo
El miedo es una emoción, no debe controlar tu vida. Por tanto, es bueno preguntarse a uno mismo qué es lo que le gustaría hacer y realmente no hace; qué es lo que le gustaría vivir y no vive; y cómo le gustaría que fuera su vida, y qué es lo que tiene que hacer para llegar a ello.
“Sin el miedo acechándonos constantemente, el ser humano raramente podría sobrevivir”, sentencia Esteva.
El temor está muy vinculado al sentimiento de infelicidad. Por tanto, es necesario buscar respuestas a las cuestiones anteriores y conseguir llegar a un estado en el que se pueda aprender a gestionar el miedo de forma funcional, y así aumentar el nivel de inteligencia emocional para reducir la sensación de temor y ansiedad.