Wonder Ponder o el asombro como arma literaria
María Irún//
Lejos de la corrección también puede hacerse literatura para niños. La editorial Wonder Ponder, creada hace dos años por Raquel Martínez Uña, Ellen Duthie y Daniela Martagón, mezcla la filosofía con la imagen para crear una serie de libros-juego con los que sacarnos de la comodidad del no pensar. Hoy participan en el programa Talento Editorial del Hay Festival, en Querétaro (México), lo que nos sirvió para hablar con su editora.
En Las brujas, de Roald Dahl, unas mujeres –que son brujas– planean hacer desaparecer a todos los niños del mundo, mientras los padres del pequeño protagonista se matan en un accidente de tráfico; en Los trapos sucios, de Elvira Lindo, Manolito Gafotas tiene que lidiar con el dilema de si robar en la panadería de Carabanchel para seguir a sus amigos o no hacerlo para seguir sus principios; en El Enebro, de los hermanos Grimm, una madrastra rebana la cabeza a un niño con la tapa de un baúl, hace creer a su hermana que lo ha hecho ella con una colleja y después trocea al muchacho y hace un estofado con él, que finalmente se come su padre.
Todos los ejemplos tienen en común varias cosas: el protagonista es un niño; los receptores de la historia pueden ser tanto pequeños como adultos, aunque las conclusiones de cada uno serían distintas; y, la más curiosa: es posible que, en estos momentos, esos argumentos o parte de esos libros fueran censurados por su crueldad y su carga de cuestiones morales.
En una imagen, una niña y una hilera de hormigas. La niña atraviesa con un lápiz a una de las hormigas, al tiempo que exclama: “Te pillé”. Y tras la imagen –y la muerte/asesinato de la hormiga–, una serie de preguntas: “¿Qué harías si vieras a esta niña? ¿Está siendo cruel la niña? Si la hormiga hubiera mordido antes a la niña, ¿tendrías la misma opinión sobre la escena? ¿A veces está bien matar hormigas? ¿Cuándo? ¿Y cuántas?”.
La escena y las preguntas en este caso las plantea Wonder Ponder, una editorial actual de filosofía visual para niños que ha lanzado al mercado unos libros-caja que, a través de la literatura, liberan a los niños de una burbuja creada por los adultos para protegerles de plantearse cuestiones morales como la crueldad, el exceso de libertad y la identidad. Y las descifran y valoran los niños, pero también los adultos, jóvenes y mayores, padres y profesores, y todo tipo de personas que no pertenezcan a estos círculos pero que estén dispuestas y dispuestos a, durante unos minutos, reflexionar.
“No han sido creados como herramienta para abordar dilemas morales. De hecho, no han sido creados como herramienta. Pensamos que cuando más pueden disfrutarse –tanto niños solos como adultos solos, como en familia o en clase– es cuando el lector, tenga la edad que tenga y esté con quien esté, se entrega al disfrute del pensamiento sin la obligación de tener que dar respuestas correctas y concluyentes”. Quien habla es Raquel Martínez Uña, editora de Wonder Ponder, que hace dos años se unió a ese “algo” extraño que Ellen Duthie –escritora y filósofa– y Daniela Martagón –diseñadora e ilustradora– le propusieron crear al tiempo que le enseñaban las primeras escenas de lo que más tarde serían los libros de filosofía visual de la editorial.
Para entonces, Ellen llevaba ya diez años planteando a niños de preescolar cuestiones como la justicia, la belleza o la felicidad en el colegio público de Madrid en el que trabaja. “Pero cuando quiso abordar el tema de la crueldad –muy cercano a los niños de esas edades como testigos, víctimas o agresores–, no encontró estímulos que cubrieran el tema de una forma rica y con perspectivas variadas”, explica por ella Raquel.
Ellen Duthie pensó en una serie de escenas que, en su conjunto, podían ofrecer una visión más amplia sobre qué es cruel y qué no lo es, y, “en una noche, sobre unos cartones cuadrados, Daniela creó ocho o nueve escenas”. Al día siguiente, Ellen las llevó al colegio y…: “El resultado fue muy prometedor: despertaban el interés de los niños y niñas inmediatamente”.
