Viggo Mortensen, encantador de públicos
Martín Cantalapiedra y Daniela Maella //
Una semana después de su presentación en el Festival de San Sebastián, se estrenaba en salas españolas el pasado viernes 2 de octubre Falling, el debut como director de Viggo Mortensen, que también escribe, protagoniza y compone la banda sonora de la cinta. Aún con la resaca emocional de haber recibido el prestigioso Premio Donostia, la polifacética estrella de Hollywood visitó Zaragoza para presentar su película en el día en el que, como explicaba el propio Mortensen, al estrenarse en cines pasaba a ser de los espectadores. Tras el coloquio que tuvo lugar en el Edificio Paraninfo como parte del ciclo “La Buena Estrella”, Mortensen acudió a los Cines Palafox, en los que pudo ver en persona e interactuar con los primeros espectadores de la cinta.
Un coloquio para el recuerdo
Aquellos que fueron a la sesión de las ocho de la tarde pudieron disfrutar de una breve presentación por parte del actor (y ahora también director), pero el gran evento ocurrió una media hora más tarde, cuando en la majestuosa sala 4 de los Palafox terminó la proyección del filme y dio comienzo un coloquio conducido por el periodista y escritor aragonés Luis Alegre. El evento, que fue anunciado semanas antes, agotó localidades en pocos días. Aún con aquellas butacas inhabilitadas como medida de seguridad ante el coronavirus, se podía ver un cine lleno y expectante ante la inminente aparición de tan reconocida estrella de Hollywood. Aunque sus méritos y su larga carrera le otorguen indudablemente esta categoría de estrella, su cercanía con aquellos presentes en la sala desde el primer momento desvelaba a un Viggo Mortensen que, lejos de los focos de Hollywood, se mostraba simpático, desenfadado y satisfecho.
El coloquio comenzó con una breve presentación por parte de Alegre, que trató de resumir todos los logros en la carrera actoral de Mortensen, aunque para ello se necesitaría mucho más tiempo. Lejos de la seriedad o el academicismo en las preguntas, la conversación entre Alegre y Mortensen fue natural y divertida.
Con ritmo ligero, además de un marcado tono distendido y futbolístico, la conversación empezó con alusiones a los equipos favoritos de ambos, Luis aludiendo a la S.D Huesca y al Real Zaragoza (con bufanda al cuello incluida), y Viggo mostraba su vena más hincha deshaciéndose en halagos con el San Lorenzo de Almagro, un equipo argentino con mucha historia a sus espaldas y que es el favorito del actor, que vivió parte de su infancia en Argentina, donde empezó a dar sus primeros pasos y se familiarizó con el cine de la mano de su madre. Después de declararse fan incondicional de aquel escuadrón argentino, confesó que un diálogo perteneciente a Falling está inspirado en un suceso entre el entrenador y uno de los jugadores de tan aclamado equipo.
Además de aquella referencia, confesó que probablemente se encontraban muchas otras de manera inconsciente. Mortensen aseguraba que la inspiración para crear esta historia se encontraba en todas aquellas películas que ha visto desde la infancia, y que han ido creando su mundo interior. En sus declaraciones, el actor muestra un profundo respeto y amor hacia el séptimo arte, el cual reivindicaba como una obra conjunta, donde el trabajo de cada persona involucrada es imprescindible.
Mortensen, con más de tres décadas de carrera como actor, conoce bien la industria y ha trabajado con magníficos cineastas, con lo que no es de extrañar que su salto a la silla de director haya surgido de forma natural. Aunque su historial es extenso, Viggo destaca y halaga a David Cronenberg, quien le dirigió en 2005 en la notable Una historia de violencia y que, además, realiza un pequeño cameo en la ópera prima de Mortensen. Además de las influencias cinematográficas reconoce que hay sutiles tintes autobiográficos, como la escena del pato que le ocurrió a él mismo.
Después de perfilar los primeros minutos de coloquio tras presentaciones y confidencias, los espectadores pudieron formular sus preguntas mediante un hashtag a través de Twitter. A todas ellas, el invitado de honor respondió con holgura y entrando en detalles, como si en aquella sala de cine se hubiese parado el tiempo. Las respuestas fueron tan acertadas y convincentes que hasta en tres ocasiones el público rompió a aplaudir antes de que terminase de contestar. Como en el momento en el que usa una metáfora en la que la película es su querida niña, a la que ha cuidado y educado tantos años y de repente empieza el colegio y se enfrenta a un nuevo entorno y otras relaciones, para explicar la sensación agridulce que le produce el estrenar su primera película (más dulce que agria, asegura) que ahora pertenece al público.
Viggo aseguró que entregaba “su niñita al mundo” con entusiasmo e ilusión, preparado para todo. Quizás “su niña” calaba entre las nuevas relaciones que estaba a punto de entablar a partir de su “salida al mundo”, o quizás por algunos no era bien recibida; pero en ese instante que Falling emprende el vuelo y despega en Zaragoza, confiesa que siente tranquilidad y orgullo porque la atendió y mimó hasta el final de su camino juntos. Su cuidado largometraje en ese mismo instante y tras el cese de los aplausos de un público en pie, visiblemente emocionado, dejó de ser un proyecto para ser una realidad, que ahora es de todos y que va a ser apreciada con distintos ojos y puntos de vista.
