Soy la víctima y en el fondo me encanta
Rubén Bailo//
¿Es el mental breakdown una herramienta para conseguirlo TODO en la generación de las apariencias? Para la OMS, la depresión equivale a la minusvaloración del yo, algo sumamente contradictorio en una sociedad en la que toda la Generación Z parece necesitar sentirse el main character y que defiende a los cuatro tecleos que acaba de tener su tercer mental breakdown del día.
Parece que todo va normal, hasta que un día, de repente, ocurre. Te despiertas. Tu cuarto es un océano metafórico, te sientes Rosalía en el baño del clubBagdad. Al principio te asustas, pero una vez que ves que no te ahogas, el sentimiento se convierte en angustia: ¿por qué a mi? Y luego es frustración: ¿qué coño me ocurre? Y aunque llevas toda tu vida nadando, ahora no logras avanzar. Luego llega el: “me importa una mierda”, hasta que no puedes ni levantarte de la cama. El entretenimiento más mísero como droga en vena. “Cuando un reality te empieza a dar pereza sabes que estás jodida”. Llegados al punto en el que tu mente es tu peor enemiga y con un montón de excusas para la gente que se preocupa por ti, dejas de sentir, y un humano que no siente emociones está anulado. Lo único que piensas que puede darte emoción de nuevo es la reacción más fisiológica que puede haber: la adrenalina y el dolor. De repente, pierdes el control de tu cuerpo, y te ves arrastrada a hacer “locuras” que nada tienen que ver con tu ser normal. Eres una bomba que puede estallar en cualquier momento.
Aunque no está definido como tal en el área de la medicina, el mental breakdown o colapso mental es un término que se ha ido haciendo cada vez más popular en los últimos años. En la teoría más pura se entiende como un ataque repentino de un trastorno mental, normalmente de depresión o ansiedad. Hoy en día, la depresión se ha convertido en un icono en nuestra sociedad. ¿En qué momento ha pasado de ser algo tan serio como una enfermedad mental, a ser algo que nos gusta practicar de forma performática? Para The School of Life, el malestar de un colapso puede manifestarse de varias formas. Pero, sin duda, estamos en la era de la performance en la que la fantasía prevalece ante la realidad. Es un hecho que la cultura reina sobre cómo actuamos ante este tipo de situaciones.
¿Qué nos ha vendido la cultura?
¿Quién tiene la culpa?: el que dispara el arma, el que recibe el disparo, o el que ha vendido el arma? La realidad es que si de verdad tienes un mental breakdown no piensas en que llevas más de cuatro días sin ducharte, ni en que te han salido ojeras, o te paras a elegir el cambio de look que te pega más para tu nueva era. Lo que sí elegimos son nuestras referencias. Los seres humanos tenemos un sentido de pertenencia, necesitamos fervientemente formar parte de un grupo de humanos o de una comunidad. Ahora que tenemos acceso a una lupa todopoderosa, lo que buscamos es encontrar alguien a quien adorar. Idealizamos personajes públicos y ficticios y nos obsesionamos con parecernos a ellos para sentir que tenemos una vida que en realidad no tenemos. Para vivir la fantasía. Y es súper lícito. En serio. Pero lo que una vez fue un mecanismo de defensa para huir de una realidad complicada, ahora es tendencia, y hay que saber controlarlo. Nos hemos acostumbrado a basar nuestra vida en las percepciones de los demás, y últimamente en las percepciones que los demás tienen sobre las estrellas a las que nos queremos parecer, lo que en ocasiones es contraproducente (para ambos), y es que entre todo ese glitter ficticio que desprende la fama, hay vidas vacías, hay seres humanos y problemas REALES. La cultura de cancelación y el Chanelazo como referentes de este fenómeno. Muchos modelos a seguir no dan los mejores ejemplos, y otras veces no se juzga bien al modelo. Taylor Swift habla en Miss Americana de la importancia de cuidar la imagen pública para ser un modelo de celebritie sano, pero yo creo que la responsabilidad de a quién seguimos recae en nosotros y en el control paternal, no en el personaje.
REBELDÍA
“Simplemente no quiero que la gente me toque el pelo. No quiero que nadie lo toque, estoy muy cansada de que lo hagan”-. Britney Spears.
