Angela Y. Davis: El ciclón negro

Clara Salvador//

Angela Davis es una de las figuras más representativas del Movimiento Negro estadounidense. Black Panther, comunista y mujer, todas las flechas apuntaban hacia ella. En lugar de esquivarlas, las paró con sus propias manos. 
A. Davis en la actualidad. Fuente: www.themaroontiger.com
A. Davis en la actualidad

Tiene 70 años y es profesora de Filosofía en la Universidad de Santa Cruz, en California. También es activista por la igualdad, marxista, feminista, abolicionista de la pena de muerte y negra. Su piel no es tan oscura como la de la mayoría de los de su raza, su pelo, no tan rizado; sin embargo, desde niña le han recordado constantemente que no debía comportarse como algo que no era: como una blanca. Que sus acciones no debían sobrepasar ciertos límites. Por eso la vida de Angela Davis constituye una entrega plena a la lucha, una resistencia permanente a la dominación.

Su peinado afro, antes negro y desmesurado, se ha ido aclarando con el tiempo, menguándo poco a poco conforme las enjutas formas de su cuerpo se iban ensanchando. Su expresión es ahora menos severa que en su juventud, pero en sus ojos oscuros se advierte la misma determinación que antaño. Hay otras cosas que no han cambiado: sus gafas, que aún lleva de forma ocasional, y sus característicos dientes separados.

Actualmente, Davis libra una batalla contra el sistema carcelario estadounidense. Ella misma estuvo en prisión durante un año y medio, y conoció de primera mano las injusticias y los malos tratos que recibían los presos, especialmente los negros. En una entrevista en el periódico digital francés Rouge Midi, en 2006, aseguró: “Las cárceles se han convertido en la base de la economía americana. (…) El castigo y la privación de libertad son armas históricas de los EEUU, tanto en el plano económico como en el ideológico. Esto permite desarrollar el miedo y el racismo”. En los años 2003 y 2005, Angela publicó dos libros al respecto, Are Prisons Obsolete? (¿Están las cárceles obsoletas?) y Abolition Democracy: Beyond Prisons, Torture, and Empire (Democracia de la Abolición: Más allá de las Cárceles, la Tortura y el Imperialismo). Previamente ya había escrito otros tantos, acerca de la resistencia, el feminismo, la raza y la música ‘blues’. A su salida de la cárcel, con sólo 28 años, elaboró su autobiografía (Angela Davis: An autobiography, 1974), con un enfoque político y social, poco íntimo. Aunque al principio era reticente a escribir un libro sobre sí misma, sus familiares y amigos la convencieron de que su experiencia podría resultar muy valiosa para otras personas.

Hoy en día, sus clases en la universidad de California versan sobre el despertar de la conciencia e invitan a desarrollar el espíritu crítico de los alumnos. Según Davis, su verdadera vocación siempre ha sido la enseñanza, más que el liderazgo. Como profesora, es capaz de influir profundamente a las personas, no con el objetivo de que adquieran unas ideas concretas, sino para que reflexionen y lleguen a la conclusión de que han de actuar para cambiar ciertas situaciones.

Resistencia cotidiana

Angela Ivonne Davis nació el 26 de enero de 1944 en Birmingham, Alabama, en un barrio llamado ‘Dinamite Hill’ debido a la frecuencia con que estallaban bombas puestas por racistas. Su padre era mecánico y su madre profesora, ambos comunistas. “Mi madre siempre nos dijo que las condiciones en las que vivíamos no eran las que deberían ser”, explicaba recientemente en una entrevista con Julian Bond, en la Universidad de Santa Cruz. Gracias a ella, Angela fue capaz de imaginar una situación diferente por la que luchar.

Por este motivo, Angela se enfrentaba a diario a sus opresores, con simples acciones como jugar a cruzar la calle hasta el barrio blanco, llamar a un timbre y huir; o sentarse en el autobús en un lugar que no le correspondía, soportando las miradas de reprobación. Una vez, ella y su hermana Fania engañaron al dependiente de una zapatería fingiendo ser extranjeras, de modo que las trató tan amablemente como a unas blancas. Se marcharon del comercio riéndose de él y dejándole en evidencia delante de los clientes: “Desarrollamos nuestros propios medios para defender nuestro ego. Nuestra arma era la palabra.” En ocasiones, los niños del vecindario esperaban en la calle a que pasara un coche de blancos para gritarles cualquier insulto racista. “Yo escondía esta afición de mis padres. No podían saber lo importante que era para mí, y para todos los que habíamos descubierto el racismo, encontrar formas de conservar nuestra dignidad”.

Hasta los doce años asistió a escuelas para negros en las que aprendió una parte de la historia americana que jamás hubiera conocido en otros colegios. Entre sus compañeros, era consciente de que pertenecía a la clase de los ‘no-tan-pobres’, y alguna vez robó dinero a su padre para ofrecérselo a los niños que no tenían qué almorzar.

