Free Tour por Zaragoza
Álex López y Alfonso Tremul//
¿ALGUNA VEZ HAS HECHO UN FREE TOUR EN TU CIUDAD?
Salduie, Caesaraugusta, Saraqusta, Saragoça y Zaragoza. De los íberos hasta la Expo 2008 y su Fluvi, pasando por el Imperio Romano y Al-Ándalus. Parece difícil resumir todos estos siglos de historia en hora y media, ¿no? Nosotros también lo pensábamos cuando reservamos un Free Tour en nuestra propia ciudad. Sí, algo raro. Aquí, dos ‘mañicos’ que querían poner a prueba su conocimiento sobre su tierra.
Era el último lunes de febrero en pleno centro de Zaragoza. Sin cierzo ni niebla, cualquiera diría que estábamos en pleno invierno. Llegamos puntuales a Plaza España, muy puntuales, con casi un cuarto de hora de tiempo. Nos costó reconocer a la guía hasta que abrió su distintivo paraguas rojo y fuimos a su encuentro. Nos reconoció y se acercó a nosotros. Ella era Laura Palacios y nos recibió con una sonrisa agradable.
¿Nuestros compañeros? Al principio, solo iban a ser cuatro amigas de Blanes (Girona). Laura ya estaba en lo suyo, entre íberos y romanos, cuando una familia de Lanzarote y otra de Málaga solicitaron unirse al grupo. “Sin problema, acabamos de empezar”. Al final, fuimos once turistas. Aunque todo sea dicho: nosotros nos disfrazamos de turistas, algo que no pasó desapercibido en el grupo. Dos jóvenes de Zaragoza querían realizar un Free Tour por su propia ciudad. Así empezamos. Entre risas y con un ‘poquico’ de presión para Laura cuando le dijimos que luego escribiríamos esta crónica.
Primera parada: Paseo Independencia. O mejor dicho, el intento de emular las calles parisinas y su aroma triunfal. Esta avenida, con origen francés durante la Guerra de la Independencia, fue culminada por los españoles una vez finalizada. ¿Vosotros tampoco lo sabíais?
MÁS DE UN SIGLO ENDULZANDO ZARAGOZA
Continuamos por el cardo romano del siglo III o la calle don Jaime del siglo XXI. La Pastelería Fantoba, ese pequeño y dulce recoleto con 166 años de historia. ¿Su fachada? Un tesoro a conservar. Varios rostros egipcios coronan las columnas de su escaparate. ¡Decimos egipcios porque lo dijo Laura, eh! Todos contestamos que parecían figuras africanas o indias. Por lo que se conoce, antes se pensaba que los egipcios tenían esos ojos rasgados. Ah, y lo de los pasteles… mejor ni hablamos. Esos merengues y esas frutas de Aragón merecían una visita de propio.

De camino al teatro romano, conocimos un poco más a Laura. Una mañica licenciada en Turismo. Se notaba que disfrutaba con su oficio. Nos contó que había estado en Budapest como guía de Free Tour. De momento, le había tocado un grupo algo callado, con algún chascarrillo que arrancaba las risas de todos. Ella prefería a los habladores, aunque nos dijo que no se podía quejar de nosotros.
Entre tanto, acabamos a los pies del palpitum y las gradas del teatro. Parece mentira que se descubriera hace tan solo 50 años, ¡y de chiripa! Estos vestigios salieron a la luz en las excavaciones para construir un edificio de Ibercaja. Se cree que Zaragoza esconde más restos históricos por descubrir, pero para confirmarlo habría que levantar varias capas de las calles ubicadas en el centro de la ciudad. ¿Quién no nos dice que parte de la historia de Zaragoza esté latente allí abajo?
De vuelta a la superficie. Los 90 metros de altura de la Seo frente a los 98 de la basílica del Pilar y el origen de una rivalidad histórica por ver quién daba más. Tanto que hasta el Vaticano tuvo que mediar. Desde entonces, las reuniones del arzobispado se celebran cada seis meses en una de las dos catedrales. Y así, todos contentos.
Menos mal que Laura insistió en lo bonita que era la Seo por dentro. Porque la fachada… un despropósito, una chapuza. Su restauración acabó con sus detalles mudéjares, bien conservados en uno de sus laterales. Ese estilo y esos azulejos invitaban a recrear en nuestra cabeza una fachada que ni está ni difícilmente estará.

EL EMBLEMA DE LA CIUDAD
Y llegamos al corazón de Zaragoza. La basílica del Pilar. Rodeados de palomas, gente y un ruido de obras espantoso. Pero no tan espantoso como aquel 3 de agosto de 1936, cuando dos bombas impactaron sobre la basílica sin llegar a detonarse. ¿Milagro, suerte o no tenían munición? Hipótesis, muchas. Verdad, una. Lo importante, que sigue ahí, a orillas del Ebro, con nuestra Pilarica.
Que si la ‘fotico’ con los infanticos y la Virgen, que si las otras fotos dando de comer a las palomas… Laura, Álex y Alfonso. Se notaba que los tres éramos de Zaragoza. Enfilamos la última parada, hacia las murallas frente al Mercado Central. Allí nos dio la despedida una estatua de César Augusto, como si se terminara ese ciclo de historia, ese tour. Nos despedimos mientras las de Málaga preguntaban por su visita del jueves a Tarazona y Sos del Rey Católico. Era lo que más le gustaba a Laura. Sus recomendaciones. De gastronomía, cultura y viajes.
Al final, compartimos unos minutos de charla con Laura. Le dijimos que no se preocupara, que le puntuaríamos bien. ¡Pero no por ser ‘bienquedas’, eh! Quiere volver a Budapest cuando haya ahorrado un poco de dinero. Eso sí, de guía en Free Tour se puede vivir.
Como en Aragón somos muy de refranes, vamos a acabar con uno que ni pintado. “No te acostarás sin saber una cosa más”. Pues no fue una cosa más, fueron muchas. Nos acostamos siendo un poco más zaragozanos. Y sabiendo un ‘poquico’ más sobre nuestra querida Zaragoza.