De Los Banderilleros al cielo: entrevista con Antonio Velázquez «El Zurdo»
Ismael López//
Desde que acabó la serie Malviviendo, la vida del actor conocido como «El Zurdo» no se ha detenido. Repasamos con él su pasado y nos habla de su futuro como actor y productor independiente
Hay problemas con el sonido en el Fun Club de Sevilla. En un escenario pequeño, y como teloneros de otro grupo, toca Nûk. La mayor parte de los integrantes ha formado parte del elenco de actores de Malviviendo. Carlos, el más joven e intenso de todos, hace unos aspavientos algo exagerados mientras toca su guitarra, Javi canta y también le da a las seis cuerdas y el carismático batería habla por todos entre tema y tema. La violinista del mechón teñido de rubio no suena por los amplificadores y tiembla con el arco en la mano. Mira con ojillos vidriosos a un público que comenta lo buena que está pero que no puede oírla.
Y vuela una braga. De hecho, volaron tres bragas. Desde un denso grupo de adolescentes a la cabeza más destacada del conjunto. Es el más alto y el objetivo más probable de los proyectiles.
-¿Ha venido mi abuela a verme?- Pregunta, mientras descubre alzando el brazo que le queda libre unas de color salmón.
Antonio Velázquez, “el Zurdo”, también tiene problemas con el sonido del bajo. Pero poco importa: la mitad de las asistentes menores de 25 años gritan como gatitos con el rabo atrapado bajo un zapato. Antonio David Velázquez Valderrama es alto y tiene buen porte. Espera sentado en un banco de La Alameda, una concurrida zona de Sevilla capital. Mira al vacío con indiferencia. De lejos parece un buen andaluz, un chico tranquilo bajo una lluvia de oportunidades no muy bien pagadas.
Se presenta como fotógrafo pero además es copropietario de Diffferent (Flaman, Obra 67, El viaje de Peter McDowell), la productora que fundaron los actores del núcleo central de Malviviendo, ubicada en el barrio ficticio de Los Banderilleros. Tiene una bicicleta roja como compañera inseparable y un gusto desproporcionado por el kebab que venden cerca del local de ensayo.
Viste unos vaqueros algo anchos que se derraman sobre sus zapatillas de lona muy usadas y agrisadas por el tiempo y el asfalto. Se cubre con un abrigo verde oscuro con relleno para protegerse de un frío casi inexistente y en cuyos bolsillos guarda un paquete de tabaco. Lo saca y ofrece un cigarro mientras él enciende el suyo.
Unas cejas gruesas y una barba cerrada y descuidada con un estilo estudiado o genética excelente hacen que destile fuertemente su virilidad. La suma de los factores refleja, al mismo tiempo, una madurez sosegada, así como una adolescencia indomable y prolongada. Es posible que, aparte de eso, se haya quedado con la gente ayudado de la mueca pilla de su boca rematada por un piercing. Malviviendo es aún hoy la serie web de habla hispana con más visitas. A sus 30 años “El Zurdo” cuenta entre el cachondeo y la emoción disimulada cómo ese pequeño proyecto de serie creció y le salvó el cuello, prácticamente.
-¿Has vivido siempre por esta zona?
No, no -ríe- he pasado por lo menos por diez pisos en estos últimos años. Cuando empezó Malviviendo vivíamos en un piso pequeñito por aquí por la Macarena, Tomás (el Kaki, en Malviviendo) y yo. David Sainz estaba mucho con nosotros también. En el tercer capítulo, cuando ya empezábamos a ser conocidos, nos echaron de ese piso por no pagar. Estuve seis meses en un sofá…
-¿De verdad has estado durmiendo en un sofá durante seis meses?
-Durante malviviendo incluso, sí.
-¿Por qué tú precisamente y no otro?