En aquel entorno de pobreza e inseguridad, la vigilancia policial era constante. Sólo el hecho de ser negro constituía un factor de riesgo de ser detenido o atacado. Angela recuerda ser seguida por el FBI a los seis años: “Aprendí a no contestarles, a no hablar con ellos jamás.” Su madre, que tenía algunos amigos blancos del Partido Comunista, debía tener cuidado al llevarlos en coche a sus casas tras las reuniones. Davis recuerda cómo uno de ellos se escondía en el asiento trasero para que el FBI no descubriera que una mujer negra –que no era su chófer– conducía para él. En otra ocasión, pararon a su padre por llevar una botella de alcohol en el coche. Le hicieron bajarse y darles la bebida y 20 dólares. Nadie sabe qué podrían haberle hecho si se hubiese negado; no obstante, aquel hombre era imperturbable, un ejemplo de firmeza. Angela nunca lo vio asustado.

Davis dando un discurso en los 60.
Davis dando un discurso en los 60
El comienzo de la revolución

En 1958, con catorce años, se le presentó la oportunidad de dejar Birmingham para estudiar en el Elisabeth Irwin High School de Nueva York, una escuela implicada en movimientos políticos y sociales de izquierda. Tras plantearse la posibilidad de ser médico, la joven decidió finalmente descartarla para trasladarse a la gran ciudad, a la vivienda de una familia blanca. Confiesa que le resultó duro adaptarse. En la escuela, conoció a los hijos de importantes líderes comunistas y empezó a estudiar el socialismo en las clases de historia: “Un nuevo mundo se abrió ante mis ojos” (1974, pp. 109). Encontró la respuesta a muchas de sus preguntas en el Manifiesto Comunista y comenzó a entender los problemas de los negros en el contexto de un amplio movimiento de la clase obrera. Creó en su mente, por primera vez, la visión de una sociedad donde no existieran clases ni personas explotadas. Se unió entonces a las Juventudes Comunistas.

Más tarde, a los 17, entró en la Universidad de Brandeis, Massachussets, para estudiar Literatura Francesa. Empezó a leer a los existencialistas, como Camus o Sartre, y después a Balzac, Flaubert, Baudelaire, Rimbaud… Pese a afirmar sentirse “alienada, enfadada y sola”, la universidad le brindó grandes oportunidades, como la de escuchar en vivo un discurso de Malcolm X, quien la dejó fascinada. Estudió su tercer curso de carrera en La Sorbona, París, donde poco después de aterrizar recibió una noticia que la marcó para siempre. El 16 de septiembre de 1963 abrió, como cada día, el Herald Tribune, y leyó el titular que notificaba la explosión de una bomba en la iglesia de su barrio, en Birmingham. El atentado racista había matado a cuatro jóvenes, dos de ellas vecinas y amigas de la familia Davis.

Portada del Birmingham Post-Herald tras el atentado. Fuente: www.parade.condenast.com
Portada del Birmingham Post-Herald tras el atentado

Con la madurez que la caracterizaba, Angela analizó el hecho desde una perspectiva alejada de su relación directa con las asesinadas. Toda la sociedad era culpable: “Este acto no era una aberración. No era algo provocado por unos pocos extremistas locos. Al contrario, era lógico, inevitable. Quienes pusieron la bomba no eran enfermos, sino productos normales de su entorno” (1974, pp. 130). El acontecimiento conformó en la joven de 19 años un compromiso inalterable con la justicia social.

Años más tarde, en una entrevista que se le hizo en prisión, fue preguntada por la violencia propia de las revoluciones. Inmediatamente, Angela se indignó. Recordaba el sonido de las bombas desde muy pequeña, recordaba que su padre siempre iba armado por miedo a potenciales ataques. Y recordaba que, desde el atentado de la iglesia, los hombres del barrio se organizaban en patrullas armadas cada noche. “Y por eso, cuando alguien me pregunta por la violencia, me parece increíble. Eso significa que la persona no tiene ni idea de lo que la gente negra ha pasado”, respondió.

A su regreso de París, el filósofo Herbert Marcuse daba clases en la Universidad de Brandeis. Su asignatura estaba tan solicitada que Angela no obtuvo plaza y se resignó a asistir como oyente. Sin embargo, un día se aventuró a pedirle un encuentro a solas para que le recomendara una bibliografía básica de filosofía, y a partir de entonces Marcuse le impartió clases semanales. Fue la persona que más la influyó como profesor: de él aprendió que el conocimiento puede ayudar a cambiar el mundo.