Para hablar del mental breakdown, es necesario hablar de la cultura de los 2000. En concreto de Britney. La noche del 16 de febrero de 2007, la princesa del pop entraba en la peluquería Whynne Hughes de Hollywood y se rapaba el pelo con una maquinilla mientras los paparazzi enloquecían desde fuera. Lo que ocurrió después con cierto paraguas ya es historia: la Britney calva se convertía en un completo icono. Portadas en revistas, fotografías en Myspace y un acoso indebido. A ojos de la prensa, una loca, una rebelde, la villana. Por aquella época todos se cuestionaban que le había pasado al corazón de América, nadie conseguía dar una explicación coherente, pero solo hay que leer entre líneas para entender que se sentía un juguete de la opinión pública. El 22 de diciembre de 2013, el canal E! Entertiment emite el documental “I Am Britney Jean” donde Britney confesaba: “Me convierto en una persona diferente, en serio. Es el trastorno bipolar”. Nueve años después sabemos que ha tenido que luchar por su independencia contra su padre y lidiar con un trastorno mental. Su forma de expresarlo se convirtió en un reseteo cultural que, lejos de alejarle de la fama, convirtió a los medios de comunicación en enemigos de la opinión pública #freebritney.
TRAUMA
La Saga Crepúsculo tiene una gran importancia en la cultura pop de los 10s. Ha supuesto un antes y un después en la forma de ver las relaciones tóxicas y su influencia en los adolescentes de la época no se puede pasar por alto. Bella Swan, una chica de 17 años conoce a un “chico” en el instituto que resulta ser un vampiro. Dejando a un lado los topicazos y los diálogos “pobres” que han hecho que esta saga perdure en el tiempo como algo icónico, la segunda película, Luna Nueva, se convierte en un viaje crudo y brutal a través de la depresión de la protagonista (que poco podíamos entender con 12 años). A Bella le rompen el corazón repentinamente, lo que supone un trauma para ella. Pasan los meses, pasan las estaciones… En una escena que ha hecho historia, Chris Weitz logra disociar de una forma muy elegante el sufrimiento de Bella, de la narrativa “Romeo y Julieta”, y consigue reflejar cada fase depresiva a través del reflejo de sus colapsos continuos, como los deseos de la protagonista de hacerse daño físico cuando tiene un accidente en moto, o cuando decide lanzarse por un acantilado y acaba inconsciente.
La inmensa cantidad de jóvenes que querían ser como Bella responden perfectamente al peligro de idealizar un personaje de ficción hasta el punto de querer sentir lo mismo que siente. Y crear tendencia del dolor se convirtió en el día a día del Tumblr de los 10s.
BEAUTY IS PAIN, LO QUE VIENE SIENDO PARA PRESUMIR HAY QUE SUFRIR
En el pasado fueron Britney y Bella, pero ahora mismo, con Euphoria, tienes un menú completo de personajes y sus respectivos traumas con los que sentirte identificado. Cada personaje de Euphoria sufre un trastorno, y todos convergen en el mismo detonante: una infancia complicada. A pesar de tener un planteamiento impecable a nivel social, desde el punto de vista terapéutico, a Sam Levinson se le escapan cosas. Todos los personajes son normativos. Y los que no son jóvenes, son estéticos. ¿Cuántos padres hemos visto como Eric Dane? No digo que no lo haya intentado, pero Sam, no maquillar a Zendaya para intentar camuflar tu superficialidad no cuela. El perfecto ejemplo de una idealización de las enfermedades mentales a través de la belleza. Euphoria ofrece una estética atrayente, está de moda y los jóvenes acaban consumiendo un contenido que escapa a su entendimiento.
A pesar de que Maddie se vea envuelta en una relación tóxica de maltrato, y la relación con sus padres sea conflictiva, lo que más se destaca en redes son sus looks (y sus memes). Y a pesar de agredir físicamente a su mejor amiga, se acaba perdonando la violencia física por su atractivo y su iconicidad. Y no es el único ejemplo. Nate Jacobs estalla de rabia en el episodio 7 de la temporada 1, cuando le da una crisis nerviosa y necesita darse golpes contra el suelo y desahogarse a gritos, eso sí, lo hace sin camiseta y enseñando su cuerpo musculado.
“Si eso me hace la villana, que así sea”. Cassie engaña a su mejor amiga con su ex novio. La carencia de una figura paterna en su niñez y sus inseguridades provocan que intente victimizarse y excusar sus actos, ella misma se convence de que lo que hace está bien, porque es lo que siente. Lo que piensen los demás le importa como a cualquier adolescente hasta el punto de acabar autoproclamándose como la villana de la historia. Pero lo hace con una sonrisa y un maquillaje perfecto, delante de todo el instituto y sintiéndose orgullosa de adoptar el papel de verdugo de forma pasivo-agresiva.
¿Qué ocurre? Hemos vuelto a la cultura Tumblr. Estética depresiva y moda impecable.
