Mujeres libres, mujeres revolucionarias
Julia Pascual Miana y Ester Fernández García//
Todavía eran tiempos de banderas tricolor en las fachadas de los ayuntamientos, donde el violeta feminista completaba el símbolo de un país que nunca había conocido demasiadas libertades. Sin embargo, la mayoría de las mujeres seguían en casa, preparando la comida a sus maridos y educando a sus hijos. Nadie escribía para ellas y, por supuesto, ellas no escribían para nadie.

La unión de fuerzas fue el primer instrumento para hacerse un sitio en la sociedad y así, en 1934, se creó en Barcelona el Grupo Cultural Femenino. A partir de ese momento, muchas de las mujeres que militaban en la Confederación Nacional del Trabajo (CNT) empezaron a sentir la necesidad de una organización específica para desarrollar sus capacidades y su lucha política. Nacía así, en abril del 36, la organización Mujeres Libres. Llegó a contar con 20.000 afiliadas. Eran obreras, campesinas, o licenciadas que lucharon por la emancipación, la igualdad y un futuro mejor para las mujeres. Esta organización contó con un potente instrumento de difusión, la revista Mujeres Libres, que comenzó a editarse en mayo del 36, cuando muchos de los derechos conquistados daban sus últimos pasos. Una publicación anarquista y revolucionaria altamente crítica, cuyo objetivo era despertar la conciencia femenina hacia ideas libertarias. Lucía Sánchez Saornil, Mercedes Comaposada Guillén y Amparo Poch y Gascón pusieron en marcha este hito, muchas veces olvidado en la historia del feminismo. El 15 de junio de 1936 se publicó el primer número, agotándose casi inmediatamente. Pero en sus páginas no solo se adentraron mujeres anarquistas, esta revista consiguió llegar a todas las mujeres y formarlas para lograr su emancipación económica, social e intelectual.
Catorce páginas de diseño, ilustraciones e ideas modernas formaron los tres primeros números que se editaron mensualmente hasta el estallido de la Guerra Civil. El horror tampoco amedrentó a estas tres mujeres que centraron sus esfuerzos, tal y como ellas revelaron, en su deseo de “hacer un periódico estremecido, caliente y vibrante que reflejase con toda intensidad la imponente grandeza del momento”. La extensión fue a partir de entonces más irregular y los contenidos bélicos acapararon todo el protagonismo.
Durante toda la trayectoria de la revista, fueron exclusivamente mujeres las que escribieron los textos. Además de las fundadoras, muchas mujeres importantes dentro del movimiento libertario internacional, como Emma Goldman, colaboraron desde el principio con el proyecto. A pesar de esta reivindicación, ellas no se definieron nunca como feministas, pues creían que era un movimiento burgués. Para la clase obrera, el trabajo no era necesariamente liberador y lo que querían no era el acceso igualitario a un sistema de privilegios, sino un nuevo sistema sin privilegios. Utilizaron la expresión “humanismo integral” para definir el mecanismo por el que las mujeres podían expresar su poder, reconocerse y asociarse sin tener que renunciar a la diferencia.

La respuesta de las mujeres españolas fue una explosiva toma de conciencia que, en la mayoría de los casos, terminó con el exilio. En 1938, se publicaba el último número de la revista, cuando el frente de la Guerra Civil llegó a Barcelona, por lo que no se conserva ningún ejemplar. La publicación parecía acabar así, pero muchas de las militantes se mantuvieron en contacto en el exilio. Entre ellas, Sara Berenguer, Suceso Portales y Mary Stevenson, atentas a lo que ocurría en España, editaron la revista Mujeres Libres de España en el Exilio. A la muerte de Franco, Berenguer regresó a Barcelona con el material que tenían (libros, documentos, revistas y otros recursos) para entregarlo a la recién fundada Mujeres Libres de Barcelona. Una humilde entrega que tenía el valor simbólico de un auténtico legado, pues así se enlazaban dos generaciones de mujeres entre las que se había abierto el abismo del franquismo.

Mujeres Libres es mucho más que catorce números de una revista. Mujeres Libres es una publicación valiente, escrita en su mayoría en uno de los momentos más difíciles de la historia de España, que se anticipó a algunos de los debates más controvertidos y vigentes en la actualidad: maternidad subrogada, abolición de la prostitución, amor libre… Hasta hoy ha llegado su visión de cambio social y su deseo de lograr una sociedad revolucionaria donde las mujeres sean totalmente partícipes. Cuarenta años de dictadura no acabaron con las ideas que llenaban las páginas de Mujeres Libres, y aún hoy son fuente de inspiración para nuevas reivindicaciones. Porque, como decía la militante anarquista Soledad Estorach, hay que seguir volando: “Nuestras alas truncadas, pero alas al fin, son un tesoro inapreciable. Con ellas, hasta en la noche hay luz. La desgracia hubiera sido haberlas perdido. O no haberlas tenido nunca”.
Las conquistas de las mujeres durante la II República
La Segunda República convirtió a la mujer en protagonista e impulsó el desarrollo del movimiento feminista. Hasta ese momento, las mujeres españolas habían tenido un papel pasivo y desigual en la sociedad, siendo únicamente esposas y madres. Con la llegada del régimen republicano en abril de 1931, se produjo una revisión de las leyes discriminatorias y en pocos años se consiguieron grandes avances para la mujer. El acceso al mundo político, el derecho al voto, su papel protagonista en las luchas sociales o el acceso a la vida pública y la educación fueron algunas de las conquistas. Pero la ejecución, la cárcel, la represión y el exilio que trajo consigo el franquismo sepultarían muchos de estos avances. Teresa Claramunt, María Cambrils, Soledad Gustavo, Carmen de Burgos ‘Colombine’, Federica Montseny, Victoria Kent o Clara Campoamor. Políticas, periodistas, abogadas, maestras y escritoras que protagonizaron la lucha contra una doble opresión: de clase y de género.