Gustaff Choos: crónica de un RocknRolla
María Nagore//
Música, fútbol y mucho Rock and Roll. Esa es la vida de Gustaff Choos, una vida de la que él deja constancia en cada una de sus fotografías.
Él quería ser como Messi, como Kruiver o Lineker. Soñaba con ver su nombre junto a los grandes, en la primera línea de la alineación del Barça. Y eso intentó, pero nació con tobillo equino varo y llegó el día en que su tobillo dijo “basta”. Tenía aptitudes para poder haber hecho carrera. Con la música, en cambio, el final llegó rápido y sin paños calientes. Y así fue como las dos pasiones de su vida llegaron a su fin casi antes de empezar.
Choose ha trabajado de todo. Incluso abrió su propio bar en la playa con apenas 18 años. Con 36 que tiene ahora, 15 de ellos dedicados a la fotografía, ha conseguido hacer de un hobby su vida, y de su vida, un arte.
Londres fue el inicio de su nueva vida. Cruzó el canal hace diez años, con poco más que un contrato de camarero y la intención de aprender inglés. El 7J fue la fecha señalada. La cámara de Choos capturó los estragos producidos por las cuatro bombas que en 2005 paralizaron la red de transporte público londinense y colgaron las telecomunicaciones. Dos de sus fotos eran realmente impactantes y las envió a la agencia Reuters, con la que colaboró intermitentemente desde entonces. Así, sin habérselo propuesto nunca, comenzó su carrera profesional. De hecho, cuenta con apenas siete días de formación fotográfica: un curso de una semana que hizo hace años. “No quiero aprender lo que sabe el resto. Normalmente, en el curso de fotografía te enseñan a hacer fotos, te dicen esta foto está bien y esta está mal… ¿Por qué? ¿Porque lo dices tú? El descubrir me proporciona unas emociones que no me proporciona el aprender”.
El contrato con Adidas fue un punto de inflexión en su carrera. Siete años de trabajo con la multinacional le han proporcionado experiencia y prestigio por tener en sus manos o, mejor dicho, en su cámara, a estrellas como Ricky Rubio, Leo Messi o José Mourinho. “Más allá de ser fotógrafo y jugador, en las entrevistas éramos dos personas que entendían de fútbol. Si tenía 15 minutos, 10 estaba jugando a fútbol con ellos. Creamos un vínculo, nos lo pasamos guay, y en un momento determinado le doy al botón, pero sin importarme demasiado ni la luz ni la cámara que lleve”. Para Choos, la calidad del retrato no depende de eso, sino de la conexión que establece con las personas. Ese es el secreto que se esconde detrás de la naturalidad de sus fotos, de la profundidad de su cámara. Si bien este ejercicio consigue relajar al retratado, la reacción del cortejo de guardaespaldas, asesores y familiares que suelen acompañarles suele ser la contraria. “Se ponen muy nerviosos y me dicen: «oye, tienes 15 minutos, no los malemplees». No los estoy malempleando, los estoy invirtiendo. Quiero que la persona se olvide de que estamos en una sesión de fotos y en un momento determinado ¡Zas! Le hago la foto pero sin que él se dé cuenta”.
Un año antes de casarse con la marca deportiva, comenzó su noviazgo con la revista musical Mondosonoro. Choos fotografiaba a grupos de amigos mientras cubría los conciertos. Sin darse cuenta, comenzaron a llegar ofertas de trabajo. Fue entonces cuando se planteó seriamente convertir la fotografía en su profesión. Profesión, que no trabajo. “Para mí es una forma de vida. Estoy 24 horas al día capturando imágenes. A todo el mundo le gustaría trabajar de lo que le apasiona pero ¿quién hace por eso? Para mí lo cómodo sería trabajar en un periódico, cobrando mi sueldo fijo y demás. Pero evidentemente sería como el que va a una fábrica ocho horas a trabajar. He trabajado en fábricas y yo así no soy feliz”.
Sus padres son la raíz de esta filosofía de vida. Jesús Royo y Mariví Piqueras, ambos de Calatayud, trabajaron toda su vida para dar a sus hijos la mejor formación que pudiesen recibir, él como gestor administrativo y ella como profesora de Lengua y Literatura. Si algo tuvieron claro siempre es que sus hijos debían sentirse libres para elegir el camino que les hiciese felices. La hija mayor heredó la empresa del padre y el pequeño… “el pequeño es un capullo, pero ahora empieza a ser actor, en Madrid, y me hace gracia”. La vida de Choos ha estado marcada por el drama. Son ya varios los amigos que ha dejado atrás, algunos muy jóvenes, y ese sufrimiento es lo que le ha abierto los ojos a una vida que no pide permiso. Ni siquiera perdón. “La fotografía y el deporte me hacen muy feliz, relacionarme con la gente me hace muy feliz, el Rock and Roll… me pone palote, e intento ganarme la vida en ese camino. El trabajo no es hacer fotos o editar fotos, sino encontrar la vía para seguir viviendo así”.

En el cajón hay fotografías, canciones, emoción… y su gente. De Mondosonoro surgió su amistad con Rafa Angulo. Coincidieron por primera vez en unos PMA, en 2007, en los que el periodista recibió el premio al Mayor Apoyo a la Música Aragonesa por el trabajo de Mondosonoro Aragón. Choos estaba cubriendo el evento, le hizo un retrato y se lo mandó. Lo que comenzó como una relación profesional derivó pronto en una relación de amistad que les embarcó en un proyecto juntos: “La vuelta al mundo en 80 discos”.
