Movidas de quinquis, traperitos y otra gente del barrio

O por qué C.Tangana no sabe dar palmas

Daniel Cargol y Álvaro Villarroya//

Me dan pánico las drogas pero me apetece probar el eme. No lo digo yo, lo escuché el otro día haciendo fila para entrar en el concierto de VVV (Trippin’You). Podría haber sido yo perfectamente, no os creáis. Esa noche ya habíamos hecho la previa antes, que si no el concierto se haría caro. Mi leve borrachera separó cuerpo y cabeza. El cuerpo bailaba, pero la mente se quedó atascada. ¿Por qué quiero consumir drogas?

Luego caí en que era un concierto de un grupo que se define como neobakala. Ahora el tecno habla de existencialismo, deshaciendo los esfuerzos de Chimo Bayo. Prometeo que robó las bases al post punk para traernos exta-sí, exta-no. De la felicidad y la abstracción del Flying free a Ataques de pánico en la sierra, ennui (ya sabes, esa angustia tonta de querer morirte) y despersonalización. Lo único que les une, la música electrónica que suena de fondo y que ambos son caminos a las drogas.

Chimo Bayo sacó un libro en 2017. Este año el IVAM, museo de la capital bakala, dedica la mitad de su programación a limpiar el bakalao. La ruta del bakalao se está “culturizando”, haciendo de un movimiento desordenado y caótico basado en drogas, música y coches una abstracción teórica casi reivindicable.  ¿Quién no quiere una noche de fiesta loca sin control que puede acabar en sexo en la playa o en un accidente provocado por tu propia conducción temeraria?

Hay más tendencias que me hacen querer probar las drogas. Igual que con lo bakala, podemos ampliar la romantización de las drogas a todos los ámbitos de la “baja” cultura española. El costumbrismo español se ha pasado de romantizar el lumpen. Y si vamos a hablar de costumbrismo hay que hablar del Madrileño.

El Barrio

Tangana (Crema, Pucho, el tirillas de AGZ, como quieras llamarlo) se ha convertido en el historiador cultural de moda. Se especializa en historia moderna: no habla de juglares, ni de damas debajo de pinos. Ni siquiera son reyes, ni guerreros, ni presidentes del gobierno. Son otros personajes: el quinqui, el camello de barrio de los noventa, el inmigrante latino de segunda generación.

Gente de barrio. Como tú o como yo. Gente que sufrió el desamor en la adolescencia — Tú me dejaste de querer es lo que una relación no fue por ser ya mayores. Gente de la que otros se han aprovechado — los que, de buenos, acaban siendo Los tontos. Gente que tiene una flor en el culo y un camello en Hong Kong. Que habrá quién lo tenga, claro.

Barrio de noche
Barrio de noche

Pero el pescao’ ya está vendido. Toda España conmovida por el relato de su barrio. Y es cierto que suena a tu barrio: hay colaboraciones con la Húngara, con Kiko Veneno, con los Gypsy Kings, con Calamaro, con tu vecino del sexto y, tal vez, hasta contigo mismo. Suena a la música del coche yendo al simulacro de pueblo de playa favorito de tu familia, a parar en la gasolinera de camino a campamentos. A tener cinco años en un momento indeterminado entre los ochenta y dos mil cinco.

El Madrileño es consciente de esto. El tracklist es una servilleta garabateada. Los videoclips, un roneo en Barajas y el Edificio España; las manolas en un entierro en Aragoneses, Segovia; el conserje del Edificio Torres Blancas; la Casa Carvajal en Pozuelo. Es Madrid en todos sus sentidos, también España entera: la herencia del éxodo rural, las barriadas de trabajadores, los pijos de las afueras.

El Pucho sabe de dónde viene. Ya lo decía cuando era Crema: Yo represento al centro / fuera del barrio aunque lo lleve bien dentro. Viene de Usera, un limbo que no es Vallecas ni el barrio de Salamanca. Es de Madriz, con zeta. Aunque iba a colegio de curas, aprendió calle trabajando en ella repartiendo folletos. 

Y, aún así, C. Tangana no sabe dar palmas. No es lo suyo: en Madrid se dan palmas, pero pocas. Es algo muy español, coger el flamenco y pretender que es algo que mamamos todos desde la cuna ignorando el folklore de cada una de las distintas tierras. La asociación de rasgos propios de culturas minorizadas como parte de una cultura española unificada acaba siendo siempre problemática. 

Y lo es más aún cuando tienes en cuenta quién lo hace. C. Tangana ha dejado claro muchas veces que sólo le importa el dinero. Loewe en la bolsa, quiero mi pasta”; Antes quería un Rolex, ahora quiero dos; “Mira mi nombre y piensa en Inditex; No tengo tiempo para gramear, enseñando a todo el juego cómo negociar.

Frente a los movimientos dentro del trap de buscar lo real, la subsistencia en el underground frente a los “vendidos” al sistema capitalista, El Madrileño hace suya una cita de Warhol, Los buenos negocios son la mejor de las artes. Defendía así su contrato de 2017 con SONY, el contrato más caro en España de tol gremio.

