No Spoilers: Dos viajes de Jorge Carrión por Zaragoza

Eduardo Fariña Poveda//

Jorge Carrión, creador de uno de los proyectos narrativos y teóricos más interesantes en lengua española, estuvo en Zaragoza el día 13 y 14 de noviembre, en dos actividades de naturaleza distinta pero temáticamente complementarias. Esta crónica describe los dos actos en los que el escritor catalán estuvo involucrado en la capital aragonesa.

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  1. Animales Transmedia. Librería Antígona, 19:30 horas.

Es el día de las librerías. Es el 13 de Noviembre. Hay una variedad de oferta cultural en muchas librerías zaragozanas, pero nosotros, los replicantes, los lectores de ciencia ficción que disfrutamos como en una tertulia periódica decimonónica comentar los libros adquiridos en las librerías de librero, acudimos al cuarto soñado, al paraíso Borges, al búnker Bolaño. Y el librero, ese Virgilio que nos guía por los círculos del infierno de la infoxicación y la avalancha de lo que se publica hoy. Jorge Carrión, escritor, crítico, ensayista, doctor en Humanidades, interesado en todo, les rinde tributo. Como un “todocampista” -término del fútbol que define a un jugador que puede desempeñar diversas funciones estratégicas de forma simétrica y eficiente- ha desarrollado una interesante obra literaria y teórica, en la cual analiza temas diversos: El Nuevo Periodismo, la narrativa de viajes, las series de televisión, la cultura contemporánea, postmoderna.

Nos encontramos primero en la Librería Antígona. Nos saludamos. De inmediato vamos al bar La Feria para charlar antes de su presentación. Su ensayo Librerías fue finalista del Premio Anagrama de Ensayo en 2013. En este encontramos un ensamblaje de crónicas de sus viajes, más una breve historiografía del origen de las librerías. Un libro que me recuerda a Los Anillos de Saturno de W.G Sebald. De hecho, Carrión me lo comenta antes de la presentación, que le interesa “narrar ensayando y ensayar narrando”. Hibridez de géneros donde el periodismo tiene especial relevancia: “Para mí, el periodismo es el punto de partida de todo lo que hago, cómo terminen mis libros es ya otro asunto”. Su ensayo revela que no descuida los datos, las fechas, las cifras. Todo atado a un estilo algo neobarroco y copioso que busca informar de forma más clara que la fría prosa de las noticias de agencia. El autor catalán asiente cuando le pregunto por su tendencia a lo transmedia, y señala: “Los seres humanos somos animales transmedia”. Nuestras historias parecen usar diversos soportes para construir nuestro relato cotidiano. No sólo como cronistas o autores, como personas, como personajes. Como quien siente dentro de sí algo llamado vida.

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“La librería es un hábito”. Un hábito donde habitas, te desplazas, y regresas hacia ti mismo con una nueva intertextualidad que compartir, deduzco en parte al hilo de lo que oigo. Jorge Carrión aún no bebe de su botellín de agua y está respondiendo a una tercera pregunta. El bar La Feria está semivacío pero unos niños cercanos juegan y por un momento no distingo lo que me dice el autor de la trilogía de Los Muertos, Los Huérfanos y Los Turistas. Por un momento, pienso que esos niños son personajes futuros de alguna fábula distópica que Carrión quizás aceptaría escribir. La presentación de la precuela de la trilogía Los Difuntos comenzará en breves minutos. “Las librerías para sobrevivir deben cultivar experiencias físicas y táctiles que tengan que ver con lo artesanal. La librería tiene una idea de templo no sagrado: Antígona es un ejemplo claro porque tiene un grupo de clientes muy fieles”, dice. Una parte de esos lectores lo está esperando en la presentación de la nouvelle, a cargo de María Ángeles Naval y Sergio del Molino. Posteriormente, se celebrará el día de las librerías, donde los invitados podrán leer textos escogidos de las obras que deseen.