“Nos abandonaron nuestras chicas y estábamos muy borrachos y muy tristes y entonces dijimos «Vámonohs a darg la güelta ar mundo en oshenta díash»”. Y así, de una locura de bar, surgió este proyecto amparado por La Zaragozana, a la que les unen años con el codo sobre la barra.
Hablamos apartados del resto, y él con la Export en la mano. Echo un vistazo al cuadro que tengo delante y no lo dudo ni un instante. Los años de Rock and Roll le han dejado marca. No solo el tatuaje con las iniciales de Enrique Bunbury: lleva cuatro más en la pierna y uno inmenso en la espalda. Una enredadera de flores y hojas, el dibujo de una vida que empezó hace ya un par de años y que pretende continuar hasta el final. “Creo que somos algo más que carne y quiero, de algún modo, dejar en mi piel lo que voy haciendo en esta vida. Que no haces otra cosa que personas y tiempo. Así que flores y hojas”. Las flores son personas que le han dejado huella: los que ya no están, flores de loto; los que siguen con él, la que ellos elijan: “Mi sobrina eligió una margarita”.

Choos adora a esta mujercita pelirroja de pelo corto y apenas cinco años de edad. María es la hija de su hermana y la modelo más retratada por su tío. O al menos la que más aparece en su página de Facebook con unos ojos enormes y una sonrisa de niña pícara, embaucadora. Su padre es el otro gran protagonista de la crónica que escribe Gustaff. Igual que el periodista encuentra en las palabras el medio de mostrar al mundo cómo es y cómo vive la realidad, Gustaff crea con sus fotografías una crónica periodística y, sobre todo, íntima, de aquello que le rodea. Su padre es una parte muy importante de ese mundo que él retrata. Con 17 años, Choos se fue de casa por una pelea con él: “Éramos dos caracteres muy punkis los dos, y chocábamos”. Pero con los años, la rebeldía de Choos dio paso a la madurez y la comprensión, al entendimiento de aquello que su padre quería enseñarle y él no había sabido reconocer.
Llegaron a ser amigos. Su padre sufrió hace unos años un ictus y ahora, por su enfermedad y su situación crónica, Choos pasa con él más tiempo del que había pasado nunca. Y es en este punto de la conversación cuando habla de su madre. “Acojonante. Lleva el amor por bandera con un pundonor que yo no he visto a nadie, y le profesa un amor a mi padre que yo quiero para mí y para mis hijos. Que quiero tener, muchos y pronto”. Ese es precisamente su proyecto de futuro. No se propone nada más allá de formar una familia. Y cuando cuenta que el único retrato que de verdad le obsesiona es el de su padre y su hijo juntos, se emociona. De donde viene y adonde va.
¿Puede un RocknRolla ser un romántico? Guy Ritchie comenzaba así su película: “Todos queremos un poco de la buena vida. Algunos, el dinero. Algunos, las drogas. Otros el sexo o el glamour de la fama. Pero un RocknRolla es diferente. ¿Por qué? Porque lo quiere todo”. Al otro lado de la mesa veo a un hombre sensible, espiritual y con un verdadero deseo de amar y ser amado. ¿Puede un RocknRolla ser un romántico? Sí, por supuesto que sí. Hace unos meses propuso a sus amigos y seguidores un pequeño ejercicio: ellos le enviaban un poema breve, de apenas un par de líneas y él buscaba una imagen que expresase lo que sus versos transmitían.
“La poesía es un sentimiento bonito que puede tener el más cabrón. Y cuando lees poesía comprendes que cualquiera puede leer poesía, puede entender poesía, y puede crear poesía. ¿Quién no se dice “te quiero” al oído alguna vez? Parece que la poesía está reservada para los eruditos. «¡Y una mierda!»”.
Las redes sociales facilitan este intercambio y Choos ha sabido aprovechar al máximo estos nuevos canales de comunicación: Facebook, Blogspot, Tumblr, Twitter e Instagram; sus fotos están en todos, casi siempre en blanco y negro.
-¿Por qué?
-Porque no sé hacer color. Así de sencillo. Hay un proceso del cerebro por el que el color cuesta más de digerir, de procesar, porque tiene más información visual. Yo quiero simplificar las cosas.
También es defensor de la iPhonegraphy, de la fotografía móvil. “Soy muy vergonzoso, aunque enseñe muchas veces el culo”, confiesa. El móvil le da una rapidez que no le permite la cámara y es menos aparatoso. Saca el móvil del bolsillo, hace un gesto con el dedo y ¡Zas!, tiene la imagen que quería. A aquellos que lo critican les dice que no está dispuesto a perderse una buena foto por no llevar el equipo adecuado. “También he llevado a la espalda mochilas de 15 kilos con todos los cuerpos y los objetivos. Veremos cómo evolucionan las cosas. Hay algunos que lo aceptan y otros que lo critica: me la pelan los dos”.
-Oye, Choos, ¿cómo te llamas?
-Jesús David del Royo Piqueras. ¿A que parece de culebrón? Mi padre y mi madre habían acordado llamarme David pero mi padre, el cabrón, cuando fue al registro pensó: «Este tiene que llamarse como yo», y me puso Jesús. Chus para la gente más afín. Viví un tiempo en Londres y ellos lo escribían como Uno de mis compañeros de residencia se llamaba Gustaff; murió. En su cuarto, siempre hacíamos planes de futuro muy locos. Y yo dije: «cuando sea viejo abriré un bar que se llame gustaffroom». Bueno, no fue un bar, fue un estudio de fotografía. Y ya entre el Choos y el Gustaff quedó Gustaff Choos: es mi alter ego.
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