ADICTOS AL VICTIMISMO, OBSESIONADOS CON LA FANTASÍA
Otro tema es la figura femenina frustrada por no poder cambiar las cosas, y su consuelo en un hombre. Tanto en Crónicas Vampíricas como en Desayuno con Diamantes, las protagonistas pierden a sus hermanos. Ambas sufren de un colapso mental, una llega a destrozar por completo su habitación, y otra a quemar su casa. En todo momento claro, acompañadas de un hombre que intenta calmarlas, el llanto, sin embargo, supone atractivo, y caen rendidas en sus brazos. El trastorno se romantiza.
Al final todo sigue el mismo patrón: ¿Desde cuando nos llevan metiendo en la cabeza que los trastornos son belleza? En un artículo de David Gomez que habla sobre la adicción a las emociones hay una frase que dice: “Si no sabes controlar una emoción es que eres adicto a ella”. El victimismo nos da un falso poder, porque sí, a veces es más fácil vivir en una posición que excuse todos tus actos. Es así como la cultura prioriza a las víctimas, sobre todo mujeres, en sus tramas. Bella Swan, Holly Golightly, Elena Gilbert… todas son víctimas de situaciones difíciles y al final consiguen lo que quieren, pero son relegadas a la debilidad. Su fuerte está en llorar. El fuerte del hombre, en luchar. Poco más que añadir. Hoy en día todos creemos ser especiales, y lo que más nos importa somos nosotros mismos. Los reality shows los ganan víctimas mediáticas como Paula Gonzalez, Sofía Suescún, Adara Molinero, María Jesús Ruiz o Miriam Saavedra.
Para Olga Tamarit en InStyle, “fingir que todo va bien cuando no es así, puede hacer que sufras una crisis nerviosa” Convertir la oscuridad en humor y reírnos de nuestras desgracias se ha convertido en un statement para la Generación Z, vivimos por y para el drama, a diferencia de las generaciones anteriores, a las que les cuesta más mostrar sus debilidades. ¿Significa eso que tenemos que pasar por un mental breakdown? ¿Es ya parte de nuestro día a día? ¿Por qué no dejo de leer que todo el mundo está teniendo un mental breakdown pero tienen las ganas de tuitear fotos adorando su “cabello”? “Se ha creado una concienciación de luchar siempre por estar mejor, sino no eres válido”, menciona @carlospeguer en La Pija y la Quinqui. Tal y como dice Ter, es sumamente necesario aprender a distinguir la performance de la realidad, sobre todo en una era en la que las redes confunden la vida real con la digital. Al final, el mental breakdown se ha convertido en pura performance, el problema viene cuando no se sabe distinguir ese acto performático y se confunde con la realidad.
REDES O REDES DE M*ERDA
Si buscas mental breakdown en Youtube te aparece una larga lista de vídeos sobre influencers con cientos de miles de visitas como Marru o Emma Chamberlain recuperándose de colapsos mentales. En ellos organizan su vida, hablan sobre sus sentimientos, cocinan, hacen trends, deporte…
Y yo me pregunto, ¿quién tiene ganas de grabar un video de 20 minutos en un estado de depresión? ¿Quién tiene siquiera ganas de lavarse la cara? “Estoy completamente depresiva, pero vamos a hacer un Haul”. Otro challenge, otra performance.
Twitter ha conseguido que el “dolor” sea tendencia, que hay lugar para la superficialidad en el llanto. Solo hay que buscar la palabra depresión y bella en para encontrar una larga lista de tuits que poco tienen que ver con lo literal. En Pinterest más de lo mismo.
En Tiktok es incluso más atractivo. Una de las influencers que hace una mayor performacne de los trastornos depresivos es @patorisho . El significado de su contenido tiene el que tú le quieras dar, pero en general, está muy cuidado y pensado para unir la estética depresiva con el trastorno.
Del hecho de que sean los adolescentes los que tienden a tomar esos referentes nace el debate: ¿qué debemos mostrar en redes? Francamente, la responsabilidad es toda nuestra, de cada persona que decide qué consumir y qué mostrar. El peligro es que se malinterprete el mensaje y que no se capte la actividad performática. En el fondo, todo es el mismo patrón, quien sufre es protagonista y en la narración cultural, acaba consiguiendo lo que quiere: a un hombre, convertirse en un icono o ganar miles de seguidores. Ser la víctima, o ser el verdugo interesa mientras seas el centro de atención. El mensaje que se saca de todo esto es que tienes que pasarlo mal para poder ser la mejor versión de ti mismo. Hoy en día, si no estas hecho una mierda no vas a tener favs en Twitter. Pero asociar depresión con belleza… Basta. Mientras la salud mental siga siendo la asignatura pendiente, solo tengo una cosa que decir: una motomami no idealiza los trastornos mentales. El mental breakdown es para feas.