Una taza de chocolate en el Monasterio de Piedra
Rebeca Magallón //
El cacao en su viaje alrededor del mundo y su inesperada entrada en Aragón.
El boleto dorado
“Los más apetitosos olores del mundo parecían mezclarse con el aire que les rodeaba: el olor de café tostado y el de azúcar quemado y el de chocolate derretido”
Todos conocemos la historia, la DULCE historia, de cómo Charlie Bucket –un niño con pocos recursos- ganó uno de los cinco boletos dorados de Willy Wonka y se convirtió en el nuevo dueño de la Fábrica de Chocolate.
Las cualidades afrodisiacas que se le atribuyen al cacao siempre nos han hecho evocar lugares exóticos, en tierras lejanas, cubiertas por un sol ardiente… Cuesta imaginar que la primera taza de chocolate caliente se tomase aquí en Aragón. ¿A qué no lo sabían? Resulta que fueron los monjes del Monasterio de Piedra los primeros “maestros chocolateros” que elaboraron la receta de chocolate líquido que hoy todos conocemos. Pero ya llegaremos a eso, primero vamos a volver atrás en la historia para conocer mejor el origen del cacao.
Almendra del cacao (Fuente: Pinterest)
Vayámonos a un paraíso de profundas selvas verdes, magníficos paisajes desde las alturas y caudalosos ríos, Centro América. Antes de que los conquistadores europeos la vida bullía en ese territorio, no toda su historia se reduce a una Crónica de Indias, pero de eso también hablaremos más adelante.
Cuenta la leyenda que la tribu de los Shuar, indígenas amazónicos que habitaban en las selvas de Ecuador y Perú, fue la primera en procesar el cacao hace más de 3000 años. Los llamados jíbaros consumían el tejido que envuelve los granos del cacao, ya que tenía un sabor muy bueno y no había ningún riesgo al comerlo.
Años después, los aztecas estrenaron la palabra “cacahuatl”, término que se empezó a utilizar para denominar al fruto del cacao. Según sus creencias, el cacao era el árbol más bello de todo el paraíso y, además, tenía el poder de calmar el hambre y la sed. Por si eso fuera poco, los aztecas consideraban este alimento como fuente de sabiduría universal y el remedio de muchas enfermedades. Ya saben “Una onza de chocolate al día es buena”, pero ¿sabían que era tan buena?
Los aztecas tenían la creencia de que las semillas del cacao eran la personificación del Dios de la sabiduría, Quetzalcoatl. Para ellos significaba tanto que lo usaban como moneda de cambio. Por ejemplo, 4 habas de cacao valían lo que una calabaza o con 100 se podía comprar un esclavo, según comenta Nikita Harwich Vallenilla, el mayor historiador del chocolate en el mundo.
Los primeros arboles crecían de forma natural a la sombra en las selvas tropicales de las cuencas del Amazonas y del Orinoco hace unos 4000 años. Fueron los mayas los que comenzaron a cultivarlo en sus tierras hace más de 2500 años.
Para esta civilización el cacao significaba el vigor físico y la longevidad. Era su medicina. Nosotros tendemos a atiborrarnos a chocolate cuando estamos de bajón, aunque los mayas iban más allá, lo utilizaban como reconstituyente, estimulante y relajante. Incluso empleaban la manteca de cacao para curar heridas, como si fuera una pomada.
Los mayas crearon la bebida del chocolate, “chocolha”. Pero no se piensen que se parece algo a nuestro chocolate con churros. El “chocolha” era una de semillas de cacao mezcladas con infinidad de especias, vino o puré de maíz. Era un líquido amargo y espumoso que, además, se tomaba frío. Algo muy diferente a lo que nosotros conocemos como chocolate a la taza.
Granos de cacao (Fuente: Pinterest)
Tampoco crean que era algo para beber todos los domingos acompañado de unas galletas, este brebaje estaba reservado para ricos y nobles y solo se consumía en ocasiones especiales como la celebración de un nacimiento, un matrimonio o una muerte.
Por ello no sorprende que, a Cristóbal Colón, el primer europeo en probar el chocolate líquido según dice la leyenda, no le gustará nada esta bebida nueva que le ofrecían como símbolo de bienvenida al Nuevo Mundo. El chocolate le jugó una mala pasada. Como al pobre Augustus Gloop que, tras caerse al río de chocolate de la fábrica ideada por Roald Dahl, fue absorbido por uno de los tubos.
Las cosas claras y el chocolate espeso
Rondaba el año 1502 cuando Cristóbal Colón hacía su último viaje a las Américas. Cuando se acercaban a la costa del Nuevo Mundo una embarcación indígena les cerró el paso. Los mal considerados salvajes les dieron una calurosa bienvenida y, como símbolo de paz, les dieron a probar el famoso brebaje de semillas de cacao. Pero al navegante genovés no le gustó demasiado, es más, no le gustó nada. Cada vez estamos más cerca de Aragón, pero aun queda camino por recorrer y años que superar.
