Racheal Nachula: volver al fútbol para renacer
Marta Cebrián Marco//
El 14 de enero de 1986 comenzó a crecer en Lusaka, capital de Zambia, una semilla apasionada del deporte. El oxígeno del fútbol y del atletismo la hizo crecer hasta convertirse en una estrella olímpica, llamada Racheal Nachula. Es la mayor de seis hermanos y su sonrisa liviana -libre de maldad y prejuicios- esconde una vida que no ha sido fácil. Lusaka se sitúa en la zona centro-sur de Zambia y es la ciudad más poblada del país. Disfrutar de sus parques y refrescar la mente en las cataratas Victoria siempre han sido algunos de sus rituales de desconexión. Dios acompaña cada uno de sus pasos y su filosofía “todo es posible si crees en ti” ha sido la base de su éxito.
Una pasión que florece de un talento sin explotar
Con la inocencia de una niña que sale al patio a disfrutar de las horas de recreo entre clase y clase, un día cualquiera, un balón aterrizó en los pies de Racheal. Desde entonces, su corazón late al compás de un tiro certero. El mejor momento del día era cuando la profesora pronunciaba la mágica frase de “vamos todos al patio” y un séquito de niños salía a borbotones por la puerta a la libertad después de una hora de lección. Nachula iba directa al campo de fútbol, se agachaba para atarse bien los cordones de las zapatillas, alzaba la vista al terreno de juego y se concentraba en dar lo mejor de sí misma en los próximos cuarenta minutos que duraba el recreo. Se convirtió en un rito que dio fruto a sus primeros goles.
Terminaba la jornada escolar y de camino a casa el fútbol no desaparecía de su mente. Llegaba a su habitación, dejaba la mochila y encendía la televisión para ver cómo jugaban los profesionales de verdad. Recuerda que la primera vez que vio un partido no era del equipo de Zambia, sino un equipo extranjero que disputaba en la copa de África. Sus ojos pegados al televisor filtraban cada detalle del juego del equipo femenino y se fijó en una futbolista nigeriana. Pensó: “Yo tengo que probar a hacer esto”. Guardó su pensamiento y empezó a construir su carrera por y para sí misma con pasos contundentes, pero en silencio. “En mi mente, la escuela era mi lugar de entrenamiento. Voy a la escuela a estudiar por la mañana y cuando salgo, a las dos de la tarde, siempre a jugar a fútbol en el patio”. Estaba concentrada en el fútbol y en los estudios, pero la motivación de la niña de 13 años se esfuma cuando muere su padre. En ese momento, la vida se volvió muy difícil para ella y se mantuvo alejada del campo.
Desde bien pequeña, cambió los juguetes por el balón y los tejanos por el chándal. Empezó como un hobby con el que pasar el rato que pronto se convirtió en su objetivo de vida. La profesora de gimnasia le decía: “Racheal, tú puedes llegar a ser una buena futbolista. Yo veo un don en ti”. Estas palabras fueron detonantes para llegar a la competición del colegio, su primer reto.
El partido final de la liga escolar culminó con el vitoreo de la grada y el trofeo ganador. Sin embargo, la desaprobación de su madre se interpuso en su amor por el fútbol. Orgullosa de su victoria llegó a casa y sin más dilación se lo contó. Soltar a pleno pulmón “mamá, yo necesito intentarlo” no fue suficiente para convencerla. Se negó insistiendo en que debía dejar de jugar para concentrarse en sus estudios. Su actitud condescendiente le llevó a aceptar esa decisión hasta que, con tan solo 17 años, Racheal perdió a su madre y no tenía dinero suficiente para permitirse estudiar, no podía siquiera pagar los materiales escolares. La necesidad económica y la ilusión de volver a sentir el latido del balón le obligó a dejar los estudios y obtener ingresos a través del deporte. Continuó jugando en el mismo colegio hasta que una mano la arrastró al mundo profesional.
De Barclays a Green Buffaloes
“Me vio y me dijo que podía ayudarme a ser futbolista; y yo dije: vale, es lo que quiero”.
