Residencias de mayores: envejecer entre murallas moradas
Marina Peco, Sofía Villanueva y María Soguero //
La residencia de mayores impulsada por Marta Reinares ha rejuvenecido el municipio de Romanos y ha cubierto las necesidades de la tercera edad.
Marta Reinares fundó la Residencia Campo Romanos en 2015, una apuesta por la diversificación de servicios en el entorno rural. Es una de las tres situadas en la comarca Campo de Daroca. Este proyecto, impulsado por un grupo de mujeres, ha solventado algunos de los principales problemas de la España vaciada en Romanos.
Sin saber dónde íbamos a parar, nos adentramos en el mundo de Mujercitas, un matriarcado asentado en la realidad de la España rural vaciada. Protegida por murallas violetas y rodeada de cultivos y jardines, se encuentra la Residencia Campo Romanos. Nada más atravesar el portón nos recibe un árbol morado que simboliza la sororidad. Su tronco son las manos de las trabajadoras que sostienen a las mujeres representadas por las hojas.
Marta Reinares, la directora de la residencia, natural de Logroño, pero trasladada a Zaragoza por sus estudios de Trabajo Social, siempre tuvo claro que su sueño era cuidar a personas de la tercera edad. Después de haber trabajado en dos residencias en la capital aragonesa, decidió llevar su sueño al límite y crear una residencia en el pueblo natal de su marido, Romanos. “¿Qué hago aquí?, yo siempre tan dinámica que he sido. Me puse con el proyecto buscando cubrir las necesidades de las personas mayores en el mundo rural”, expresa Marta.
En busca de ayuda para hacer realidad su objetivo, tras llamar a muchas puertas, solamente se la abrió el grupo de acción local ADRI Jiloca Gallocanta, una organización formada por mujeres que estaba dispuesta a apoyar a otra mujer. “Son las verdaderas dinamizadoras en el mundo rural”, “yo no hubiera tenido otra ayuda”, “mi proyecto no existiría sin ellas”. Estas son algunas de las palabras de gratitud que dedica Reinares a la asociación que subvencionó el 23% de su sueño. Además, arriesgó sus ahorros y se endeudó con el banco para conseguir el 77% restante.
Dentro de las murallas del matriarcado rural
La Residencia Campo Romanos abrió por primera vez en 2015. Al cruzar sus puertas da la bienvenida una cara amigable, la sobrina de Marta. Ella se interesa por los rostros nuevos que llegan a la residencia y pregunta, con genuina curiosidad, la razón de la visita. Y nos invita a pasar al resto de la estancia. De fondo se escucha el pío pío de los pájaros que revolotean dentro del despacho de la directora.
La residencia, al igual que el árbol de la entrada, se divide en ramificaciones. Las ramas de la derecha son los dormitorios de los residentes y las de la izquierda son las estancias de su día a día. A lo largo de un pasillo amplio se encuentra el mundo íntimo de las residentes, cada habitación tiene la foto de su ocupante en la puerta. Los cuartos a través de los ventanales irradian luminosidad creando un ambiente de calma. Todos dan al jardín, así lo ideó Marta para que cualquiera pudiera tener la libertad de salir y entrar cuando quisiera.
Detrás de una puerta violeta, nos encontramos con las 28 residentes que pasan la mañana en la sala de día. Disfrutan del almuerzo en mutua compañía mientras reciben los cuidados de las trabajadoras. Apenas se ven hombres “porque la esperanza de vida es mayor en las mujeres”, comenta la residente María Lourdes. La residencia también funciona como centro de día, servicio del que disfrutan Florinda y Pilar quienes, junto a otras personas, llegan todas las mañanas desde pueblos de la comarca y se marchan después de comer. En la sala se palpa un clima amistoso, la mayoría coincide en que son como una gran familia. Por esa razón, María Lourdes, con una mirada apagada, admite que no quiere marcharse de allí, pero por “amor a su único nieto” va a mudarse a Barcelona con su hija.