Colón llegando al Nuevo Mundo (Fuente: Pinterest)
No fue hasta 20 años después cuando Hernán Cortés se convirtió en el protagonista de esta historia. Tras probar el chocolate líquido a su llegada a México decidió que merecía la pena mandar un cargamento a España, lo que hicieran con él no lo pensó mucho. Lo que no se podía imaginar el conquistador español era que acababa de iniciar la imparable expansión del cacao por Europa.
Entre los hombres de la expedición de Hernán Cortes por la península del Yucatán se encontraba Fray Jerónimo Aguilar, un monje cisterciense de Monasterio de Piedra. Este personajillo es el promotor de que la primera taza de chocolate líquido tomada en el Viejo Continente en tierras mañas. Jerónimo le mandó al abad del Monasterio, Antonio de Álvaro, un paquetito de oscuras habas acompañado de la receta original del brebaje. Otro paso importante que haría historia.
Dice un refrán que “qué tan santo es el chocolate, que de rodillas se muele, juntando las manos se bate y mirando al cielo se bebe”, y nunca mejor dicho. Sobre todo, sabiendo que la primera taza de chocolate se elaboró en un monasterio.
La vida nunca había sido más dulce
Ahora ya sí que sí estamos en tierras aragonesas, el cacao llega por fin al Monasterio de Piedra, pero ¿y ahora qué?
Pues ahora les toca a los monjes el amargo trago -y además de verdad- de probar el chocolate líquido tal y como lo elaboraban allá. Y por supuesto que, al igual que al señor Colón, no les gustó mucho, pero eso no les detuvo. Experimentaron con las semillas de cacao, añadieron algunas cosas, quitaron otras y crearon la receta definitiva del chocolate líquido. Con un poco de azúcar, como diría Mary Poppins, un poco de miel y harina para darle textura consiguieron el magnífico brebaje que hoy acompañamos con unos churros.
Monasterio de Piedra (Fuente: Pinterest)
No olvidemos que estos maestros chocolateros eran monjes, tenían un voto de ayuno, aunque de tontos no tenían ni un pelo. En el Antiguo Testamento no se hace ninguna referencia al cacao por lo que tomar una taza, dos o tres de chocolate no rompía la abstinencia alimentaria. Es más, el chocolate les daba la suficiente energía para soportar la privación del alimento, eran todo ventajas.
Poco tiempo tardó este maravilloso descubrimiento en sobrepasar los muros del monasterio. En pocos meses gente de todo Aragón acudía a la abadía con la esperanza de tomar una taza. Zaragoza se convirtió en lugar de peregrinación para todo amante del chocolate. Eso sí, los monjes no soltaban prenda en cuanto a la receta, no todavía al menos. Se cuenta que incluso Goya encargaba este chocolate, ya que no había llegado a la capital aún.
A pesar del secretismo, el chocolate llegó a otros países. Francia fue uno de los primeros en conseguirlo gracias a la boda entre María Teresa de Austria y Luis XIV el Rey Sol, puesto que esta era muy aficionada a esta bebida.
Taza de chocolate (Fuente: Pinterest)
Si hablamos de una expansión a escala internacional debemos nombrar el primer comercio del chocolate en Londres durante el siglo XVII, o la primera fábrica un siglo después implantada en Estados Unidos. Y no podemos olvidarnos de Suiza, donde se instaló la primera fábrica de chocolate con leche en pastillas, nada que ver con los bombones Lindt, eso desde luego.
En 1828, el holandés Coenraad Johannes van Houten sacó la patente para una nueva prensa hidráulica. Su intención inicial era probar la calidad del chocolate, pero con la prensa consiguió un efecto secundario: el chocolate sólido, con una consistencia muy parecida a la actual. Así surgieron las primeras tabletas.
Tableta de chocolate (Fuente: Pinterest)
Si viera van Houten hoy día la variedad de tabletas de chocolate disponibles en el mercado… ¿le gustaría el Nestlé Jungly?
Tanta importancia fue cobrando el chocolate que en el siglo XX se llegó a considerar un alimento básico y se incluyó como elemento imprescindible en las raciones de los soldados en la guerra. Se llegó a vender en las farmacias como medicamento, ¿se acuerdan de algo?, y yo que pensaba que los aztecas sobreestimaban el poder curativo del chocolate.
Curativo o no, lo que sí está claro es que el chocolate nos alegra la vida y saber que la primera taza se elaboró en Aragón, todavía más. Es bastante probable que haya otros descubrimientos más importantes y que nos faciliten la vida mucho más, eso seguro, pero el chocolate… ¡Ay el chocolate! Nos la endulza, nada sienta mejor que un poquito de chocolate (o mucho) cuando estás triste y cuando estás feliz también. Buen conocedor de ello era Willy Wonka, quien no habría armado semejante tinglado en la Fábrica de Chocolate si pensara lo contrario.
El Nuevo Mundo nos brindó productos desconocidos, ¿quién conquistó a quién? Aquel chocolate terminó por conquistarnos a nosotros, aunque Colón no supiera apreciarlo. Y cómo la mezcla, cómo lo mestizo, la latinidad y los esfuerzos de unos monjes aragoneses, tuvieron por resultado una maravilla tan dulce.