-Fácil, no teníamos dinero. Los que pagaban el piso tenían cama y los que no pagaban, no. Tenía dos opciones: o eso, o irme a casa de mis padres y separarme un poco del grupo principal de Malviviendo, pero prefería estar a tope con esta gente y pasar las penurias que pasábamos.
-¿Trabajabas?
-Había trabajado. Varios de nosotros coincidimos mientras trabajamos en un Makro. Yo siempre fui reponedor, durante varios años.
Ahora ver partidos de fútbol se convierte en una especie de odisea a pequeña escala. En las gradas, a menudo, algún fan dice: “illo, tú eres «El Zurdo» de Malviviendo, ¿verdad?” lo interrumpe y le pide una foto. Ha pasado a ser algo parecido a un orgullo local, autonómico, nacional.
Nació en Sevilla pero se pasó toda su vida en Montequinto, un barrio humilde independiente de Dos Hermanas junto a la capital. Sus padres tuvieron su primera hija mientras estaban en Alemania buscándose la vida pero fue en España y cinco niños después cuando su madre, de 47 años, dio luz a Antonio. El pequeño de la familia se lleva 12 años de diferencia con su hermano más joven.
–Mis hermanos eran mis padres divertidos. Los que me daban los caprichos, los juguetes y todo…y los que me llevaban a los sitios.
Creció en el barrio, con los amigos, entre partidos de fútbol o baloncesto al salir del colegio: “lo normal a en esas edades, ¿no?”. Su infancia no contó con pantallas, solo con las rodillas peladas y el calor sofocante de la ciudad en verano. Todos querían ser futbolistas o entrar en la NBA. Sin embargo, él desarrolló una meta clara: Antonio quería ser fotógrafo.
Su interés hacia el mundo de la imagen empezó por tener que conformarse con manejar las cámaras de la familia; hasta el día de su comunión, cuando sus padres le regalaron la suya propia. “Era una cámara de estas chungas, pero ahí empecé a tirar fotillos”, explica.
Para él, el colegio era “un trámite”. Por las justas era capaz de aprobar los exámenes de matemáticas, no por falta de talento, sino por falta de esfuerzo e interés. No obstante, con 15 años ya hacía y revelaba sus propias fotografías en un estudio:
– Era el mediocre. O sea –siempre dice ‘o sea’ antes de subestimarse-. Ni muy bueno ni muy malo. Los profesores siempre lo decían, que era muy flojo, y es verdad –remarca-. Decían que era más inteligente que las notas que sacaba y que siempre estaba pensando en tonterías. Fui a la universidad por no decepcionar a mis padres. Empecé la carrera de Historia pero la tuve que dejar por no cargármela.
-¿Por qué?
-Porque teníamos que leer unos tochos muy gordos y perdí el interés.
De niño, cuenta, leía una enciclopedia sobre la II Guerra Mundial que había en su casa. No estaba completa pero tenía los suficientes detalles como para mantenerlo entretenido. “Claro que también leía a Mortadelo, pero a mí lo que me gustaba era ver los trajes y las armas de la época”, confiesa.
El chaval distraído creció ordenando productos y colocando cajas en los supermercados de turno. En algún punto de su vigesimocuarto verano decidió con un amigo que lanzarían su propia serie en la red. Y la idea empezó a gestarse cuando estaba con David Sainz de visita en Canarias.
-Mi padre iba conmigo a la gasolinera. Todavía me acompaña. Me llena el depósito con 40 euros de gasolina, al menos era lo que costaba entonces llenar un coche, y así nació Malviviendo.
Liamamos a otros dos amigos y nos pusimos a grabar por la ciudad desde el coche. De hecho, el primer capítulo es básicamente David Sainz en la calle con una voz en off por encima.
-¿Teníais idea de continuar?
-Teníamos ideas para seguir, pero el piloto solo era un currículum audiovisual para que otros vieran lo que podíamos hacer. Lo que nos hizo continuar fue el éxito entre la gente. No sé… pensamos: “quillo, tenemos que aprovechar esta oportunidad”.