Más allá de la sala de día están los dos comedores, la cocina, la consulta de atención médica y de estimulación sensorial, la sala de fisioterapia y la de terapia ocupacional. El jardín rodea todo el lugar al que se puede acceder desde cualquier punto. En el exterior hay un huerto, algo que residentes como Elisa agradecen ya que les gusta comer alimentos frescos. Marta creó el huerto con la idea de que las mujeres se entretuvieran cuidándolo, pero, entre risas, confiesa que solo se dedican a robar los frutos porque según ellas han trabajado lo suficiente en esta vida.
La ayuda a domicilio que ofrece la comarca a la tercera edad es muy lenta y limitada, por eso la residencia cuenta con un servicio a domicilio propio: cuidados, limpieza, transporte y rehabilitación. Su objetivo es intentar que las personas mayores se queden en su casa el mayor tiempo posible. “Hemos podido estar asistiendo a una persona de uno a cinco años antes de que llegue a la residencia”, afirma Reinares.
Bailes en línea, competición de tapas y concursos de disfraces son algunas de las actividades peculiares que realizan. Además de las fiestas de cumpleaños, cada mes y medio tienen una celebración. Marta, en broma, nos dice: “¡Anda que no les gusta la fiesta y la música! Son como los jóvenes”.
Las guardianas del mundo rural
Dentro de estas murallas moradas se encuentra un mundo donde las mujeres tienen el poder. Al frente de este matriarcado hay un equipo formado por 20 guardianas que velan por el bienestar de las residentes. No es casualidad que sean todas mujeres, el rol tradicional asignado a la mujer en el mundo rural se reduce a ayudar y cuidar a niños y personas mayores. Este trabajo, habitualmente no reconocido, obtuvo su recompensa con el premio de Excelencia a la Innovación para Mujeres Rurales, el cual trata de impulsar la igualdad de género fuera de la ciudad. Cada moneda tiene dos caras, este galardón no es la excepción. La cara es la visibilidad al esfuerzo de las mujeres y la cruz, la ausencia de dinero que hubo ese año con la concesión del premio. “Da buena imagen, pero resulta que los problemas no se resuelven. Solo utilizan al mundo rural para mostrarse comprometidos y no son capaces de dar una pequeña cantidad de dinero que para los emprendedores lo es todo”, reclama Marta.
En la historia de la residencia encontramos una alianza entre mujeres. Cuando Marta decidió dejar atrás la capital y sumergirse en una España vaciada y masculinizada, algunas de sus compañeras eligieron seguirla a pesar de ir hacia un futuro incierto.
- Marta y yo nos conocimos hace veinte años y trabajamos juntas durante 12 años en Zaragoza. Cuando me contó lo que quería hacer, me marché con ella. Nos hemos apoyado mutuamente, incluso me dio alojamiento cuando llegué. -cuenta Esther.
- Esther es una de las mujeres que forman parte de mi equipo de siempre, en el que confío y delego. Entre todas sacamos el trabajo día a día. -expresa Marta.
Así comenzó la ginarquía: la unión de mujeres estuvo presente desde los cimientos del proyecto. Y así sigue siendo en la actualidad: cuando alguna mujer del pueblo o de la comarca necesita trabajo, la empresaria intenta buscarle una ocupación en su residencia, aunque no lo necesite en ese momento. En las próximas semanas se van a incorporar dos chicas de la comarca, una refugiada ucraniana con ganas de salir adelante y una mujer árabe que acaba de mudarse a Romanos.
Las mujeres del mundo rural no solo tienen que lidiar con hacerse un hueco en un espacio mayormente masculino en el que los puestos de trabajo han sido tradicionalmente de hombres. Tienen dos problemas añadidos si quieren buscar empleo: la falta de formación y la ausencia del carnet de conducir. Se convierte en un círculo vicioso: si tienen vocación, necesitan formarse y para ello se ven obligadas a trasladarse en coche.
- ¿Cómo van a venir a trabajar? No pueden. ¿Cómo van a sacarse el carné de conducir? No pueden. ¿Cómo van a conseguir la formación? No pueden. -exclama Marta.
Es el caso de Yolanda y su hija Jessica, ninguna tiene carnet de conducir y su única opción era trabajar en Romanos. Ambas trabajan en la residencia, Yolanda es gerocultora y Jessica es la cocinera. Yolanda comenta que si Marta no les hubiera ofrecido esos dos puestos, seguramente se encontrarían en el paro.