Llegamos todos a la presentación. María Ángeles Naval se declara fan de Los Huérfanos. “Pedazo de novela, redonda y con hondura”, asegura. A continuación, la profesora de la Universidad de Zaragoza nos indica que ha dividido su exposición en tres partes: aspectos de la ciencia ficción, aspectos de irrealidad o realidad de los personajes y el carácter político de las novelas. Comienzo a sentir la intertextualidad, porque no sé si oigo un seminario, una conferencia o una presentación de un libro. La librería se vuelve un búnker transmedia mientras Julia, la librera, sirve vasos de vino a los asistentes. Yo hago fotos y tomo notas. Texto e imagen, imagen y texto. Aún sigue llegando gente y la sala comienza a llenarse, miro hacia atrás y veo que la gente conforma una fila en el pasillo que separa a las dos salas de la librería. En ese pasillo están los libros de filosofía y crítica; al frente un escritorio donde Julia suele hacer los pedidos de los libros que no tiene en sala. En la silla que usa de forma habitual se encuentra sentada una asistente; a su lado, personas que deben tener poca visibilidad porque un estante frente a ellos se lo impide. Pero oyen, los observo y oyen, alguno me mira y parece asentir lo que escucha. Una chica me sonríe.

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Naval resume brevemente cada apartado de su exposición con precisión quirúrgica. Pone énfasis en la idea del futuro inmediato. En el desorden cronológico de la trilogía y en la narrativa cuántica propia de una serie de televisión. Naval expone que un rasgo común a todas las novelas del proyecto tiene que ver con la esencia de los protagonistas, con el “vacío de identidad que se observa en estos personajes”. La idea es central en la trilogía más la precuela, Los Difuntos, de la que hablará Del Molino dentro de poco. La duda de su existencia, si mueren o viven tras la lectura de sus aventuras o de sus vínculos intertextuales. La idea parece insistir en el concepto de la máscara, si los personajes usan diversas máscaras; las máscaras que el lector les propone a cada uno de ellos en su ejercicio de lectura. O quizás máscaras que estos usan en su intimidad de teleserie. En los muertos hay un homenaje lírico a Blade Runner y a la narrativa en general de Philip K. Dick. Personajes como figuras de papiroflexia en donde sus rasgos psicológicos son los pliegues de sus contornos de aluminio. Mientras Naval reflexionaba sobre las referencias distópicas de Los Huérfanos y concluía su lectura de las novelas, Carrión observaba tres botellas de vino que tenía enfrente, sobre la mesa donde firmaría más tarde los ejemplares. Las botellas tenían distinto tamaño, y estaban colocadas de forma simétrica de cara al público: “Antígona es tan original que hasta las botellas de vino son de diferente tamaño”, dijo mientras el público reía.

Por otra parte, Sergio del Molino declaró sentir envidia por el proyecto estético de Carrión. El tono levemente irónico y cómplice se mezclaba con el de la gripe. Él señala de inmediato que la tiene y agrega: “intentaré morirme para hacer la mejor presentación posible”. Otro turno de risas del público y Del Molino acota que dado que la novela que presenta se llama Los Difuntos, su idea de performance era idónea. Del Molino señaló que la obra de Carrión se sitúa en una postmodernidad paradigmática, donde sus textos plantean un juego y un cuestionamiento. Para el escritor aragonés, la ambición del proyecto literario de Carrión posee retos narrativos altísimos. Una novela tierna que se articula como epílogo del libro y en la que se alternan ilustraciones de Celsius Pictor. El aire decimonónico, con sus dibujos conceden algo de ternura a una historia signada por el camino de un Héroe – Dionisio – el cuál transita a su manera las etapas que tiene por ser un Recién Llegado, el concepto que define a los personajes de ficción que conviven en la realidad que plantea la novela. “No spoilers”, me digo, y continúo con la crónica. Del Molino recomienda a los lectores que no conocen a Carrión comenzar con Los Difuntos, porque así conocerán mejor su obra ya que nada libresco es ajeno a ello.

Posteriormente, se da lugar a la celebración del día de las librerías. Varias personas del público presente han traído algunos textos para leerlos en público. El acto comenzó a las 21 horas y se prolongó por poco más de una hora. Los asistentes leían sus fragmentos mientras acababan los vasos de vino. Julia de Antígona decidió leer un fragmento de Librerías, mientras Carrión le tomaba una foto que posteriormente colocará en su cuenta de Twitter. Mientras se daba lugar a la lectura, Marina Gros, joven músico, hacía el acompañamiento con su arpa. La amenización creaba un clima perfecto para el deleite de la lectura oral de los invitados. Después, Pepito y Julia de Antígona se desplazaron a un bar de tapeo con algunos de los invitados.