-¿Y por qué crees que tuvo tanto éxito?
Antonio Velázquez está disperso. Sus respuestas adquieren un ritmo pausado, torpe en ocasiones. Busca las palabras exactas, se pierde en recuerdos y vuelve a encender otro cigarro.
-A ver cómo te lo digo… Malviviendo es la primera serie larga de Internet en español. Hicimos un estudio de mercado y vimos que no había nada parecido. No había un lenguaje o unas ideas como las nuestras y a la gente le gustó. Pensamos que el humor era demasiado local, pero ha trascendido a todo el mundo. En Latinoamérica gusta tanto como aquí.
-¿Habéis ganado dinero con este trabajo?
-Pero también hemos perdido mucho. En cuestión de dinero no es el producto con el que más hemos ganado, seguro.
Parte de ese dinero vino de Canna, que actuó como patrocinador para Malviviendo y les sacó de más de un apuro a lo largo de las tres temporadas. Han contado con el apoyo de la propia revista Cáñamo.
-A mí la marihuana me ha dado de comer- afirma sin reparo.
Antonio es un buen tipo, algo inocentón y tranquilo. Su gusto –el gusto de Malviviendo- por el cannabis es evidente. Sevilla huele a hachís más a menudo de lo que uno esperaría en principio. Su consumo se convirtió en un pilar principal de las tres temporadas.
-¿Cómo llevabais lo de ser políticamente correctos? En la serie hay droga, uno de los personajes es un tipo amargado en silla de ruedas que vive a las afueras de Sevilla, y probablemente toquéis todos los palos incómodos de la incorrección.
-No creemos en la corrección política y nadie nos ha odiado. Ningún colectivo nos ha atacado ni nos ha echado nada en cara. Hemos contado con humor lo que hemos conocido, historias humildes de barrio, personajes de a pie. Es algo que faltaba también en las series de este país, más historias corrientes.
Velázquez sigue fumando entre pregunta y pregunta. Alguien se acerca a pedirle tabaco, algo muy común en la Alameda. Si te sientes solo, deja una cajetilla a la vista y cuenta hasta diez, alguien vendrá.
Ante lo irritante de estas situaciones uno no puede evitar poner mala cara, pero él es distinto: «¿Un cigarrito? ¡Claro!», y le acerca la cajetilla.
-¿Te consideras alguien famoso?
-Bueno… famoso. Yo sé que cuando Manu Sánchez nos entrevistó como el “fenómeno Malviviendo” yo estaba en un paso de cebra volviendo a mi casa, y un coche me pitó porque me reconoció. Yo me fui todo rayado porque era la primera vez en mi vida que alguien me reconocía por la calle.
-¿Y ahora?
-Lo que esperamos todos es que Malviviendo haya sido el comienzo… Un comienzo demasiado bueno, pero somos muy jóvenes todavía. Es el principio de todo.
Su grupo Nûk saca un disco este mes, su productora está preparando una miniserie y además tienen programado el rodaje de una película para el próximo año, pero sobre Antonio no me quedan más preguntas.
-Bueno, pues ahora nos vamos a tomar la cerveza de la victoria, ¿no?
Recupera su bicicleta del suelo y nos ponemos en marcha.
Tres o cuatro cañas después me pregunto qué hace un tipo como él, que ha estado con Malviviendo en Nueva York, en la europea Barcelona, entrevistado por Buenafuente y en las grandes cabeceras nacionales, trasladándose en bicicleta y recibiendo ayudas de su padre para echar gasolina. “Me las he ingeniado para haceros pensar que soy actor pero os he engañado”. Él sigue centrado en la fotografía: “Yo podría actuar por dinero, eso sí”.
Está ahí, uno de los protagonistas de la serie más vista, contando los cigarros que le quedan, viviendo en una casa de alquiler y luchando por mantener a flote la productora.
Antonio Velázquez vuelve a dar otra calada y tira el cigarrillo al suelo.