Mr Siame, el entrenador del Barclays Women’s Club, la invitó a entrenar con el equipo femenino del conocido banco. Fueron dos años de pleno crecimiento tanto personal como profesional para una adolescente que aún estaba descubriendo su yo.
Para una chica no es fácil tocar el balón cuando la sociedad te mira como si te estuvieras comiendo la manzana prohibida. “Cuando empecé a jugar al fútbol en Zambia, la gente solía decir: “No hay que dejar jugar a esta chica porque el fútbol es para hombres”. Pero no es lo que la gente quiere ver ni pensar sobre ti, es lo que tú quieres hacer. La gente va a hablar hagas lo que hagas”, recuerda Nachula. El problema real es que el fútbol femenino no interesa a quien debe interesarle y, por eso, las gradas no relucen tanto como las del fútbol masculino. Sin embargo, en los últimos cinco años ha aumentado la inversión en formar a buenas jugadoras y, poco a poco, va ocupando el lugar que se merece.
Su etapa en el Barclays fue interrumpida por la intervención de Hanson Mushily, entrenador del OCAF Athletics Club. Se hospedaba en el complejo del banco y fue a ver un partido con sus amigos. La rapidez de Nachula fascinó al coach y se acercó a ella después del juego para hablar y ofrecerle una vida mejor: la vida del corredor. La idea le gustó: “Me parecía bien porque no tenía nada decidido todavía de lo que iba a hacer con mi vida, así que ¿por qué no intentarlo?”.
Vida de corredora intermitente
Primer campeonato nacional y ¡bingo!, ganadora en la carrera de 200 y 400 metros. “Ahora no más fútbol, te tienes que concentrar en el atletismo”, le dijo su instructor. A la joven deportista le esperaban muchos éxitos que no terminarían de llenar el vacío que le había dejado la ausencia del fútbol.
2004 fue un año de cambios. El teléfono sonó en octubre con la voz del entrenador del Green Buffaloes al otro lado de la llamada diciendo que la necesitaban en su club, que el club estaba hecho para ella. Los pájaros que estaban metiéndose en la cabeza de Racheal echaron a volar y decidió cambiarse al nuevo club.
En 2006, su puesto en semifinales en el campeonato de Marruecos le brindó una beca para ir a Sudáfrica a un campo de entrenamiento, el Centro de Alto Rendimiento de la Universidad de Pretoria. Se mudó a Sudáfrica durante dos años y se llevó consigo toda la fuerza de su hogar para prepararse para las Olimpiadas de Pekín 2008, objetivo que cumplió: “Clasificarme para los Juegos Olímpicos fue algo muy emocionante. Todo estaba yendo muy bien y la experiencia en los juegos fue perfecta, pero cuando regresé las cosas cambiaron”. Lo que más le gustó fue poder competir contra estrellas mundiales y ser consciente de toda la gente que la había visto en la televisión.
Algo no iba bien en su carrera atlética, pero tampoco pasó nada relevante para que el atletismo se quedara en un segundo plano, ella solo quería ver quién podía llegar a ser en el fútbol. En atletismo ya ha conseguido todos sus objetivos y ha competido en todos los niveles posibles. Ahora el fútbol es su meta principal, sin olvidar que conducir un coche bonito o invertir en una mansión también es algo que le gustaría hacer algún día.
El regreso a su primer amor
Las chicas del equipo femenino de fútbol del Green tenían partido y, en mitad de una grada llena, una mirada ansiosa delataba ganas de jarana en el terreno de juego. Cuando Racheal vio disputar a las chicas del Green le entraron ganas de jugar en su equipo. En 2014, la atleta pasa a formar parte de la familia futbolística del Green Buffaloes, mismo club, pero diferente deporte. Su corazón dejó de correr para volver a latir: “El fútbol siempre ha estado en mí, en mi mente, en mi cuerpo, en mi cabeza, en todo mi ser”. Su referente siempre ha sido Marta Vieira, futbolista brasileña con la que le gustaría compartir césped algún día.