Tras graduarse en Literatura Francesa, viajó a Frankfurt (Alemania) para comenzar un doctorado en Filosofía, en la Universidad Goethe. Allí, instalada en una vieja fábrica rehabilitada como residencia de estudiantes –sin duchas ni calefacción–, siguió los estudios de Teodoro Adorno. Durante su estancia en Frankfurt fue muy activa políticamente, participó en manifestaciones en contra de la guerra de Vietnam, en seminarios… Observando desde la distancia los progresos que el Movimiento Negro estaba desarrollando en su país, decidió que dos años de ausencia eran suficientes y que era hora de regresar. Terminó su doctorado en la Universidad de San Diego, en California, y con sólo 24 años comenzó a trabajar allí como profesora. En aquel momento, sintió la necesidad de formar parte de un grupo para llevar a cabo una verdadera revolución. Fue así como se unió a los Panteras Negras y, poco después, al Partido Comunista. “Fue difícil unirme al partido, porque siempre lo consideré conservador. Eran los amigos de mis padres…”, contaba en la entrevista con Julian Bond.

Entre los más buscados
Orden de búsqueda de Davis. Fuente: www.legendaryauctions.com
Orden de búsqueda de Davis¡

Debido a su implicación en política, su contrato como profesora no duró demasiado. En octubre de 1969, un alumno la denunció por pertenencia al Partido Comunista y fue despedida. El gobierno del estado de California, por entonces presidido por Ronald Reagan, empezó a vigilarla. Fue entonces cuando llegó a sus oídos el caso de los Soledad Brothers, tres jóvenes negros que se encontraban en prisión por delitos menores, y que habían sido acusados sin pruebas del asesinato de un guarda. A pesar de su escaso tiempo libre, Davis se unió a su Comité de Defensa, gracias a lo cual entró en contacto con George Jackson, uno de los tres ‘hermanos’ de la cárcel de Soledad (California). A través de las cartas que ambos se escribían –cada vez más frecuentes– y de las reuniones con los familiares y amigos de George, Angela llegó a conocerle profundamente.

Jackson era marxista y miembro de los Panteras Negras. Llevaba en prisión desde los 18 años, casi un decenio, por un supuesto robo de 70 dólares. Había pintado el cielo en el techo de su celda para poder ver la luna y las estrellas que tanto extrañaba, aunque pronto fue obligado a cubrirlo de nuevo de gris. Pasó gran parte de su condena en aislamiento, y dedicó su tiempo a escribir para mostrar las experiencias de los presos negros en las cárceles. Sus manuscritos despertaron en Angela una ternura inesperada.

El hermano pequeño de George, Jonathan, había pasado más de la mitad de su vida viéndole sólo durante las visitas en prisión. Estaba desesperado por liberarle. El 7 de agosto de 1970, Jonathan llevó a cabo una toma de rehenes en la Corte del Condado de Marin que acabó con la vida de cuatro personas, entre ellas, la de un juez y la de él mismo. El FBI relacionó a Davis con los hechos, acusándola de asesinato, secuestro y conspiración, lo que provocó que se convirtiera en la tercera mujer de la historia en aparecer en la Most Wanted List –lista de los más buscados–. La única prueba contra ella era que poseía armas, como muchos otros en los EEUU.

Durante dos meses, el inmenso afro de Angela quedó cubierto por una peluca, sus cejas se afinaron para cambiar la expresión de su rostro, y unas largas pestañas postizas se añadieron a las naturales. Sólo quedó satisfecha con su disfraz cuando pudo jurar que su madre no sería capaz de reconocerla. Recurrió a la hospitalidad de un amigo, David Poindexter, que la acogió en su apartamento y después huyó con ella a Nueva York. Se escondieron en un motel de Manhattan. Durante su búsqueda, Davis recibió numerosas muestras de apoyo, como carteles en las puertas de las viviendas que decían: “Angela nuestra hermana, eres bienvenida en esta casa.” El 13 de octubre ambos fueron detenidos y separados al salir del ascensor del motel. En el coche del FBI, un agente le preguntó a Davis si quería un cigarrillo. Ella, fumadora empedernida, se limitó a responder: “No de ti”.

Angela es capturada por el FBI. Fuente: www.frontpagemag.com
Angela es capturada por el FBI

Estancia en prisión

Al llegar al Women’s Detention Center de Nueva York, le quitaron las gafas y la obligaron a ponerse una bata de hospital. En su celda de aislamiento no le estaba permitido tener cigarrillos, ni cerillas, ni jabón, ni ropa, ni libros, ni siquiera papel higiénico. La primera noche no fue capaz de dormir. Por la mañana, un funcionario le llevó a la celda un desayuno insípido acompañado de unas palabras alentadoras: “No te preocupes, aquí todos estamos de tu lado.” Sus primeras victorias fueron conseguir que le trajeran café solo y que la dejaran ducharse antes de la hora prevista.