Mortensen se mostraba satisfecho y orgulloso de este filme, del cual ha formado parte de maneras tan diversas. Es su primera película como director y guionista, aunque confiesa que lleva más de dos décadas escribiendo y pensando en crear y dirigir historias en la gran pantalla. Falling se comenzó a gestar tras el funeral de la madre de Mortensen, confesó. Nació como un cuento, pero pronto rompió el molde y se convirtió en una producción cinematográfica con nombre propio. En un principio, confesó, Mortensen no iba a protagonizar la cinta y la decisión de finalmente hacerlo fue por una cuestión económica, ya que su nombre como actor ayudaría a una mejor y mayor producción. Sin embargo, el actor confesaba que aunque inicialmente fuese una decisión apresurada, pronto se enamoró del personaje y de poder interpretarlo, un bálsamo reparador para el presupuesto y para el alma de Mortensen.
Tras concluir con las preguntas de los expectantes espectadores a través de Twitter, afloraron las anécdotas de las últimas horas en Zaragoza del actor neoyorkino, como cuando al subir en un taxi en la Estación Delicias, el taxista fan de Mortensen, le cuenta que escribe poesía, el director de Falling (que también escribe poesía) le regala un libro de este género con dedicatoria incluida, el taxista rapsoda haciendo gala a la amabilidad maña, le devuelve el obsequio con una cinta de la Virgen del Pilar y con las barras de la bandera aragonesa. Otro momento reseñable de la jornada fue cuando Alegre confesó de manera íntima (disculpándose de antemano con el entrevistado) que había sido testigo de un emocionado Mortensen al ver por primera vez el cartel de su primera película iluminado en el solemne hall de los cines Palafox.
Caer en la memoria
Falling cuenta la relación entre John Peterson, un hombre progresista y homosexual, y su padre, Willis, un granjero conservador y cascarrabias, cuya vejez e indicios de demencia le obligan a mudarse a Los Angeles con su hijo y su marido. A partir de esta premisa inicial, la película reflexiona sobre la memoria (y la pérdida de esta) y sobre la inconexión entre un padre y un hijo cuyas perspectivas opuestas y falta de comunicación crean una tensión que, finalmente, romperá en un gran clímax en la que probablemente sea la mejor escena del filme. Falling destaca, ante todo, por este duelo actoral entre Viggo Mortensen y Lance Henriksen, quien se hace dueño de la pantalla con una magistral interpretación que podría llevarle a la carrera de los Oscar. Además de este “tira y afloja” de titanes en el terreno cinematográfico, destaca también la actuación infantil de la actriz que encarna el personaje de la hija de Mortensen y nieta de Henriksen en el film. Por otro lado, aparecen otros rostros que resultan familiares como la aparición de la premiada Laura Linney, conocida por sus papeles en El Show de Truman (1998) o Love Actually (2003).
El guión de Falling, que oscila entre el pasado y el presente, es sobrio y correcto. Aunque a veces roza lo previsible, hay que destacar una muy correcta construcción de personajes. El personaje del padre, conservador, homófobo y misógino, no se muestra como una figura antagónica, ni tampoco pasa por un arco final de redención en el que el espectador se ve manipulado a “perdonar” a este personaje moralmente corrupto. A través de numerosos flashbacks, vemos cómo la infancia de John y su relación (o falta de ella) con su padre le afecta en su edad adulta, y cómo este padre fue siempre incapaz de empatizar y de devolver el cariño que las personas a su alrededor intentaron mostrarle.
El aspecto formal de la película, con una puesta en escena simple y formal y un montaje que, excepto en algunas ocasiones (a destacar la escena de la playa), intercala los planos-contraplanos y los planos generales de una forma un tanto basta, toma una posición secundaria para apostarlo todo a unas interpretaciones más que notables. Mortensen se estrena en la dirección con una propuesta poco arriesgada, pero que funciona en su reflexión sobre la masculinidad y paternidad tóxicas, y sobre la falta de una comunicación necesaria, la cual puede extrapolarse y contextualizarse en la situación política y social actual.
En definitiva, se trata de un largometraje que hace sentir incluso demasiado, con un peso emocional a veces excesivo. Su manera tan natural y salvaje de mostrar una realidad tan dura, pero posible, consigue que el espectador empatice con ambas partes del conflicto . Casi dos horas de corazón en un puño y alguna carcajada por la irreverencia de algunos diálogos, una oportunidad para evadirse y dejarse llevar. Un visionado muy recomendado y que actualmente se encuentra disponible en numerosas salas de España. Para todo aquel que acabe entusiasmado con la versión doblada, tal y como recomendaba el propio Mortensen antes de abandonar los cines Palafox, quien pueda y quiera que la vea en versión original, porque la voz e interpretación de Henriksen no tienen desperdicio.
Una vez más, Zaragoza fue punto de inicio de una historia con mucho trabajo detrás, el público aragonés es para muchos artistas de distinta índole buen medidor de éxitos y (en otros casos que no son éste) fracasos. En esta ocasión, el pasado 2 de octubre la retroalimentación fue bidireccional, un Viggo exaltado tras cesar los aplausos a su persona, se ponía en pie él para aplaudir y dar gracias al público zaragozano; siempre atento, agradecido y sincero. Mortensen antes de hacer mutis por la derecha y terminar de aplaudir a los asistentes volvió a reafirmarse: “Mi niña queda en muy buenas manos”.