Reseña de ‘La piedra permanece’: 16 retratos para una Bosnia inabarcable
Sergio H. Valgañón//
Hay países en Europa que solo aparecen en nuestras vidas cuando ocurren grandes eventos. En ocasiones, el deporte o Eurovisión son las culpables de su salto a la primera plana. En otras, por desgracia, los cambios políticos o la guerra son las causas por las que los medios de comunicación occidentales giran su objetivo. El caso más reciente es Ucrania, aunque la zona europea por excelencia para ejemplificar este motivo son los Balcanes.
En el sur de ese extenso espacio conocido por la guerra de los años noventa, aquella que nació por la desintegración de Yugoslavia y provocó el auge de los nacionalismos, se encuentra Bosnia Herzegovina. El más pequeño, el menos conocido, un país a la sombra de Serbia o Croacia que hoy sigue siendo ejemplo de multiculturalidad y símbolo de un tiempo pasado. Por su desconocido atractivo, por la hospitalidad de sus habitantes y por el propio destino -si es que existe-, Marc Casals acaba de publicar La piedra permanece (Libros del KO), una antología de dieciséis perfiles con los que intenta mostrar la variedad de un país que 30 años después del inicio de su guerra sigue conviviendo con los estragos que esta provocó.
“He procurado que las historias fueran interesantes de por sí”, explica Casals, que buscó a través de estos perfiles “representar la variedad que ofrece la sociedad bosnia”. Unas historias complejas, en las que la historia del país está tan presente como la personal, que demuestra que el caso bosnio es muy especial. Tan especial que, varios meses después de su publicación, aún no se puede catalogar al libro: “Se habla de crónica, de periodismo, de historia… hay muchas cosas en La piedra permanece”.
Bosnia: un país a través de sus habitantes
Bosnia Herzegovina no fue la primera opción ni para Casals. Instalado en Bulgaria y en ruta por los Balcanes, el lingüista catalán tomó el desvío más rápido y, sin programarlo, atravesó este país. “Me produjo un impacto inmediato, desde el estómago”, recupera un Casals que sigue pensando en las diferencias con la costa de Croacia: “En menos de 20 kilómetros pasas de una realidad a otra completamente distinta”.
Superado el shock y con ganas de conocer más Bosnia, Casals viajó habitualmente a este recién descubierto tesoro balcánico. Atrapado por completo por la nación, a principios de siglo se mudó definitivamente al país. “Ves iglesias, mezquitas y sinagogas: la primera vez que estuve en Bosnia había elecciones y cada partido marcaba sus zonas, los barrios en los que vivían la etnia que les votaba”, cuenta de sus primeras visitas, de las que rescata una mezcla de “fascinación y desconcierto”.
Y ahí, hace casi 15 años, es cuando surge, sin saberlo, La piedra permanece. Porque a los cinco años de escritura le precedieron casi diez de conversaciones, investigación y conocimiento de una cultura que se basa en la hospitalidad. “En Bosnia comienzan las formas de hospitalidad oriental”, destaca un Casals que siempre apreció el cariño con el que los bosnios tratan a sus visitantes.
Además de contar las distintas historias que ya forman parte de la propia historia del país, Casals se planteó una misión extra para La piedra permanece: “Me preocupé en desmentir el mito de la naturaleza violenta de la gente de los Balcanes y de ir entrelazando las biografías con la propia historia y cultura del país”. Contra el mito de que la zona es un polvorín porque así lo desean sus habitantes y gobernantes, el escritor traza un largo camino que demuestra que las circunstancias han sido las culpables de que la estabilidad política en la zona aún no haya llegado a completarse.
Muestra de ello son las biografías de sus 16 protagonistas. Artistas, obreros, jubilados, amas de casa, familias al completo o personas son “las piezas del mosaico que compone la sociedad bosnia”. “Me chocó más la parte personal que la cultural, porque las historias que han vivido las personas que aparecen en el libro están a galaxias de las vivencias que yo o que cualquier europeo occidental haya podido vivir”, puntualiza Casals.
