La evolución del friqui: del Quijote a Gambardella
Estrella Setuáin//
Desde hace años, los friquis son un buen recurso para la producción cultural, aunque el concepto ha ido transformándose

Es sabido que muchas películas que pueden considerarse grandes clásicos de la historia del cine empezaron siendo rechazadas por la crítica. Con el tiempo, llegaron a ser lo que nadie hubiese imaginado en un principio. Un enano, unas siamesas, una mujer barbuda y un torso viviente –por destacar algunos- son los personajes con malformaciones físicas e incluso psicológicas que convirtieron en una producción horripilante la obra de Tod Browning, Freaks (1932), que fue retirada de las pantallas por las presiones del público y, por imposible que parezca, hoy en día es un clásico de culto. Y puede que, además de para la historia del cine, el film de Tod Browning sea importante para entender la concepción de un grupo social más que relevante en la sociedad actual: los friquis.
El retrato cultural de estos individuos ha ido evolucionando con el paso de la historia, así como con los cambios que se han ido produciendo en la utilización del vocablo. El término “freak” surgió en Estados Unidos y está totalmente vinculado a la publicación de la película de Browning. Feos, peludos, gordos y si les faltaba alguna extremidad, mejor. De hecho, en este film los propios actores tenían deformidades reales o padecían alguna enfermedad mental por lo que no se utilizaron efectos de maquillaje, a excepción de la escena final. Sin embargo, el desenlace de la historia de Freaks –adaptación del cuento de Tod Robins, Spurs– se asemeja a lo que ha sucedido con los friquis en nuestra sociedad. Los freaks de Browning ya no son lo que consideramos una persona friqui, el término ha permanecido pero el objeto al que hace referencia ha cambiado, incluso su concepción. De ser rechazados, los friquis han pasado a ser queridos. Eloy Fernández Porta, destaca en Afterpop. La literatura de la implosión mediática –a través de la filmografía de Tood Solondz- que los friquis dejan de serlo cuando se mimetizan con los ‘normales’ y se crea así un mundo sin clases gracias a la mediación de una figura diplomática que hace de intermediaria entre los dos mundos.
La venganza de los friquis

Un grupo de artistas de circo -la guapa trapecista, el payaso risueño y el fortachón insoportable- se mezcla con los deformes y “asquerosos” -según la artista- friquis que sirven para animar el cotarro de la vida circense. La trama, más allá de mostrar a unos tipos ridículos carentes de algún tipo de vergüenza, se centra en la relación de la bella trapecista Cleopatra con un enano –que lejos de ser deforme, tiene cara de niño angelical-, con quien consigue casarse para intentar arrebatarle su herencia. La rubia trata de envenenarle y, además de no conseguirlo, el grupo de friquis se venga de ella hasta convertirla en uno más del grupo: una cara amorfa con cuerpo de gallina. La venganza de los friquis. Un giro inesperado en la historia. Los friquis se labran el camino para salir victoriosos y no ser aplastados por sus detractores. Traduciendo la idea de Tod Browning a la actual, las personas rechazadas por la sociedad por tener algún tipo de obsesión o interés más allá de lo común -los raritos ya no son los deformes- han ascendido hasta ser mucho más valorados que la gente ordinaria.
Los friquis siempre han sido objeto de culto para la producción cultural. Para demonizarlos o mitificarlos. Del cine a la literatura, pasando por la fotografía y la pintura. Referencias a Freaks existen a lo largo de toda la historia del cine, por última vez en La Gran belleza (2013), de Paolo Sorrentino. Pero podemos ver enanos y personajes extraños en la exitosa serie de televisión Juego de Tronos (2011) con Tyrion Lannister o algunos de la conocida Twin Peaks (1990) de David Lynch o, cambiando de arte, en las fotografías de Lisette Model y su discípula Diane Arbus. Los clásicos nunca mueren.
Pero el verdadero friqui, como finalmente ha demostrado la historia, no es alguien con una anomalía física: es un tío raro, pero no porque le gusten los videojuegos y se disfrace de Darth Vader –que también cabe-, sino porque el ser normal –concibiendo la normalidad según la homogeneidad y la reglamentación burguesa- no existe. Si retomamos palabras de Fernández Porta, el friqui tiene que ver con “cierta angustia de identificación en la que el espectador desea inconscientemente el éxito del protagonista”. Y esto, tan utópico, es carne de cañón para las industrias culturales.
