Rodriguez, el músico que no sabía que era famoso
Sonia Linacero//
Searchin’ for SugarMan es un documental sobre la vida de Sixto Rodriguez, una especie de trovador que estaba llamado a saborear la gloria. Pero la diosa fortuna no se fijó en él. La fama le llegó veinte años después de haber grabado su primer disco, al otro lado del océano.
El mundo está lleno de historias curiosas. Esta es una de esas. Es inspiradora y está llena de esperanza. Es una historia optimista: la de un cantante americano, un tal Rodriguez, de origen mejicano y afincado en Detroit. En los años 70 le descubrieron dos productores discográficos con un desarrollado olfato artístico que vieron en él a una estrella emergente. Sacó dos discos al mercado sin ningún éxito de ventas a pesar de su talento. Tras hacer varios intentos de promocionar sus discos y no conseguirlo, la productora acabó por despedirlo. Sixto Rodriguez colgó la guitarra y se dedicó a la construcción.
Al otro lado del Atlántico
A finales de los 80 apareció en Sudáfrica una grabación pirata del primer disco de Rodriguez, Cold Fact, que, pasando de mano en mano, se convirtió en un símbolo de la lucha contra el apartheid. Toda revolución tiene su himno y este disco fue su banda sonora. En una Sudáfrica tan conservadora en la que no había apenas televisión porque era de comunistas, escuchar versos del tipo: “I wonder how many times you had sex, and I wonder do you know who’ll be next?” (Me pregunto cuantas veces tuviste sexo, y me pregunto si sabes quién será el siguiente), era revolucionario para todo el que escuchaba a aquel poeta americano. El mensaje iba contra lo establecido. Varias de sus canciones fueron prohibidas por la South African Broadcasting Corporation (Radio Televisión estatal de Sudáfrica). Para asegurarse de que nadie en la corporación se atreviera a saltarse la censura, los vinilos propiedad de la cadena fueron rayados imposibilitando así su escucha. Allí fue el disco más famoso de todos los tiempos. Se convirtió en símbolo de rebeldía y el ‘profeta’ no tardó en ser ídolo de masas gracias a todo un ejército de admiradores de su música. Músicos sudafricanos, como Koos Kombuis o Willem Möller, se inspiraron en las letras de sus canciones y se materializaron en iconos de la revolución musical Afrikaan, alentados por los mensajes de Rodriguez. Escribieron música contra el sistema, abrieron su imaginación, porque cuando escuchaban cantar a Rodriguez sentían como una voz que les decía: “Hay una salida”.
Todo el mundo quería saber más de él. Pero buscando noticias sobre el personaje, nadie sabía nada. Así como de otros músicos que llegaban al país africano desde Norteamérica se llegaba a saber algo, con él era un misterio. Nadie sabía nada. Sólo tenían la foto de la portada del disco: un hippy mejicano, sentado con las piernas cruzadas y con gafas oscuras. Era como una leyenda. Como si sólo hubiera venido a esta vida a grabar ese disco y luego se hubiera esfumado.
Ni el macabro rumor acabó con él

El país africano elogiaba y disfrutaba de sus canciones. Surgió el rumor de que en Estados Unidos el cantante se había suicidado años atrás al constatar definitivamente que tenía que abandonar su sueño sin haber saboreado jamás el éxito. Corrían varias versiones del suicidio: sobredosis en la cárcel, otra sobre que se prendió fuego en el escenario, o que, también sobre las tablas, se agachó, cogió un revólver y se voló la cabeza al final de un desastroso concierto.
A mediados de los 90, dos admiradores sudafricanos de Rodriguez, S. Segerman y C. Bartholomew-Strydom, uno propietario de una tienda de discos y el otro periodista musical, comenzaron a interesarse por la identidad del cantante, la razón por la cual nunca se supo acerca de su éxito en Sudáfrica y sobre qué fue de él. A través de las letras de sus canciones analizaron cualquier rasgo de su personalidad o alguna pista sobre sus vivencias que el autor hubiera dejado en ellas a modo de autobiografía. Seguir la pista de aquellas miguitas de pan en sus letras los llevó hasta una historia acerca del mito de Rodriguez. Una historia sobre la esperanza, la inspiración y el poder de la música. Bartholomew-Strydom viajó a Estados Unidos para entrevistarse con los productores de Cold Fact y, al interesarse por la verdadera versión del suicidio del cantante, descubrió la falsedad de aquel perverso rumor. ¡¡Estaba vivo!! Había que encontrarlo a toda costa. Su foto apareció en los cartones de leche. Crearon una página en internet a modo de «Se Busca». The great Rodriguez hunt. La búsqueda del gran Rodriguez. Eva Rodriguez por casualidad dio con la página en la que buscaban a su padre.
Su carrera ya no era un fracaso absoluto. Durante casi treinta años, Rodriguez nunca tuvo noticias de semejante éxito, y por supuesto, jamás recibió ni un céntimo de beneficios. La investigación sacó a la luz que el dueño de la compañía discográfica recibía los royalties de las ventas en Sudáfrica, pero que estos nunca llegaron a manos del autor.
Según C. Avant, dueño de Sussex Music, de su primer disco vendió tan solo seis copias en Estados Unidos. Sus actuaciones se daban en antros de mala muerte, dándole la espalda, literalmente, a un público más pendiente de permanecer de pie sin desplomarse que de lo que ocurría en escena. En Sudáfrica vendió 500.000 copias y era más famoso que Elvis Presley.