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La gente cenaba, tarde. 45 minutos de espera. Botellas de vino, cañas de cerveza, las primeras raciones. Se comía, se charlaba de libros, de anécdotas. De pronto, Carrión lee su móvil y su expresión cambió de forma brusca. Comienza a leer sobre un atentado en Paris, con muchos muertos y heridos, organizado de forma paralela en varios lugares, siendo una sala de conciertos llamada Bataclán el lugar donde se vivieron los hechos más dramáticos. Por unos breves microsegundos pensé que hablaba de alguna trama argumental de alguna novela distópica en la que trabajaba o sobre una historia que leía en otro libro. De pronto el nerviosismo se apodera de los comensales y todos comienzan a leer sus móviles. Como no tengo internet, leía las informaciones de mis vecinos de mesa. “Esto es una guerra, estamos en guerra” decía alguien; “no puedo creer lo que leo”, decía otro. Yo permanecía callado, la sensación que nos embargaba es muy extraña. La madre de la chica que tocaba el arpa me dijo que mientras nosotros cenábamos de forma amena y alegre, mientras disfrutábamos de la literatura, en Paris ocurría esta desgracia. Y tenía razón. Las atmósferas pequeñoburguesas en las cuáles nos movemos quienes frecuentamos las librerías y los actos culturales te hacen olvidar por algunos momentos la dureza de la realidad. Hubo algunos minutos de reflexión. La cena fue agradable, pese a todo. En casa, cada uno se dedicaría a leer más sobre el atentado terrorista.

2. Arquelogías del viaje. III Salón de Literatura transmedia 2015. 14 de Noviembre, 13.15 horas.

Jorge Carrión es uno de los invitados al III Salón de Literatura Transmedia de Zaragoza 2015 que se organiza de forma anual en el centro de Arte y Tecnología de Zaragoza, Etopía. Un lugar con instalaciones postmodernas, situado a un extremo del CIEM y al frente de la Estación Delicias, aquellas que, si llegas a Zaragoza por la noche, te dan la bienvenida de forma luminosa. Una especie de faro que junto con El Pilar te indica que ya estás en la capital aragonesa. A las 12:30, después de la intervención de Leonardo Valencia y Pelayo Méndez, se realiza un vermú casero con el autor viajero. Vasos de diversos colores, tonos violeta, verde, naranja, se suceden en la barra del bar instalado, junto con pequeños platos de cacahuetes, patatas fritas, frutos secos. Paredes blancas y una sala amplia, con una pantalla plana que exhibía el perfil de Facebook de Lecturas Enredadas, el club de lectura online promovido por la organización del Salón con la colaboración de Librería Cálamo y la Biblioteca Cubit. Para la ocasión, habían propuesto a sus lectores Los Turistas.

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El eje central que articuló la programación de la jornada de este año fue el «código humano», que explora el código informático. Como un dispositivo creativo útil para actividades artísticas, culturales y pedagógicas. Este encuentro-vermú con Carrión comienza cuando la moderadora presenta el concepto del Club de lectura Online que realizaban. Después se le comunica al público que tiene libertad para comentar pasajes de la novela que puedan ser de su interés.

Carrión comienza su exposición, y en ella aparecen diversos nombres de escritores, hipervínculos que veo que alguien cercano a mí escribe de prisa para poder googlearlos. La exposición comenzó con una síntesis del cuento de Edgar Allan Poe, El hombre de la multitud. Posteriormente se refiere a la trilogía, a los personajes Mario Alvares y George Carrington, que son una especie de Detectives Salvajes 2.0, que tienen en parte la suerte de los personajes de la serie Lost. Carrión señala que Los Turistas la escribió en el Mar Rojo, mientras realizaba un curso de buceo. Nuevamente aparece el concepto del viaje como lugar de retorno y no de llegada. En su ensayo Viaje contra espacio. Juan Goytisolo y W.G Sebald, el autor establece una tipología de viajeros. Al examinar ensayos emblemáticos como Tristes Trópicos de Levi-Strauss, quien decreta la muerte del viaje después de la II Guerra Mundial, Carrión propone una “dicotomía de fácil difusión”, con dos tipos de viajeros: los pro-espaciales y los contra-espaciales. Los primeros son quienes viajan sin cuestionar su cultura y sus valores culturales heredados: serían en parte conquistadores, misioneros o cualquier sujeto que proceda de un país colonialista a imponer valores a los habitantes de otra latitud. A pesar de que Carrión no lo dijo en la charla, se puede intuir muy bien quiénes pueden ser viajeros pro-espaciales en la actualidad.