Se podría decir que el primer friqui por antonomasia fue Alonso Quijano, Don Quijote de la Mancha. Cervantes –no menos friqui que su personaje- consiguió una obra repleta de figuras sin sentido del ridículo, pintorescas y extravagantes. Unos friquis de pies a cabeza. ¿Qué se puede decir de un hombre arguellado, obsesionado con las novelas de caballería y con un optimismo tal que cree que el mundo puede mejorar? ¿O qué decir del escudero de Don Quijote, Sancho Panza? Cervantes llevó a lo más alto la figura del friqui con la burla a la tradición caballeresca mediante la sátira. Desde la risa, Cervantes elaboró un genuino discurso y reivindicó la figura del “rarito» como persona necesaria para construir un mundo mejor. Un mundo que existía solo en su cabeza, un mundo de molinos gigantes derrotados por un hidalgo imaginario que pretende conquistar a su Dulcinea. Todo esto a lomos de un caballo de poca monta. Una locura, vaya.
Obsesivo y cool
Y si cabe destacar alguna característica de este último personaje quizá sea su inteligencia. Los primeros friquis –los de Tod Browning- no destacaban por su sabiduría. Es decir, lo que se potenciaba era la deformidad física que es lo que impedía una integración natural en la sociedad. Los friquis actuales –que ya empezaron a conocerse con El Quijote- son personas cuya inteligencia va más allá de lo que un cociente intelectual pueda demostrar. Los temas que apasionan a los friquis como Alonso Quijano, lejos de estar relacionados con el desarrollo socio-emocional del individuo, pueden estar relacionados con la imaginación y la creatividad.
La clave es que se ha producido una transmutación, el genio y el friqui no están lejos en las proyecciones creativas actuales. Sherlock Holmes, interpretado por Benedict Cumberbatch en la serie Sherlock (2010) sería el ejemplo de genio-friqui actual bien valorado. Los personajes de Browning empezaron siendo repudiados por la crítica y terminaron por convertirse en los maravillosos friquis con el tiempo. Ahora nos gustan los friquis. Nos encanta la inteligencia suprema de Sherlock, su capacidad de deducir información de los más nimios detalles, su escasa sociabilidad, su grosería y desconsideración que le imperen sentir y padecer. Tanta es su apatía que llega a parecer incluso un ser asexual, quien asegura estar “casado con su trabajo”. Volvemos a la obsesión por un tema, en esta ocasión por resolver casos propios de un detective. Los friquis ya no dan pena, causan admiración. Sherlock es insoportable pero engancha con sus manías. Ser un friqui en la actualidad es difícil, hay que ser muy bueno. Calculador, un especialista, el mejor en su campo profesional. No sirve con sentarse delante de un ordenador -aunque es imprescindible tener uno- y jugar al League of Legends durante horas, o saberse la colección de los Pokemon de memoria. Los friquis no son solo los seres que viven -o malviven- en un ciber comiendo pizza y jugando partidas interminables de juegos de rol -tirando de topicazos-. Al margen de ser tecnológicos, como lo es Cumberbatch en la serie detectives, la especialización del saber y cierto elitismo son las claves en la evolución de nuestra mirada sobre este colectivo.
Elitismo friqui
El colmo de lo friqui en la actualidad lo ha conseguido Paolo Sorrentino con la Gran Belleza (2013). El film, con referencias a la Dolce Vita (1960) de Federico Fellini, ha sido galardonado con el Oscar a la Mejor Película de habla no inglesa. Un film tedioso donde los haya, en el que priman los diálogos -muy densos- por encima de la acción. Sorrentino narra la existencia de Jepp Gambardella (Toni Servillo), periodista y escritor italiano que disfruta de la elitista vida de Roma, acompañado de unos amigos no menos soberbios y altivos. Una película confusa que pretende mostrar la decadencia de la sociedad italiana junto a su vacío creativo, que acompaña por supuesto a Gambardella que, a pesar de representar el centro de la cultura romana, a sus 65 años solo ha publicado un libro. Y aunque él es un friqui, los hay peores. Las monjas riendo alocadamente que aparecen en varias escenas, algunas en primer plano, pueden resultar incluso como los personajes de Freaks: desagradables. Es un friquismo mezclado con una “gran belleza”, respaldada con el Coliseo de fondo o San Pietro in Montorio de Bramante . Con fiestas al ritmo de Raffaella Carra. Un friquismo clasista que olvida sus inicios pero que se recompone en lo que la sociedad actual busca de ellos: inteligencia, clase, arrogancia, carácter obsesivo, asepsia y rechazo a la normalidad. La belleza está en lo extraño, en lo raro, en lo friqui. También en lo elitista. Ser friqui ahora es “cool”. Eso sí, tampoco faltan los enanos.
Autora:
![]() |
![]() Me llaman la mujer de hielo; y no les falta razón. Pero a veces las rubias sorprendemos. Persona de contradicciones: me siento cómoda tras las letras pero mi género preferido es la entrevista. Siempre escéptica.
|
¡Elitismo friqui o muerte!
Un saludo.