Jesucristo García

Tangana se convirtió así en un nuevo mesías, como ya dijo Ernesto Castro en El Trap. La encarnación de la mentalidad económica del grindeo, su fe es bitcoin y la cuenta del banco. Una suerte de criptolai mazado antes de que existiera siquiera el blockchain. Jesucristo Incel: supera las barreras de lo terrenal —se atreve a hablar con mujeres, aunque le hagan daño (Mala mujer) y es él mismo el que las rechaza (Demasiao tarde). “Dejo que se duerma si se parece a ti / En tres hora’ mi vuelo, puta, salte de aquí”.

Ídolo es su Domingo de Ramos. Ávida Dollars es la expulsión de los mercaderes del templo, si los prestamistas fueran los fans que se han quedado estancados en el rap, los cremistas o cremianos que dice Ernesto Castro. Cabernet Sauvignon es el Cristo dejándole claro a San Pedro quién es antes de que pueda negarle. La religión del dinero se hace explícita: “Quién quiere tu respeto cuando tengo un millón”

Su viacrucis son dos canciones: Nunca estoy es su madre pidiéndole que vuelva a casa, Guille asesino es la realización de los pecados cometidos. Su Pasión llega en Bien 🙁 de forma literal: susurra “todo va a estar bien” mientras una animación suya se tira por la ventana. Plof. Suenan ambulancias, se te cae una lagrimilla.

Después de un tiempo desaparecido, conocimos su Pascua de Resurrección. Demasiadas mujeres comienza con las cornetas de la Semana Santa de Cádiz, y el videoclip son María, madre, y María Magdalena, amante, de luto por su muerte. Un niño Antón las ve mientras se come un bocata de paté junto con su abuela, comenzando las andadas de El Madrileño. 

Neocostumbrismo

El Madrileño es un parroquiano del bar de tu barrio al que van los viejos a jugar al mus y los jóvenes a por un pincho de tortilla. Vota al PSOE desde que puede recordar, más por costumbre que por creencia. Se queja de la España vaciada pero luego nunca pisa el pueblo. Es el hombre en España que lo hace todo, el hombre que lo hace todo en España” de Astrud. Cristo en carne renacida, cuyo nuevo mandamiento es el Costumbrismo.

No se ha separado de sus mensajes anteriores, pero viene sin pontificar sobre ellos. Es un costumbrismo que no se incomoda ante la etiqueta de neoliberal: ya hemos hablado de apropiación del barrio, esto es la asimilación completa y destructiva. Hacer de los pobres un coworking donde te llegan las lluvias de ideas de forma automática y gratuita. Sean pobres de barrio, pobres queers o pobres gitanos. Todos pobres.

Porque lo pobre vende, pero no los pobres. Piénsalo: la Rosalía dando palmas con Kylie Jenner, el Niño de Elche denominándose exflamenco, Marc Seguí y Pol Granch, polémicas fascistas aparte, vestidos con un pantalón de chándal de 300 euros haciendo como si fuera del Humana mientras flashean un porro de asociación como un niño de quince años con una botella de vodka de piruleta. 

Al fin y al cabo, este nuevo costumbrismo es una cuestión de clase. Hay buenos costumbristas ahora: gente que atribuye sus referencias, que no esconde los iconos en los que se inspira. Un ejemplo es Samantha Hudson en Por España. Llamar “papi” a Franco desde lo cuir es reapropiación. Pegarle un tiro a Franco en la sien es justicia poética. Bailar bachata en la Catedral de Toledo para causar conmoción es hacerte la moderna, hacer una canción sobre el yakisoba y el pollo teriyaki es ya casi cutre.

Ernesto Castro habla (una vez más, ya la última, lo prometemos) sobre C. Tangana en términos de cabeza de turco autoimpuesta. En su propia performance de ser un mesías que expía nuestros pecados, se convierte en la figura a la que odiar, asumiendo que el público va a poder entender su intención liberadora.

Solo hay un problema con ello: que, como siempre que aparecen mesías, hay gente que no entiende las ideas que hay detrás. Si la crítica que intentabas crear gusta a maricones, feministas, liberales y fascistas por igual, tienes un problema. La crítica que no se entiende como crítica sólo legitima el discurso, y El Madrileño, como otros muchos, continúa la línea de romantización de la pobreza sin entender toda la problemática social que acompaña a las palmas y los ritmos latinos.

Han creado una nueva tribu de gente que se cree quinquis entre las clases medias, una nueva movida madrileña. Mientras que los yonkies se metían heroína en los portales, ahora el neocostumbrista neoliberal va a la discoteca de moda y se meten cuatro neo-rayas en los baños con su polo Lacoste y al día siguiente se despiertan tarde para jugar al pádel y tomar un vermut. Por esto me apetece probar el eme, igual que quiero un Masseratti o un chalet en Benidorm. 

Pero bueno, igual todo esto era el Trap. Y el que no esté colocao’, que se coloque.


Si quieres leer más sobre el trap en España te dejamos este otro artículo: «La revolución a través del trap».

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