Javier Hernández ‘El Sepia’: “El tema de la integración es una mezquindad, lo que hay que hacer es convivir”
Isabel Macías//
Antes de empezar, se le conoce como “El Sepia”, ¿de dónde surge este pseudónimo?
Después de decidir intentar clasificarme para los Juegos de Londres, me reuní con un grupo de amigos que son muy bromistas. Pensamos que la situación requería un mote, y antes de que se les ocurriese uno sin estar yo delante, decidimos consensuar uno. Sin brazos, solo piernas, y nadando, decidimos que tenía que ser un cefalópodo.
Siempre ha intentado reírse y tomar su vida con naturalidad. ¿Fue complicado hacerlo en la infancia?
Tengo un buen recuerdo, he intentado dar naturalidad a las cosas, tal y como me lo han inculcado en casa. Mis circunstancias podían ser más visibles, pero no por ello quería decir que los demás no las tuviesen. Lo hice a mi manera, utilizando los pies en lugar de las manos, y al final todo es un proceso. Me ha tocado ser más maduro, pero yo, desde dentro, la impresión que tengo es de no ser tan distinto. Lo asemejo a cuando nos escuchamos la voz por primera vez. Yo no me veo desde dentro como me ven desde fuera.
Termina la educación básica y decide que quiere ser periodista. ¿Por qué esa profesión?
Eso me lo llevo preguntando desde hace cinco años [risas]…Es una profesión que me gusta más allá de donde está derivando el oficio, porque me parece una de las bisagras de la sociedad. Vengo de una familia de abogados y soy yo, precisamente yo, quien rompe esa tradición. Creo que he cogido la inercia de escoger el camino más complicado.
Pero para ello tuvo que emprender la aventura de vivir solo en Barcelona…
Creo que solo tuve vértigo los dos primeros minutos, esperando a mi madre antes de coger el coche para el viaje. En ese momento me dije: “¿Dónde te estás metiendo ‘alicate’?”. Pero allí todo fue más fácil de lo que me imaginaba. Elegimos Barcelona porque, además de tener una residencia de estudiantes dentro del campus, en ese momento había un servicio ofrecido por objetores de conciencia que vivían con gente que pudiésemos necesitar ayuda. Yo soy bastante autónomo, pero siempre venía bien que te echasen una mano.
Siguiendo con el patrón, en la facultad decide luchar por ser uno más. ¿Cómo lo consigue?
El tema de la integración es una mezquindad, lo que hay que hacer es convivir. De las mejores cosas que me han pasado es que desde preescolar he ido a clase con todos, yo en una mesita más bajita y aprendiendo a hacer las cosas con los pies, pero al mismo ritmo. De hecho, me lleve mi pupitre adaptado a Barcelona, pero ya no era una mesa más del aula, porque en la universidad son bancos corridos y eso acentuó más la diferencia. La primera tarde de clase decidí que tenía que sentarme en el banco como los demás, prescindir de la mesa, y aprendí a escribir en el suelo. Si tú te quieres diferenciar de los demás, aunque sea positivamente, jamás te van a considerar una persona más; se tiene que cambiar el discurso, y los encargados de hacerlo no lo hacen, incluidos nosotros. Es una putada, te ha tocado nacer así o tener un accidente, pero no vale dejar de pelear porque nadie tiene la vida comprada ni envasada al vacio, así que nosotros no podemos fomentar el estancamiento, la diferenciación y la autocompasión. Así nunca conseguiremos un trato igualitario.
Termina la experiencia académica y empieza a ejercer de periodista… ¿Por qué deportivo?
Si no fuese deportivo, no ejercería el periodismo. Me especialicé porque con 17 años entendí que no podía ser deportista, no me planteé ser paralímpico hasta los 30. Esta profesión era la que más me permitía seguir en contacto con el deporte. Estuve seis años en el Heraldo de Aragón y casi dos en la delegación aragonesa del AS. Terminé dejándolo porque al final me colapsé y me agobié… Esto es muy pequeño, somos muy pocos y al final era hacer lo mismo viendo a los mismos…así que estuve cinco meses sin hacer nada, más que pensar. Por el camino me salió el gabinete de prensa de Disminuidos Físicos de Aragón (DEFA), pero sentía que aún tenía una cuenta pendiente con el deporte porque siempre había articulado mi vida.
Entonces deja la redacción y se pasa a la piscina…
Tenía 20 meses de paro, venía toda la tormenta de la crisis y me dije: “La he liado parda, ahora qué hago”. Viendo los Juegos Olímpicos y paralímpicos de Pekín decidí que tenía que probarlo. Hablé con un amigo periodista y me recomendó que eligiese entre el atletismo y la natación. Me decidí por lo segundo porque sabía nadar y era más saludable para mis condiciones. Fue una contrarreloj muy exigente que compartía con otros dos proyectos que ocuparon mucha parte del tiempo de preparación: la biografía del futbolista Galletti y la creación del club Aragua.
Con tan solo tres años de preparación logra un diploma olímpico
Mi caso es extraño porque para ir a un campeonato de esta importancia tienes que ser profesional y yo solo me he dedicado a ello 3 años, sin cobrar nada del deporte. Era un reto personal que quería intentar. Nadaba 12 sesiones a la semana haciendo 30 kilómetros y con poco tiempo logré un rendimiento excepcional, pero no puedo prolongar mi intento hasta Río 2016 porque solo hay apoyo económico para los medallistas en los Juegos.
Así que se vuelve a ‘reciclar’ y pasa al mundo de las conferencias
La necesidad de probarme en nuevos escenarios, de seguir demostrándome a mí mismo que podía… las conferencias eran la evolución de una debilidad que tenía. Situarme en el escenario que siempre he querido evitar de pequeño: el centro de las miradas. Antes trataba de pasar desapercibido y evitar la sobreexposición, pero ahora hablo en conferencias ante más de 500 personas.
Cuando el equipo se jugaba ‘in extremis’ el descenso, colaboró en la primera victoria del Real Zaragoza en mucho tiempo. ¿Cómo surgió esa charla motivacional?
El equipo era colista, además de que yo puedo entender lo que sienten después de 20 jornadas sin ganar. A los jugadores les miraban de arriba abajo y yo he convivido siempre con ello. A partir de esa empatía, la idea era transmitirles que la vida de todos es remontar. Al final llegas a donde quieres y donde te propones, no donde los demás te digan. Yo cada vez que he empezado algo era una garantía de fracaso, pero todo lo que he terminado ha sido porque lo he intentado.
¿Qué retos se formula Javier Hernández para el futuro?
Yo soy siempre de desafíos a medio plazo, dos o tres años que permiten desarrollarlos, pero sin atarte. Siempre hay cosas que te apetecen hacer y que haré. Pero no vamos a anticiparlo, habrá que dejarlo para otra entrevista.