Y por fin llega el reconocimiento
A partir de entonces, Sixto Rodriguez supo acerca de su éxito en aquel país tan alejado del suyo y que le negó la gloria. En marzo de 1998 aterrizó en Ciudad del Cabo e hizo una gira de seis conciertos por todo el país, sold out en cada uno de ellos. “Gracias por mantenerme vivo”, le dijo al público al comenzar el primero.

Estaba llamado a ser el nuevo Bob Dylan, con melodías y letras sencillas pero profundas que describían con una brillante sutileza, bajo una mirada muy cruda, todo aquello que veía en las calles de Detroit. Prostitución, droga y pobreza las describía con una sinceridad poética, todo envuelto por una voz cálida y reconfortante. Ingredientes más que suficientes para haberse convertido en un artista mundialmente conocido. Pero no fue así.
Tanto Cold Fact como Coming from Reality fueron publicados en 1970 y 1971 y ninguno de los dos tuvieron éxito en Estados Unidos. Los productores, expertos y músicos que colaboraron en su producción coincidían en la calidad del producto. Todos esperaban que tuviera un éxito arrollador. Pero la diosa de la fortuna no contaba con Rodriguez. El hijo de un mejicano daba, en forma de canciones, lecciones de humanidad y golpeaba al país con el retrato de esa sociedad tan dura.
Esta conmovedora historia de sueños fracasados la plasmó el director sueco Malik Bendjelloul en un emocionante documental que le valió un Oscar en 2013 al mejor documental largo. Una mezcla de entrevistas, extractos de algunas de sus mejores canciones, imágenes de archivo y secuencias de animación dan forma a este documento en el que Bendjelloul crea una narrativa entre dos direcciones opuestas pero complementarias. “Cuenta la historia de un hombre que mereció ser descubierto”, defiende el director. De forma cautivadora y estimulante, nos coge de la mano y nos lleva de paseo hacia la leyenda de un hombre solo frente a un mundo que al principio lo rechazó y luego tan grandiosamente lo acogió y donde el espectador puede preguntarse cómo aquellas dotes pasaron totalmente desapercibidas. La banda sonora es 100% las canciones de Rodriguez. La mejor forma de conocer la obra profunda y desgarrada de este autor, víctima de la ironía y de la aprovechada industria musical.
Además del Oscar, el documental ganó los premios BAFTA, los Critics’ Choice Movie Awards, Premios del Sindicato de Directores y Productores Norteamericanos, Premios días de cine y el del Consejo Nacional de Crítica de Cine.
Después de tener la oportunidad en Sudáfrica, aunque fuera de manera tardía, y de saborear las mieles del éxito, regresó a su tranquila vida en Detroit y a su puesto de trabajo en la construcción. Volvió cuatro veces más al país africano para dar un total de treinta conciertos. El dinero que ganó lo repartió entre su familia y amigos. Continúa viviendo en un suburbio de Detroit, de manera muy modesta, en la misma casa que los últimos 40 años.
Un buen final no siempre es un final feliz. Después de que el galardonado documental fuera presentado durante más de un año por todo el mundo con una gran acogida por parte del público y de la crítica, en mayo de 2014, su director, Malik Bendjelloul, fue encontrado muerto en su apartamento de Estocolmo sin ninguna señal de violencia. Todo indicaba que fue un suicidio.
Tanto el cantante como el documental serán considerados como material de culto y homenaje a todos aquellos artistas desconocidos que tuvieron que abandonar sus sueños sin haber podido, ni por tan solo un instante, rozar el éxito.
En 2013 hizo una gira mundial con 62 actuaciones y paró en Barcelona, donde 5.000 personas llenaron la plaza del Poble Español en el único concierto en España. Continúa de gira en 2014 con un total de 46 shows, siete de ellos en Australia, donde también vendió numerosas copias cuando el personaje era todavía una leyenda. A los 72 años sigue subiendo a los escenarios y necesita ayuda para ponerse delante del micrófono debido a su avanzado glaucoma.
Esta historia es una reflexión acerca de la gigantesca importancia que concedemos al éxito. Una demostración de que hay historias que, aunque al principio estén llamadas a ser un imposible, pueden acabar bien. Porque los sueños y las esperanzas no se conciben para ser desterradas a las primeras de cambio.
Gran historia y gran relato, y del concierto en Barcelona solo puedo decir…’I was there’
Gracias. Si, el documental realmente emociona. Hablé con una persona que también estuvo y dice lo mismo: «I was there». ¡Envidia sana!