En una dirección distinta, los viajeros contra-espaciales se desplazan en contra de la noción del espacio heredada. Esta segundo tipo de viajeros es el que define a un turista, un viajero situado en una postmodernidad, o sociedad informacional si nos guiamos por Manuel Castells, turista que consulta Google Maps antes de viajar a un destino y lleva consigo al destino la información de la red y puede contrastar, guiarse y practicar el hábito de la empatía con las personas de los entornos visitados. Carrión insistió en que el turista y el viajero son uno solo, se han fundido en un personaje. La forma de viajar también ha mutado: nuestras cámaras narran nuestros viajes con cientos y miles de fotografías digitales. Carrión nos recordó que, hasta no hace mucho, solo tenías 24 fotos para revelar. Lo que te obligaba a escoger muy bien la imagen que iba a construir tu relato de vacaciones. Como conclusión, se puede deducir que el turista contra-espacial es un catador cultural de lo que visita, de lo que integra a su repertorio mental, la memoria como un espacio privilegiado para almacenar el aprendizaje que cada viaje exige.

“Nuestros viajes comienzan en Google”, continuaba el escritor catalán. Recordó que Edward Said en su célebre ensayo Orientalismo sostiene que los viajeros del siglo XIX se preparaban para visitar Constantinopla leyendo sobre la ciudad. Pero de pronto se encontraban allí y descubrían que el Harem sobre el que habían leído llevaba 50 años desaparecido. También de Ébano de Ryszard Kapuscinski, donde el cronista polaco decía que ahora no puedes prepararte para un viaje porque en diez horas estás en el destino. Todos estos datos que cita Carrión nos hablan del cambio del viaje. En Los Turistas, Carrión investiga cómo era la vida tecnológica del viaje en 1999, más cercana a los casos de Said y Kapuscinski. Prepara a un personaje, Vicent, que detesta las fotografías. “No spoilers”, me digo nuevamente, y sigo la crónica. Los Turistas narra esa travesía en clave ficticia, en el cambio de milenio.

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Finalmente, Carrión comenta el poema central de Los Turistas. “Es el espíritu femenino del viaje”, explica. El poema describe mil años en la figura de Egeria, la viajera y escritora hispano-romana del siglo IV que decide ir a Jerusalén, pasando por las costas del Mediterráneo. En su diario anotó todas sus impresiones sobre los lugares que visitó. El texto en verso narra mil años de viaje, comienza con versos en latín y acaba en el español peninsular actual. El viaje no solo es en el espacio y el tiempo sino que también es lingüístico. Variación de la lengua funcional, diría un filólogo. Carrión no es poeta, y me dijo anteriormente que, después de leer a Paul Celan, dejó de escribir poemas, los cuales calificó de “muy malos”. Por eso, confesó que elaborar el poema fue todo un reto para él. Le tomó mucho tiempo disponer de un texto final logrado.

Carrión debe salir enseguida porque el AVE que espera parte en breve. Nos despedimos. Los organizadores de Etopía se van con él de forma rápida, el tren no se puede perder. Pensé en lo divertido de una situación así: un escritor viajero pierde un tren por extenderse demasiado en su novela centrada en el concepto del viaje. La gente poco a poco abandonaba Etopía, cogía flyers de actividades futuras del lugar. Me acerco a la barra y me pido otro vermú. No todos los días se bebe un buen vermú casero. No todos los días se viaja. Por eso, cuando se hace, se disfruta el doble. Y así lo hice mientras chicos con camisas con cuadros y de colores recogían los vasos, los platos y desconectaban todo.

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