Izal, revolución intergaláctica
María Aznar //
Izal hizo parada en Zaragoza el pasado 7 de marzo con su gira “El final del viaje”. Casi 7000 personas en el Pabellón Príncipe Felipe vivieron un concierto nada convencional y lleno de sorpresas, que empezó con retraso debido a un fallo eléctrico.
Las puertas del pabellón abrían una hora más tarde de lo prometido, dejando una larga cola a sus pies y el descontento de miles de personas que aguantaron el cierzo de la noche. Pese a este inicio con toque amargo, los asistentes ocuparon las gradas y la pista, dispuestos a emprender un viaje que recorriera todos los éxitos de la banda.
Un viaje interestelar
Tras 20 minutos de retraso, las luces se apagan y en la pantalla una cuenta atrás anticipa el despegue. Una decoración “intergaláctica” y una narrativa distópica envuelven el concierto. La simulación de una nave espacial y el aviso de que la Tierra se muere, convierte el show en una performance en la que el público tiene una misión vital: salvar el planeta a través de la música. “Bienvenidos a la nave Autoterapia”, así aterrizan en el escenario los componentes de Izal, interpretando este tema que da nombre a su último disco.
Copacabana, uno de sus grandes éxitos no tardó en sonar. Su efecto fue inmediato: toda la grada se puso en pie. Le suceden otras canciones como Piedra Invisible y es entonces cuando el cantante toma el micro para disculparse por el retraso causado por un problema eléctrico (también lo hizo en su instagram). “¿Vais entrando en calor? Queda mucha hoguera por arder”, continúa el viaje.
Un tono más intimista viste el escenario con Arte moderno, que arranca con un solo al piano que va in crescendo hasta convertirse en una explosión de energía. Todo el despliegue audiovisual cobra sentido. En la pantalla, actores como Alejandra Jiménez o deportistas como Amaya Valdemoro son los “comandantes” encargados de presentar a los artistas invitados. La imagen proyectada de Rozalén irrumpe en el Príncipe Felipe para colaborar en una de las más ovacionadas. Se desvelaba la primera sorpresa de la noche. De esta manera, también “pasaron por el escenario” otros cantantes como Zahara, Miguel Ríos o el grupo Sidonie.
La segunda novedad vino de la mano del público. Mikel Izal declaró al Príncipe Felipe “estadio democrático» y con una aplicación móvil los asistentes decidieron el siguiente tema. El pueblo habló y de las tres opciones posibles Despedida fue la elegida.
Con ¡Qué bien! estalló una fiesta de serpentinas y confeti acorde a la letra; “qué manera de perder las formas”. El show sigue con una Dance Cam que recorre el recinto en busca de su presa. Los afortunados mostraron sus mejores pasos sin reparo y ya lo proclama Izal “a los locos nos verán bailando”.
De la Ley Seca al Príncipe Felipe
Diez años de trayectoria dan para muchas anécdotas. El grupo recordó sus comienzos en Zaragoza. Esta ciudad les brindó una oportunidad cuando no les conocía nadie y tocaron sus primeros temas en garitos ante unas 30 personas, que ahora se sentirán muy privilegiadas. La Ley Seca y el Pub Eccos fueron dos de los locales testigos del arranque de la banda. En estos primeros conciertos conocieron a Vicente, cuya hospitalidad todavía recuerdan. Su agradecimiento queda grabado en Magia y efectos especiales, canción que le dedican. Todo el pabellón aunó fuerzas a grito de ¡Vicente, Vicente!, algo difícil de olvidar para él, que se hallaba entre las gradas. Apostó por ellos y sigue sus pasos, ya sea en pequeños recintos o en estadios.
Todo lo bueno se acaba y los espectadores todavía esperaban escuchar grandes singles de la banda. El Pozo, La mujer de Verde y El baile fueron algunos de estos últimos temas que pusieron de manifiesto la conexión del grupo con el público. Sin embargo, el nirvana llegó con Pausa el último tema de la noche y el más especial para muchos zaragozanos por la participación de Enrique Bunbury. Su aparición en la pantalla, no solo provocó la devoción del pabellón entero, sino también una reverencia del vocalista. The end proyectado confirmó el final del show. “Su música ha salvado nuestro mundo”, misión completada. Esa noche el Príncipe Felipe fue fuego, se olvidó del frío y vivió una revolución.