Aquí Comienza “La Baja”
//Fernando Domínguez Pozos
“Hagamos la Baja”, es una expresión común entre aquellas y aquellos aventureros que desean realizar un recorrido por la península de Baja California en México. La idea de la Baja, se ha popularizado por la carrera conocida como “Baja 1000”, en la que pilotos de diversas nacionalidades recorren en sus automóviles (modificados para avanzar por todoterreno), pickups, motocicletas y cuatrimotos, una distancia promedio de 1,400 kilómetros desde la ciudad de Ensenada hasta la ciudad de La Paz, en Baja California Sur.
El inicio de la Baja se da en el Puerto de Ensenada, lugar donde nace la Carretera Transpeninsular, ruta de poco más de 1,700 kilómetros que conecta a las Californias, y permite, a quien la recorre, disfrutar de las postales que la naturaleza de esta parte de México regala con montañas, mar, desierto, vegetación y fauna que únicamente la carretera número 1 del país tiene. Además de las y los participantes de la “Baja 1000”, cada año familias, grupos de amigos, parejas o incluso algún solitario visitante nacional o extranjero decide realizar la Ruta de la Baja, a su propio ritmo y en su propia pickup, motocicleta o vehículo de su preferencia. Es así que, solo o en grupo, todos aquellos aventureros toman la transpeninsular y comienzan a adentrarse en las postales bajacalifornianas, acompañados de su playslist favorita, porque las vistas en Baja California se disfrutan más si están musicalizadas.
Primera parada: San Quintín
Un primer consejo que recibes si deseas realizar la Baja a tu propio ritmo, es cargar suficiente gasolina al comienzo de tu ruta, en la ciudad de Ensenada; un segundo consejo sería preparar tu cámara, alistar tus ojos y disfrutar de los paisajes que comienzan a presentarse tan sólo una vez que la mancha urbana va quedando atrás y, lo único que queda por delante son pequeñas localidades y el último municipio que forma parte de la Baja Norte, San Quintín.
En estos primeros 185 kilómetros de la ruta, el camino comienza a ser solitario, donde cada vez son menos los vehículos que te acompañan y menos aún los que encuentras de frente, no por nada se trata de una de las regiones de México con menor densidad de población.
Maneadero, San Vicente, Santo Tomás, Camalú y Vicente Guerrero son algunas de las localidades que van quedando atrás, y cada una de ellas con sitios particulares que hacen cuestionarse si la intención es avanzar rápido en la Baja o ir haciendo escalas en sitios como “La Bufadora”, “La Antigua Ruta del Vino” o incluso adentrarse en el “Parque Nacional de San Pedro Mártir”, que contrasta por su extensión boscosa con las extensiones desérticas que rodean este sitio singular de la Península.
Después de un promedio de tres horas de viaje el camino solitario comienza a encontrar nuevamente una mancha urbana importante, a ambos lados de la Transpeninsular habitantes del municipio de San Quintín realizan las actividades de su vida cotidiana.
En ocasiones la carretera número 1 de México parece invitarte a no detenerte, continuar la ruta y jamás cerrar los ojos para disfrutar el cielo de azul profundo, las colinas interminables y un ambiente idóneo para los amantes de la carretera; sin embargo, a pocos metros de que la urbanización comienza a desaparecer nuevamente y a tan sólo cinco kilómetros hacia el mar, se encuentra un sitio construido en el siglo XIX, en el que ingleses levantaron un molino para procesar trigo, donde hoy sólo queda una gran rueda de ese molino y calderas que decoran un espacio llamado “Molino Viejo” (Old Mill) (foto del Molino Viejo), en el que Neptuno resguarda a visitantes que deciden detenerse en su camino y disfrutar del espectáculo más bello del noroeste del país, un atardecer bajacaliforniano.
El camino que conecta la Transpeninsular con el Molino Viejo, desemboca en la Bahía de San Quintín, donde algunos autos llegan al límite para desenganchar las embarcaciones, en las que posteriormente se adentran a la bahía, esa misma que niños y niñas mexicanos de los años noventa trazaban en sus libretas cuando las maestras pedían dibujar el mapa de México y la parte de la península de Baja California representaba el reto de los trazos que ingresaban y salían de la tierra al mar.
El espacio que otorga Molino Viejo, es como una postal bajacaliforniana, en la que el tiempo se detiene mientras algunos pescadores esperan tranquilamente la pesca del día, contados visitantes se toman fotografías sentados en las viejas sillas colocadas estratégicamente en la bahía o en aquellas letras que dicen San Quintín; mientras en el hoy, convertido Restaurante Molino Viejo, los visitantes se refrescan y degustan el placer de la comida del mar del Pacífico. El atardecer se presenta por lo que este sitio es el idóneo para descansar en una primera parada; la ruta espera para que, al día siguiente, el viajero se acompañe del sol, las montañas y una playlist para continuar recorriendo la Baja.