Mientras sus ‘hermanos’ peleaban en la calle por su liberación, Angela mantenía su propia lucha tras los barrotes. Se puso en huelga de hambre para conseguir que la sacaran del aislamiento, y a los diez días lo consiguió. Gracias a su contacto con otras presas pudo mantener largas conversaciones sobre el comunismo y el movimiento negro. “Convertí mi frustración en energía para luchar. No les dejaría conquistarme”, contaba en su autobiografía. En prisión, Davis mataba las horas leyendo –libros sobre el Comunismo y la Revolución China, entre otros–, escribiendo el manuscrito de If they come in the morning… (Si vienen al alba…), aprendiendo yoga y karate, y fumando. Nunca se sintió sola, porque era consciente del apoyo que estaba recibiendo desde el exterior.

La primera visita que recibió tras su arresto fue la de Margaret Burnham, una amiga del barrio de toda la vida, que acababa de graduarse en Derecho. Burnham aceptó la petición de Davis de convertirse en su abogada y se ocupó de su caso de principio a fin. La madre de Angela, sin embargo, tardó un tiempo en ir a visitarla porque le estremecía ver a su hija en aquellas condiciones. Cuando al fin acudió, Angela se puso el vestido más ancho que tenía para disimular su delgadez.

Angela Rough (Angela Davis), poster de Shepard Fairey.
Angela Rough (Angela Davis), poster de Shepard Fairey

En diciembre de 1970 fue trasladada a la cárcel del condado de Marin, California, cerca de la prisión de San Quentin, donde se encontraba George Jackson. Gracias a ello, en julio del 71 ambos mantuvieron una visita con sus respectivos abogados, de ocho horas de duración. A Angela no le parecieron suficientes. Su encuentro fue muy afectuoso, tanto que el informe policial lo calificó de “obsceno”. Sólo mes y medio después, Jackson fue asesinado por la espalda durante un presunto intento de fuga. “Para mí, la muerte de George ha significado la pérdida de un camarada y líder revolucionario, pero también la pérdida de un amor irrecuperable” –escribió Davis para la prensa– “Sólo puedo decir que continuaré amándole, e intentaré expresar ese amor en la forma en que él lo hubiera querido: reafirmando mi determinación de luchar por la causa que George murió defendiendo.”

La liberación de Angela se encontraba cada vez más cerca, y la presión social se hacía cada vez más evidente. Recibió numerosas cartas de ánimo, incluso dibujos de niños. Un día, Nina Simone apareció en la cárcel con un globo, que Angela conservó todo el tiempo que pudo, hasta que se desinfló. John Lennon y Yoko Ono escribieron para ella la canción Angela, y The Rolling Stones le dedicaron Sweet Black Angel.

Libertad sin exención

A comienzos de 1972, la pena de muerte fue abolida temporalmente en los EEUU y el juez pidió una fianza de 102.000 dólares. Finalmente, fue un granjero blanco de California quien pagó con su propiedad, y el 23 de febrero Angela fue liberada. “[Mi madre] era una persona tan sensible (…), que yo sólo alcanzo a sentir una pizca del tormento que mi encarcelamiento le había causado. Si había una razón por la que quería ser libre, era por el bien de mi madre” (1974, pp. 343).

A su salida, se mudó con Margaret. Pese a la atención que captaba, trató de evitar los lugares muy concurridos y las conversaciones sobre política por un tiempo. Redactó su autobiografía y contribuyó a consolidar la Alianza Nacional contra el Racismo y la Represión Política. Desde entonces no ha dejado de escribir y enseñar para transmitir su experiencia, y para incitar al pensamiento crítico y a la acción. A día de hoy, todavía es militante de las luchas sociales y políticas de los EEUU, y aunque ya no pertenece al Partido Comunista, imagina la posibilidad de ir más allá del capitalismo, hacia un socialismo democrático. Su resistencia continúa: “Cuando uno se compromete a la lucha, debe hacerlo para toda la vida”.

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Imagen de Ismael López

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Bibliografía Angela Davis:

*Angela Davis: An Autobiography. Angela Davis. International Publishers. New York, 1974. 400 páginas. 15’33 euros.

Y además…

  • If they Come in the Morning: Voices of Resistance (1971)
  • Women, Race and Class (1981)
  • Women, Culture, and Politics (1989)
  • Blues Legacies and Black Feminism (1999)
  • Are Prisons Obsolete? (2003)
  • Abolition Democracy: Beyond Prisons, Torture, and Empire (2005)

Documental:

– Título Original: Free Angela and all political prisoners

– Año: 2013

– Duración: 102 min.

– País: Francia, EEUU

– Directora: Shola Lynch

– Reparto: Angela Davis, Eisa Davis

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