El otro México. El Sol de la Primera

Fernando Domínguez Pozos//

Cuando Fernando Jordán nombró como El Otro México, a Baja California, acotó que era la ciudad de Ensenada, donde todo comenzaba, donde una frontera –invisible- dividía a una región altamente influenciada por la presencia de norteamericanos y, tímidamente se alzaba el crecimiento de una sociedad conformada por individuos que provenían de distintos y diversos territorios nacionales para consolidar una de las ciudades más jóvenes de este y el Otro México. Pero, entre las crónicas de la Ensenada que narraba Jordán y la historia contemporánea de una ciudad que hoy tienen 141 años de vida, algunas cosas han cambiado, entre ellas, el crecimiento en el arribo de pasajeros y turistas a través de su Puerto, quienes después de atracar, son encaminados por el urbanismo de la ciudad a la llamada Calle Primera, donde tiene lugar nuestra historia de esta semana. 

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Con banquetas adoquinadas en un tímido color rojo; una estrecha calle, por la que exclusivamente pueden transitar un auto de ida y otro de vuelta; señales de alto, en cada crucero; locales con oferta de productos artesanales, bisutería y souvenirs que aún nombran como Baja Norte, a una tierra que sólo es nombrada hoy como Baja California. La Calle Primera, resalta por los espacios gastronómicos que convergen en aceras enfrentadas que son apropiadas por los aromas de la cocina bajacaliforniana, así como por mesas, sillas y comensales que en fines de semana ocupan el lugar de automóviles. Entre opciones gastronómicas como el Restaurante Victor’s, preferido por locales; La Guerrense, carreta de mariscos popular entre visitantes, quienes degustan de pie y al estilo propio de la comida callejera, recomendada por Anthony Bourdain como la mejor del mundo, encontramos en la esquina de la Calle Primera y Blancarte, un sitio que irrumpe el diálogo frecuente de la vida fronteriza entre Estados Unidos y México y, coloca a un nuevo invitado como Francia, su repostería y su estilo chic. 

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El Rey Sol, fundado en 1947, y por lo tanto contemporáneo de varias generaciones de ensenadenses, es un restaurante con todos y cada uno de los detalles que una experiencia legendaria pueda ofrecer, tal vez por ello su slogan en la entrada es “El Rey Sol. Legendario Restaurante Francés”. El espacio fue idea y creación de Virginia Gefroy Bitterlin, quien logró posicionar un sitio que hoy presumen la venta de más 3 millones 751 mil 206 pastelitos vendidos, cada uno de ellos fieles representantes de la alta repostería francesa, a la cual no se han podido resistir figuras políticas, artísticas y de derechos humanos, cuando han visitado el Puerto de Ensenada. 

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Con música en vivo de piano, candelabros, espejos, pinturas y vitrales que otorgan una esencia de encontrarse auténticamente en una calle parisina, El Rey Sol, recibe a sus comensales con manteles clásicos, sillas de madera y extensas mesas redondas que hacen murmurar a todo aquel que los visita por primera vez, lo elegante que es el lugar. Por si la elegancia no fuera percibida con estos elementos, también cuenta con espacio privado al que denomina “Salón Versalles”, tapizado y preparado para reuniones de pipa y guante. Los alimentos son servidos en vajillas de estilo victoriano, ningún elemento sale de este contexto, desde los platos, cubiertos, incluso el salsero otorgan al visitante la oportunidad de trasladarse a un territorio muy ajeno al de su cotidianidad, o la propia del vecino fronterizo del norte. 

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La experiencia gastronómica en El Rey Sol, puede incluir un desayuno sustancial o alguna comida propia de celebración; sin embargo, la estrella de la corona –francesa- es su repostería. Hojaldre, nuez, chocolate blanco, chocolate negro, fresas, frambuesas, acompañadas de un café, regalan un momento único, en el que incluso la reflexión nos llega de golpe, y ante el placer que el paladar está viviendo, una voz en el interior nos motiva a imaginar y cuestionar cómo un lugar tan chic, y francés se ha posicionado en el Otro México. 

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