Racheal Nachula jugando en la COSAFA
Su primer partido internacional con Copper Queens -Selección femenina de fútbol de Zambia- fue en 2017. Obtuvo la bota de oro en la copa COSAFA -Consejo de Asociaciones de Fútbol de África Austral- en 2019, donde el Zaragoza CFF estaba observando desde la grada los movimientos de la jugadora. Llámalo suerte, llámalo casualidad o llámalo destino. Sea lo que sea, ha sido llamado por Dios. Como zambiana creyente, cree que la única persona que maneja su destino es el que está en lo más alto: “Yo no planeé nada, solo Dios lo sabe y él fue quien llevó al club del Zaragoza hasta mí”.
Se levantaba a las 5 de la mañana. El sol todavía no se había puesto y se preparaba para ir a trabajar. Después de una breve jornada, se iba a entrenar a las 9, para luego volver a trabajar a la una y regresar a casa a las 5 de la tarde. Descansar y, de nuevo, dentro de diez horas, volverse a levantar a las 5 de la mañana para repetir el mismo proceso. Su rutina en Zambia antes de venir a España era muy sacrificada. Cuando el equipo militar en el que entrenaba -Green Buffaloes- le ofreció el puesto de secretaria en sus oficinas, Racheal no se lo pensó dos veces. Un esfuerzo dentro y fuera del campo para obtener el mayor beneficio posible.
Más allá del fútbol
El fútbol, como casi todos los deportes, es una carrera de fondo muy corta. La jugadora es consciente de ello y su mente ya está maquinando una vida en Zambia después de esta etapa profesional, pero esta vez no volverá a dejar a su primer amor. Un día se alejó del atletismo, pero tiene muy claro que el fútbol siempre irá con ella a donde vaya.
– Quiero animar a los padres que no dejan que sus hijos jueguen al fútbol o a cualquier deporte. Los padres los intentan proteger para que no se descentren de sus estudios, pero el deporte es muy bueno y divertido para ellos.
– ¿Te gustaría ayudar a los niños a introducirse en el fútbol?
– Sí, está entre mis planes. En el futuro, me gustaría montar mi propio negocio: una academia de fútbol en Zambia en la que pueda dirigir a niños desde siete, diez, quince años…y enseñarles lo bonito que puede llegar a ser.
La actual delantera del Zaragoza CFF abandonó temprano la escuela y eso no le permitió sacar buenas notas, pero el esfuerzo y el anhelo por alcanzar sus sueños le convirtieron en la máxima goleadora del torneo de la Copa COSAFA con ocho goles consecutivos en uno de los partidos. De lo que más orgullosa se siente es de haber podido ayudar a Zambia a clasificarse en los Juegos Olímpicos de Tokio de 2021, tras derrotar al Camerún 2-1 al calor del hogar en el New Ndola Stadium (Ndola, Zambia). Desde junio del año pasado, lleva el número 20 a la espalda y el escudo del león en el pecho. El campo del Enrique Porta está siendo su trampolín de entrenamiento para regresar 13 años después al mayor evento deportivo mundial y pisar el campo más fuerte que nunca.
Racheal Nachula celebrando un gol en el Zaragoza CFF
Su velocidad, fuerza y resistencia – en parte heredadas del atletismo- hacen que Racheal se mueva por el campo como el Demonio de Tasmania. Liberando una carcajada admite no ser una mala persona en el terreno de juego, pero sí muy competitiva. Cuando mira el campo desde el banquillo ella solo ve negocio, no hay amistades ni nada que pueda obcecarla de su pensamiento. Y cuando el negocio sale bien y gritan gol, Nachula se pone de rodillas y apunta hacia arriba demostrando su fe, siempre agradecida a Dios. Ella cree que será recordada como una mujer que ha ido dos veces a los Juegos Olímpicos practicando dos deportes diferentes, que ha dado mucho por su nación y que pretende seguir dando lo mejor de sí misma para hacer historia.
– Si Racheal Nachula no fuera futbolista, ¿qué sería?
– Podría haber sido doctora, pero el fútbol es mi oficio. Mi oficio está en el campo.