Sin médicos en los pueblos
Inés Aguerri//
He estado tres días llamando al centro de Salud y no me cogían el teléfono. Hoy, por fin, me han respondido y sin dejarme hablar me dicen que me llamarán cuando la médica vuelva de vacaciones. Que no hay más médicos, dicen. Menos mal que solo tengo una duda sobre unas pastillas, porque si me rompiera la pierna aquí seguiría esperando a que me la curaran.
Ángel es amigo de la familia desde que tengo conciencia. Tiene 78 años y vive en Cabañas, un pueblo de unos 500 habitantes vinculado al Centro de Salud de Alagón, el pueblo vecino. Antes contaban con un consultorio médico al que podían acudir todos los días, pero ahora solo está disponible un día a la semana y la lista de espera es interminable. Los que pueden van al Centro de Salud de Alagón. Ángel, que no dispone de coche ni de alguien que lo lleve hasta allí, tiene solo una opción: rezar para que nadie le tenga que salvar la vida.
De los 8.131 municipios que hay en España, 5.080 no disponen de Centro de Salud en su localidad. En cambio, cuentan con un consultorio médico: una pequeña sala con los recursos sanitarios básicos donde, en la mayoría de las ocasiones, el médico pasa consulta solo dos días a la semana. En el caso de sufrir una urgencia, la única solución es trasladarse a su centro correspondiente, que suele estar a más de diez kilómetros.
Lograr que te atienda un médico en algunas de las zonas rurales de España es una carrera de obstáculos. La falta de recursos y atención sanitaria en estos lugares son una prueba más -y sin duda la más vital- de años de olvido por parte de las administraciones. Un olvido que ha provocado desatención sanitaria y una indudable contradicción: querer salvar de la despoblación a la España rural pero sin ayudar lo suficiente.
Cuando comenzó la pandemia, la sanidad española se sumergió en un caos incontrolable que desembocó en el cierre de muchos consultorios rurales de España. La zona de Castilla y León fue la más afectada, donde cerraron 6 de cada 10 consultorios. La crisis del coronavirus puso sobre la mesa una lista de prioridades en la que los pueblos, de nuevo, no tienen cabida. Al cierre de estos consultorios se suman otros recortes en la sanidad rural: cambiar profesionales médicos por voluntarios y atender únicamente con cita previa o por teléfono. Que una persona tenga que trasladarse de urgencia en su coche a otro municipio para ser atendida es el reflejo de que la ciudad sigue estando por delante del pueblo.
No debería resultar tan extraño que los pueblos se queden vacíos si un servicio mínimo como la sanidad es casi inexistente. Mientras tanto, luchar por la despoblación de la España rural es un objetivo claro en los mítines y un titular atractivo en los periódicos. Pero ¿es despoblación o desatención?, ¿cómo vas a quedarte en tu pueblo si no tienes ni siquiera la seguridad de que alguien va a socorrerte si tienes un accidente grave? Luchar por la despoblación es nadar contracorriente en un territorio donde las decisiones gubernamentales se han basado en ofrecer una cara amable en los medios de comunicación que no corresponde con los recortes sanitarios en las zonas rurales.
El aislamiento de muchos pueblos, la falta de cobertura, de supermercados y de transportes se suma al peligro que supone la falta de asistencia sanitaria en ellos. Para muchos pueblos, solo existen dos opciones: adaptarse o morir. No se puede luchar contra una España vaciada si los mismos que animan a ello abarrotan el camino de piedras. No es despoblación, es desinterés. Un desinterés basado en eje central de esta sociedad: el dinero. Por lo visto, la población rural, que representa únicamente el 16,2% de la población española, no merece tantas inversiones económicas como la población urbana. Es entonces cuando el aislamiento entre pueblo y ciudad se convierte en un factor indiscutible de una sociedad donde unos disponen de mucho, y otros de muy poco.
Quizá no interesa invertir dinero en unos servicios mínimos para el mundo rural. Es hora de apartar las piedras del camino. Mientras las peticiones se llenan de polvo en un cajón, muchos otros como Ángel siguen esperando que el médico responda a sus llamadas.