Historias entre casetas
Belén Remacha y Silvia Laboreo//
La XXXI Edición de la Feria del Libro de Zaragoza ha vuelto a llenar de historias la ciudad. Desde el 30 de mayo hasta el 7 de junio, 33 participantes, entre editoriales y librerías, dan vida a las casetas que forman parte de esta cita. 34 autores invitados dejarán su firma estos días a los lectores que se acerquen a la Plaza Aragón. En Zero Grados hemos estado ahí y hemos encontrado algunas vidas extraordinarias y los relatos más originales.
El mensaje era claro y conciso: “tenéis que hacer una crónica sobre la Feria del Libro de Zaragoza”. Y ahí que nos plantamos el sábado 30 de mayo, día de la inauguración. Cuando llegamos, somos conscientes de que esta cita es más humilde y pequeña que las que estamos acostumbradas a ver por televisión, aquellas que se celebran en Madrid y Barcelona, llenas de colas interminables para que el escritor de moda te firme un ejemplar de su último bestseller. Así que no tenemos muy claro de qué vamos a hablar, qué historias nos vamos a encontrar en esta mañana de sábado. Para ubicarnos acudimos a la caseta de información, de donde salimos con las manos repletas de folletos sobre casetas, autores visitantes y horarios. Pero seguimos muy perdidas.
Quizás echando a andar encontremos la inspiración.
De repente algo llama nuestra atención en una de las casetas cercanas. Oculto entre libros sobre trabajo social, nos encontramos a un viejo conocido. Un niño rubio vestido de verde sobre un pequeño planeta gris observa el firmamento. El Princhipiko, leemos. “¿Qué es esto?”, nos preguntamos. Alzamos la mirada y descubrimos que estamos rodeadas de libros de temática hebraica. Diccionario hebreo-español, la Torah traducida palabra por palabra, e incluso un manual de cocina judía. Ya lo entendemos. Se trata de una de las más de cien traducciones que existen del famoso libro de Saint-Exupery; esta vez, en ladino y hebreo.

Hemos ido a parar a una librería-editorial surgida en el barrio de Torrero llamada Libros Certeza, especializada en trabajo multidisciplinar, tema judaico y autores aragoneses. Nos quedamos un buen rato ojeando estos ejemplares tan curiosos. Igual sí que encontramos historias interesantes en esta feria.
Hay gente que cuando se jubila se hace un huerto, algunos optan por volver a la universidad, y no son pocos a los que les basta con ver la vida pasar detrás de las vallas de una obra. Otros, como en el caso del protagonista de la siguiente caseta, deciden empezar a escribir e investigar. José García Buey se retiró en el año 2000 y desde entonces no ha parado de recopilar datos curiosos sobre Aragón. De ahí salió el libro que hoy está firmando, Historia de nuestras calles. Se trata de una especie de diccionario: “no es para leer, es para consultar”. Por orden alfabético se puede encontrar el origen de todas las calles de la ciudad de Zaragoza hasta 2007. Sí, ya están incluidas las películas y videojuegos del barrio de Valdespartera. No fue una labor fácil: cuando comenzó no tenía ordenador y tuvo que recorrerse bibliotecas, centros oficiales, colegios y comunidades de vecinos. Todo un trabajo de campo.

-¿Cuál es su calle preferida?
-Pues hombre, la mía.
Seguimos caminando. Y, si en una acera encontrábamos la cultura hebraica, en la otra encontramos la masónica. Nos topamos con Ricardo Serna en la caseta de la Asociación de Escritores Aragoneses. Ha traído a la feria dos de sus libros sobre masonería: La columna dorada, una recopilación de poesía escrita por masones; y El compás y la pluma, una antología de artículos suyos sobre el tema. Como casi todas las cosas importantes de la vida, esta afición le llegó a Ricardo por casualidad. Cuando estudiaba Filosofía y Letras en la Universidad de Zaragoza tuvo como profesor al oscense José Antonio Ferrer Benimeli, el primer especialista del mundo en el tema. Le gustó la materia y comenzó a investigar. “Yo hago literatura, pero de vez en cuando escribo sobre masonería”. En el mundo, nos cuenta, hay tan sólo unos 85 especialistas en ello, que pertenecen al Centro de Estudios Históricos de la Masonería, un centro dependiente de la Universidad Nacional de Estudios a Distancia. Cada dos o tres años los especialistas se reúnen en alguna ciudad española para poner en común sus conocimientos.
Ya son muchos años para Ricardo Serna escribiendo, firmando y participando en la Feria del libro, pero aquí cada día da para algo nuevo. Hoy, para dedicar a unos lectores un libro del revés.

