Qué odioso eres, Tarantino
Adrián Luis//
Tarantiniano: dícese del conjunto de características comunes de los largometrajes del director norteamericano Quentin Tarantino. A saber: diálogos y anécdotas, ruptura de la narración lineal, renovación de los géneros cinematográficos, relevancia de la banda sonora y el empleo de la violencia. Este último elemento vuelve a ser un factor decisivo en el desarrollo de su octava obra, Los odiosos ocho.
La palabra indiferencia no representa a Quentin Tarantino. Porque el director y guionista nació para crear su propio cine, no uno precintado listo para abrir y consumir: películas transgresoras, abruptas y sórdidas pero inequívocas y singulares. Se le quiere o se le detesta, no existe término medio, no hay una mirada aséptica. No obstante, tanto los fieles como los detractores acaban viendo el film. Siempre.
En su octava película, Los odiosos ocho, el cineasta se rodea de sus hombres de confianza: Samuel L. Jackson, Tim Roth, Michael Madsen, Kurt Russell y Walton Goggins. Solo falta su musa, Uma Thurman. En esta ocasión, el papel femenino recae en la nominada al Oscar a la mejor actriz de reparto, Jennifer Jason Leigh, y sobre ella orbitarán la trama y el suspense.
Su personaje, Daisy Domergue, es apresada por el cazarrecompensas John Ruth –Kurt Russell–, quien le traslada en una diligencia al pueblo de Red Rock con el fin de ejecutarle. Cuando se avecina una intensa ventisca y tras recoger en el camino a otro cazarrecompensas, el mayor Marquis Warren –Samuel L. Jackson–, y al sheriff Chris Mannix –Walton Goggins–, los ocupantes del carruaje deciden parar en la Mercería de Minnie. En el interior de este apeadero se hospedan un verdugo –Tim Roth–, un mexicano –Demián Bichir–, un vaquero –Michael Madsen– y un general confederado –Bruce Dern–.
El largometraje se inspira en el wéstern de John Ford, La diligencia. Pero si en este clásico del séptimo arte la convivencia entre sus nueve protagonistas en un coche de caballos resulta ser un éxito, en la historia de Tarantino surge la desconfianza por salvar o arrebatar a la prisionera de las manos de su captor. Y esta desconfianza provoca que brote la sangre. Tarantino explota muchos de sus recursos característicos –los diálogos, la estructuración en capítulos, los flashbacks, la banda sonora– e incluso innova –aparece el narrador al final del film–. Sin embargo, en esta producción la violencia alcanza de nuevo la sublimación.
Quentin Tarantino banaliza la violencia, le sustrae el sufrimiento, la penitencia y la moral pero le otorga la máxima expresión artística más allá del verismo de la crueldad. Semejante al esperpento ideado por Valle-Inclán. Si el dramaturgo extremaba la realidad de manera irónica y ridícula, Tarantino hace lo propio con la violencia: la convierte en un elemento narrativo. ¿Qué serían sus películas sin sangre ni muertes? Sus personajes, sus argumentos y sus universos perderían vigor ante la ausencia de esta pulsión humana.

El realizador nació y se crió en el país belicista por antonomasia, en la patria en la que impera la Segunda Enmienda de la Constitución que da derecho a poseer armas. En resumen y en palabras del actor Charlton Heston en el documental Bowling for Columbine: “La historia de Estados Unidos está bañada en sangre”. Y Tarantino lo sabe. Ha recibido numerosas críticas por el contenido violento de sus obras y se insinúa que pueden incitar a la delincuencia. Sin embargo, como aseguraba el propio Michael Moore en el citado documental, existen otras causas que descartan que las películas violentas, los videojuegos, South Park o Marilyn Manson provoquen los males del país de las barras y las estrellas.
Todo comenzó con una oreja. En el primer largo de Tarantino, Reservoir Dogs, el señor Rubio interpretado por Michael Madsen se dispone a torturar a un policía retenido. Después de marcarse unos pasos de baile mientras suena Stuck in the middle with you de la banda Stealers Wheel, el criminal, navaja de afeitar en mano, le corta el pabellón auditivo al agente, transformando el martirio en deleite.
Los guiones de Tarantino son capaces de acribillar a balazos a Hitler en Malditos bastardos; de convertir en mera rutina el trabajo de un gánster en Pulp Fiction –horario matinal, recitar el pasaje de Ezequiel 25:17 como si se tratara de un camarero cantando el menú del día– y de erigir la venganza como la mejor de las motivaciones en Kill Bill. Es en este film donde una pelea con la Yakuza se presenta como una coreografía con un cariz gore y cuyo cénit –el enfrentamiento entre la protagonista ‘La Novia’ y O-Ren Ishii– aúna la belleza de la nieve sobre un jardín zen, la inspiración de la banda sonora y la expresión corporal de estas protagonistas del duelo final.
Los odiosos ocho, la última representación con este leitmotiv del director, se sitúa dentro de una tragicomedia de cuatro paredes de madera. Las agresiones y las muertes se esperan, se provocan y, al final, se perpetran. El ojo amoratado de Daisy Domergue, ya desde su primera aparición, es un pretexto, una señal que indica que en la cinta los actos fuera de la ley predominarán. Para ser exactos, se decretará la ley del más fuerte y furioso.
