En septiembre no hay Blue Monday
Berta J. Luesma// Twitter: @bertajlzorzo
Aunque se acaben las vacaciones.
Aunque resurjan las responsabilidades.
Aunque sea el epílogo de nuestro verano.
Septiembre tiene algo.
Dice mi amiga Alba que deberíamos tomarnos las uvas también el 31 de agosto. Boca llena a medianoche y atragantamiento con pepitas estival, porque septiembre, definitivamente, marca un año nuevo.
Septiembre representa la ilusión por los comienzos. En mi opinión, más que enero, demasiado exigente y amenazante con su tortuosa lista de propósitos: “Este tiene que ser un buen año”. Enero es la desesperación por bandera. En septiembre no hay Blue Monday.
Septiembre trae una suerte de mariposas en el estómago. Llegan las novedades editoriales, algunas muy esperadas, como Querido Capullo, el último de Virginie Despentes que tras un año en el mercado ha sido traducido del francés. Nuevos lanzamientos de series, estrenos y segundas temporadas. Nuevas asignaturas, cambio de profesorado. Tantas cosas…
En cierto modo, septiembre abre la puerta a cambiar de vida: Este curso nos podemos apuntar a karate en vez de a baloncesto, podemos empezar a hacer macramé, cerámica o inscribirnos en un taller de escritura. Podemos adoptar nuevos hábitos como decidir que los miércoles quedaremos, pase lo que pase, con nuestros amigos.
En septiembre, todavía quedan flashbacks, postales de coco, hamaca y playa, o de montaña, poza y cantimplora, aunque poco a poco se van tiñendo de sepia y miran ya a unos meses anaranjados, de hojas secas, boniatos, castañas —y calabazas, porque cada año Halloween se hace más hueco en nuestra cultura—.
Por fin decimos adiós al sofocante calor y ¡hola! al fresquito, a la rebequita por la noche, y a dormir con la sábana por encima. Es una época equilibrada como virgo y libra. Menos extrema, más neutra.
En septiembre hasta el trabajo vuelve con otro filtro y con la posibilidad de ver el mundo con ojos nuevos después del descanso.
Septiembre es como el histórico comercial de El Corte Inglés:
Volver a empezar
otra vez
volver a estrenar
zapatos y libros
volver a encontrar
los viejos amigos
y juntos volver
a empezar
Y esto, amigues, es una RED FLAG.
Septiembre trae una esperanza —o más bien un deseo feroz—: Que esa felicidad/calma/joie de vivre que sentimos las cuatro-cinco semanas de vacaciones sea extensible también a las 47-48 semanas no feriadas que nos vienen por delante. O sea, septiembre nos trae la necesidad de ser tan felices trabajando como sin trabajar.
Pero yo ya tengo otra vez un tic en el ojo y vértigos y el trapecio durííísimo. Y no he perdido, ni un ápice, esa ilusión otoñal, pero pienso que sería más fácil emocionarse con el nuevo curso si las exigencias fuesen otras; si las horas del día se repartiesen diferente.
No es casualidad que después de las vacaciones septiembre se sienta tan ilusionante. Y parecerá obvio, pero, si el descanso y la disposición de todas las horas del día para hacer lo que nos plazca —como en vacaciones— nos “carga las pilas”, ¿no sería más producente descansar más para trabajar mejor? Y con trabajar mejor no me refiero a nivel productivo, sino a que las consecuencias del trabajo —destruir la salud mental, por ejemplo— pudiesen disminuir favoreciendo nuestra calidad de vida.
En septiembre no hay Blue Monday, pero no porque enero sea un mal mes, sino porque la ingenuidad de septiembre, después cuatro meses, ya no se sostiene. Mariah Carey nos contiene con su All I Want For Christmas Is You de octubre a diciembre, pero pasada la navidad y con vistas al desierto de festivos hasta abril, ¿qué nos queda? Pues nos queda llorar un lunes.
¿Por qué hemos naturalizado que es normal que todo vaya a peor hasta las próximas vacaciones —hasta el próximo salvavidas—? ¿No es esto síntoma de que estamos planteando algo de forma errónea?
Y tirando la casa por la ventana ¿Por qué tanto empeño en cargar las pilas? ¿Cargamos pilas para pasar toda una vida trabajando, de burnout en burnout esperando agosto? Si por algo jubilación viene de júbilo…
No sé si viviremos la abolición del trabajo, seguro que no, pero, yo sueño con la mítica frase “trabajar menos, trabajar todos, producir lo necesario, redistribuir todo”.
Imagen de cabecera CC https://www.flickr.com/photos/30478819@N08/
Septiembre, un mes lleno de cambios y esperanzas renovadas.