Justo a su lado, en la misma caseta, se encuentra un señor alto, canoso y con bigote que nos observa con curiosidad. Nos acercamos para preguntarle por su historia; aquí todos tienen una. Enrique Pellejer ha sido toda su vida profesor de inglés, primero en Zaragoza, luego en Utrillas, más cerca de su pueblo, Montalbán, donde vive desde hace veinte años. Ni siquiera es Montalbán, son las afueras de Montalbán: se asoma a su ventana y ve el pinar y las cabras.
-¿Le ayuda a inspirarse?
-Me ayuda a vivir bien.
Enrique ha traído tres de sus novelas; son historias inventadas pero con cierta base real. Lleva escribiendo desde los 12 años, y tiene publicados otros tres libros de poemas además de los que vende y firma hoy en la feria. Le preguntamos, ingenuas, si se puede vivir de la literatura: “Si supierais. Esto me ha costado dinero, me lo he pagado yo. Yo intento vender para minimizar gastos, pero nada más, si consigo sacar lo que me ha costado ya estoy feliz”. Y es que los libros de Enrique son absolutamente personales: Ha creado su propio sello, ha dibujado las portadas, ha imprimido el papel. Alguno lo ilustró su sobrino. “Lo bueno de la autoedición es que, lejos del márquetin, todo queda a tu gusto”.

En la Editorial Oncil de momento solo se han editado sus libros, pero está abierto a que quien quiera y traiga algo interesante pueda emplear su sello. Y como si el destino hubiese escuchado esta afirmación, aparece en la caseta una mujer con unos pedazos de papel en la mano que pregunta sobre cómo podría editar su poesía. Es morena, lleva el cabello recogido en un moño bajo, y se oculta tras unas grandes gafas de sol. Tiene un acento que no es fácil de identificar, quizás de aquí, quizás de allá. Se llama Lorena Langer y es mexicana. Nos cuenta que empezó a escribir muy joven, con 16 años, cuando preparaba el bachillerato. Escribía desde adentro, “desde las entrañas”, vivencias sobre el amor, novios y problemas adolescentes, que plasmaba en pequeños cuentos y poemas. “La gente que escribe tiene un don, tienes que vivir experiencias muy fuertes, algo que te remueva y te haga decir… Ahí va lo que escribo”. Su inspiración para escribir y para no rendirse en la vida fue su padre, un judío-alemán que perdió a toda su familia a manos de los nazis en la segunda guerra y que tuvo que huir de Alemania a México. “Fue el primer hombre que cruzó a América en barca, en mi casa guardo todos los certificados”.

Esta adolescente que escribía sobre el amor fue creciendo, conoció la dureza de la vida y se casó. Nunca se presentó a ningún concurso, dedicó su vida a trabajar y a su familia. Un día le detectaron un tumor cardíaco. Y retomó la escritura. Lidiando, además, con algunos problemas graves de visión.
Ella cree que el miedo no sirve de nada y se esfuerza todos los días en pensar que lo que hace es lo mejor. “Escribo en todos los lados, en hojas, en papeles, escribo, escribo y escribo. Cosas muy sencillas que luego vas puliendo”. Cree en el poder del desahogo de la literatura y en cómo los libros pueden ayudar al lector. Por eso no pierde la ocasión y todos los años se pasa por la feria del libro de Zaragoza, ciudad que la acogió hace ya siete años. Descubre nuevos autores, ve que la gente escribe y hace cosas. Y quizás, quién sabe, algún día sus poemas -“eclécticos y de rima asonante”- encuentren su sitio entre estas casetas.
Seguimos caminando al compás de las historias que nos deja la feria. Nos detenemos en un puesto donde un hombre moreno llama nuestra atención. Grita mucho y mueve las manos compulsivamente, mientras se dirige a un grupo de niños que se concentra a su alrededor. Es la misma persona que una hora antes representaba un cuentacuentos para otro grupo de niños, unos metros más allá. Porque Roberto Malo es de profesión animador. También es escritor, guionista de tebeos e incluso ha publicado un disco-“aunque eso no viene a cuento ahora”. No se plantea vivir de la literatura, él vive de la animación, que es lo que le hace feliz, aunque esos caminos se funden en su faceta de escritor de libros de literatura infantil. En esta feria del libro presenta su primer tebeo como guionista, Veo Por ti ilustrado por Chema Cebolla. Roberto siempre había sido fan de los cómics y se lanzó a guionizar uno con una historia muy visual, casi una película.

“Cuenta la historia de un ciego que cuando hace el amor puede ver. Se crean situaciones muy delirantes pero también muy románticas, es una historia de amor”, afirma. Roberto lo pensó en blanco y negro “que siempre queda más artístico”. Porque el arte, la estética que acompaña a los libros es casi tan importante como la propia palabra. Confiesa que le gusta que sus historias “lleven dibujicos, aunque sea para adultos” por lo que en la mayoría de sus trabajos ha contado con la colaboración de varios ilustradores. Para él publicar es una ilusión, aunque es consciente de que muy poca gente puede vivir de los libros.
De repente se agacha, rebusca en una de las bolsas que se encuentran debajo de la mesa y… “¡Os voy a regalar una novela!”. Y nos vamos tan contentas como la niña a la que le acaba de dedicar su cuento.
Una niña un poco mayor que Marián, que tiene 9 meses y ha venido a la feria acompañada de su madre, Ascensión, profesora de inglés, y de su padre, Juan Carlos, profesor de lengua. Les encontramos a los tres en la caseta de Nalvay ediciones, editorial de la que son seguidores y clientes fieles. Marián dormirá esta noche en su cuarto con una nueva adquisición: el libro Cocina Rápida para Tortugas, que la sumergirá en el menú de un restaurante. Cada noche su padre o su madre le leerán un plato en forma de letras; cuando sea más mayor, podrá elegir ella misma qué cuento le apetece ese día. “No quiero algo comercial, quiero algo que esté pensado específicamente y con mucho cariño para los niños”- cuenta Ascensión- “lo que queremos es que es se acostumbre a tener libros, que aprenda a conocerlos, que le gusten desde pequeña como nos han gustado a nosotros.