Daisy Domergue irritará con sus comentarios a su captor John Ruth y este le golpeará sin escrúpulos. También Ruth tomará precauciones con el resto de huéspedes de la Mercería de Minnie para evitar que le despojen de su prisionera, valorada en 10.000 dólares. A esta tensión se añade el odio mutuo entre el mayor Marquis Warren, que combatió en la guerra de Secesión, y el anciano confederado. Casualidades del destino, el hijo de este trató de aniquilar a Warren con anterioridad para cobrar una recompensa. Un desgarrador flashback revelará cómo se resolvió este encuentro. Y como a este cineasta le encantan las hecatombes, es cuestión de tiempo que el cómplice o los cómplices de la prisionera irrumpan en la escena.
Orejas rebanadas, ojos arrancados de las cuencas con las yemas de los dedos, esvásticas marcadas en la frente con un puñal, miembros del KKK saltando por los aires cual palomitas en el microondas, disparos en los escrotos…la filmografía de Quentin Tarantino es y será una oda cinematográfica a la violencia en sus diferentes formas y manifestaciones. Quizás no sea un genio pero sí genuino. Por mucho que moleste a sus odiadores.
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![]() ![]() Observo a las personas sin cesar, pienso por encima de mis posibilidades y solo hablo cuando tengo algo que aportar irónica o intelectualmente. Ante el documento en blanco, no sé si decantarme por los deportes, por el cine o por las series. Pero la realidad al final me empuja hacia los problemas sociales.
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Tienes mucha razón en todo lo que dices. Tarantino ha creado su propio cine de autor, que encanta a algunos y disgusta a muchos otros. Lo que no cabe duda es que como producto comercial ha sabido crearse su propia sello de identidad. Los odiosos ocho se vendió como «La octava película de Tarantino», como si de un acontecimiento inaudito se tratase. Lo que aun no me queda claro es si este señor es un genio, un freaky, un vende humos o una mezcla de los tres. A mi personalmente me gusta su estilo y su producto, aunque soy consciente de sus artimañas comerciales. Muy buen artículo Führer!
Genio no es pero sí que es un transgresor, algo muy necesario en la actualidad. Creo que aunque haya gente que no le guste, si no existiera Tarantino, habría que inventarle.
Advierto de que Tarantino no es santo de mi devoción:
«Quizás no sea genio pero si genuino», es una afirmación que define a la perfección la concepción que el público contemporáneo tiene de este prepotente director.
No paro de encontrarme a gente que me dice que Tarantino tiene un estilo propio, y me citan los dichosos planos de los pies, su uso de la violencia y su admiración por la cultura pop americana.
Toda una serie de supercherías que intentan adornar la más absoluta ausencia de estilo e ideas originales.
Ojo, no todo lo que ha hecho Tarantino es malo, ahí esta «Pulp Fiction», que innegablemente presenta una serie de novedades, que si bien ya se habían planteado antes (A Kurosawa y su magnífica «Rashomon» me remito), no dejan de dar como resultado un puzzle cuanto menos curioso. O esa divertida «Malditos Bastardos», que sabe renovar con inteligencia ese estilo bélico-western con el que Brian G. Hutton triunfo en la década de los 60 con películas como «Los Violentos de Kelly» o «El Desafío de las Águilas».
¿Pero que hay de las OTRAS películas de Tarantino? Parece que nadie recuerda esa bochornosa «Death Proof» o esa irregular «Django Desencadenado». Pero sin duda, la película que mejor retrata a Tarantino y a su innegable falta de talento es «Jackie Brown». Una película que intenta copiar a Pulp Fiction en contenido y forma y fracasa por todo lo alto.
La carencia de mensaje, el absurdo y una profundidad nula tapada chabacanamente con un juego peligroso de tipos duros. Esa es la capa base, la esencia tarantiniana que nos encontramos cuando analizamos las películas en las que ha colaborado de manera secundaria como «Natural Born Killers» o «Abierto Hasta el Amanecer».
¿Genuino? Si, no negare que tiene cierto arte para la recombinatoria y para provocar que todo cristo, sepa o no de cine, corra a sus colegas a contarles la opinión que tiene de su película. Uno de esos cineastas bisagra, que juega a medias tintas entre el cine más puramente comercial y el de autor. Aunque a la postre su pirotécnica artimaña no sea mas que humo, y engañe a los que carecen de cierta base documental haciéndoles pensar que ha inventado el cine o el género de gangsters.
Personalmente, creo que lo más interesante de Tarantino es el contra-movimiento cultural que causó su entrada el el panorama ciematográfico, esa magistral «Funny Games» de Haneke que nos hacía reflexionar sobre la banalización y el absurdo de violencia, mostrando la otra cara de la moneda de ese estilo que tanto había encandilado a los adolescentes y entusiastas del cine de Kung Fu delos 70.
Tarantino ha tenido posteriormente imitadores (Ritchie y Monhagan) que han llegado a realizar trabajos de guión superiores a los del propio Tarantino. Sin embargo no han sabido venderlos bien. Esa es la verdadera virtud de Tarantino, esa capacidad de personificación de bufón de la industria. Que contesta irrespetuosamente en entrevistas, que se jacta de ser adorador del cine de serie B, que sube a recoger premios que no le pertenecen y ya de paso a soltar un par de insolencias. Y que por consiguiente, vende. Porque es espectáculo y el cine es el más morboso de los espectáculos. Y si no que se lo pregunten a Aharon Kesahales y a Navot Papushado, cuya película «Big Bad Wolves» consiguió llegar a los cines de todo el mundo solo porque Tarantino dijo que era buena.
¿Genuino? Por supuesto, bienvenido al saco de otras estrellas genuinas como Sacha Baron Cohen o Miley Cyrus que inevitablemente a causa de la tontería generalizada mueven masas.
¿Genio? Estoy convencido de que es lo que se dice a si mismo cada vez que ve una de sus películas, pura masturbación.