Preservar la belleza: Feliz Cumpleaños 15M
Crónicas callejeras de una mexicana en Madrid
Es mayo. Es un atardecer fresco, de domingo y de San Isidro. Recorro- a paso lento- la rebosante calle de Alcalá en Madrid durante la celebración del 5° Aniversario del 15M, el movimiento de los indignados que en 2011 ocupó y estremeció las plazas de España para gritar, todos juntos, cosas como: “Lo llaman democracia y no lo es”, “Si no nos dejáis soñar, no os dejaremos dormir” o “No hay pan para tanto chorizo”.
Camino entre la multitud, entre los periodistas, entre los curiosos; haciendo una ráfaga de fotos, cruzando de un lado a otro, esquivando cámaras, micrófonos, pancartas, carriolas y sillas de ruedas, hasta que aquel sonido me hechiza por entero. Es como entrar en un trance personal y profundo. Ya solo tengo ojos para ver sus hermosas sonrisas y oídos para escuchar el resonar de tambores, sonajas y cascabeles perfectamente acompasados con la oscilación de sus cuerpos. Es un grupo de gente que, al clamor de “Sí se puede” y “Dignidad”, poco a poco convierte esta concentración en una auténtica fiesta. La percusión, el golpe que rítmicamente lanzan, no es sobre la piel lisa y estirada de sus instrumentos, sino directo en la médula de quienes nos encontramos aquí -ahora eufóricos, sintiéndonos poderosos- aguardando a que la magia suceda, una vez más, como hace un lustro.

“Rescatar la democracia”, “Indignados: unidos o vencidos”, “Ni un desahucio más”, “El TTIP nos devora”, “S.O.S. periodistas México”, “Ayer emigrábamos, hoy discriminamos”, son solo algunas de las variopintas consignas que se leen al pasar -este día, en este momento- por una de las principales arterias de la capital española. Así llegamos miles hasta la Puerta del Sol, mientras la batucada sigue estimulando el ánimo de los presentes, estos que luchan contra el desempleo y a favor de los refugiados, estos que no conciben a ningún ser humano como ilegal, estos que se han quedado sin casa, sin curro, sin pensión, pero también sin miedo.
Cinco años después, hay quienes aseguran que el movimiento se politizó, que lo engulló esa máquina devoradora de migrantes, pobres, activistas y conciencias: el sistema. Otros se preguntan por qué la indignación dejó La Cibeles y regresó a sentarse en el cómodo sillón de una corrala. Algunos más -los he visto- ahora forman parte de colectivos y asociaciones vecinales. Son feministas, anarquistas, gestores culturales, profesores universitarios, periodistas independientes, urbanistas amateurs, intelectuales, jóvenes creadores.
En todos los casos son una disrupción; una legión de visionarios que se han atrevido a proyectar un barrio, una ciudad, un país, un mundo. En definitiva, un modo distinto de vivir en comunidad. Y hoy, en este lugar de cita, de paso, de visita obligada para turistas, se han reunido nuevamente para insistir en que no seamos ingenuos, que esto no se trata de política sino de la vida. Mientras tanto, esa derivación de la samba que se mantiene marchando a tambor batiente, provoca que yo piense en aquel joven italiano, Giuseppe Impastato, y en la cinta Los cien pasos (l cento paso, 2000), específicamente en el diálogo que sostiene Peppino -el protagonista- con Salvo Vitale, su camarada inseparable:
̶ Olvídate de la política, la conciencia de clase y toda esa mierda. Alguien debería enseñar a la gente cómo reconocer y preservar la belleza
̶ ¿La belleza?
̶ Sí, la belleza es importante. Todo lo demás viene de ahí
Reconocer, preservar la belleza. Díganme ilusa, pero me atrevo a afirmar que ellos, los que con su música acentúan el coraje compartido de manifestarse, están aquí por y para eso: reconocer, preservar la belleza. Tal vez sea esto lo que nos quieren enseñar con cada redoble. Tal vez deberíamos hacerles un poco de caso y creer que sí, que todo lo demás viene de ahí.
Autora y fotografías:
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![]() Periodista mexicana en Madrid, siempre buscando la grieta en el muro. Máster en Gestión de Políticas y Proyectos Culturales (Universidad de Zaragoza). “Saber mirar y saber decir” son los principales retos del periodismo que aspira a no quedarse en el olvido, que intenta contar algo más que una simple historia. Para mí, cultura se escribe en plural, es la fiesta de lo colectivo.
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