La cara A y la cara B de emprender en una zona rural
La despoblación es la mayor enemiga de los pueblos, como es el caso de Romanos. Sin viviendas la gente no se muda aun pudiendo conseguir un trabajo allí. Reinares tuvo que resolver este obstáculo porque el Ayuntamiento se desentendió. Para evitar el desplazamiento de sus trabajadoras construyó cuatro viviendas al lado del centro en las que viven algunas de ellas con sus familias.
La solicitud de subvenciones también forma parte de las dificultades del día a día de los emprendedores del medio rural. La directora nos explica su experiencia: “Para pedir subvenciones tienes que tener dinero para invertir. Pero cuando estás al límite de la hucha que tienes en la empresa no lo puedes hacer. ¿Qué ayuda real es esa?”. Entre las muchas situaciones que ha vivido, una es la compra de la furgoneta adaptada para trasladar a las personas mayores de sus domicilios al centro. Pidió una subvención a la Diputación Provincial de Zaragoza por la compra, pero le concedieron solamente 3000 €. “Este tipo de ayudas al final se las llevan las residencias grandes que son las que realmente no lo necesitan porque pueden desembolsar ese dinero igualmente”, denuncia.
La parte positiva son los beneficios que ha producido en Romanos. Con el proyecto se crearon puestos de trabajo temporales, como para la construcción del centro, y fijos, como las cuidadoras, en un pueblo en el que el trabajo escaseaba. Antes de la existencia de la residencia había 112 habitantes en Romanos. “He conseguido repoblar bastante el pueblo”, proclama Marta con orgullo. Gran parte de las trabajadoras se han quedado a vivir en el pueblo y algunas en los apartamentos de la empresaria. Durante siete años ha conseguido que los censados aumenten a pesar de los fallecimientos.
Míriam, una de las empleadas, se trasladó desde Barcelona y actualmente vive con su familia en una casa del pueblo. Una ex trabajadora del centro que venía de otro municipio, se mudó a Romanos y aunque ya no trabaja allí, sigue viviendo en el pueblo, además, se ha casado y ha tenido hijos. Lentamente, se produce un relevo generacional: la residencia cuida a los más mayores de la comarca y a la vez atrae a gente joven con hijos.
La residencia ha permitido que a las personas mayores las puedan cuidar en su pueblo o en su comarca en vez de tener que irse a una ciudad. Se han cubierto necesidades que no estaban atendidas en la zona. La residente Masi está contenta de poder seguir envejeciendo en su municipio y, con cara de rechazo, cuenta que no le hubiera gustado tener que mudarse a Zaragoza: “Yo siempre he vivido en el pueblo, la ciudad es estresante para mí”.
El sueño de Marta sigue creciendo cada día
En un futuro no muy lejano inaugurará los jardines terapéuticos con ocas, patos y gallinas. Está inmersa en la ampliación de la zona de día y tiene en mente construir dos pisos para personas mayores con trabajadoras internas para garantizar un servicio más personal. Cuando todo se haga realidad, esta emprendedora asegura: “Seremos el único municipio de Aragón que tenga ese abanico de servicios en una misma empresa”.
Al igual que Jo March, que con las ventas de sus relatos sustenta su hogar en Mujercitas, Marta Reinares con su espíritu emprendedor es el pilar de muchas familias. Ha conseguido resolver algunos quebraderos de cabeza del mundo rural mediante la construcción de su propio matriarcado, que demuestra que la marea morada lleva al éxito.
Este reportaje se incluye en el Proyecto Innovación Docente 2021 PIIDUZ_1 “Comunicar buenas prácticas de desarrollo territorial en la Unión Europea en relación con los Objetivos de Desarrollo Sostenible” de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Zaragoza.
Además pertenece al Proyecto OTRI 0497/2021 «Identificar, localizar, caracterizar y analizar las actuaciones de emprendedoras bajo la metodología leader (medida 19 del pdr de Aragón) para el conjunto de la comunidad autónoma de Aragón» de la Universidad de Zaragoza, financiado por el departamento de Agricultura, Ganadería y Medio Ambiente del Gobierno de Aragón.