Un narrador discreto, pero con conocimiento
En los primeros compases de este libro que quizá nunca iba a ver la luz, Marc Casals estaba mucho más presente. La primera persona se colaba en algunos párrafos y las propias emociones del autor se dejaban caer por el texto. El primer trabajo de cribado acabó con este tipo de narrador: “Me di cuenta de que los personajes eran tan poderosos y que mi presencia era un lastre para el texto. Preferí darle más espacio a su vida que mis reflexiones sobre cómo vi la construcción del libro”.
Es importante saber que fue el propio Marc el que se empeñó en que el libro naciese. No surge de un encargo editorial ni fruto de un estudio de mercado que ponga el foco en Bosnia. Nace de las relaciones personales que Casals tuvo con cada uno de los protagonistas. “No podía ser que toda esa gente existiese y nadie estuviese contándolo”, recuerda el escritor, que considera tiempo después de la publicación que “se nota la implicación y la pasión que yo puse en la redacción del texto”.
De esa hospitalidad bosnia de la que siempre habla Casals surgió la solución al principal problema: los temas tratados, como la guerra, la reconstrucción de un país o la división por etnias, podrían generar incomodidad en los protagonistas. “A mí me hubiese costado contar algunas de estas cosas si me hubiesen pasado a mí”, confiesa el autor, que considera a los bosnios “un pueblo muy abierto, que ha tenido mucha confianza conmigo, mostrándose como amigos que querían que su historia se contase”.
Pese al cariño mostrado en el tratamiento y el resultado final, del que no ha recibido ninguna queja, Casals no tiene tan seguro que en un futuro La piedra permanece no pueda ser motivo de discusión. “No puedes controlar las reacciones que provoca la lectura”, detalla el propio escritor, que vio estos problemas a lo largo de la construcción del relato: “Había temas complicados de los que se podía hablar y otros, que a mí me parecían muy superficiales, que generaban muchas discusiones”.
Efectos en el presente y en el futuro
Es imposible, desde la Europa occidental, mirar hacia el este sin pensar en el conflicto ucraniano. Mientras la guerra se recrudece y el fin parece cada día más lejano, todo el continente atiende expectante a los próximos movimientos de Rusia y Ucrania. En el caso de los Balcanes, territorio frágil y propenso al estallido, la calma tensa se ha convertido en su atmósfera desde hace un par de meses.
Con el arranque de la guerra, los principales medios de comunicación olvidaron los años noventa y afirmaron que Europa no atendía a un conflicto similar desde el final de la Segunda Guerra Mundial. “Creo que Europa occidental mantuvo cierta distancia con la guerra de los Balcanes porque la veía como un conflicto que no iba a afectarle en exceso”, afirma Casals, que encuentra en esta posibilidad de que las consecuencias salpiquen a Occidente la razón por la que se está tan pendiente de las novedades en el frente ucraniano. “Incluso Pedro Sánchez hizo unas declaraciones en este sentido, cuando él había estado trabajando en Bosnia durante el conflicto”, recuerda el escritor.
Esas inseguridades respecto al futuro que asolan al continente europeo existen en Bosnia desde principios de siglo. Es imposible atender al futuro mientras es el pasado reciente, con los acuerdos de paz que pusieron fin al conflicto como muestra, lo que marca el presente del país: “La lógica nacional está muy fosilizada por los acuerdos. Cada uno vende a su pueblo como la víctima y a los otros dos como los agresores”. Así, bosniacos, serbios y croatas siguen manteniendo las distancias y evitando esa mezcla cultural que caracterizó al país durante tanto tiempo.
Otro flagrante ejemplo es la escuela. “Es todo un problema en Bosnia”, explica Casals”, que en La piedra permanece explica cómo los colegios se dividen por etnias y cada espacio se encarga de explicar la historia del país en función del origen de los alumnos: “Quien controla los planes de enseñanza es capaz de adoctrinar a la sociedad y marcar el futuro del país”.
Con la educación intervenida por los partidos políticos y sin visos de que los cambios a mejor puedan llegar en pocos años, Casals no se atreve a hacer un diagnóstico claro de hacia dónde puede ir el futuro próximo de Bosnia. “El riesgo está en que, en lugar de que los tres pueblos piensen un futuro unido, cada uno intente montar una nueva realidad por su propia cuenta”, sentencia el escritor.