Poco después, nació Wonder Ponder. Ahora, la editorial de Raquel, Ellen y Daniela cuenta ya con Mundo Cruel, Yo, persona – “que trata sobre la identidad, sobre quiénes somos y qué somos a partir de una analogía con los robots y otras escenas que podrían situarse genéricamente en la ciencia ficción”– y Lo que tú quieras –una invitación a reflexionar sobre la libertad–.
Entretener o educar
No es fácil que editoriales de peso se atrevan a mezclar literatura y filosofía, entretenimiento con reflexión. “La dicotomía ‘deleitar-instruir’ en la que a veces cae el mercado al categorizar los libros tal vez sea más limitadora que enriquecedora, puesto que la demanda de ‘libros para’ acaba abocando a autores, editores, mediadores o prescriptores a crear, editar y difundir libros que tengan esas características como principal requisito”, apunta Raquel. La editora suscribe la opinión que sostiene que la literatura de ahora protege demasiado a los niños de la realidad, evitando que temas como el machismo o la muerte provoquen en ellos una reflexión que también forma parte de los libros.
Sin embargo, buena conocedora del mercado editorial, añade una verdad: hay propuestas que retan a esta imposición de la sociedad –y de los padres, muchas veces– de la corrección por bandera. Lo hace, por ejemplo, un clásico de la literatura infantil y juvenil española como es Fernando Lalana. Sin ir más lejos, en Parque Muerte (2012) –uno de sus últimos libros– una empresa armamentística española pretende mejorar su imagen y una niña acaba suicidándose tras enamorarse de la Muerte.
La realidad es que a la hora de tratar cuestiones relevantes en la literatura infantil, se produce una separación entre aquellos materiales que deben entretener –en los que se obvian cuestiones “serias” o que puedan provocar en los niños más reflexión de lo necesario– y aquellos que debe enseñar o formar. “Hay una tendencia muy fuerte hacia la medicalización de la literatura infantil, a la creación de libros con propósitos determinados –libros que sirven para hablar de la muerte, para trabajar el tema del divorcio o para transmitir determinados valores que se consideran deseables– y que pasan por alto el aspecto literario”, asegura Raquel.
Para ella, Roald Dahl no se planteaba que estuviera creando dilemas morales en el niño con sus historias: si una cuestión le servía para su argumento, simplemente la incorporaba. “Ahora, curiosamente, se censuran –y autocensuran– muchos contenidos de libros infantiles –incluso clásicos– a la vez que se crean libros ex profeso para abordar esos mismos temas, pero en algo como un ambiente de laboratorio donde se espera despojarlos de sus atributos potencialmente dañinos”.
En las aulas de ahora, El enebro no tendría cabida: demasiada violencia. Pero los libros de Wonder Ponder sí la tienen. Sus ilustraciones y sus sencillas preguntas –en la forma, que no en el contenido–, junto a sus actividades de formación en aulas y en museos, buscan “invitar a entrar en un estado mental propicio para la reflexión filosófica y el disfrute del pensamiento”.
Antes de Wonder Ponder, Raquel, Ellen y Daniela echaban en falta más “asombro” y reflexión, más provocación y menos conformismo. Tal vez buscaban un poco más de Roald Dahl, de El enebro, del descaro de Manolito Gafotas para contar lo que un niño piensa y no lo que debería pensar. Pero encontraron la filosofía visual, el wonder –asombro– y el ponder –reflexión–, para tratar temas serios sin que sean inalcanzables para los niños, sin partir de la hipótesis de que los más pequeños son tontos o necesitan protección. La crueldad, el exceso de libertad, la identidad y el yo tienen cabida en una editorial que transforma la filosofía casi en una forma de rebeldía.
Autora:
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![]() 24 años, joven multiusos. Estudié periodismo, después aprendí a escribir. Hago fotos y busco historias. Sé menos de lo que me gustaría pero me gusta lo que sé: periodismo narrativo, bandas sonoras, guerra de Bosnia y, sobre todo, fútbol y Atleti.
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