Ella ya se lanza a ellos, los coge, los muerde incluso”. Si elegir una lectura adulta es a veces complicado, hacerlo para una niña, teniendo en cuenta la responsabilidad que eso implica, lo es aún más. La oferta es muy variada y por eso Ascensión y Juan Carlos reivindican la figura del librero: “ahora veo más que es esencial que te guíen. Son gente muy preparada y muy preocupada, no en venderte el libro, sino en que el libro guste, en qué tú vuelvas. Porque la recomendación ha sido buena, porque el niño ha disfrutado… Creo que en Zaragoza hay un nivel de librerías y libreros muy bueno”. Esa relación es a veces tan cercana que Ascensión nos cuenta que en la caseta de Nalvay Ediciones les recuerdan siempre de un año para otro. En este tipo de editoriales el lector no siente que es uno más.
Ser escritor te obliga a liarte la manta a la cabeza, a buscar atajos y caminos alternativos que te permitan plasmar todo lo que te sale de dentro, todas las historias que imaginas. Este liarse la manta a la cabeza, muchas veces pasa por la autoedición, por las pequeñas editoriales y por las grandes oportunidades. Y entre oportunidades y atajos se mueve Onagro Ediciones, una pequeña editorial familiar independiente cuyo dueño es Fernando Jiménez Ocaña, que desde el año 1994 publica libros y descubre autores. Sobreviven a base de empuje y de empeño, y se enorgullecen de seguir editando sus libros solo en papel en tiempos difíciles para este formato.
Victoria, la parte femenina de la editorial y la que lleva las cuentas nos habla de uno de los libros más especiales que poseen. “Chistes, curiosidades y estampas aragonesas fue un capricho de Fernando. “Él tiene una capacidad increíble para encontrar libros raros y antiguos, y este en concreto es de una colección de revistas antiguas de finales del siglo XIX y principios del XX”, dice.
Esta vocación de recopilar historias perdidas hizo que editaran este libro, que compra gente de todo el mundo.
Y de una editorial que resiste a la crisis, pasamos a otra que precisamente nace ahora. Dicen que no es un momento bueno ni para la literatura ni para los negocios, pero David y Reyes se encuentran aquí para demostrar lo contrario. En diciembre de 2012 crearon la editorial Pregunta, que no sólo busca publicar libros sino también descubrir talentos. Hay gente buena escondida en sus casas, escribiendo libros que quizá nunca llegarán a publicarse y cuya creatividad se limita a exponerse en los muros de sus Facebook. La editorial Pregunta quiere construir puentes entre estas personas y el gran público: “queremos renovar el panorama y ofrecer alternativas”. Lo que más fuerza tiene en sus publicaciones es la narrativa, aunque también hay hueco para el relato corto, híbridos experimentales o poesía. No podemos evitar preguntar de nuevo:
-¿Se puede vivir de esto?
-Se puede merendar, comer no. Nos dedicamos a la distribución y un poco entre todo salimos adelante.
Estos días parece que las historias se han escapado de los libros y han tomado las calles de Zaragoza. Vidas muy diferentes pero con un denominador común: su pasión por la literatura. Personas movidas por el empuje que da el papel y la tinta. Con muchas ganas de escribir, de publicar, de editar, de hacer frente a la crisis y a todos aquellos que un día les dijeron que las letras no tienen futuro. Sí que lo tienen y aquel que dude de ello puede acercarse estos días a la Plaza Aragón, de Zaragoza. Podrá encontrar entre casetas convencionales historias extraordinarias.
Autoras:
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![]() 22 años en el DNI,17 para los porteros de los bares.Me gusta cundir, hablo mucho, soy un imán para catástrofes y anécdota andante. Cualquier día publico un libro y me hago famosa, mientras tanto escribo sobre las vidas de los demás. Colecciono recuerdos a través de postales y cuando tengo dinero viajo para ampliarlos.
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![]() Estudié para ser periodista, estoy en proceso de conseguirlo. Tengo unas gafas grandes y violetas con las que veo a 24 fotogramas por segundo. Creo que todo en el mundo se puede contar a través de las personas, por eso admiro a quien sabe retratar con letras. La vida se mide en historias. Si son de Saramago o de Martín Gaite, mejor.
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